Diez mil almas avanzando lentamente entre las calles cortadas a consecuencia de la reunión de ministros de Finanzas del Grupo de los 20 y las protestas contra el FMI. Viento polar que convertía los 12 grados del termómetro en ocho sobre la piel y que obligó a la modificación del repertorio, acotando el número de instrumentos en escena para evitar una mayor exposición de la orquesta. Dos pares de pantallas gigantes y columnas de sonido colocadas en forma tal que nadie se perdiera ninguna imagen ni acorde. Y en el centro de todo, él: Daniel Barenboim (75), pianista y director de orquesta argentino nacionalizado español, israelí y palestino, pero en especial, un referente mundial por su condición de notable artista y activista de la paz...
Arranquemos por su música, entonces, que inició en Plaza Vaticano, junto a la legendaria Staatskapelle Berlin (cuya batuta ejerce desde 1992), desplegando la obertura de El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini; continuó con Johannes Brahms y parte de sus sinfonías N° 3 y N° 4, y finalizó (“No podemos irnos sin tocar un bis para ustedes”) entregando la Polonesa del tercer acto de la ópera Eugenio Oneguin, de Piotr Ilich Chaikovski.
Ante la ovación de pie, ahora sí Barenboim entregó su esquela como activista de la paz: “Sé que la Argentina pasa por un momento difícil, y sé además que es algo en lo que tenemos gran experiencia –agregó ilustrativo–. Así que les ruego que no se olviden de la cultura. Cuando la situación de la vida se torna difícil, lo primero que la gente piensa en dejar es la cultura, pero la cultura nos da ánimo y nos alegra. No lo olvidemos nunca. Como no olvidemos que la cultura no es sólo para privilegiados, ¡al contrario!”, lanzó a manera de inclaudicable declaración de principios y broche de oro.
Por Leonardo Ibáñez.
Fotos: Maximiliano Vernazza.
SEGUÍ LEYENDO:
Las fotos de Wanda Nara al natural y sin filtros en GENTE
¿Quién fue Hugo López ? El hombre más querido en "Luis Miguel, la serie"
