“El fallo fue una vergüenza, pero yo no bajo los brazos. Esto recién empieza” – GENTE Online
 

“El fallo fue una vergüenza, pero yo no bajo los brazos. Esto recién empieza”

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Algunas cosas no volverán a suceder en esa calle y en esa casa de Estrada al 2700, en Martínez, no lejos de las vías del tren. Los vecinos y las decenas y hasta centenares de desconocidos no volverán a tocar el timbre y ofrendar su solidaridad. “Blumberg, estamos con usted… Ingeniero, ¿en qué podemos ayudarlo?… ¿Cuándo es la próxima marcha, para acompañarlo?… ¡No afloje, Blumberg, que lo necesitamos!”.
En las escaleras de la entrada ya no se apilarán las planillas con las firmas de apoyo a la batalla por la memoria de Axel y por el castigo a sus asesinos: los casi seis millones de firmas reunidas en los dos años y medio transcurridos entre el crimen (23 de marzo de 2004) y la sentencia (25 de octubre de 2006).

En el living –ese que Juan Carlos Blumberg dotó de fina boisserie con maderas trabajadas por sus propias manos– ya no estarán las pancartas, las consignas, la montaña de cajas henchidas de documentos: sólo dos grandes retratos (Axel niño, Axel hombre), silencio, y el merodeo del fiel gato negro, ese siamés que siempre vuelve. Todo recobrará su equilibrio de los días felices, pero con luto y lágrimas incesantes. El luto que lleva como emblema: cintas en la solapa, corbata negra. Algunas cosas no volverán a suceder, es cierto, pero otras permanecen. Blumberg, cada noche, en el intacto cuarto de Axel, hablando con él. María Elena Usonis, su mujer, con la sombra definitiva de la mujer que ha perdido a su único hijo. Los amigos y la novia de Axel repitiendo sus visitas como un rito. Y, claro, los recuerdos.

Ahora es viernes, octubre 27. Apenas dos días han pasado desde las sentencias y desde el grito de Blumberg en la puerta del Tribunal Oral Federal 2 de San Martín: “¡Es un fallo de mierda!”. Estamos en su oficina de la Fundación Axel, y antes de la primera pregunta (acaso innecesaria), me dice: “Casi tres años de lucha, tres meses y medio de juicio, 37 sesiones, 170 testigos… ¿para esto? ¡Sólo dos condenas a perpetua! Y las mujeres, tan responsables como el resto de la banda, en dos años y medio estarán en la calle… ¡No puede ser! Está probado –¡recontraprobado!– que era una banda perfectamente organizada para robar, secuestrar y matar. Que Analía Flores, la mujer del Oso Peralta, administraba el dinero de la banda, y que con ese dinero compró campos y departamentos. Que las mujeres de la banda abrían y cerraban los portones cuando llegaban los secuestrados, estaban allí cuando los maniataban, los amenazaban, los golpeaban, como lo declaró Ortiz de Rozas, el hombre al que raptaron casi al mismo tiempo que a Axel, y se fugaron junto con el resto. Una de ellas huyó con su hijo en brazos, un bebé, y cuando se vio acorralada, lo tiró a la vereda y escapó. ¡Mire qué clase de gente! A Gustavo Carmona lo detuvieron cuando fue a cobrar el rescate de la señora Nordmann, otra de las víctimas, y declaró todo con pelos y señales: cómo era la banda, quiénes la formaban, cómo actuaban. Colaboró con la investigación, y en lugar de protegerlo, ¡lo condenaron a 21 años! Cuando se leyó la sentencia, el Negro Díaz le gritó: ‘¿Viste, boludo? ¿Para qué hablaste? ¡Jodéte!’ Después, fíjese el caso de Juan Schettino, el ex jefe de la División Antisecuestros, que fue absuelto: cuando secuestraron a Axel dijo que contaba con 80 hombres, 12 móviles, armas adecuadas, pero la fiscal Rita Molina, de San Isidro, declaró que había ordenado la captura de esa banda mucho antes y Schettino no hizo nada… ¡Y no fue todo: también declaró que los fiscales Jorge Sica y Pablo Quiroga cajonearon 42 expedientes durante cuatro meses, y que entre esos expedientes estaba el pedido de captura del Oso Peralta… A lo largo del juicio no vi más que irresponsabilidad, desprecio por la vida ajena, peleas internas, total desconexión entre la policía de la provincia de Buenos Aires, la Federal y la SIDE… ¿Sabe cuándo se van a leer los fundamentos de las condenas? ¡El 22 de noviembre! ¿Necesitan un mes para eso? Entonces tengo que pensar que no estudiaron el caso a fondo, que hubo graves improvisaciones… Además, a lo largo del juicio nos hicieron la guerra descaradamente. Cada vez que la gente de la Fundación Axel hablaba entre sí, la echaban de la sala, y después, en la cafetería que está detrás del Juzgado, los jueces, los fiscales y los abogados defensores se cagaban de risa… Mire, yo por mi profesión y mi trabajo soy un experto en métodos y tiempos, y le digo que en esos tres meses y medio se pudieron hacer cinco juicios. Y créame, todo lo que digo no es producto de la bronca. Anoté minuto a minuto todo lo que vi adentro y afuera del Juzgado. ¡Llené 200 páginas! Por supuesto, después de escuchar la sentencia salí con una calentura terrible y por eso grité lo que grité, que fue un juicio de mierda. Quizá me excedí, pero no pude contenerme”.

–Ingeniero, ¿esto se terminó o recién empieza?
–¿Terminarse? Jamás. Yo no bajo los brazos. Seguiremos luchando. ¡Esto se sigue a muerte!

–¿Qué instancias de apelación le quedan?
–Casación, Corte Suprema y Corte Interamericana de Derechos Humanos. Eso, en cuanto al fallo por el secuestro y el asesinato de Axel, y en otro frente, seguir impulsando el juicio por jurado, algo que planteamos desde la primera marcha. Le aseguro que en un juicio por jurado el resultado hubiera sido otro. Además, queremos trabajar en el tema del perjurio, del falso testimonio, para que los testigos no puedan mentir. Y si mienten, que sean castigados duramente, como sucede en otros países. Aquí, cualquier bol… miente, inventa, falsea, y no pasa nada.

–¿La gente sigue apoyándolo?
–Es casi increíble. Desde el día del fallo recibí más de 400 llamados. Es gente solidaria, y muy triste por lo que pasó en el tribunal. Eso, sin contar otros detalles conmovedores: chicas de las casillas de peaje que no me cobran, lo mismo que el tintorero, el heladero, el taxista… “Cómo le vamos a cobrar, Blumberg, si está trabajando para nosotros”, me dicen.

–¿La Fundación Axel seguirá existiendo?

–Por supuesto. Más que nunca. Esta batalla nunca fue sólo por Axel, sino por tantas y tantas víctimas, por la seguridad, por la honestidad, por la vida mejor que todos nos merecemos.

–¿Habrá otra marcha?
–La gente me la pide, pero no quiero mezclar las cosas. También tenemos que enterrar el anteproyecto de reforma del Código Penal, que se ca… en todo. Se lo mandamos a la biblioteca penal más importante del mundo, que está en Alemania y cuya gente tiene varios premios Nobel, y respondieron: “Es un proyecto de laboratorio absolutamente irrealizable”.

–¿Habló con Axel esa noche, la del día del juicio, como hace siempre?
–(Se quiebra) Subí a su cuarto llorando y le pedí disculpas por no haber logrado condenas más justas. Abajo, como siempre, estaban todos sus amigos, un grupo de chicos maravillosos que nunca nos abandonan, que la llevan a María Elena a cenar, que hablan de Axel como si estuviera vivo… Los escucho hablar y siempre se preguntan “qué país tenemos, qué justicia tenemos, qué futuro nos espera”.

Son las ocho de la noche. La entrevista termina. Juan Carlos Blumberg se queda solo, sentado junto a su escritorio. A sus espaldas, la enorme ampliación de una foto de la primera marcha: casi 200 mil personas iluminando la noche de Buenos Aires con sus velas. En la pared de enfrente, una foto de Axel sonriente. Por todos lados, carpetas, papeles, tarjetas con algunos de los nombres y los teléfonos privados más importantes del país (gobernadores, ministros): todas las teclas que tocó y que sigue tocando sin desmayo desde el asesinato de su hijo.

El domingo a la mañana, como siempre, irá al Jardín de Paz, se arrodillará ante la tumba de Axel, rezará, le hablará, y como cada vez, las lágrimas cerrarán la íntima ceremonia. Luego volverá a la calle Estrada, y a su casa, y al silencioso y ahora equilibrado living que desde marzo de hace dos años, cuando la sangre de Axel fue derramada en un lúgubre descampado, es su cuartel general, su Sala de Táctica y Estrategia, su trinchera, y la insospechada capital desde la que puso en marcha una de las convocatorias civiles más grandes y pacíficas que recuerde el país. Cuesta creer que esas cinco marchas, esas muchedumbres, ese sacudón político, hayan nacido de un solo hombre y del cuerpo de un muchacho muerto de un balazo. Cuesta, pero así fue. Así es. Así será, “porque esto recién empieza”, como me dijo. Y Juan Carlos Blumberg es hombre de palabra.

Cementerio Jardín de Paz, sábado 28, once de la mañana. Juan Carlos Blumberg se arrodilla ante la tumba de su hijo, reza y habla con él. “<i>Te prometí justicia, querido Axel, y no voy a parar hasta lograrla</i>”, le dijo.

Cementerio Jardín de Paz, sábado 28, once de la mañana. Juan Carlos Blumberg se arrodilla ante la tumba de su hijo, reza y habla con él. “Te prometí justicia, querido Axel, y no voy a parar hasta lograrla”, le dijo.

María Elena Usonis, madre de Axel, junto a amigas y amigos de su hijo sigue, muy tensa, la última jornada del juicio.

María Elena Usonis, madre de Axel, junto a amigas y amigos de su hijo sigue, muy tensa, la última jornada del juicio.

Así empezó Juan Carlos Blumberg su larga entrevista con GENTE. Prometió apelar el fallo ante la Corte Suprema y la Corte Internacional por los Derechos Humanos.

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