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Así viven las herederas de la Madre Teresa

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En Calcuta, cada día parece el fin del mundo.

La calle es la ley de la vida, más de la mitad de los 15 millones de habitantes no tiene techo: come, duerme, trabaja y se baña en la vereda. El caos del tráfico ensordece; carros tirados por hombres, como hace quinientos años, rickshaws a sangre y a motor, autos, camiones, cabras, bueyes, bocinazos, gritos… El hedor a podrido es recalcitrante, el paisaje es igual al de un basural. Las ratas -sagradas, como las vacas- son multitud: se cuentan más de ocho por persona.

En Calcuta, la muerte parece ser la única manera de escapar del sufrimiento, y la obra de la Madre Teresa, la mejor salida. 

54 A, A.J.C. Bose Road. Cuartel general de las Misioneras de la Caridad, conocido como
Motherhouse. Un callejón por el que apenas se escurren los autos guía hacia una puerta de madera. Tiro de una cadena, suena una campana, y miro alrededor: enfrente hay un
cyber café y en la medianera de atrás del edificio, la sede del Partido Comunista, la fuerza de turno en Calcuta. Son las cinco y media de la mañana, el termómetro ya rasguña los 40 grados y una hermana con el sari blanco y azul (emblemático de la orden que La Madre, como la llaman en la India, fundó hace 50 años) me invita a pasar. Todo es
blanco, ascético, puro, y en el aire vibra el espíritu de entrega, hay frases de La Madre en varias paredes, como:
"Viste a quienes estén desnudos no sólo con ropa sino también con
dignidad
". Tengo que sacarme los zapatos, ya sea para saludar a Teresa o para subir a misa, y leo:
"No es cuánto damos, pero sí cuánto damos con alegría".

Su tumba está en la planta baja: austera, de piedra blanca, apenas una placa (Mother Teresa M.C. 26-8-1910/ 5-9-1997), una vela encendida, un ramo de espigas. Se la puede visitar todos los días -menos los jueves- de 8 a 12 AM y de 15 a 18 PM. Muchos le llevan jacintos, sus flores preferidas.

Ya son las seis menos diez y unas 120 hermanas y cerca de 30 novicias rezan descalzas en la capilla, un ambiente más largo que ancho, de piso de cemento alisado, con tan sólo el altar y paredes -de un tono amarillo pálido- que tienen las doce estaciones del Vía Crucis enmarcadas en madera. Nirmala es la última en entrar, lo hace poco antes que los sacerdotes y se sienta (con las piernas cruzadas) al lado de la estatua de La Madre.

"Es una casualidad que la encuentres porque no suele estar en Calcuta, viaja mucho. De todas formas, tiene otro perfil que la Madre Teresa, reza todo el día, y ella pertenece a la rama de las contemplativas. Por lo tanto no se la suele ver en los centros
asistenciales
", comenta uno de los voluntarios. Sister Nirmala es la sucesora de Teresa, hoy la autoridad máxima de la orden. Tiene anteojos, tez oscura, huesos y rasgos pequeños, no supera el metro y medio de altura.
"La Madre está en cada una de nosotras", fue todo lo que me dijo en voz muy baja. Ella es la primera en comulgar y después reparte la comunión. 

Por los postigos naranjas se cuela una brisa caliente y un ruido que aturde, pero a ninguna de las hermanas parece desconcentrar. En uno de los rincones se juntan los voluntarios y los laicos -de todas las nacionalidades: hay españoles, italianos, japoneses, norteamericanos, argentinos- que las acompañan en la misa. 
A las siete y media se sirve el desayuno: té (chai, en la India), bananas y pan. A las ocho, tanto las hermanas como los voluntarios ya están en acción (para los últimos, el horario de trabajo es de 8 a 12 y de 15 a 18). 

La obra de una santa
En 1948, Gonxha Agnes Bojaxhiu -como nació La Madre en Yugoslavia, hija de Drana y de Kole, un comerciante- encontró a una moribunda, mitad devorada por las ratas, y después de mucho insistir, consiguió que la aceptaran en un hospital. Desde entonces sostuvo:
"Las calles de Calcuta son mi casa". Puso la piedra fundamental de su obra en 1952, cuando abrió Nirmal Hriday, en Kalighat, un hogar para los moribundos. Un hospital para el alma.
"Juntamos 54 mil personas de la calle, y unas 23 mil se murieron con dignidad en
Kalighat"
, le dijo la misma Madre a la revista Time en 1989. 

Hoy, sólo en Calcuta, donde está el corazón de su obra, hay más de nueve centros asistenciales, donde se acepta (y es bienvenido) el trabajo de los voluntarios. A saber: Prem Dan -para pacientes de larga recuperación-, Shishu Bhavan -un orfanato para discapacitados de entre 2 y 12 años-, Shishu Bhavan Howrah -un hogar para unos 30 chicos sanos-, Shishu Bhavan Daya Dan -un orfanato para discapacitados severos-, Gandhi School (una escuela para chicos de la calle), Nabo Jibon (para hombres adultos con tuberculosis), Shanti Dan (un hogar para enfermas mentales mujeres, la mayoría refugiadas de Bangladesh) y un leprosario -en el que recibieron tratamiento un total de 41 mil personas; los que se recuperan, aprenden un oficio para sobrevivir. Muchos tejen en telar (de allí salen los saris de las Misioneras), hacen carpintería, trabajan la tierra o crían animales de granja, entre otras actividades-. También hay dispensarios diseminados en las distintas estaciones de la ciudad. Eso es lo que se ve, o mejor dicho lo q
ue se cuenta. Pero la obra es inmensa, y en gran parte, invisible. 

Las herederas de La Madre viven según su legado: por y para el prójimo, y bajo el mandamiento:
"Hay que amar y dar hasta que duela". Para ellas no hay sábado ni domingo (el jueves, su día libre, la gran mayoría se retira a rezar. Como decía Ella,
"para fortalecer el espíritu y así engrandecer el trabajo material") y el régimen de vida es tan rígido como austero.
"La diferencia entre nosotras y los pobres es que nosotros elegimos esta forma de vida. Si no, ¿cómo podemos ser sensatas con ellos si vivimos de manera distinta. ¿Con qué lenguaje les hablaríamos?", decía Teresa de Calcuta. La Misión, como cuando vivía La Madre, sobrevive en el amor de Dios y por donaciones de gente de todas las creencias y de todas partes del mundo. En 50 años, la orden de Teresa creció de 12 hermanas en la India a unas 3 mil en 517 misiones, instaladas en cien países. Su lema y objetivo último: servir a los más pobres de los pobres. Y como ella sostenía:
"El ayer se fue. El mañana no llegó. Sólo tenemos hoy para amar a Jesús".

Incansables, las herederas de La Madre trabajan de sol a sol. La obra, desde que a la Santa viviente se le paró el corazón el 5 de septiembre de 1997, se engrandece día tras día. 

Son las seis de la tarde. En el cuartel general, las hermanas cumplen con su adoración. En Calcuta, el caos continúa. Tomo un motorickshaw, conducido por un bengalí. Tiene un rosario y una estampita de la Madre en el parabrisas. Pero me cuenta que no es cristiano, como la enorme mayoría en la India:
"Soy un fiel seguidor de Teresa, a pesar de que profeso otra religión y hablo otra lengua. Pero la grandeza de ella era que su idioma para ayudar era el amor. Calcuta no es la misma sin La
Madre
".

Son las seis de la mañana y las hermanas de las Misioneras de la Caridad rezan en <i>Motherhouse</i>, el

Son las seis de la mañana y las hermanas de las Misioneras de la Caridad rezan en Motherhouse, el "alma" de la Orden que fundó La Madre hace 50 años. Entre ellas, una estatua de Teresa, y a su lado, Nirmala, su sucesora.

Las Misioneras de la Caridad trabajan de sol a sol con los más pobres de los  pobres en los distintos centros asistenciales. En <i>Prem Dan</i>, el hogar de los destituidos, hay enfermos de ambos sexos y de  todas las edades. Las Hermanas, como lo hizo la Madre Teresa, ayudan con  una sonrisa trazada en el rostro.

Las Misioneras de la Caridad trabajan de sol a sol con los más pobres de los pobres en los distintos centros asistenciales. En Prem Dan, el hogar de los destituidos, hay enfermos de ambos sexos y de todas las edades. Las Hermanas, como lo hizo la Madre Teresa, ayudan con una sonrisa trazada en el rostro.

La hora del almuerzo en Shishu Bhavan, un hogar para chicos desnutridos y discapacitados.

La hora del almuerzo en Shishu Bhavan, un hogar para chicos desnutridos y discapacitados.

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