¿Crimen político o mafioso? ¿Ajuste de cuentas o venganza? – GENTE Online
 

¿Crimen político o mafioso? ¿Ajuste de cuentas o venganza?

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El sargento Pedro Díaz (45) y los suboficiales Ricardo Torres Barbosa (26) y Alejandro Vatalaro (27), a eso de las dos de la madrugada del viernes 19, habían terminado de comer y se preparaban para una larga y tediosa guardia, acaso sólo matizada por la charla sobre bueyes perdidos: el único antídoto contra la noche, el silencio y la soledad de esa planta transmisora de la Dirección de Comunicaciones de la Policía bonaerense, levantada en un descampado del barrio Aeropuerto, a mil metros de la calle 7 de La Plata, y sin más vecindad que las casas a no menos de cinco cuadras de la garita. Pero de pronto ese lugar tan alejado de todo riesgo y esa serena noche fueron el escenario de una pesadilla, un baño de sangre, el trágico principio de una historia que puede tener derivaciones no menos siniestras.

Cinco o tal vez seis hombres cruzaron el descampado, llegaron, furtivos, a la garita, los mataron a tiros y redoblaron el espanto clavando casi sesenta veces sus cuchillos en los cuerpos, y destrozando las cabezas a golpes de barreta.
Torres Barbosa y Vatalaro, novatos, casi recién recibidos en la escuela policial Juan Vucetich, no llegaron siquiera a defenderse. El sargento Díaz lo intentó, alcanzó a gatillar su arma, trató de escapar, pero lo remataron detrás de unos galpones, con cuatro balazos en la espalda.

Un triple crimen bestial. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con qué trasfondo? ¿Con qué mensaje?

CUANDO TODO ES POSIBLE. Lo único descartado de plano fue el robo, a pesar de que los asesinos se llevaron una escopeta 12/70, una ametralladora Uzi, varios chalecos antibalas y las armas reglamentarias de los muertos.
¿Por qué no el robo, entonces, si el botín bien podría delatar el móvil? Para los investigadores, eso fue sólo una bomba de humo. Argumento: si el objetivo era robar armas, bastaban unos pocos y certeros balazos contra esos tres hombres, seguramente distraídos, que cumplían una guardia de rutina en un lugar solitario, donde jamás había pasado nada, y no esa brutal fiesta caníbal de proyectiles, puñaladas y golpes.

Descartado el robo, cualquier hipótesis es válida. No por nada la clase política, desde el presidente Kirchner para abajo, explotó en declaraciones, remarcó un hecho más que sugestivo (“ocurrió a apenas nueve días de las elecciones”), y señaló como destinatarios clave del mensaje (abundó la palabra “mafioso”) al ministro León Arslanian, al todavía gobernador Felipe Solá, al candidato Daniel Scioli –primero en las encuestas y acaso futuro gobernador–, y por elevación, a todo el gobierno nacional.

LAS RAZONES DE LA MEMORIA. La masacre y su espanto abrieron, claro, los canales de la memoria. Una memoria que recordó el crimen del fotógrafo José Luis Cabezas –25 de enero de 1997– y las primeras palabras del entonces gobernador, Eduardo Duhalde: “Me tiraron un cadáver”. Y tan cerca: en Pinamar, donde veraneaba, y al costado del camino que recorría para ir a pescar…

Una memoria que también puso el foco en el asalto y toma de rehenes en el Banco Nación sucursal Ramallo (17 de septiembre de 1999), que acabó con dos bancarios acribillados por la policía, a menos de un mes y medio de que el gobernador Duhalde intentara la ruta hacia la presidencia, que perdió por diez puntos contra la fórmula Fernando de la Rúa–Carlos Chacho Alvarez.

Y por fin, la memoria ancló en la desaparición del albañil Jorge Julio López (18 de septiembre del año pasado), testigo clave en el juicio contra el comisario Miguel Etchecolatz por sus crímenes durante la última dictadura militar.

BARAJAR Y DAR DE NUEVO. A pesar de los escasos indicios y de la ausencia de testigos, se sabe que los asesinos huyeron en una camioneta policial, blanca, patente CAS–031 que estaba cerca de la garita de la guardia, embistiendo la tranquera, y que la abandonaron a seis kilómetros de allí, en el barrio Unión. No mucho para empezar la investigación: apenas un naipe, y no de los más altos.

Por eso, la baraja de los investigadores sigue agregando hipótesis. Una habla de venganza de piratas del asfalto o de una banda desbaratada hace muy poco: dos casos en los que habría actuado alguno de los policías muertos. Otra, de ajuste de cuentas entre grupos de la misma fuerza policial. Una más, también de venganza, pero contra el ministro Arslanian por las masivas purgas que ordenó a lo largo de su gestión, y que determinaron la expulsión de más de mil policías de La Bonaerense. Y después, el gran abanico del mazo: sembrar el pánico, apostar al viejo axioma “cuanto peor, mejor”; embarrar la cancha; demostrar que hay un poder paralelo, oculto, criminal y dispuesto a todo; recordar trágicamente que la inseguridad es dueña y señora de la vida, etcétera…

UNA VOZ INSOSLAYABLE. Luis Yrimia (48), ex juez y consultor internacional en materia de seguridad, creó el método Defensa de activos críticos mediante sistemas de seguridad inteligentes, que usa la policía de varios países. Varias veces fue propuesto para liderar los ministerios de Seguridad de la provincia de Buenos Aires y de la Capital. Nunca aceptó. GENTE habló con él:

–¿Cómo define este caso?
–Es parte del estado de inseguridad. Hoy, los policías no se sienten preparados para lo que se está viviendo. No hay unificación de mando. Saben que si tienen que disparar, aun en defensa propia, serán sumariados, y que se les termina la carrera. En las escuelas de policía, a los cadetes los preparan más para conocer los derechos de los delincuentes que para reprimir el delito. No se trata de promover la mano dura ni el híper garantismo: se trata de tener una política de seguridad , y este gobierno no la tiene.

–¿Por qué el Gobierno parece insensible ante la inseguridad, y ese tema parece no figurar en su agenda?
–Creo que no sabe cómo resolverlo. La situación lo supera y se siente impotente. Entonces, a pesar de las miles de muertes, se hace el distraído.

–¿Muchas de esas muertes pudieron evitarse?
–Totalmente. Y mientras no se busquen soluciones, seguirá habiendo muertes. Insisto: no hay política de seguridad. Los ministros de Educación y de Salud tienen que saber cómo es el plan de seguridad, porque deben interactuar. Por supuesto, no se puede dar seguridad sólo a los tiros. Hay que prevenir. Pero si los sistemas de inteligencia del Estado sólo se usan con fines políticos, para espiar a opositores o medios de prensa, es imposible anticiparse al delito.

–¿Cuál es la solución?
–Un muy buen ejemplo son los ingleses. Ellos enfrentaron con un sistema de inteligencia nada menos que al hooliganismo, los barrabravas. Se anticiparon a sus movimientos, neutralizaron primero a sus líderes y después al resto. Está comprobado que con la prevención –y no corriendo detrás del problema– se soluciona el drama de la inseguridad.

–¿Es tan así? ¿Por qué?
–Porque cuando usted neutraliza a los líderes o a los jefes de banda, el resto no se anima a cometer los delitos que cometerían bajo el liderazgo de sus jefes. Pero en la Argentina se prefiere atacar la fiebre, no sus causas.

–¿Usted cree que hay bandas de sin gorras, como llaman a los policías con mucho predicamento que fueron echados de la fuerza?
–Yo trabajo con policías formándolos en técnicas de negociación de tomas de rehenes. También tengo relación con los retirados. La verdad es que tanto los activos como los que pasaron a retiro están con la moral muy baja. Se sienten abandonados a su suerte. Conozco a muchos ex comisarios que no quieren saber más nada con su carrera anterior, y mucho menos se van a asociar en bandas…

–¿Por qué en el caso de los policías asesinados en La Plata hubo tanta saña?
–Los delincuentes se animan a asesinar, a robar y a violar… ¡porque saben que no les pasa nada! Que tienen las condiciones ideales para zafar. En ese estado de cosas, todo es posible…

EL DOLOR DE LAS FAMILIAS. Testimonio de Salvador Vatalaro, padre del suboficial Alejandro Vatalaro: “Mi hijo tenía muchas ganas de vivir y estaba muy contento con su trabajo en la Policía. Juro que no entiendo nada. No podemos seguir viviendo así. En La Plata hay asaltos y asesinatos todos los días, mientras en la televisión hablan sobre derechos humanos. ¿La gente buena no tiene derechos humanos? Alejandro había aceptado ese destino porque le dijeron que si trabajaba bien se jubilaba allí, porque ese lugar es una paz… Yo siempre le decía que no se pusiera uniforme, porque me daba miedo, pero él me contestaba: ‘Papi, soy policía y llevo la ropa de policía’. Se compró un autito. Vivía feliz. Me decía: ‘Papi, ahora no te voy a pedir más plata’. No sé qué pasó, realmente no sé... Si un policía mata a un asesino le dicen gatillo fácil. ¿Para qué está la policía, para cuidarnos o para ser blanco de los asesinos”.

Testimonio de Cristian Vatalaro, único hermano de Alejandro: “Esto es político: tiene que ver con las elecciones. Por la extensión del predio, ese lugar debería haber estado vigilado por mucha más gente, y con mayor experiencia. Mi hermano entró a la escuela Vucetich porque estaba sin trabajo y no quería pedirle más plata a mis viejos, pero estaba orgulloso de ser policía, porque le encantaba servir a la gente”.

Testimonio de Elizabeth de Díaz, la mujer del sargento Pedro Díaz: “El empezó su carrera en la Marina, luego pasó por la Federal, y al final llegó a la Bonaerense. Le gustaba pasar sus horas libres en familia, jugando a la paleta o levantando pesas. No tomaba una gota de alcohol. Estaba haciendo horas extra para ganar algo más. Trabajaba muchas horas por día. Era muy tranquilo, muy pensante, calmaba a todo el mundo, no tenía enemigos… La de anoche era su segunda guardia después de unos días de vacaciones”.

LOS CABOS SUELTOS. Más de veinte expertos trabajan en la escena del crimen: la planta transmisora de comunicaciones del Ministerio de Seguridad, calle 7 y 630, Arana, La Plata. Sugestivo: está junto al aeródromo donde operan todos los vuelos oficiales: incluso los del gobernador Solá. También sugestivo: allí funcionó el Pozo de Arana, uno de los campos de concentración de la dictadura militar. Otro descarte: además del robo, los investigadores rechazan también la hipótesis de un crimen tumbero, posible venganza contra Díaz de una banda a la que desmanteló. Dicen que “es ilógico que una venganza de ese tipo se ejecute en una dependencia policial, y de esa forma”. Dato clave: “Los asesinos fueron no menos de cinco, conocían el terreno y los movimientos internos y actuaron con guantes”.

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Pero las piezas del rompecabezas son muchas, y están demasiado dispersas. Esta horrenda historia recién empieza a escribirse.

Graciela Coronel, la madre de Alejandro Rubén Vatalaro (27), llora sin consuelo sobre el ataúd de su hijo. “Era muy bueno, muy tranquilo y tenía una gran vocación de servicio”, dijo.

Graciela Coronel, la madre de Alejandro Rubén Vatalaro (27), llora sin consuelo sobre el ataúd de su hijo. “Era muy bueno, muy tranquilo y tenía una gran vocación de servicio”, dijo.

Elizabeth, la mujer del sargento Pedro Germán Díaz, camina a duras penas, desgarrada, llegando a la planta transmisora donde asesinaron a su marido.

Elizabeth, la mujer del sargento Pedro Germán Díaz, camina a duras penas, desgarrada, llegando a la planta transmisora donde asesinaron a su marido.

El vehículo de la Policía Científica, que ocupan los más de veinte peritos que trabajan en la investigación.

El vehículo de la Policía Científica, que ocupan los más de veinte peritos que trabajan en la investigación.

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