En la capital del país de las papeleras… – GENTE Online
 

En la capital del país de las papeleras...

Mirá, te voy a mostrar lo que es Finlandia”. Apenas entramos al departamento de Jaime Potenze, un sexto piso en el centro de Helsinki, nos lleva hasta la cocina. No es una vista de la ciudad lo que señala, sino su… tacho de basura dividido en cuatro partes. Lo exhibe casi con orgullo: “La azul es para cartones, la verde para diarios, la negra para plásticos y la marrón para la basura orgánica. Las botellas, como ves, son todas reciclables. Las bolsitas de supermercado (donde las mandarinas argentinas se venden a 1,79 euros el kilo –unos ocho pesos– y el kilo de lomo cotiza a 30 euros) no existen, cada uno va con su changuito.

Acá, la defensa del medio ambiente es una filosofía nacional, que se aprende desde el jardín de infantes. Por eso, cuando saben que sos argentino y el problema que existe con Botnia y las papeleras, se ríen de que desconfiemos. ¡Es como si el diez de Finlandia le quisiera explicar a Riquelme cómo se patea un tiro libre!”.

BAJO EL ESTADO. Más allá del cesto, por la ventana, en Helsinki se ve un paisaje de edificios bajos, ocres y prolijos, y calles llenas de bicicletas, sin baches ni bullicio. Se respira orden en este país, donde la presencia del Estado es abrumadora: la calefacción de las casas de los 500 mil habitantes de la capital, fundamental en un lugar donde en invierno hacen 20 o 30 grados bajo cero, la provee una gigantesca planta. Claro: el 55 por ciento del presupuesto finés está conformado por el pago de impuestos. Y que no se entere Santiago Montoya por favor, pero el tema impositivo es bien bravo.

Algunos casos son realmente insólitos. Por ejemplo, para sostener los dos canales oficiales, existe un “impuesto al televisor”. Por cada aparato, se pagan unos 300 euros al año. Los métodos para recaudarlo, cuenta otro argentino, Matías Martiarena, son curiosos: “Hay inspectores que pasan casa por casa, simulando ser encuestadores de rating. Pero acá todos pagan…”. El año que viene, ya avisaron, cobrarán un impuesto al perro, para sostener los lugares que, cada tres o cuatro cuadras, tienen los pichichos para hacer sus necesidades.

En este país escandinavo, a 13.304 kilómetros de Buenos Aires, se estima que viven alrededor de 150 argentinos. Pero sólo la mitad están registrados en la embajada. Potenze (59) es casi un pionero: llegó hace 27 años. Es porteño, hincha de Atlanta e hijo de un periodista con su mismo nombre que escribía en La Nación. “Me vine en los 70, durante la dictadura –recuerda–. Era dirigente estudiantil, pero es algo que prefiero no recordar… Iba al Nacional Buenos Aires”. En 1989 se casó con Teija, traductora de español como él y luego adoptaron a los colombianos Juan Pablo (12) y Diego (9). La familia está contenta: Juan Pablo se ganó el botín de oro en el campeonato escolar de fútbol. “Juega bien, pero mucho no lo entusiasma. Acá no hay un gran fanatismo, por eso no salen grandes jugadores”, cuenta Jaime.

MARCA REGISTRADA. Por supuesto, donde rueda una pelota, hay un argentino. El más conocido es Diego Corpache, que juega en el Inter Turku y que aquí militó, entre otros equipos, en el Deportivo Español. Algunos otros arriesgan, y van. Como Guillermo Galli, que tiene 20 años y está a prueba en las inferiores del Honka de Espoo, un equipo recién ascendido a Primera. En la inmensidad del pasto sintético del Estadio Töölö de Helsinki, sede del Mundial sub-17 del 2003 –donde la Argentina terminó tercera y el campeón fue Brasil–, Guillermo cuenta: “Vine porque mi hermana vive acá. En Córdoba hice las inferiores en San Lorenzo e Instituto. Y soy hincha de Talleres”.

El chico juega de nueve, y el problema, claro, son los defensores. “Estos tipos son altísimos. Para jugar son estructurados, no se animan a gambetear mucho, pero no son de madera tampoco”. De todos modos, a la cancha van pocos, y no gritan demasiado. La pasión la ponen en el hockey sobre hielo, cuyo equipo más popular es el HIFK. Pero nunca ganaron nada: el mes pasado perdieron –otra vez– en la semifinal del Mundial, en Estonia, frente a Suecia, su clásico rival.

DESPUES DE LA CRISIS. A 24 kilómetros de Helsinki –a 3,60 euros el boleto de ida y vuelta– viven Matías Martiarena y Belén Galli. Su departamento de tres ambientes queda en Toumarila, un barrio de Espoo. Tienen 29 años; ella es cordobesa; él, jujeño. Y al visitante desprevenido, antes de entrar a la casa le piden que se quite los zapatos, costumbre típica de los finlandeses. El primero en llegar fue Matías: “En el 95, por un intercambio estudiantil, estuve diez meses. Y volví para quedarme, porque en el 2002 tenía una productora de video en Córdoba, nos agarró la debacle del país, vinieron cheques rebotados, de yapa nos robaron siete cámaras… y no dudé”. Hoy trabaja en Nordisk Film, la productora más antigua del mundo –fundada en 1906–, y tiene la propia, Matea Media, en una habitación de su departamento.

El negocio lo lleva adelante Belén, que está embarazada de siete meses, ya tiene reservados los 70 euros que cuesta el parto y espera a un varón: Luca. Y cuenta, ante la llegada del pequeño finlandés, que “a partir del octavo mes me pagarán el sueldo sin ir a trabajar. Y durante ocho meses después del nacimiento, también. Cuando dije que estaba embarazada, el Estado nos mandó una caja llamada Kela con todo el ajuar: ropa, pañales, termómetro… Nos dieron mucha ropa de abrigo, porque acá es común que las madres dejen a los bebés bien abrigados durmiendo afuera durante el día, aun en pleno invierno. Dicen que es para que se hagan resistentes al frío, pero yo ni loca lo voy a hacer”.

A BAILAR. En Finlandia, aunque parezca mentira, el tango –versión local– es furor. Pero no en la capital, sino en el interior del país. Carolina Agüero (30) y Darío Franconi (29) llegaron hace seis años a Helsinki para bailar, aunque no tango. Ellos son los primeros bailarines del Ballet Nacional de Finlandia. “El tango finlandés, ¡nada que ver! (ríen). No caminan como nosotros”, cuentan a dúo. Ambos son cordobeses. Ella, del barrio Poeta Lugones. Y él, del barrio Centroamérica, e hincha de Talleres. En el 99 se casaron. Y acá están. “Ellos son mejores en la danza moderna. Y nosotros nos destacamos por la base que tenemos en clásico. Los dos nos fogueamos en los ballets de Maximiliano Guerra y Julio Bocca”, cuenta Darío.

La compañía está compuesta por 85 bailarines, la mitad extranjeros. “Pero al idioma lo tenés que aprender sí o sí”, acuerdan. Por estos días están al final de la temporada, con el ballet de Jiri Kylian Petit Mort. Sin embargo, ya hicieron las valijas: consiguieron un contrato en el ballet de Hamburgo. “Si pensamos en la educación y en la salud, nos quedaríamos para siempre acá. Pero no por el carácter de los finlandeses. Es difícil relacionarse con ellos. Son cerrados”, admiten.

Es que no todo lo que reluce es oro. Bajo el barniz de tanto orden y eficiencia, se esconden algunos monstruos. Jaime Potenze da una pista: “Hay muy pocos robos y crímenes. Hace diez años un danés mató a dos policías. Y todavía se acuerdan... Pero hay mucha violencia familiar. Por el alcohol, y porque la gente tiene pocas vías de escape. El invierno es tremendo”. Es cierto. Llama la atención, sobre todo de noche, la cantidad impresionante de borrachos que sesean por la calle. En esa violencia que sucede dentro de las casas, no cuenta el sueldo promedio, de 2.434 euros en un lugar donde trabajan hombres y mujeres por igual. Para Matías, “el problema más grande es la depresión. En invierno no hay luz, está casi siempre nublado. Por eso es obligatorio tomar vitamina D y calcio, sobre todo los chicos. Son los segundos en tasa de suicidios a nivel mundial”.
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Finlandia, como todos, es un país con claroscuros. Pero una palabra, quizá, sirva para definir a sus habitantes. No existe el “por favor” para pedir algo. Cuando necesitan algo, los finlandeses dicen “olkaahyva”: “Sea bueno”. Una vista de Helsinki desde la torre del <i>Estadio Olímpico</i>. En el Lago de Regatas, que asoma entre los árboles, los argentinos Capozzo y Guerrero ganaron el Oro en 1952, la última medalla dorada hasta Atenas 2004.

Una vista de Helsinki desde la torre del Estadio Olímpico. En el Lago de Regatas, que asoma entre los árboles, los argentinos Capozzo y Guerrero ganaron el Oro en 1952, la última medalla dorada hasta Atenas 2004.

Guillermo Galli (20) arribó en abril de este año y está a prueba en el Honka, un equipo de fútbol de la ciudad de Espoo. Aquí, en el estadio Töölö, de la capital, donde Argentina salió tercera en el Mundial sub-17 en el 2003.

Guillermo Galli (20) arribó en abril de este año y está a prueba en el Honka, un equipo de fútbol de la ciudad de Espoo. Aquí, en el estadio Töölö, de la capital, donde Argentina salió tercera en el Mundial sub-17 en el 2003.

Carolina Agüero (30) y Darío Franconi (29) hace seis años que están allí, bailaron con Maximiliano Guerra y Julio Bocca y son las primeras figuras del Ballet Nacional de Finlandia.

Carolina Agüero (30) y Darío Franconi (29) hace seis años que están allí, bailaron con Maximiliano Guerra y Julio Bocca y son las primeras figuras del Ballet Nacional de Finlandia.

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