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El horror que no tiene límites

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"Estos son tan sanguinarios como los Puccio", dice uno de los vecinos del duplex de un condominio de Pilar donde Federico Strajman (27) permaneció cautiv
o durante más de treinta horas, en obvia referencia a la tristemente célebre banda familiar, archifamosa por sus macabros secuestros. Allí, en el complejo La Josefina ubicado en la esquina de Tulipanes y Las Glicinas, Federico estuvo desde el miércoles a la medianoche hasta la madrugada del viernes, y sufrió todo tipo de humillaciones y una violencia descomunal: le gritaron "judío de mierda", lo golpearon a mansalva y, para aterrorizarlo, lo quemaron con cigarrillos con el único objetivo de saber los recursos económicos con los que realmente contaba su familia. No fue todo. Mientras se retorcía de dolor y permanecía atado y amordazado, sintió que le liberaban las manos. El pensó que tal vez lo dejarían ir. Hasta que sintió una voz ronca y con fuerte hedor a alcohol que le exigía: "Dame la mano, pendejo". Y de inmediato un martillazo feroz. Y luego otro. Fue todo tan violento y rápido que Strajman no se había dado cuenta de que le habían seccionado el dedo meñique de la mano derecha con
una tenaza de las que se usan para cortar chapa. Luego lo pusieron en una caja de cartón y se lo enviaron a Mario, su padre -joyero-, pese a que el hombre ya había cumplido con el pago de 1.000 dólares y 600 pesos pactados para el rescate.

"Vos tenés más tela. Aflojá o no lo ves más", amenazaron los delincuentes, y exigieron un adicional de 30.000 dólares. Cuando Strajman abrió el paquete, encontró el dedo de su hijo con una nota en la que le advertían que hablaban en serio. Esto desconcertó a los investigadores. Aunque insistieron con que, a pesar de no ser expertos en el tema, los secuestradores habrían cometido con anterioridad algunos hechos similares. Pero demostraron su falta de profesionalismo al dejar numerosas pistas: más de 20 llamadas desde un teléfono celular, por ejemplo, terminaron siendo piezas clave para esclarecer el delito.

TODO QUEDA EN FAMILIA. La policía concurrió a la casa del dueño del teléfono, y los recibió una señora que admitió ser la titular del celular del que se realizaron los pedidos de rescate. "Es mío, pero lo usa mi hijo para trabajar", dijo la mujer, de nombre María y de profesión enfermera. Fue suficiente para que detuvieran a su marido, Alberto Juan Somaruga, un jubilado mayor de 65 años que tendría antecedentes por un robo con armas ocurrido hace más de dos décadas. La pareja crió dos hijos: Adrián, también detenido, y Pablo, que al cierre de esta edición, lunes a la medianoche, se encontraba prófugo. También fueron apresados otro hijo de María -que tuvo con una pareja anterior- y dos de sus amigos. Un integrante del clan familiar habría declarado ante el juez Claudio Bonadío que la mayoría eran patovicas dedicados a la seguridad de boliches y de personalidades del ambiente artístico, entre los que podría encontrarse el artista plástico Federico Klemm. Más allá de los antecedentes de cada uno, div
ersas fuentes indicaron que la banda funcionaba desde meses atrás y se dedicaba a los asaltos a mano armada.

por Miguel Braillard
informes: Pilar Carioggia y Manuel Sarrabayrouse
fotos: Matías Campaya, Maximiliano Vernazza y agencia Télam

Cabizbajo y herido, Federico llega a su casa luego de contar su odisea en Delitos Complejos de la Policía Federal.

Cabizbajo y herido, Federico llega a su casa luego de contar su odisea en Delitos Complejos de la Policía Federal.

El sábado, dos acusados, el matrimonio de María y Alberto Juan Somaruga, son trasladados. Minutos más tarde declararían frente al juez Bonadío y quedarían detenidos en los penales de Ezeiza y Devoto, respectivamente.

El sábado, dos acusados, el matrimonio de María y Alberto Juan Somaruga, son trasladados. Minutos más tarde declararían frente al juez Bonadío y quedarían detenidos en los penales de Ezeiza y Devoto, respectivamente.

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