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El día después

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Hoy es 12 de septiembre. Hoy es el día después. Me despierto en mi departamento en Nueva York y una idea me asalta y me estremece: la idea de que no habrá continuidad temporal alguna entre el lunes 10 de septiembre y hoy. Las dos fechas aparec
en en mí como dos tiempos distantes, dos vidas diferentes. Separadas por mucho más que apenas 24 horas. Y de inmediato otro sentimiento, que se presenta sin aviso pero reconozco vagamente. Alguna vez me he sentido así.

¿Cuándo? ¿Qué triste día de mi vida? Puedo adivinarlo. Después de la muerte de alguien querido. Cuando supe por primera vez que debería aprender a vivir con una ausencia. Y que a partir de entonces sería otra vida. Esta vez no es sólo la ausencia de las miles de personas que solían cruzarse conmigo, anónimamente pero como parte integrante de la vida diaria, como el elenco estable de la ciudad donde vivo.

Gente que no conocía pero cuya desaparición me estremece. Alguien me dice que también deberé habituarme a una nueva idea del mundo. Puedo entenderlo. Pero esa idea vive todavía fuera de mi alma. Lo que me habita es el dolor de los que imagino murieron intentado salvarse, los que saltaron al vacío, los que ya no están. Así me siento este martes 12 de septiembre. Imagino que millones de habitantes de esta ciudad se sentirán igual esta mañana, pero la idea no me reconforta. No hay consuelo posible, al menos por ahora. 

Hoy es el día después. Pero también es el primer día de un nuevo tiempo. Un sol rojo y asfixiado por el polvo nos ilumina por la mañana. Hoy Nueva York es la ciudad del menos: menos ruido, menos tráfico, menos gente en las calles, menos voces, menos vida. Nueva York amaneció compungida, frágil, vulnerable, dolorida. 
Recorro caminando las calles de Manhattan y miro alrededor. Intento retener los gestos, escuchar las voces, descubrir el pulso de una ciudad que siempre me transmitió la mejor energía. De la calle 23 hacia el norte (es decir en dirección opuesta a Wall Street, escenario de la tragedia), los hombres y mujeres intentan esforzadamente recuperar algo de normalidad: los chicos juegan en los parques, los adultos leen sentados en los bancos de las plazas, otros andan en bicicleta. Pero todo es apenas una apariencia. Como una actuación obligada y trabajosa. Observo con atención y advierto que todos, hombres y mujeres, levantan a cada momento sus ojos y clavan la mirada en un punto del sur. Y así permanecen. Parece que miran el cielo. Pero sé que no es cierto.

La imagen estremece. Los restos de las Torres Gemelas lo cubren todo. Pero sobre los escombros, trabajando codo a codo y sin respiro, los bomberos neoyorquinos buscan sobrevivientes.

La imagen estremece. Los restos de las Torres Gemelas lo cubren todo. Pero sobre los escombros, trabajando codo a codo y sin respiro, los bomberos neoyorquinos buscan sobrevivientes.

En la zona afectada, los 44.000 policías y 14.000 bomberos continúan trabajando sin pausas. Ellos son el símbolo del patriotismo que generó esta catástrofe".">

"En la zona afectada, los 44.000 policías y 14.000 bomberos continúan trabajando sin pausas. Ellos son el símbolo del patriotismo que generó esta catástrofe".

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