Así se vive en la Argentina del dengue – GENTE Online
 

Así se vive en la Argentina del dengue

La siesta es sagrada. Los 36 grados que castigan duro en la tarde de Charata dejan las calles completamente vacías. Los comercios están cerrados, nadie pisa las veredas, no hay bicicletas, motos ni autos. La enorme carpa naranja de la Dirección de Emergencia Sanitaria agradece el momento de paz. Después de las cinco de la tarde, cuando el sol aminore su inclemencia, la tranquilidad se transformará en la postal que desde hace varias semanas se instaló en la ciudad. El atardecer encontrará a cientos de personas con los ojos afiebrados, la cabeza ardiendo y un insoportable dolor que les parte los huesos, clamando atención. La guardia del hospital Enrique V. Llanos no dará abasto para atenderlos. Los médicos y enfermeros de la carpa saben que estarán hasta la medianoche, termómetro en mano, llenando planillas, repartiendo paracetamol y repelentes.

El dengue golpea fuerte. En la ciudad no existe el agua potable. El agua se compra o se espera de la milagrosa lluvia. Y se acumula en aljibes, donde los hay, o en cualquier recipiente: tachos, baldes, cacharros. Charata es una ciudad de 42 mil habitantes, ubicada en el sudoeste de Chaco, que en los últimos años creció al compás de los cultivos de soja. Ahora está partida en dos, sin eufemismos: la atraviesan, de punta a punta, las vías del ferrocarril. De un lado confluyen las mansiones de quienes se beneficiaron con el crecimiento del campo, el asfalto, los restaurantes, los negocios y las heladerías. Cruzando las vías asoman las calles de tierra, los grifos de las esquinas que largan agua sólo una hora por día, las viviendas precarias y el abandono. Pero el aedes aegypti, el mosquito que ahora obsesiona y aterroriza a todos, no hace distinciones. Apareció en las zonas más humildes: Barrio Norte, Juventud, San Antonio y Belgrano… Pero pronto pasó “al otro lado”. Profesionales, médicos, abogados, maestros... Nadie se salva. “En cada rincón de Charata, en cada barrio, en cada manzana, hay un afectado”, remata el intendente, Miguel Tejedor. Poco después, en las últimas horas del lunes 30, reconocería a las dos primeras víctimas mortales del dengue en su ciudad.

EL ORIGEN. En Chaco se especula con que el dengue pudo haber llegado desde Bolivia, donde ya hay más de 45 mil casos. Según explican los locales, es frecuente que los vecinos de Charata, Sáenz Peña y Campo Largo viajen al país vecino para comprar ropa, que luego revenden en la provincia. Pero el mosquito, que había sido erradicado de la zona a mediados del siglo pasado, estaba de vuelta. Sólo faltaba que llegara alguien infectado para que lo picara. En el año 2001, el bioquímico Aligio Juárez, por entonces concejal por el socialismo, participó en un congreso nacional que se celebró en Tucumán, en el cual el Ministerio de Salud de la Nación (comandado entonces por Héctor Lombardo, en tiempos de De la Rúa) alertó sobre la situación. “Charata figuraba como zona de mediano a alto riesgo, entre 581 municipios de todo el país”, recuerda Juárez. A su regreso de Tucumán, presentó un proyecto que se convirtió en ordenanza para declarar el estado de alerta amarilla. Y el Municipio comenzó a desplegar medidas de prevención. Pero la crisis de 2001 también barrió con el alerta, que quedó en el olvido. Y el mosquito encontró a quién picar.

VIENE VOLANDO. El aedes aegypti, un mosquito de hábitos urbanos, pica frecuentemente por la mañana y al atardecer. Se reproduce en lugares en que se estanca el agua, ya sean recipientes, tanques, botellas, cubiertas o cualquier charco en el que se acumule la lluvia. Incorpora el virus al picar a una persona infectada y se convierte en vector al transmitirla a otra persona. La hembra deposita sus huevos en recipientes de agua, donde pueden sobrevivir hasta 24 meses si no se limpian correctamente. Para tener una idea, en una tapita de gaseosa puede haber 600 larvas, potenciales mosquitos infectados. Es por eso que la primera medida de prevención que debe tomarse es la “descacharrización”. “Lo único que se puede hacer es pedirle a la gente que limpie sus patios. Tienen que descacharrizar, porque los mosquitos ponen sus huevos en cacharros con agua, y ahí se crían las larvas”, explicó el director nacional de Prevención de Enfermedades y Riesgo, Hugo Fernández. Esto debe ser acompañado de la fumigación, que debe realizarse cada diez días para poder terminar con el mosquito adulto. Donde la pobreza abunda, explicar medidas de prevención y limpieza resulta una tarea compleja. “El mal saneamiento ambiental es causa de la mayor cantidad de epidemias de todos los hogares. Acá mucha gente tiene letrinas en sus casas”, explica el doctor Rubén Hemadi, director del hospital de Charata. El uso de repelentes, también fundamental, se dificulta: los comercios aumentaron su precio al doble o al triple, y los que se reparten gratuitamente son escasos para familias tan numerosas.

NO HAY QUIEN SE SALVE. Basta preguntarle a cualquier vecino de Charata para dar con alguien que tuvo dengue. En dos minutos, o menos. Hasta el párroco de la iglesia del Perpetuo Socorro, Omar Sánchez, cayó en las garras del mosquito hace más de una semana. “Empecé con dolores de cabeza muy fuertes, cansancio general en todo el cuerpo y mucha fiebre. Comencé a sospechar, porque ya conocía muchos casos. Y me lo confirmó un médico de confianza”, dice. Según el sacerdote, “la bola se fue haciendo cada vez más grande” porque, en un principio “los médicos no podían decir qué era: los obligaron a callarse”. Y la crítica no termina ahí. “La falta de agua potable es un insulto en pleno siglo XXI. La gente tiene que acumular agua como puede”, dispara. En el Barrio Norte, Norma Castro, de 41 años, cuenta que ella, su marido y sus diez hijos contrajeron dengue. “No se salvó nadie acá. Desde el 23 de febrero hasta hoy estuvimos todos enfermos, del más grande al más chiquito”, dice. Desde resfrío hasta fiebre virósica, escuchó todos los diagnósticos posibles. “En el barrio cayeron todos. Y terminaron diciendo que era dengue”, agrega Judith, su hija mayor. Los voluntarios de Red Solidaria tampoco quedaron al margen. “El 26 de febrero nos llamaron para pedirnos ayuda en la campaña para concientizar a la población. De a poco fueron cayendo todos los voluntarios: de 26 chicos que trabajan en la Red Solidaria, tuvimos 16 enfermos”, cuenta Maripierre Fuster, fundadora de la filial local de la Red.

ESPERANDO EL FRIO. La ciudad de Sáenz Peña, cuna del gobernador, Jorge Capitanich, tiene hoy unas 10 mil personas afectadas por el dengue. Las planillas del hospital se llenan de a montones cada día, y llegan a las 3.000 consultas. “La gente viene con mucha fiebre, tumbándose contra las paredes: dicen que se les parten los huesos”, relatan los médicos. Los expertos saben que la epidemia disminuirá con la llegada del invierno, pero ya temen por el próximo verano. “Esto vino para quedarse”, dice Luis Lita, director del hospital. Así como el frío aliviará el panorama actual, una posible lluvia sería una catástrofe. “No se puede tapar el sol con la mano. Es feo dar una mala noticia, y la llegada del dengue lo es, pero es una realidad. La sequía, que está arruinando nuestra economía, al menos ahora está ayudando a que esto no sea un desastre mayor”, se resigna el intendente de Sáenz Peña, Gerardo Cipolini. La palabra dengue suena y resuena en cada rincón de las ciudades, en los bares, en las mesas, en los negocios de Chaco. En un bar de Sáenz Peña, un hombre pregunta lo que pocos querían escuchar: “¿Viste que se está poniendo bravo? Ya está en Buenos Aires, dicen”.

Dengue, mentiras y epidemia

"El dengue está descontrolado”. El domingo 15 de marzo, la muerte de Ruth Carolina Gómez en el hospital de Charata ponía nervioso a Jorge Capitanich. A las tres de la tarde, en reunión de gabinete, el gobernador admitió que la situación se le había ido de las manos. Ante la ausencia de las autoridades de la cartera de Salud (su ministra y esposa, Sandra Mendoza de Capitanich, estaba en Buenos Aires por problemas médicos), discutió los pasos a seguir con su ministro de Gobierno, Oscar Peppo, y un equipo de médicos. Hasta entonces, Mendoza juraba que sólo había en la provincia “once casos de dengue confirmados por laboratorio”. No reconocían la epidemia.

Un día después, Peppo enviaba un memorando prohibiendo a todos los directores de hospitales dar información sobre el tema. Algunos ya habían alzado la voz. El 11 de marzo, el doctor Rubén Hemadi, a cargo del hospital de Charata, denunció en el diario Norte que en su ciudad había 954 casos. La respuesta fue contundente. “Le dijeron que se callara y lo quisieron echar. Por eso, el 24 de marzo salió todo el pueblo a respaldarlo”, contó a GENTE un profesional de ese centro médico. “Les dijeron a los médicos que no podían hablar”, confirmó el intendente de Charata, Miguel Tejedor. “Los médicos no podían decir que era dengue. Decían que era gripe, le daban paracetamol y la mandaban a la casa. Llegaron a hablar de fiebre aviar, por una partida de pollos que se vendió muy barata. Nos decían que nos calláramos”, confirma la pediatra Mabel González, quien se puso al frente de un equipo de profesionales que trabaja en el tema.

La ministra Mendoza pidió que no se “politizara” el tema. Decía que no había “epidemia”, sino “brote”. La explicación es simple: tanto Sáenz Peña como Charata tienen intendentes de origen radical, opositores al gobierno de Capitanich. “Ella decía que estaban tratando de voltear a su marido”, confirmó una fuente cercana a la Gobernación. Para completar el cuadro, se supo que los insecticidas que se usaban para fumigar habían vencido en julio de 2006, lo que terminó de encender a los vecinos, que agredieron a Peppo en la marcha del 24. La visita de la ministra de Salud de la Nación, Graciela Ocaña, el 26 de marzo, a Charata, tranquilizó las aguas. Y Capitanich reconoció “errores” en la lucha contra el dengue.

LOS NUMEROS. “No tengo dudas: en Charata hay más de 6 mil infectados”, dice el doctor Omar Melchor, director de la clínica Giuliani. Lo mismo asegura el intendente Tejedor: “Tenemos entre 6 y 10 mil casos de dengue”. En Sáenz Peña, una ciudad con 110 mil habitantes, ya hay 10 mil casos detectados. Dice Rolando Núñez, coordinador del Centro de Estudios Nelson Mandela: “El lunes 23 de marzo el Ministerio de Salud de la provincia le presentó al gobernador un informe reservado, con cifras similares. El informe dice que en todo Chaco hay 11.363 casos de dengue”. Pero las estadísticas oficiales, del Ministerio de Salud de la Nación, al lunes 30 comunican apenas 1.257 casos en el Chaco.

Por su parte, el domingo 29 la misma ministra Mendoza dijo que “en la provincia hay 3.500 casos confirmados”. Nadie del gobierno chaqueño reconoció aún que la muerte de Carolina Gómez se debió al dengue. Su familia hizo una denuncia penal y los estudios confirmaron que fue causada por el dengue hemorrágico. Su muerte no figura en ninguna estadística.

Al cierre de esta edición, madrugada del martes 31 de marzo, el intendente de Charata reconocía “oficialmente” las primeras dos muertes por dengue en su ciudad. Y comenzaban a correr los rumores acerca de la inminente renuncia de la ministro Sandra Mendoza de Capitanich...

Cuando cae el sol, la fiebre sube y llegan cientos de pacientes a las salas de guardia. Los que acuden en estado de deshidratación son internados por algunas horas, para darles suero. Las camas del hospital de Sáenz Peña no dan abasto.

Cuando cae el sol, la fiebre sube y llegan cientos de pacientes a las salas de guardia. Los que acuden en estado de deshidratación son internados por algunas horas, para darles suero. Las camas del hospital de Sáenz Peña no dan abasto.

Las autoridades piden que la población haga “descacharreo”, pero el agua se junta en cualquier recipiente.

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En el basural del barrio La Esperanza, de Charata, juntan vidrios y plásticos desechados para revenderlos a los chatarreros.

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