«Ahora que me recuperé, no descarto volver a casarme y tener otro hijo» – GENTE Online
 

"Ahora que me recuperé, no descarto volver a casarme y tener otro hijo"

Mareos, palpitaciones… silencio absoluto. La Cruz Roja mexicana que la socorría. Su lado derecho había quedado inmóvil. Horas después recuperaba el movimiento en su pierna, no así en su brazo y mano. Un poco de maquillaje, el peinado de siempre, y de nuevo al escenario. “Lu, necesitas descansar”, le recomendaba una voz amiga. Pero ella no la escuchaba. O no la escuchó hasta el show en Oaxaca, México. “¡Basta! ¡Regreso a mi país!”, gritó, decidida en octubre de 2006. “Llegué a Buenos Aires y me agarró miedo de que la cosa se repitiese”, admite hoy la protagonista. En medio de todo el caos, se suspendieron las funciones del dúo. Hasta el domingo 14 de enero. Retorno en Piamonte, Santa Fe. Primera canción, desvanecimiento de una hora. Parte médico: pico de presión. Nuevo reposo de casi un mes. Toma real de conciencia: visita a la Fundación para la Lucha contra las Enfermedades Neurológicas Infantiles (Fleni) y rezos y promesas religiosas varias. Mejoría y pronta revancha. Sábado 10 de febrero. Localidad de Lincoln. Presentación gratuita. Cincuenta mil personas festejando la vuelta a los escenarios. Notable recuperación.

Y una gran sorpresa de su amiga Manuela Bravo: “¡Conocí ‘al hombre’ que necesitás! ¡Te juro que están hechos el uno para el otro!!”. Respuesta evasiva al principio, aceptación final. Cita en un bar de Las Cañitas. Un “Hola” mutuo que terminó en intercambio de teléfonos, y reencuentro el viernes 23 del mismo mes. ¿El? Pablo Alarcón (61, actor, separado de Claribel Medina, dos hijas, Antonella –15– y Agostina –13–). ¿Ella? Lucía Galán (45, cantante, integrante de Pimpinela, separada de Cristian Castro –un colaborador del Hogar para huérfanos que creó junto a su hermano Joaquín–, una hija, Rocío –10–), quien tras el peor momento de su vida comenzó a vivir uno de los mejores. Y así se lo cuenta a GENTE.

–Pasó el peor momento y parece que empezó el mejor. ¿Cómo estás de salud?
–Mejor. Pasé por momentos de mucho miedo, angustia y vulnerabilidad. Uno vive como si fuera inmortal, pero en un segundo te puede cambiar todo. Lo que me pasó fue otro golpe en mi vida. Igual que la muerte de mi papá (en el 85) y el accidente en el Hogar Pimpinela (donde murieron cinco chicos y dos docentes, tras un choque automovilístico en 2001). El 18 de octubre, cuando sufrí la isquemia cerebral, debí sentarme a reflexionar qué tenía que modificar en mi vida. Porque de ninguna manera quería estar mal. Esto me sirvió para entender que las crisis se atraviesan, no se bordean.

–¿La medicina fue la gran clave en tu recuperación?
–No. Claro que ahora hago rehabilitación, pero también me acerqué al costado más espiritual, aquello que los médicos no cubren. Y ahí encontré la paz que necesitaba. A Dios, a la Virgen de Fátima, a la Virgen de Guadalupe… Recé el rosario a diario. Yo, que antes era devota del padre Mario y pasaba horas en la capilla de González Catán, también visité al padre Ignacio, en Rosario. Acepté que me ayuden, y me renové. Ellos son la mano de Dios en la Tierra, personas que te aportan claridad cuando no la tenés.

–¿Qué recordás de aquel 18 de octubre, que fue final y principio de tantas cosas?
–Veníamos de hacer dos funciones, y de una discusión fuerte con la producción, porque el show no había salido bien. Cuando llegué a la habitación se juntó todo: el disgusto, el cansancio y un pico de presión. Me dolía la nuca, estaba mal; por eso llamamos a los médicos. Apenas entré al baño para mojarme la cara, sentí que el lado derecho de mi cuerpo pesaba una tonelada. Llegué a la cama disimulando, para no asustar a Rocío. Me medicaron y al otro día ya podía caminar… pero el brazo no respondía.

–¿Cómo superaste tamaño temor?
–¡De la peor manera! Me subí al escenario y seguí actuando. Esa cosa de “el show debe seguir”… ¡es una pavada, una inconsciencia! Pero pronto decidí protegerme. Suspendí las funciones y delegué responsabilidades. Pasa que ya acá, luego de pedir “por favor, no me cuenten nada de lo que suceda afuera, que no tengo que sufrir disgustos”, los medios salieron a informar que estaba hemipléjica. Ahí tuve que escribir una carta. La noticia recorrió varios países. Era una cadena del horror. Encima, me encerré en mi casa... Salía únicamente para llevar a mi hija al colegio. Terrible. Cuando en realidad no era para tanto… Sólo necesitaba descansar, hacer reposo. Por suerte, luego de mi delicado episodio físico, no me agarró la cosa depresiva de tirarme en la cama con las luces apagadas a esperar... Arreglaba cosas, leía, veía tele. Quise que mi hija se diera cuenta de que soy una madre luchadora. Aunque es curioso: la gente me ve fuerte, y yo tengo una imagen totalmente opuesta de mí misma. Quizá muestro temperamento para enfrentar ciertas cosas, pero pocos saben que estoy llena de preguntas y miedos.

–No obstante, transcurrido un tiempo, regresaste a escena. Un regreso, quizá, medio apresurado…
–En Santa Fe, sí. Ese día, mientras me cambiaba, sentía algo extraño. Recuerdo que ahí no subió al escenario Lucía Galán la artista; subió Lucía Galán la temerosa. Esquivé a los periodistas. Temía que el público me notara el brazo inmóvil. Me desmayé porque me bajó la presión. Hacía calor, las luces estaban fuertes y la canción era exigente… Digamos que pasó lo inevitable. ¡Fueron imágenes horribles! Estuve una hora sin reaccionar. Cuando me desperté, Joaquín me decía al oído izquierdo: “Gachi, despertáte”. Al mismo tiempo, una enfermera me repetía al derecho: “Si me escuchás, apretáme la mano”. Yo pensaba: “¿Qué mano, si la derecha no puedo moverla?”. Me sentía en medio de una película cómica. Cuando reaccioné resolví cortar por lo sano e ir, de una buena vez, a la Fleni, lo mismo que enriquecer mi parte espiritual. “Recién después de que me recupere de verdad volveré a subir a un escenario”. Y así ocurrió. Cuando mi corazón estuvo contento, reaparecí.

–¿Pero el corazón no se puso contento trece días después, el 23 de febrero?
–(Risas) Ahí apareció Pablo, pero yo ya venía bien… Nos estamos conociendo. Vamos con calma. Somos parecidos en muchas cosas. Sucede que por respeto a nuestras hijas y a nuestro pasado, preferimos no explayarnos dando explicaciones de lo que venimos experimentando juntos. Estamos en la etapa más linda, la de conocernos, la de sorprendernos. Yo no buscaba pareja. No me sentía sola, ni angustiada. Con mis amigas siempre nos reímos de la extraña raza masculina. Sabía y sentía que iba a llegarme esta oportunidad. Hasta que me muera voy a seguir dándome oportunidades. Dios quiera que ésta sea mi pareja definitiva. Los dos ponemos mucho para que así sea. No voy a bajar los brazos… ¡No ahora, que puedo mover los dos! (risas)

–¿Sos una mujer demasiado exigente a la hora de formar pareja?
–Con el tiempo las exigencias bajan (carcajada). ¡No soy tan complicada! Abajo del escenario mi vida es como la de cualquier mujer. Siempre me consideré realista: busqué un buen hombre, que quisiera a mi hija, que sea sano y que comparta mis valores. Ahora sé que dejé varias cosas pendientes... Me hubiera gustado casarme por iglesia, tener otro hijo. Es contradictorio, porque aunque en general comento que no volvería a casarme ni tendría otro hijo, ahora que me recuperé no descarto nada. Como la aparición de Pablo en mi vida, dejaré que las sorpresas decidan por mí.

Recuperada por completo, con la ayuda del equipo médico del Fleni y de su propia fe, Lucía apuesta al futuro y bromea sobre lo que le sucedió: “<i>No voy a bajar los brazos… ¡No ahora, que puedo mover los dos!</i>”.

Recuperada por completo, con la ayuda del equipo médico del Fleni y de su propia fe, Lucía apuesta al futuro y bromea sobre lo que le sucedió: “No voy a bajar los brazos… ¡No ahora, que puedo mover los dos!”.

“<i>Uno vive como si fuera inmortal, pero en un segundo te puede cambiar todo. Lo que me pasó fue otro golpe en mi vida. Igual que la muerte de mi papá y el accidente en el Hogar Pimpinela</i>”

Uno vive como si fuera inmortal, pero en un segundo te puede cambiar todo. Lo que me pasó fue otro golpe en mi vida. Igual que la muerte de mi papá y el accidente en el Hogar Pimpinela

“<i>Yo no buscaba pareja. No me sentía sola ni angustiada. Sabía y sentía que iba a llegarme esta oportunidad. Ahí apareció Pablo. Dios quiera que ésta sea mi pareja definitiva.</i>”

Yo no buscaba pareja. No me sentía sola ni angustiada. Sabía y sentía que iba a llegarme esta oportunidad. Ahí apareció Pablo. Dios quiera que ésta sea mi pareja definitiva.

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