El asesino silencioso – GENTE Online
 

El asesino silencioso

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Tras los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono, los norteamericanos, con cierto temor, se
preguntan "¿cómo será el próximo?". La respuesta, que pulula en voz baja, es espantosa: un ataque terrorista con armas biológicas o químicas. No todos, es cierto, creen en esa posibilidad llevada a gran escala. Pero, por las dudas,
en Nueva York se agotaron las máscaras antigás, en todo el país se vendieron miles de tabletas de Cipro -un antibiótico que puede tratar el ántrax-, en Miami los trajes de 50 dólares contra agentes químicos desaparecieron de los negocios, lo mismo que los kits para purificar el agua de 100 dólares y los equipos completos de supervivencia (máscara, traje, guantes y capucha que cierran herméticamente la cabeza y el cuello) de 150 dólares. Por supuesto, algunos, con buen tino, ven en estos paliativos una falsa sensación de seguridad. A nadie se le ocurriría ir por la vida vestido para una emergencia semejante. Y la experiencia ya lo demostró: el terror no avisa.

En el mundo científico, la división entre los alarmistas y los escépticos de que un ataque bioterrorista masivo pueda producirse es clara. Sin embargo, cuanto más cerca de la información de primera mano están los protagonistas involucrados, más en serio toman las amenazas. Bill Patrick, microbiólogo, tiene una calavera cruzada por dos tibias en su tarjeta. Participó del programa de armas biológicas de los Estados Unidos entre 1951 y 1986, fue inspector de armas iraquíes en el 94 y hoy es consultor sobre armamentos bacteriológicos. Para él, que Osama bin Laden pueda atacar con armas biológicas es "altamente probable". Para algunos funcionarios del FBI, Al Qaeda -la red terrorista del saudita- intentó comprar la toxina del ántrax y el botulismo en Checoslovaquia, aparentemente sin éxito. Organismos de Inteligencia de otros países dijeron encontrar conejos y perros envenenados cerca de los campos de entrenamiento de Al Qaeda en Jalalabad, Afganistán.

 El terrorista Ahmed Ressam, arrestado tras intentar volar el aeropuerto de Los Angeles la noche que empezaba el 2000, dijo que en 1998 estuvo seis meses en un campo de entrenamiento talibán, donde aprendió a liberar cianuro en los sistemas de ventilación de un edificio. Hay más antecedentes. En 1984, los Estados Unidos sufrieron su primer ataque bacteriológico: seguidores del grupo extremista liderado por Bhagwan Shree Rajneesh, un hombre que dice ser la reencarnación de Buda, contaminaron con salmonella la comida de un restaurante de un pueblo de Oregon: 751 personas enfermaron, pero nadie murió. En Tokio, once años después, la secta de Aum Shinrikyo (Verdad Suprema) liberó gas nervioso sarín en el subte. Doce personas murieron. Esto demostró que el terror tenía una nueva dimensión.

Una máscara de gas en una tienda de artículos de espionaje en Nueva York. La demanda casi las hizo desaparecer de los escaparates.

Una máscara de gas en una tienda de artículos de espionaje en Nueva York. La demanda casi las hizo desaparecer de los escaparates.

La Compañía de Mantenimiento 649 en pleno simulacro de una emergencia biológica.

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