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Buenos Aires lloró la tragedia

Buenos Aires necesita llorar, no ha llorado lo suficiente. Buenos Aires trabaja, busca rosca, hace negocios, se preocupa por el turismo, pero no ha llorado lo suficiente esta bofetada.” Lúcido, filoso, el cardenal Jorge Bergoglio habló así en una Catedral colmada por familiares y amigos de las 194 víctimas de Cromañón. Como pocas veces, sus palabras llegaron a la médula, al corazón y al estómago de quienes lo escuchaban. Un año atrás, pocas horas después, se cumpliría un año de la tragedia. Y Buenos Aires lloró. Lloró las 15 cuadras de gente –alrededor de 15 mil personas– que marcharon desde la Plaza de Mayo hasta Once, donde el recuerdo de los muertos palpita y está en carne viva. Lloró cuando cada bandera y cada cartel con los rostros vivos de los chicos atravesaron el corazón de la ciudad, y desde los balcones, los autos y los negocios, recibieron aplausos de respeto.

José Iglesias, el padre de Pedro –una de las víctimas y representante legal de varios famililares–, lo reconoció: “Lo que dijo Bergoglio fue emotivo; me pasé llorando toda la misa. Ayer vi a Buenos Aires marchando. Hasta esta marcha, muchas veces pensé que esta sociedad era frívola, esquiva y egoísta con lo sucedido en Cromañón. Fue un año donde sentimos que tuvimos que hacer mucho esfuerzo para recordar Cromañón. Parecía que no hubiese pasado una tragedia así. Pero es medio contradictorio, porque ayer hubo muchísima gente. Que en las veredas, cuando pasábamos, nos aplaudían. Antes veía que nos tocaban bocina, pero para que la marcha pase…”

–¿No cree que la sociedad cambió después de Cromañón?
–No puedo establecer conclusiones. Me gustaría que el estado de ánimo del día de la marcha permanezca. Y el estado de ánimo no es marchar todos los días, sino estar conmovidos hasta el fondo del alma, para convencerse de que algo así no tiene que suceder más.

Iglesias, quien contó que no pudo dormir la noche anterior, inició su jornada a las 7.30 en la iglesia de San José de Calasanz, en Boedo. Allí acompañó a la familia de Estefanía Mendive, otra víctima. Pero la emoción mayor la tuvo al mediodía, cuando en la misa que le brindaron los compañeros de su hijo en la capilla de alumnos del Colegio Del Salvador se encontró con otro Pedro, Pedro Lagües, el amigo que lo acompañó a Cromañón un año antes. “El día de ayer significó mucho para mí… Me pasaron muchas cosas. Hubo momentos muy emotivos… y uno fue en la iglesia del Colegio Del Salvador. Cuando escuchaba a los amigos de Pedro cantar, lo escuchaba a él. Es la primera vez que Peter, el amigo de mi hijo, estuvo en una misa, porque antes no se animaba. Fue muy fuerte para mí. Y me hizo estar muy cerca de él”, cuenta Iglesias.

Como Iglesias, el resto de los padres vivió una jornada intensa. Desde temprano, en el santuario de Once hubo vigilia. Allí hubo remeras de Callejeros, de los Redondos, de Jóvenes Pordioseros, de La Renga, muchos flequillos y zapatillas. Cada chico, cada hombre o mujer, dejaba algo: una vela, una estampita, una flor, una carta o un rosario. Sobre la calle, todo estaba listo: ambulancias del SAME, cinco baños químicos, asientos, y hasta una parrilla improvisada. En Plaza de Mayo, más temprano, todos se emocionaron con la muestra fotográfica sobre 83 imágenes de las víctimas, llamada Vidas robadas, sueños en marcha.

A las 22.50 se dio el momento más emotivo. A esa hora, el 30 de diciembre de 2004 se había cortado la música de Callejeros en Cromañón. Era apenas el primer tema. La media sombra que cubría el techo comenzó a arder. Y empezó la danza de la muerte. El minuto de silencio que se hizo, que continuó con un grito de “los chicos de Cromañón, ¡presentes!” a través de la plaza de Once hecha una sola garganta, marcó el final de la jornada.

Al día siguiente, mientras Buenos Aires festejaba el fin de año, Iglesias y un grupo de padres, como lo hicieron en Navidad, se reunieron. “Si no, cada uno se mete en un sótano, y preferimos meternos en un sótano todos juntos…”, explica con dolor.

LO QUE VENDRA. Desde el 16 de enero, la causa Cromañón tendrá un nuevo juez: el secretario del Tribunal Oral número 4, Néstor Costabel –quien está de licencia hasta esa fecha–, se hará cargo de la instrucción luego de que el juez Lucini abandonara el caso.

El cambio tomó por sorpresa a los familiares: “No lo esperábamos –dice Iglesias–. Hubiésemos querido que Lucini continuara con la causa. Porque trabajó como juez, ni más ni menos. Y en la Argentina eso es mucho. El último día hábil le fuimos a agradecer, aun cuando lamentamos y deploramos su decisión de irse.

–¿Y cuál es la expectativa de los familiares con el juez Costabel?
–Ninguna por el momento, porque no lo conozco. Pero como decimos con los padres, cuando algo sale bien es que son los chicos, que alguien, arriba, mueve el tablero para que todo salga como debe. Y quizá con el nuevo juez pase esto. Tuvimos muchas cosas negras en el camino. Recuerdo que cuando se procesó a Chabán entró en licencia la jueza Crotto, y en ese momento pensamos que los jueces interinos nunca hacían nada, y salió Lucini. Ahora es un secretario, y esperamos lo mismo, que tengamos un juez. Porque pasamos momentos duros, como operaciones que padecimos, el juicio político, la resolución sobre la primera libertad de Chabán, que fue un golpe. Espero, por eso, que el nuevo juez no se encierre en una torre de marfil y que esté en contacto con la realidad.

Hacía muchos años que Buenos Aires no se unía en una marcha como la del 30 de diciembre. Por Avenida de Mayo y Rivadavia caminaron sobrevivientes, familiares y amigos de las víctimas, pero también miles que no quieren que una tragedia así se repita.

Hacía muchos años que Buenos Aires no se unía en una marcha como la del 30 de diciembre. Por Avenida de Mayo y Rivadavia caminaron sobrevivientes, familiares y amigos de las víctimas, pero también miles que no quieren que una tragedia así se repita.

Una bandera argentina con las manos de familiares y amigos de las víctimas cruzó la ciudad. Como siempre, los rostros de los muertos estuvieron en manos de quienes los lloran este primer aniversario, y siempre.

Una bandera argentina con las manos de familiares y amigos de las víctimas cruzó la ciudad. Como siempre, los rostros de los muertos estuvieron en manos de quienes los lloran este primer aniversario, y siempre.

La Catedral de Buenos Aires estuvo repleta. Y nadie fue indiferente a las duras y precisas palabras del cardenal Jorge Bergoglio, que tras la misa consoló a los familiares: “<i>Buenos Aires trabaja, busca rosca, hace negocios, se preocupa por el turismo, pero no ha llorado lo suficiente esta bofetada</i>.”

La Catedral de Buenos Aires estuvo repleta. Y nadie fue indiferente a las duras y precisas palabras del cardenal Jorge Bergoglio, que tras la misa consoló a los familiares: “Buenos Aires trabaja, busca rosca, hace negocios, se preocupa por el turismo, pero no ha llorado lo suficiente esta bofetada.”

José Iglesias, padre de una de las víctimas, llora al encontrarse con Pedro Lagües, el mejor amigo de su hijo, que estaba con él en Cromañón.

José Iglesias, padre de una de las víctimas, llora al encontrarse con Pedro Lagües, el mejor amigo de su hijo, que estaba con él en Cromañón.

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