Así la mataron a María Marta – GENTE Online
 

Así la mataron a María Marta

"Doctor, por favor investigue bien, sáqueme de este calvario". De pie, con las
mejillas arrebatadas por un rojo intenso y el rostro desencajado, Carlos
Carrascosa clamaba ante el fiscal Diego Molina Pico por su inocencia. Mientras
el Gordo se desparramaba en su celda de la DDI (Dirección de Investigaciones)
sobre un lúgubre camastro de cemento, las teorías sobre el asesinato de su
esposa, María Marta García Belsunce, empiezan a multiplicarse, una tras otra:

- El fiscal de la causa, Diego Molina Pico, cree que él es el autor material del
crimen, y por eso sugirió su detención.

- El periodista Mariano Grondona deslizó en su programa Hora Clave, otra
posibilidad, que según refirió también maneja el fiscal, y tiene que ver con las
Damas del Pilar, entidad benéfica que manejaba María Marta. Según Grondona, una
mujer que se habría quedado con una donación de la entidad (500.000 pesos) fue
duramente increpada por la propia María Marta, quien hasta amenazó con
denunciarla a la policía. Al parecer, se produjo una fortísima discusión entre
las dos el sábado previo al crimen. Y el domingo, según la hipótesis, esta
señora entró por detrás de la casa, la esperó, le gritó, la amenazó, y
finalmente la mató.

- Para José Scelzi, abogado de Carrascosa, a María Marta pudo haberla matado
alguien que entró a robar, pero también cree que el autor puede ser alguna
persona que habita el country El Carmel: "Este testimonio es clave. Y quiero que
el fiscal acepte escucharlo de una buena vez. Hay tres chicos que ven a María
Marta llegar esa tarde a su casa.
'Ibamos caminando por la esquinita de la casa
de María Marta y la vimos pasar con su bicicleta', le dijeron a su padre. Y
después agregaron que Nicolás Pachelo -el hombre que vive en El Carmel sobre el
que la familia García Belsunce tiene sospechas- andaba por allí con un jogging
que tenía un poco de tierra en las piernas, y dando un raro trotecito justo en
la callecita que desemboca en la casa de María Marta. Eran más o menos las 18.17
del domingo 27 de octubre de 2002
".

EL LARGO ADIOS. La noche anterior a la detención, Carlos Carrascosa sólo pudo
dormir tras tomar seis miligramos de Lexotanil. Sabía que tenía por delante un
día crucial, en el que se jugaría su suerte a todo a nada. También era
consciente de que en esa apuesta no se encontraba bien posicionado. No esperaba,
en cambio, que sus desventuras se precipitarían tan temprano. El timbre del
teléfono se le filtró en el sueño poco antes de las diez de la mañana, ese
fatídico sábado 12 de abril. Del otro lado de la línea lo alborotó una voz
circunspecta, que enseguida reconoció como la del doctor Nardi, abogado de la
familia:

- El juez acaba de decidir lo que temíamos.
- Pucha. Esperame en tu estudio, que voy para allá, balbuceó el Gordo.

Exactamente a las 13.10, el abogado Nardi ingresó al despacho del magistrado.
Poco antes había efectuado el último intento de torcer la mala estrella de su
cliente con un tardío pedido de nulidad del proceso, y también presentó un
escrito asegurando que éste estaba dispuesto a costear un estudio de ADN que
contrastara la sangre de Carrascosa con las manchas hemáticas halladas en el
escenario del crimen. Ambos trámites fueron en vano. Y ahora, simplemente,
estaba allí para ser notificado de manera oficial sobre la orden de captura que
pesaba sobre Carrascosa.
Mientras tanto, el viudo preparaba su ida hacia la sombra como si se tratara de
un largo viaje. Tras hacer una infinidad de llamados telefónicos, mantuvo
encuentros con allegados y amigos en una confitería de Barrio Norte, donde
paladeó con avidez un lomito. Y, ya casi al filo de las 15.00, llegó al
domicilio del doctor Scelzi. Allí, el Gordo deslizó su hipótesis de lo que
habría sucedido en la tarde de aquel ya lejano 27 de octubre: "La Negra encontró
a un ladrón, lo reconoció y éste la mató".

A las cinco en punto de la tarde, tres vehículos no identificables atravesaron
el portón de un country ubicado en las afueras de Escobar. Transportaban a
efectivos policiales de la Delegación Pilar y a funcionarios de la Policía
Judicial. El fiscal Molina Pico, por su parte, llegaría poco después a bordo de
su propio automóvil. Carrascosa pernoctaba allí desde hacía unos diez días;
incluso había fijado esa dirección ante la Justicia. Pero en el chalet donde se
suponía que estaría no había nadie, lo cual sobresaltó a los recién llegados. A
la hora se apersonó el propietario del lugar, un amigo de Carrascosa, quien no
tuvo reparos en comunicarse con él a su celular. Pero el Gordo, como lo llamaba
afectuosamente María Marta, no contestó la llamada, y al amigo no le quedó más
remedio que dejar un mensaje en el contestador. Esa situación llenó de alarma al
fiscal y a sus acompañantes. Hasta que Molina Pico recibió una llamada que
atendió con ansiedad; entonces escuchó al doctor Nardi que le anunciaba que
Carlos Carrascosa ya estaba en camino.

Tras su arribo, saludó con solemnidad a todos los presentes. Su talante lindaba
entre el agobio y una indignación que sobrellevaba con cierta elegancia.
Entonces cruzó un breve diálogo con sus abogados y, luego, se puso a embalar una
muda de ropa en un pequeño bolso. Su rostro se ensombreció aún más al ser
esposado. Finalmente, fue conducido a la Departamental de Investigaciones de San
Isidro, donde fue alojado en una celda individual. El hermano mayor de la
víctima, Horacio García Belsunce, fue su primera visita.

HISTORIA DE "UN GRAN AMOR". María Marta García Belsunce y Carlos Carrascosa se
conocieron cuando ella tenía apenas 18 años. Enseguida se pusieron de novios y
se casaron. El Gordo había hecho el secundario en la Escuela Argentina Modelo y
luego formó parte de la Marina Mercante. "Estaba tan enamorado que dejó de
navegar por ella"
, recuerdan hoy sus amigos. María Marta estudió Sociología en
la UCA. Sus familiares más cercanos afirman que el hecho de no haber tenido
hijos los unía mucho más. "Gordo y Negra se decían llenos de cariño el uno al
otro, en los momentos más felices de la pareja, dicen. "Eran el uno para el
otro
", cuenta la familia. Aseguran que "eran supercompinches". A ella le
encantaba viajar, pero él le tenía pánico a los aviones. Trabajaron juntos
cuando él era corredor de bolsa y ella su asistente. "María Marta era el puntal
del Gordo"
, explican sus íntimos. En marzo del año pasado una tragedia golpeó al
matrimonio. Virginia, una sobrina nieta de Carlos, sufrió un aneurisma y "los
dos se juraron sacarla a flote. Y no pararon hasta lograrlo. Eso los unió mucho
más"
, no duda al recordar una de las personas que más compartió su intimidad. A
él le encantaba el bridge, y ella era una fan del tenis. Quienes los conocen
afirman que "se daban y reclamaban besos hasta en público, eran supermelosos. Su
historia es la historia de un gran amor"
, finalizan.

PASAJERO DE UNA PESADILLA.
El primer dato periodístico sobre la muerte de María
Marta García Belsunce salió publicado en el diario La Nación en su edición del
29 de octubre de 2002. Se trataba de un típico obituario, en el que se pasaba
revista tanto a la trayectoria de la difunta como a sus virtudes personales,
además de enumerar una lista de sus más renombrados deudos. Pero nada decía
acerca de los motivos del fallecimiento.

Días después hubo un significativo diálogo entre un juez de instrucción y un
cronista judicial. El mismo se desarrolló en la planta baja del Palacio de
Tribunales de la calle Talcahuano, luego de que ese magistrado tomara al
periodista del brazo para llevarlo a un costado. Recién entonces, dijo:

-¿Te enteraste lo que pasó con la hermana de García Belsunce?
-Sí. Supe que la pobre se murió. Tendría que darle el pésame a Horacio.
-No se murió, viejo. La mataron.
-¿Cómo sabés?
-La encontraron muerta en un country de Pilar, fue velada en la cama y después
la enterraron en Recoleta. Y, al parecer, con un certificado de defunción que
sería más trucho que un dólar de cartulina.

Era un simple rumor de pasillo, pero ya corría por las entrañas de la hermética
familia judicial. Al fin y al cabo, María Marta era hija del conocido abogado y
actual presidente de la Academia Argentina de Derecho, Horacio García Belsunce,
y hermana del también abogado y periodista Horacio García Belsunce (h). En
cuanto a las sospechas propiamente dichas, éstas comenzaron a correr durante una
cena de hombres del Derecho, en la que habría participado un fiscal de Casación
Penal, quien aseguró haber estado presente en ese velatorio. Pero sus dichos no
pasaban de un simple chisme de sobremesa.

Lo cierto es que, poco después, aquel velatorio terminaría ingresando por
derecho propio en la historia policial argentina. Y a través de una variada
cadena de eventos aún inexplicables: la teoría del resbalón en la bañera, la
desaparición del famoso pituto calibre 32, el pedido de Horacio al comisario
Angel Casafús para que la policía no interviniera, la colaboración de los
vecinos Sergio Binello y Nora Taylor para evitar esa intervención, el lavado de
manchas ordenada por uno de los médicos y el apócrifo certificado de defunción
tramitado por el cuñado Guillermo Bártoli. A lo que se agrega la presencia en la
casa del fiscal de Casación Penal, Juan Martín Romero Victorica, quien según los
dichos del fiscal interviniente en la causa, Diego Molina Pico, trató de que la
cosa no pasara a mayores: "Acá no pasó nada, pibe. Sólo fue un lamentable
accidente
". Posteriormente, Romero Victorica negó esa frase, y aseguró que él
siempre deslizó la posibilidad del crimen.

El asunto quedó así hasta el 8 de noviembre, cuando el fiscal le tomó
declaración al médico de emergencias Santiago Biasi, que había asistido a María
Marta aquella fatídica tarde. En ese instante, un sexto sentido condujo a Molina
Pico a la suposición de que esa muerte no había sido natural y menos aún
producida por un lamentable accidente. A partir de entonces, intentó recuperar
los valiosos días perdidos, y avanzó solicitando la autopsia. Recién el 2 de
diciembre la pericia forense reveló lo impensable: en el cráneo de María Marta
estaban alojados cinco balazos.

Algunos afirman que cuando Carlos Carrascosa fue notificado de que exhumarían el
cuerpo de su esposa, su única reacción fue la de expresar un gesto fronterizo
entre el asombro y el desgano. Por otra parte, en el lapso comprendido entre la
fecha de aquella muerte y esa ocasión, muchos coincidieron en valorar la
entereza con la que el viudo había asimilado su desgracia.

El único signo de debilidad que tuvo fue mudarse al departamento de su suegro,
ubicado en la calle Salguero al 2800, de Palermo, ya que, según sus dichos, no
soportaba dormir "en el mismo techo bajo el cual La Negra se murió". Exceptuando
ese detalle, su vida habría continuado con bastante roce social: se lo vio
cortando cintas en un acto celebrado en el Hospital de Pilar con motivo de la
inauguración de la Sala María Marta García Belsunce, y también participó
activamente en la feria de decoración Estilo Pilar, abierta al público a una
semana de su viudez. Por las noches se dejaba caer en los salones del Bridge
Club ubicado en la calle Ayacucho al 1500. Durante algunos fines de semana
acudía a la tribuna oficial del Hipódromo de Palermo, donde hace años sus
propios caballos tantas satisfacciones le proporcionaron. Algunos allegados
aseguran que Carrascosa matizaba los sinsabores de su duelo acariciando un sueño
turístico: efectuar un viaje de placer a España, Túnez y Egipto. Recursos para
eso no le faltaban; el millón de dólares que obtuvo este ex marino mercante al
vender su licencia de agente bursátil a los hermanos Carlos y José Rhom -uno
actualmente preso y el otro prófugo, por evasión de capitales- lo dejó en una
inmejorable situación económica.

En realidad, el primer telón sobre su vida cotidiana caería recién el 17 de
enero pasado, cuando junto con Guillermo Bártoli, Horacio García Belsunce,
Constantino y John Hurtig, Sergio Binello, Nora Taylor, Juan Gauvry Gordon y
Beatriz Michelini, fueron acusados por encubrimiento.

BAJO SOSPECHA.
"Haceme caso, no contrates nuevos mozos para el próximo verano,
porque es peligroso traer gente nueva al country"
, fue el consejo vertido por
Carlos Carrascosa, luego de rematar el último sorbo de café. Era una frase
trivial, pronunciada casi como al pasar, pero por alguna razón quedaría grabada
a fuego en la memoria de la encargada del club house del Carmel, Alba Benítez,
quien -según consta en su declaración ante el fiscal- a las 18.40 de aquel
domingo fue su única interlocutora. Esa misma frase la exhumaría ella 150 días
después, ante el oído atento del fiscal Molina Pico.

En todas sus declaraciones -aún en la efectuada estando ya detenido-, el viudo
sostuvo que se quedó en la casa de Bártoli "viendo el partido
Independiente-Central. Poco antes, había culminado el de Boca-River, ocasión en
la que María Marta se fue de allí, sola y montada en una bicicleta, con el
propósito de recibir a la masajista Beatriz Michelini". Los investigadores ahora
creen que, por alguna razón, María Marta se fue sumamente enojada, ya que pese a
la lluvia no dejó que nadie la llevara hasta su casa. También sospechan que
Carrascosa salió detrás de ella. Lo cierto es que la mujer fue asesinada unos
minutos después.

Siempre, según la versión de su marido, éste habría permanecido en lo de su
cuñado "hasta las 19.00, o sea, poco después del primer gol de Independiente".
De ahí pasó a la casa de los Taylor, pero "como no había nadie", siguió hasta la
suya. El tramo final de su relato es harto conocida: "Un guardia me preguntó si
autorizo a la masajista a entrar. Digo que sí y me meto en la casa. Subo la
escalera y veo a mi mujer boca abajo junto a los grifos; la bañadera estaba
llena. Voy a la ventana y le grité a la masajista: 'Betty, suba rápido. María
Marta tuvo un accidente'".
La punta del ovillo que para el fiscal desmoronó su coartada salió de la boca de
una amiga de la víctima y presidenta de la organización Missing Children, Susan
Prilick de Murray, quien dijo que "la masajista le contó que, minutos antes del
hallazgo del cuerpo, había encontrado al marido en el club house del country"
.
Esa versión encajaba con la de la empleada doméstica Catalina Vargas, que
trabajaba en lo de los Bártoli. Ella aseguró que desde las 18.00 del día del
crimen, en la casa de sus patrones "la televisión estuvo apagada y, como no
quedaba nadie, levantó pocillos y ceniceros"
. Lo cual echaría por tierra no sólo
la coartada del Gordo, sino también la de Bártoli y su esposa, Irene Hurtig.

Pero según el doctor José Scelzi, lo que dice la mucama no es verdad: "Los
chicos de Bártoli estaban en la casa. Si uno de ellos fue al living y le comentó
a su padre algo referido al partido. El pequeño siempre recuerda a Carrascosa
junto a su padre. No queremos molestar a los chicos, pero tenemos esta prueba
clara y pura. Le pedimos al fiscal que le tome declaración, que charle
coloquialmente con ellos. Porque los chicos quieren contar su verdad".

A todo esto se suma el testimonio de la encargada del club house, Alba Benítez,
quien precisó que allí Carrascosa tomó café y lemoncello con ella, a partir de
las 18.15 hasta casi las 19.00. Sus dichos concuerdan con los del mozo Gerardo
Oberndorfer, quien además aseguró haberle convidado un cigarrillo a ese único
parroquiano.

Por último, María Podestá de Cartier y su hija dijeron que ese domingo
estuvieron de visita en lo de los Taylor, justo cuando Carrascosa asegura que
allí no había nadie.

Mientras el fiscal sigue convencido de que el Gordo es el autor del asesinato,
la defensa de Carrascosa aporta datos para tratar de desvincularlo: "¿Qué
pruebas tiene el fiscal? ¿Tiene algún testigo que lo haya visto? ¿Tiene las
pruebas de sangre? ¿Por qué cuando las tiene no las chequeamos para hallar
responsables?"
, se pregunta José Scelzi.

Sobre el fin de semana se conocieron resultados parciales de las pruebas
realizadas a la sangre encontrada en la casa el día del crimen. Estos indican
que aparece sangre de María Marta. Pero también de otra mujer y de un hombre.
"Falta poco para encontrar la verdad", aseguran los investigadores que
coinciden: "Cuando se crucen con las muestras de sangre de los sospechosos,
tenemos a los asesinos".

por: Alejandro Sangenis, Miguel Braillard, Darío Villarroel y Ricardo
Ragendorfer
informes: Alejandro Barbieri y Pilar Carioggia
fotos: Alejandro Carra, Leandro Montini, Fabián Uset, Matías Campaya

Las pericias realizadas  con la participación de una modelo, por la defensa de Carlos Carrascosa, reconstruyen el momento en el que fue hallada María Marta García Belsunce en la bañera de su casa del country El Carmel. Estaba semisumergida y casi con medio cuerpo adentro.

Las pericias realizadas con la participación de una modelo, por la defensa de Carlos Carrascosa, reconstruyen el momento en el que fue hallada María Marta García Belsunce en la bañera de su casa del country El Carmel. Estaba semisumergida y casi con medio cuerpo adentro.

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