El horror que nunca termina – GENTE Online
 

El horror que nunca termina

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Allí, codo a codo, había judíos, musulmanes, cristianos y drusos. Israelíes y palestinos. Religiosos y laicos. Eran
"la familia", y así se hacían llamar, quizá con la pretensión de alejar cualquier fantasma del ambiente de guerra que respira Oriente Medio. Los empleados de la pizzería de la cadena
Sbarro no conocían la violencia dentro de la isla de su trabajo. Sí, la de afuera, esa que palpaban cada día en camino al local, de vuelta a sus casas, o por tevé. Hace tres meses, todos festejaron el cumpleaños número 24 de Aladin Ala Abu Omar, árabe musulmán, vicedirector del establecimiento y uno de los mejores amigos de Tehila Maoz, de 19 años, judía practicante, y empleada del local.

Hasta que el jueves 9 de agosto, a las dos de la tarde, la violencia de afuera se instaló dentro de la pizzería. Izz el-Din Al-Masri, 23 años, un terrorista de Hamas, detonó la bomba que llevaba en su cinturón, a la que había agregado clavos y tornillos para hacerla más letal, voló por los aires, y con él 15 personas más, además de dejar 90 heridos. Entre ellos, por ejemplo, seis niños y un bebé, dos turistas -el brasileño Giora Balach, de 60 años, y la estadounidense Judith Greenbaum, de 31-, cinco integrantes de la familia Schikveschuurder (padre, madre y tres hijos), que dejaron tres huérfanos con el dolor de sepultarlos. Y Tehila, el alma de aquella otra familia hecha de amistad, que se rompió por culpa de la intolerancia. De un monstruo ávido de sangre, que se alimenta con restos de inocentes, la mayoría de los 716 muertos por atentados palestinos y represalias israelíes desde que recomenzó la Intifada, en septiembre de 2000.

Y mientras acaban de enterrar a esos muertos, y a Tehila ni siquiera la pudieron despedir sus amigos árabes por miedo a venganzas o por vivir detrás de las líneas de control israelíes, el horror se repite. El domingo 12, en la ciudad norteña de Kyriat Motzkin, otro hombre bomba -esta vez de la Jihad Islámica- entra en un bar, encara a la empleada de la barra, le dice: "¿Sabés qué tengo acá?", y acciona su fatídico cinturón con explosivos. Sólo la suerte, y la errónea jactancia del terrorista que hizo posible el grito de "¡Mejabel!" ("¡Terrorista!") de la empleada y el consiguiente cuerpo a tierra de los parroquianos, hace que el saldo sea de 21 heridos y un solo muerto: Muhamad Majmud Nasser, de 28 años, el que iba a matar matándose.

En la esquina de Jaffa y King George (algo así como la Corrientes y Florida de Jerusalén, donde se colocaron los primeros semáforos de la ciudad), a cuatro días del atentado, los operarios trabajan en la reconstrucción detrás de unas chapas verdes. Llegar allí desde Tel Aviv, la capital, es cruzar un calvario con las huellas de otras explosiones.

Un fusil en la mano derecha, el índice de la izquierda apuntando al cielo y, en la cintura, la carga letal de explosivos. La foto hiela la sangre: se la tomaron a Izz el-Din Al-Masri, 23 años, un terrorista de Hamas, minutos antes de cumplir su objetivo suicida, y matar a 15 personas en la pizzería Sbarro de Jerusalén.

Un fusil en la mano derecha, el índice de la izquierda apuntando al cielo y, en la cintura, la carga letal de explosivos. La foto hiela la sangre: se la tomaron a Izz el-Din Al-Masri, 23 años, un terrorista de Hamas, minutos antes de cumplir su objetivo suicida, y matar a 15 personas en la pizzería Sbarro de Jerusalén.

Cerca de las dos de la tarde del jueves 9, un terrorista voló la pizzería <i>Sbarro</i>, en pleno centro de Jerusalén. Minutos después, el caos: los sobrevivientes fueron atendidos de inmediato. Guillermo Volcovich, enviado de <i>GENTE a la zona</i>, habló con los compatriotas que conviven con la muerte.

Cerca de las dos de la tarde del jueves 9, un terrorista voló la pizzería Sbarro, en pleno centro de Jerusalén. Minutos después, el caos: los sobrevivientes fueron atendidos de inmediato. Guillermo Volcovich, enviado de GENTE a la zona, habló con los compatriotas que conviven con la muerte.

Mientras muchos grupos israelíes claman por justicia o venganza, hay compatriotas que viven y trabajan en medio de un clima de pesadilla. Elena lo hace en un <i>apart hotel</i>.

Mientras muchos grupos israelíes claman por justicia o venganza, hay compatriotas que viven y trabajan en medio de un clima de pesadilla. Elena lo hace en un apart hotel.

Adrián en una farmacia.

Adrián en una farmacia.

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