En la cima de América, en la cima de la vida – GENTE Online
 

En la cima de América, en la cima de la vida

Cuando Pierre miró sus manos en pleno ascenso hacia la cima del Aconcagua, de
pronto eran de un intenso color violaceo. No había dolor, sólo rigidez, falta de
sensibilidad. Así y todo, él y sus compañeros decidieron seguir adelante… Era
una mañana de febrero del año 1954. Y aunque esos colores sólo podían ser una
mala señal, no se esperaba lo peor. Lo que más tarde confirmó el diagnóstico
lapidario de los médicos del Hospital Militar Mendoza. "Debemos amputarle los
dedos de una mano y un pie"
. El andinista francés, que por entonces tenía 24
años, pareció inconmovible por la noticia. Acaso porque ya intuía que su cuerpo
quedaría mutilado. Aun en esas circunstancias, estaba feliz… Después de todo,
estaba vivo. Y además lo habían conseguido. El, junto a la expedición compuesta
por otros seis compatriotas, habían logrado llegar, por primera vez en la
historia, a la cumbre del Aconcagua ascendiendo por la temible y mortal pared
Sur. Esa era la única noticia que conmovía sus vidas.

Hoy, tres de aquellos jóvenes "de los 50" regresaron a Mendoza para evocar la
hazaña. Juntos, pisaron nuevamente el suelo de montaña. El color de sus cabellos
habla del inexorable paso del tiempo. Pierre Lesueur (74), Lucien Berardini (76)
y Robert Paragot (76) conservan intactos los recuerdos de la ascensión que
comenzaron el 19 de febrero de 1954 y concluyeron seis días después. "Nada se ha
borrado de nuestras mentes. Y ahora que estamos otra vez aquí, mirando el Aconcagua, nos parece que fue ayer cuando escalábamos…
", cuenta Robert.

Las imágenes han quedado grabadas para siempre en su memoria. Los buenos
momentos y los más críticos. "Le digo la verdad… Llegamos a estar realmente
agotados. Pero en esos momentos pensamos
: '¡Si nos detenemos unas horas,
morimos!'", agrega Robert. El fue el único del grupo que no sufrió amputaciones:
"Cuando bajamos de la cumbre nos encontrábamos en muy malas condiciones. De no
ser por la excelente y rápida intervención de los militares argentinos, el
balance podría haber sido mucho peor. Nuestra salud se podría haber complicado
más. Hubo un momento en que todos se sacaban los zapatos y veían que sus dedos
estaban negros. Cuando estás en esto, con sólo ver el color de las manos y los
pies sabés lo que te puede llegar a esperar. Yo, instintivamente hice lo mismo,
y vi que no había mayores problemas. Todavía no entiendo cómo salvé mis manos y
pies".

Los "héroes franceses", como calificó la prensa de la época al equipo, no
buscaban fama. Ellos mismos aseguran que nadie se habría enterado del final
feliz de la historia, "si no hubiese sido por un par de dedos cortados". Pero la
hazaña existió, y la verdad es que estos hombres lograron trepar los 6.959
metros del Aconcagua, la montaña más alta de América, desafiando su cara más
riesgosa, la pared Sur. Se trata de una ladera de 3.000 metros, a la que
accedieron desde la denominada Plaza Francia, una base del cerro ubicado a 4.200
metros sobre nivel de mar. La empresa era más difícil si se considera que, por
entonces, no existían los modernos equipos que se han ido perfeccionando,
permitiendo que novatos y aficionados se animen a las montañas. La historia la
forjaron a fuerza de pico, soga y clavos para hielo y roca. Sólo eso, y sus
ganas de llegar.
La palabra miedo parece molestarle a estos todavía jóvenes aventureros. Y aunque
todavía conservan un físico admirable para su edad, sus rostros curtidos y
arrugados hablan de otras historias que los llevaron a cumbres del Himalaya o
los Alpes. "Es que después de la experiencia del Aconcagua, nuestra vida siguió
ligada a esto. La montaña ayuda a encontrarse con uno mismo, nos enseña a
respetarnos. Fíjese, aquí tiene el mejor ejemplo: después de 50 años, seguimos
siendo tan amigos como siempre".
Sólo así entienden la vida estos hombres que
miran a la montaña como a un viejo conocido.

Lucien agrega un comentario que grafica perfectamente la sensación de aquellos
siete hombres frente al desafío que encaraban. (René Ferlet era el jefe de
expedición, aunque finalmente, junto a Edmond Denis, Guy Poulet y Adrien Dagory,
decidió desistir). "Cuando iniciamos el ascenso estábamos extremadamente
motivados. Pero en los últimos 3.000 metros nos esperaba un glaciar y una pared
tan compacta y empinada que sólo queríamos escapar para salvar nuestras vidas".
Así y todo decidieron seguir adelante. "Cuando llegamos a la cumbre nos
abrazamos y lloramos como chicos. Sentíamos una gran emoción por estar ahí con
vida, y a la vez mucha preocupación… La verdad, no estábamos del todo seguros si
podríamos descender con éxito."
Para lograrlo, todos insisten en considerar
"valiosísima" la colaboración del Gobierno argentino a través de los militares
que los acompañaron. Estaban con vida, sí, pero regresaban enfermos y doloridos.
Tanto, que la recuperación se extendió por cuatro meses, tiempo en que
estuvieron al cuidado del cuerpo médico del Hospital Militar Mendoza.

Con ese aire fresco que les golpea la cara, Pierre, Lucien y Robert miran el
Aconcagua. "Por última vez…", susurran, y se refugian en el silencio, como
queriendo atrapar la poderosa energía de la montaña. De pronto, Robert insiste
con un pedido: "Poné que desafiar la montaña da placer, pero que abajo siempre
es bueno que te espere una familia, no creo en montañistas solitarios".

Y luego de cruzar miradas cómplices, comentan entre risas: "Sólo una vez se
enfrenta un desafío con tanta dificultad técnica como tiene la pared Sur.
"
Brindan, se emocionan con los homenajes que les han organizado y vuelven al
silencio. Tal vez recuerdan a esos jóvenes que son ellos mismos en otro tiempo.
Y aunque ésta no es una edad de intentar hazañas sino de evocar, vuelven a
remontarse en el tiempo y aclaran: "No. No lo volveríamos a hacer… Con una vez
alcanzó
".

Lucien Berardini, Pierre Lesueur y Robert Paragot -entre 74 y 76 años de edad-, los miembros de la expedición  que volvieron para recordar su aventura, en la base Plaza Francia.

Lucien Berardini, Pierre Lesueur y Robert Paragot -entre 74 y 76 años de edad-, los miembros de la expedición que volvieron para recordar su aventura, en la base Plaza Francia.

Ahí van, rumbo al homenaje en la base Plaza Francia, con la pared sur del Aconcagua imponiendo su respeto al fondo.

Ahí van, rumbo al homenaje en la base Plaza Francia, con la pared sur del Aconcagua imponiendo su respeto al fondo.

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