Cuando la muerte parecía estar cerca, se levantó y bendijo al mundo – GENTE Online
 

Cuando la muerte parecía estar cerca, se levantó y bendijo al mundo

El domingo, a las doce en punto de un mediodía romano tan frío como soleado
(ocho de la mañana en la Argentina), se abrió una de las diez ventanas de la
sala especial del décimo piso del policlínico Agostino Gemelli, de la
Universidad Católica, y la figura del Papa, con su brazo derecho tembloroso pero
en alto, serenó los corazones de los mil cien millones de católicos que, desde
la noche del martes primero, creyeron que había llegado el final de ese titánico
polaco que trazó una huella histórica en la Iglesia y en el mundo. Pocas
palabras dijo, con voz ronca y quebrada. Apenas "In nomine patris, filis, et…",
luego, un casi inaudible "grazie". Los más optimistas esperaban que rezara el
Angelus, la oración predilecta de Juan Pablo, pero celebraron con una ovación,
en los jardines del Gemelli y en la Plaza de San Pedro, dotada ese día de cuatro
pantallas gigantes, el mensaje papal que leyó, como siempre en los últimos
tiempos, el arzobispo argentino Leonardo Sandri:
 

-También en este hospital, en medio de otras personas enfermas a quienes envío
mis reflexiones afectuosas, sigo sirviendo a la Iglesia y a la humanidad entera.

"DIEZ MINUTOS MAS, Y SE IBA". El drama empezó el martes primero a la noche, en
su habitación del tercer piso del Palacio Apostólico, muy poco después de la
ligerísima cena habitual -pollo, verduras, agua-. Palideció, se agitó, alcanzó a
decir: "Me ahogo", y sufrió un interminable acceso "de tos perruna", como la
describió uno de sus acompañantes. Renato Buzzonetti (81), el archiatra vaticano
(médico personal del Papa), ordenó su internación inmediata. Juan Pablo, entre
espasmos cada vez más agudos y frecuentes, agitó una de sus manos: un evidente
gesto de rechazo a un nuevo viaje al Gemelli -el octavo desde 1981-, que, con
humor, bautizó como "El Vaticano Tres" (los otros son el Palacio Apostólico y la
residencia veraniega de Castelgandolfo). Pero no pudo imponer su voluntad. En
minutos, el pequeño ejército de especialistas alistó sus armas, lo instaló en
una camilla, lo bajó hasta la ambulancia especial, sin identificación, que desde
hace un tiempo aguarda día y noche en un patio, y su chofer atravesó los ocho
kilómetros que median entre el palacio y el policlínico, frente al Monte Mario,
como un relámpago. Fue providencial: ya de madrugada, los periodistas que
montaban guardia en el Gemelli le oyeron decir a uno de los enfermeros de la
ambulancia:

-Diez minutos más, y se iba…

EL DIAGNOSTICO.
Según los médicos, esta nueva y casi fatal crisis empezó el frío
domingo 30 de enero, cuando Juan Pablo, desde su tradicional ventana de San
Pedro y después de la bendición Urbe et orbi, echó a vuelo dos palomas de la
paz. "Su pecho se heló, y ese enfriamiento le abrió camino a la gripe: la misma
que hoy sufre un millón de italianos, pero que en su caso es mucho más grave
porque tiene Mal de Parkinson, que entre otras cosas le crea dificultades
respiratorias muy severas", describió uno de los profesionales del equipo.
Resultado: un agudo laringoespasmo y una infección viral que afectó también la
faringe y la tráquea, y que casi lo puso al borde del entubamiento y la
traqueotomía. Sin embargo, por enésima vez, el espíritu del Papa pudo más que su
debilitado cuerpo: a la una y media de la madrugada del miércoles (hora de
Roma), Buzzonetti salió del Gemelli y, frente a la avalancha de periodistas,
dijo: "Crisis superada".

UN CUERPO SUFRIENTE.
En 1978, cuando Karol Wojtyla, el hombre de Cracovia, el
que llegó desde detrás de la Cortina de Hierro, el héroe de la Iglesia del
Silencio -la resistencia católica contra el comunismo-, fue ungido Papa, recibió
del periodismo un justo apodo: El atleta de Dios, referencia a una fortaleza
corporal lograda por medio del fútbol, la natación y las largas caminatas por la
montaña. Pero tres años después, en el mediodía del 13 de mayo de 1981, las
balas que le clavó en el vientre el terrorista turco Alí Mehmet Agca marcaron el
principio de una implacable cuenta regresiva. Sobrevivió al atentado -fue su
primera internación en el Gemelli, y tres días después, también desde una
ventana, impartió su bendición-, y su salud le dio una tregua de once años: los
más ricos y activos de los veintiséis que lleva en el Trono de Pedro. Luego, el
15 de julio del 92, le extirparon cincuenta y cinco centímetros de intestino
para eliminar un tumor del tamaño de una naranja que empezaba a ser maligno, y
la vesícula: segunda parte de una sombría danza que siguió el 11 de noviembre
del 93 (luxación del hombro derecho por una caída, y nueva operación), el 28 de
abril del 94 (fractura del fémur derecho al caerse saliendo de la ducha,
operación, implante de prótesis, y uso, para siempre, de bastón), el 6 de
octubre del 96 (apendicitis, operación de urgencia), y no fue todo: en el 95
tuvo los primeros síntomas de un Parkinson que hoy es severísimo (los
medicamentos le provocan una rigidez facial que le impide hablar, y hace dos
años que una artrosis de rodilla lo condenó a la silla de ruedas.

RUMORES DE SUCESION.
Ante esta última crisis, recrudeció la palabra "sucesión",
que Juan Pablo, en el 96, encaró con minuciosas instrucciones. Su voluntad es
que el hombre que lo suceda sea elegido por votación secreta, no por aclamación
ni mediante una comisión -una de las formas previstas cuando no hay acuerdo-, y
que los votos sean quemados (la tradicional fumata blanca que significa Habemus
Papam). ¿Nombres? Cabalgan con fuerza los del alemán Joseph Ratzinger, el
italiano Dioniggi Tettamanzi (arzobispo de Milán), el nigeriano Francis Arinze
-sería el primer Papa negro-, el belga Godfried Daneels, los brasileños Geraldo
Majaella Agnelo (Bahía) y Claudio Hummes (San Pablo), el hondureño Andrés
Rodríguez Madariaga, y Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires. Pero, como
bien dicen los más avezados vaticanistas, "El que entra Papa… sale cardenal".
Traducción: el elegido es siempre una sorpresa, y nunca figura entre los
papables cuyos nombres circulan en la prensa y en los pasillos.

JUAN PABLO HOY. Fuera de peligro, pero con la luz roja de alerta siempre
encendida por el temido fantasma de la neumonía, el Papa debe estar internado
por lo menos una semana más a pesar de los muy alentadores signos de las últimas
horas: duerme mucho y bien, come y bebe por sus propios medios, y reza sin sacar
la vista de la imagen de la virgen de Chestohowa, patrona de Polonia, que
preside su cabecera, en la habitación central de las diez en que están divididos
los doscientos metros cuadrados de la sala (recepción, comedor, estar, salón,
oficinas, dormitorio, baño, capilla y habitación de las monjas polacas que lo
cuidan constantemente). Ese décimo piso, bloque E, del Gemelli, frente a la
Unidad de Oncología Pediátrica, está custodiado por la gendarmería vaticana
-uniformes negros, en contraste con los muy coloridos de la Guardia Suiza-, por
un grupo de carabinieri de elite, por helicópteros que sobrevuelan el área las
veinticuatro horas, y su equipo médico habitual fue, ante la emergencia, muy
reforzado: se agregaron Rodolfo Proietti (jefe del departamento Emergencias),
Aurelio Piciocchi y Giovanbattista Doglieto (cirugía digestiva), Pietro Tonali
(neurología), y los cardiólogos Filippo Crea y Antonio Rebuzzi. Se sabe, aunque
por ahora off the record, que Juan Pablo tiene signos de enfisema senil
(reducción pulmonar que dificulta el intercambio entre el oxígeno y el anhidrido
carbónico), que su corazón está "en el límite de la norma" (testimonio del
periodista vaticanista Marco Politi, autor, con Carl Bernstein -uno de los
cronistas que investigó el caso Watergate y derribó a Richard Nixon-, del best
seller Su Santidad)
, y que en marzo, si nada lo impide, será sometido a una
limpieza de las arterias coronarias por medio de una angioplastia, porque los
cardiólogos detectaron problemas circulatorios que podrían desembocar en un
infarto.

La pregunta que se hace el mundo -no sólo el mundo católico- no es más cruda que
aquella que dictan los hechos, la evidencia: ¿se muere el Papa?

Pero la respuesta es incierta. En agosto pasado, a pesar de su tambaleante
salud, Juan Pablo visitó -tal vez su último viaje por un planeta que jamás
ignorará su huella- el santuario de Lourdes, en el sur de Francia. Ya de
regreso, el cardenal Dannels, primado de Bélgica, dijo: "El Papa se acerca al
final de su vida. No digo que su muerte ocurrirá mañana o el mes próximo, pero
el final está próximo. Es un dado en el aire"
. Un dado en el aire. Una cuestión
de azar. Pero… ¿no dijo Albert Einstein que "Dios no juega a los dados"?

Esta historia continuará…

Roma, domingo 6, mediodía. Cuando el mundo temía por su vida, Juan Pablo II apareció en una de las ventanas de la clínica Agostino Gemelli, donde está internado desde la noche del martes, e impartió su bendición Urbi et orbe". Casi un milagro…">

Roma, domingo 6, mediodía. Cuando el mundo temía por su vida, Juan Pablo II apareció en una de las ventanas de la clínica Agostino Gemelli, donde está internado desde la noche del martes, e impartió su bendición "Urbi et orbe". Casi un milagro…

El 15 de noviembre del año pasado, a punto de abrir una de sus habituales audiencias privadas. Lo acompaña el arzobispo polaco Stanislaw Dziwisz, su secretario privado y mano derecha. A pesar de su hoy precaria salud, Juan Pablo cree que aún no terminó su misión en la tierra, y pelea…

El 15 de noviembre del año pasado, a punto de abrir una de sus habituales audiencias privadas. Lo acompaña el arzobispo polaco Stanislaw Dziwisz, su secretario privado y mano derecha. A pesar de su hoy precaria salud, Juan Pablo cree que aún no terminó su misión en la tierra, y pelea…

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