«Con nuestro trabajo le hacemos piquetes a la necesidad» – GENTE Online
 

"Con nuestro trabajo le hacemos piquetes a la necesidad"

Son 400 familias que hasta hace poco veían cómo el futuro se les hundía
frente a sus narices. Cuatrocientas familias que no se resignaron a hundirse con
él. En Daireaux, en el oeste de la provincia de Buenos Aires, en plena llanura
pampeana, a 380 kilómetros de la atribulada Capital Federal, 400 familias se
unieron para producir. Al principio no estaba muy claro qué, pero con el tiempo
fueron encontrando su camino. Hoy producen alimentos para un tercio de la
población local, proveen leña. Ya comenzaron a construir viviendas y generaron
un sistema de coseguro con el hospital regional que les brinda cobertura médica
y medicamentos a cambio de sus productos, que tienen un valor más bajo que los
de mercado. El nombre del programa no podía ser otro: Familias unidas.

Daireaux tiene unos 15 mil habitantes. Quince mil personas que no se quedaron
con los brazos cruzados cuando el boom de la soja y la mecanización de la
actividad rural los fue dejando en el camino. "Con nuestro trabajo le hacemos
piquetes a la necesidad, a la falta de trabajo y al asistencialismo"
, repiten
los vecinos.

El ingeniero agrónomo Walter Martin fue el primero en prestarles el oído a los
preocupados habitantes del casco urbano y a los campesinos que unieron sus
energías para encontrarle una salida a la crisis. A partir de allí fue tomando
forma un proyecto que tuvo su origen en un sólido programa social con
participación de todos. Hoy las tareas se realizan en grupos de 10 familias que
trabajan en sus casas o en centros de producción, coordinadas y supervisadas por
un tutor que se integra institucionalmente al programa, además de encargarse de
gestionar emprendimientos y capacitaciones.

Las manos en la masa. Ocho mujeres amasan en el centro de producción alimentaria
coordinadas por María del Carmen Alcure (42). Casada y madre de 9 hijos, quien
no oculta su orgullo cuando habla: "Bien temprano, por la mañana, hacemos pan y
facturas para vender. Por la tarde, nos dedicamos a hacer prepizzas y roscas
para nuestras familias y fideos que luego envasamos y vendemos
". Ella fue la
primera "cocinera". Luego de perder su trabajo en un hogar de ancianos, estuvo
un año y medio desocupada, al igual que su marido. Hoy no puede evitar que una
sonrisa le cruce la cara cuando comenta que comparte la labor con otras 18
personas, lo que le permite cubrir las necesidades alimentarias y nutricionales
de su hogar y, además, ganar unos pesos. "También producimos milanesas de soja y
garrapiñadas que salen en bandejas con etiquetas del programa para los
supermercados de la zona"
, agrega.

Semanalmente producen 50 paquetes de milanesas de soja, 150 de garrapiñadas, 30
de fideos, además de pan, facturas y prepizzas. El municipio, que también
comprometió su ayuda, les compra bolsas de mercadería para asistir a las
familias que aún no pudieron integrarse al programa.
En otro sector de la misma propiedad se encuentra el taller textil. Allí hay
ocho máquinas que están a cargo de Atilio Jorge Sosa (54). "Siempre viví en Daireaux, estuve desocupado tres años, fue un tiempo muy duro. Mi hijo emigró a
España en busca de otras posibilidades, pero yo pude conectarme con este
programa y ahora estoy muy contento. Somos 18 personas las que trabajamos en las
ocho máquinas
", dice Sosa.
Elaboran productos en algodón con una ventaja: la mayor parte se hace por
pedido, lo que les asegura el ingreso de dinero. Atilio da precisiones:
diariamente salen del taller 120 guardapolvos, 200 remeras e igual cantidad de
pantaloncitos. "Estamos a mil, queremos hacer más cosas, nos sobran proyectos y
ganas. Antes había trabajado en esta actividad, pero lo más hermoso es poder
desarrollar esta tarea en grupo y enseñarle a los jóvenes, acercarles una
herramienta laboral",
concluye.

A pocas cuadras de allí, en un local, un grupo de artesanas ofrece prendas de
lana tejidas por ellas mismas. Sandra Cordero, casada, 4 hijos, muestra un
entusiasmo que se vuelve repetido entre los habitantes de Daireaux. "Ya hace un
año que abrimos este local en el marco del programa. Somos siete mujeres, todas
madres. La mayoría habíamos tejido a mano sólo para nuestras familias, pero
ahora trabajamos con máquinas"
, explica Cordero.

Historia de un sueño. Los primeros pasos del programa se dieron en un viejo
galpón y en 12 hectáreas cedidas por el municipio. Allí comenzaron a cultivarse
verduras y hortalizas en huertas comunitarias y a criarse gallinas. Pronto
iniciaron la recolección y la venta de leña que los beneficiarios adquieren a 5
pesos la tonelada. El municipio logró bajar costos considerablemente comprando
parte de la producción para proveer a los comedores escolares y populares. A
mediados de febrero, el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Humano bonaerense
donó a Familias Unidas una bloquera, con el objeto de apoyar el proyecto de
autoconstrucción de viviendas. La máquina produce 200 bloques cada 8 horas: con
500 bloques se levanta una habitación.

El ministro de Trabajo y Desarrollo Humano de la provincia de Buenos Aires, Juan
Pablo Cafiero, fue contundente: "Estamos ante un ejemplo a imitar, en el que la
respuesta colectiva solucionó al mismo tiempo dos problemas: el desempleo y la
provisión alimentaria a centenares de familias. El Estado puede intervenir, pero
lo más importante es lo que aporta la comunidad. Y este ejemplo lo demuestra
".

Juan Carlos Illescas y Estella Maris Roth en su granja de conejos.

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Betty Franco, Olga Codina y Sandra Cordero se dedican a los tejidos.

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