«Ayudar al otro se está convirtiendo en una gran pasión argentina» – GENTE Online
 

"Ayudar al otro se está convirtiendo en una gran pasión argentina"

Zumilda Varea vive en El Tigre. Hace algunos años estaba en una camilla de un
hospital de esa zona esperando un hígado para ser trasplantada. Su caso se
transformó en emergencia nacional. Apareció el órgano, pero en la lista de
espera la seguía un bebé desconocido, y Zumilda les dijo a los médicos: "Ya viví
41 años, quiero que el hígado se lo den a él"
. Finalmente, los médicos pudieron
salvar a los dos.

Matías, de 3 años, estaba por ser adoptado. Antes de que saliera del hogar de
tránsito, le detectaron cáncer de huesos. En un diario se publicó un aviso para
encontrar a alguien que pudiera cuidarlo mientras durara el tratamiento. Al otro
día llamaron 121 familias, y una de ellas, además, lo adoptó.

"¿El hombre es solidario por naturaleza?". Hace unos años, ésa fue la pregunta
que disparó un grupo de amigos, bajo una parra, en la casa de Juan Carr,
fundador de la organización Red Solidaria. A su lado estaba Horacio Hernández
(37), licenciado en Filosofía, que a partir de entonces comenzó a explorar el
fenómeno de la cultura de la solidaridad. Su trabajo se transformó en un libro,
La revolución solidaria, que acaba de llegar a las librerías. GENTE habló con él
y con Carr:

-Hernández, ¿se puede decir que el hombre es solidario por naturaleza?
-Descubrimos que el hombre tiene espontaneidad solidaria. Si explota una bomba y
hay heridos, muchos corren a ayudar. Si Santa Fe se inunda, lo mismo. La emoción
manda. Esa es la buena noticia…

-¿Y la mala?
-Que esa emoción es pasajera, y que lo más difícil es mantenerla viva a lo largo
del tiempo.

-¿Qué pasa cuando eso se logra?
-Se generan verdaderos cambios. El gran desafío es conseguir que esa emoción se
transforme en una virtud permanente.

-¿Hay una fórmula?
-Sí. La educación. Hay que transformar los resultados de esa emoción en un
hábito, y lograr que ese hábito funcione ante los casos más sencillos…

-¿Por qué no ante casos no tan sencillos?
-Porque si pretendemos ser como la Madre Teresa, estamos perdidos. Pero tenemos
enormes posibilidades en los gestos pequeños. El mundo se va a salvar con las
mínimas cosas. Si soñamos terminar con el hambre en el mundo, fracasaremos. Pero
podemos darles de comer a Pedro o a María…

EL DOLOR DEL OTRO. En el prólogo del libro, Juan Carr dice que "durante mucho
tiempo la sociedad había estado indiferente frente a las necesidades de sus
semejantes (…). Durante mucho tiempo había hambre y nadie se daba cuenta, había
niños perdidos y nadie los encontraba, había catástrofes y pocos ayudaban".

-¿Se acabó esa indiferencia, Carr?
-La gente empieza a tener más presente a su prójimo y a preocuparse más por él.
Eso es la revolución solidaria.

-¿Qué pasó en el país para que brotara esa revolución?
-Hay un dato clave: la mitad del país es pobre. Con 18 millones de pobres, no
hay que ir muy lejos para encontrar al que sufre. El dolor del otro se hizo
visible, y entonces surgió esa emoción de la que habla Hernández. Ya no
necesitamos especialistas: cualquiera puede hacer algo por el otro, porque
cualquiera tiene al lado a alguien que necesita que hagan algo por él.

-¿Cuál fue la mayor conquista de ese fenómeno?
-Estuvimos al borde de una catástrofe social, pero la solidaridad la frenó.

-Si preguntáramos quién quiere ayudar, ¿qué pasaría?
-Un millón doscientos mil jóvenes levantarían la mano.

-¿Y si preguntáramos quién necesita ayuda?
-La cifra sería larguísima. Pero la novedad es que se puede, aun con poco tiempo
y pocos recursos, porque hay miles, millones de buenas personas con ganas de
aliviar el dolor del otro.

-¿Qué otro cambio generó esta revolución?
-Además de descubrir nuestra enorme capacidad de dar, está terminando con la
fragmentación de la sociedad argentina. Ayudar al otro se está convirtiendo en
una gran pasión argentina…

-¿En qué sentido? ¿Cómo?
-Hoy, por ejemplo, la dueña de la casa en cuyo frente un cartonero revuelve la
basura, lo saluda con una sonrisa. Y tal vez es la misma mujer que hasta hace
poco, por prejuicio, creía que el cartonero iba a robarle… Estamos frente a una
revolución pacífica, constructiva, a favor del prójimo y de la comunidad. Una
revolución que puede frenar otras, y violentas…

-¿Cuál es el futuro ideal de este proceso?
-Hoy funcionan unos 19 mil comedores que combaten el hambre. Es algo positivo,
sí. Pero sueño con que los comedores empiecen a desaparecer, y que los chicos
vuelvan a comer con sus padres. Con padres que ya no estén desocupados.

-Hernández, ¿qué es lo mejor que descubrió durante su investigación?
-Que en la Argentina hay un mundo fascinante que se compromete con el otro, con
el prójimo.

-¿Cómo es ese mundo, adónde está?
-Basta recorrer las calles y ver los gestos de miles de hombres y mujeres
anónimos que ayudan a los más necesitados.

-¿Qué es la solidaridad, realmente?
-A veces se parece a la caridad o al altruísmo, pero creo que está más cerca de
una virtud más importante.

-¿Cuál?
-La justicia.

-¿Por qué?
-Porque solidaridad es devolverle a alguien algo que se merece. Y eso no tiene
nada que ver con las clases sociales, porque todos tenemos algo de mendigos.
Todos necesitamos algo, y todos somos pobres en algún aspecto.

-¿Y todos tenemos algo para dar, o no es tan así?
-Todos, seguramente. Pero primero hay que sacar del anonimato al que sufre.
Hacerlo visible…

Mirando de cerca se ve una calle como las que hay en cualquier barrio del país.
En primer plano, un padre con uno de sus hijos le acerca una manta y algo de
comida a un mendigo. Ese padre, desde que la crisis económica lo dejó sin
trabajo, recorre las veredas como cartonero. Es decir, conoce el dolor. Pero,
con un admirable gesto de reverencia, se quita el sombrero y le regala su manta
al mendigo. Con ese pequeño acto ayuda a un hombre que sufre más que él. El
cuadro se llama Revolución Solidaria. Ilustra la tapa del libro de Horacio
Hernández. Ilustra también algunas páginas de la nueva Argentina.

Hérnandez  y Carr: dos hombres en la vanguardia de la mejor de las revoluciones: pacífica, solidaria y capaz de transformar el egoísmo en amor.

Hérnandez y Carr: dos hombres en la vanguardia de la mejor de las revoluciones: pacífica, solidaria y capaz de transformar el egoísmo en amor.

 La solidaridad se parece a la caridad o al altruismo, pero su verdadera cara es
mucho mas trascendente. Su verdadera cara es la justicia"
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"La solidaridad se parece a la caridad o al altruismo, pero su verdadera cara es
mucho mas trascendente. Su verdadera cara es la justicia
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