«Con mucho esfuerzo cualquier sueño es posible» – GENTE Online
 

"Con mucho esfuerzo cualquier sueño es posible"

Una mezcla de He-Man y Peter Pan, un héroe tierno, el bueno en una película con mu
chos malos. Gabriel Batistuta es esa clase de ídolo que a todos les gusta ver como ejemplar, como un póster para los chicos, el muchacho que siempre elige el lado correcto y, como

Superman, no transgrede: nunca un escándalo, un desequilibrio, una borrachera en Navidad o un rumor de divorcio. En cambio, es lindo, talentoso, esforzado, rico, está enamorado, tiene una preciosa familia y su ídolo es Juan Pablo II.
Bati o la ilusión de lo perfecto.

Nació el 1º de febrero de 1969, en Reconquista, provincia de Santa Fe. Una infancia rural, una adolescencia con novia de pueblo. Novia que después fue esposa, y más tarde abandonó su carrera de bailarina clásica para ser madre y, finalmente, hoy es la mujer a la que el máximo goleador del fútbol mundial le dedica sus conquistas gritando "¡Irina, te amo!" a las cámaras que transmiten el calcio. "Yo tenía 16 años y fui a una fiesta con una chica, pero cuando esa noche la vi a Irina mi cita desapareció. Intenté acercarme a ella, que bailaba con todos los chicos cinco minutos. Conmigo sólo bailó dos. Me dejó algo perplejo; sin embargo sabía que acababa de conocer a la mujer que cambiaría mi vida", dijo Batistuta. Sí, es un tipo sexy. Pero no es su sensualidad lo que termina enamorando a las señoras y señoritas de la Argentina, de Italia, y de muchos otros países que no son ni la Argentina ni Italia. Es cierta condición de novio fiel, de Quijote incondicional para quien no habrá tentación que lo des
víe de su Dulcinea. Allí, en esa escena de alta fidelidad, es donde todas suspiran y caen irremediablemente rendidas.

Un año después de esta noche de desencuentros, Gabriel -por entonces el gordo Gabriel- fue visto en un amistoso regional por Jorge Griffa, el hombre que le propuso hacer del fútbol una profesión. Fue dura y trabajosa la tarea de convencer a Don Osmar Batistuta -padre del goleador y absoluto autoexcluido de todo lo relacionado con los deportes en general y el fútbol en particular- de que dejara a Gabriel terminar libre el quinto año del colegio secundario para poder viajar a Rosario. Osmar no imaginaba que de su decisión dependía una buena parte del futuro del fútbol argentino.

Como si se tratara de pequeñas incursiones en ámbitos desconocidos, al costadito de su demoledora carrera como futbolista Batistuta probó otros caminos. Fue, por ejemplo, modelo. A ver, modelo significa modelo: no se trata de doce segundos en la pantalla protagonizando un comercial de papas fritas sino de ser una figura escultural seleccionada por gran diseñador para vestir sus creaciones de alta costura en algún centro internacional de la moda y frente a los críticos de todas partes del mundo. Esto le pasó a Batistuta cuando Giorgio Armani lo eligió para un desfile en la
Semana de la Moda en Milán. 

El éxito (vale decir, los goles, los casi 200 que componen su espléndido registro) y cierta estampa de noble caballero moderno lo llevaron a convertirse en el preferido de mil compañías que ven en sus ojos claros y su pelo rubio una inmejorable oportunidad de posicionamiento de marca.
Reebok, la empresa de indumentaria deportiva, lo convirtió en su figura oficial a cambio de 800 mil dólares al año. Por jugar un rato al metegol con la estrella brasileña Ronaldo en un comercial, la cerveza Brahma le pagó 200 mil dólares, y fueron 3 los millones que le dio Parmalat para que pusiera la firma en un contrato por tres años. A estas hay que sumar zapatos, tarjetas de crédito y otras maravillas del consumo a nivel planetario. También probó la actuación, cuando grabó una escena junto a Natalia Oreiro y Claudia Maradona para la tira Muñeca Brava, de
Telefé. No vamos a decir aquí que Batistuta podría lanzarse a la conquista de Hollywood, pero no lo hizo mal. Hubo un papel que, católico ferviente, rechazó: Cristo. No quiso interpretarlo. Allí encontró su límite. 

"Cuando mi carrera termine, todo lo que quiero hacer es retirarme con mi familia a mi campo de Reconquista, el mejor lugar del mundo y el único donde realmente quiero vivir. Cuando todo esto haya terminado, quiero gastar el tiempo comiendo asados, tomando mate con amigos y cazando y pescando en las orillas del Paraná". El héroe sueña sencillo, en silencio, bajito. No quiere aspavientos. Nunca los quiso. No es casual que su esposa mantenga el mismo tono. "Irina casi nunca va a la cancha. Prefiere mantenerse distante de ese mundo, quedar un poco a salvo de toda esa exposición", dice. Cada casa es un mundo. Y cada mundo tiene sus pequeñas políticas. Incluso entre los Batistuta. "Sólo hay una cosa que lo enoja más que perderse un gol sobre la línea: que le pongas azúcar al mate. Nunca lo hagas, porque entonces vas a descubrir a un monstruo", bromeó una vez Irina. 

Thiago (9), Lucas (5) y Joaquín (3) son los hijos de la pareja. "A mí me encantan los varones, pero el sueño oculto de Gabriel es que tengamos una nena. A él de verdad le encantaría", dijo Irina, revelando los deseos de su esposo. El agregó: "No espero que alguno de ellos sea futbolista profesional. Si lo desean, van a contar con todo mi apoyo, pero de ninguna manera los voy a presionar. Lo único que espero es que, en el fútbol o en el ámbito que ellos deseen, aprendan que la única manera de hacer las cosas bien es dejando todo de sí. Me gustaría poder legarles eso, el espíritu de sacrificio, que aprendan que con mucho esfuerzo cualquier sueño es posible". 


"Hubiese sido médico
", confesó Gabriel. Pero no lo fue. Intentar el ejercicio probabilístico de cuántas curas habría logrado contra cuántos goles de menos tendría hoy el fútbol argentino es completamente absurdo. Sin embargo, cada vez que un gran artista, un gran científico o un gran deportista abre esa rendija en la historia diciendo qué cosa es lo que no fue pero podría haber sido, uno respira aliviado, como agradeciéndole al destino, al azar o quién sabe a qué dios por haber puesto al artista en el camino del arte, al científico en el de la ciencia, y a Batistuta en el vibrante camino del fútbol.

Toda la pinta de Bati, el goleador que enloquece a las mujeres. Sólo le dedica su amor a Irina, su esposa y única novia. Empezó el mundial 2002 como los dos anteriores que disputó: haciendo gritar a todo el país con sus goles.

Toda la pinta de Bati, el goleador que enloquece a las mujeres. Sólo le dedica su amor a Irina, su esposa y única novia. Empezó el mundial 2002 como los dos anteriores que disputó: haciendo gritar a todo el país con sus goles.

La facha: siempre con un look impecable, fue elegido por Giorgio Armani como modelo de alta costura .

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