Con unos kilos de más, pero muy felices… – GENTE Online
 

Con unos kilos de más, pero muy felices…

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La Toscana tiene sus encantos. Y tiene sus ventajas, además, si uno es una celebridad y lo que busca es tranquilidad: las aguas calmas del mar Tirreno, sus playas más que exclusivas, su pequeñez, su ritmo de vida casi pueblerino, su bajo perfil. Algo que Máxima (Zorreguieta) y su marido, Guillermo, príncipes de Orange, cultivan a rajatabla, salvo que el protocolo y las obligaciones reales demanden lo contrario. (O que algún paparazzo burle sus extremas precauciones, como en este caso…). Por eso la reina Beatriz tiene allí, en el exclusivo Porto Ercole, su casa de veraneo, llamada El Elefante Feliz, con su ve lero clásico, el Dragón Verde, anclado a pocos metros, en su correspondiente puerto privado. Y bastante lejos del mundanal ruido.

Porque si uno es famoso (léase actor, modelo, gurú del fashion, noble, multimillonario, rocker, etcétera.), a la hora de veranear tiene dos posibilidades. Una es mostrarse. Y entonces, el lugar indicado es Saint Tropez. La otra es pasar inadvertido. En ese caso, su súper privadísimo destino bien puede ser la Toscana, en Italia. Y más precisamente, Porto Ercole: un pequeño paraíso frente al mar Tirreno, en el Promontorio Dell'Argentario, una saliente de la bota itálica que se ha convertido en refugio de vips a los que no les divierte salir en las revistas, vivir de fiesta en fiesta y mostrar su opulencia. En esa porción de Italia, el target es otro. Y allá fueron -allá van cada verano- los príncipes de Orange con sus dos princesitas: Catharina Amalia, de dos años, segunda en la línea de sucesión holandesa, y su hermana Alexia, de dos meses. Porque en toda monarquía las tradiciones son leyes inviolables, y para la holandesa, los veranos en la Toscana son una tradición. Desde hace años. Cuando el príncipe Guillermo era un chico todavía, los veranos de la familia real holandesa ya transcurrían en esa mínima y carísima porción del mundo.

VIDA REAL. Pero este año los planes se alteraron un poco. Porque el 26 de junio a las tres menos veinte de la tarde, hora de Holanda, en el hospital de Bronovo, arribó al planeta Alexia Juliana Marcela Laurentien, la segunda hija de los príncipes Guillermo (38) y Máxima (34), y tercera en la línea de sucesión al trono de Orange. Y fue un revuelo. El nacimiento, que había sido calculado para mitad de julio, se adelantó algunas semanas y encontró a todos bastante sorprendidos. "Señores de la prensa: tienen a dos personas muy felices frente a ustedes", dijo unos días después Guillermo Alejandro, cuando llegó la hora de presentar a la nueva princesita en una mediática conferencia. Máxima aprovechó para confiar que a Catharina Amalia "la llegada de su hermanita no le ha hecho demasiada ilusión". Y entonces, siguiendo la broma, el príncipe Guillermo explicó que "una de las grandes preocupaciones del Palacio, en estos días, es cuidar que las uñas de Amalia no estén demasiado afiladas…".

El acontecimiento obligó a que las vacaciones en Porto Ercole se pospusieran hasta los primeros días de septiembre, una vez cumplidas las visitas de rigor del pediatra y que la bebita estuviera en condiciones de tolerar el viaje, por más cómodo y real que fuera, porque sus apenas dos meses y su tenue y blanquísima piel podían ser fácil presa del implacable sol de la Toscana. Solución: el coronado cuarteto se instaló a la sombra, en los jardines de la residencia de la abuela reina, custodiado por una tropa de niñeras.

PRINCIPES EN EL MAR. Pero el mar no sólo fue una tentación para Máxima y Guillermo: también fue una necesidad. Porque, como bien lo delatan las fotos, los dos sufren cada día, en la balanza, los coletazos del parto. Máxima, por su reciente maternidad, Guillermo acaso por el estrés de la espera, y los dos -según las malas lenguas del castillo- porque rinden excesivos honores a la quesería y la pastelería de su patria: dos joyas nacionales, y entre las más refinadas de Europa. Por eso, y ante el peligro de que algún fotógrafo de largo lente captara sus actuales humanidades, recurrieron a una vieja (aunque dudosa…) receta: los baños de mar. Que, dicen, a fuerza de sal, yodo y golpes de ola, son capaces de afinar cualquier figura que haya caído en excesos gastronómicos. Y así cumplieron cada mañana y cada tarde con el rito marino. Ella, de traje de baño enterizo, y en plan de celosa madre. El, con shorts celestes y un cuerpo no apto, por ejemplo, para integrar el primer equipo del célebre Ajax, y much o menos aquella selección llamada La Naranja Mecánica, en plan de padre y enseñándole a su hija Catharina Amalia -con los clásicos y prudentes flotadores - a nadar como una sirena.

EL BAUTISMO DE ALEXIA. Las vacaciones se alargaron sólo hasta el fin de la semana pasada, porque al príncipe Guillermo lo espera una densa agenda de compromisos protocolares, y además, pronto empezarán los preparativos para bautizar a Alexia, bajo la fe protestante, en la iglesia de Dorpskerk (el mismo lugar donde bautizaron a Catharina Amalia), en Wassenaar, muy cerca de La Haya, donde los príncipes de Orange tienen su residencia oficial. La ceremonia será recién en noviembre, pero los palacios no improvisan…

Domingo 4 de septiembre: Máxima Zorreguieta, Guillermo Alejandro de Orange y Catharina Amalia, la primera hija del matrimonio, después de bañarse en el mar Tirreno

Domingo 4 de septiembre: Máxima Zorreguieta, Guillermo Alejandro de Orange y Catharina Amalia, la primera hija del matrimonio, después de bañarse en el mar Tirreno

De vacaciones en Porto Ercole, Italia, donde la familia real tiene su residencia de verano, los príncipes Máxima y Guillermo le enseñan a nadar a Catharina Amalia.

De vacaciones en Porto Ercole, Italia, donde la familia real tiene su residencia de verano, los príncipes Máxima y Guillermo le enseñan a nadar a Catharina Amalia.

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