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Adiós hermanos crueles

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Sucede justo cuando el paisaje ocre y árido de Irak comenzaba a parecerse
demasiado al verde y selvático de Vietnam. Y es la noticia más trascendente de
la posguerra para la administración de George W. Bush: Uday y Qusay, los
sanguinarios hijos varones de Saddam Hussein, han sido hallados y muertos en una
casona de los suburbios de Mosul, en el norte iraquí, donde habita la minoría
kurda, archienemiga del anterior régimen. Las fotografías de los cadáveres,
descompuestos, casi irreconocibles, son el brutal testimonio de la verdad en una
contienda cruzada por demasiadas mentiras.

Según el teniente general Ricardo S. Sánchez, comandante de las fuerzas
terrestres norteamericanas, se trató de un ataque preciso, letal y abrumador,
que incluyó 200 hombres de la 101ª División -cuando las previsiones de la guerra
moderna hablan de una necesidad de 93 hombres por kilómetros cuadrados- y el
apoyo aéreo con helicópteros artillados que lanzaron más de 20 misiles. Junto a
los restos de los hermanos, rescataron los cuerpos de un nieto de Saddam y de
otro hombre. Se supo, además, que el paradero fue suministrado por una fuente
anónima el lunes por la noche, horas antes del combate. Quien haya delatado a
los hermanos no lo hizo gratis: sus cabezas estaban valuadas en 15 millones de
dólares. Con su confesión cerró un capítulo de horror y muerte en la castigada
región.

Uday, el mayor, nació en 1964. De los dos herederos de Saddam, era el más
sanguinario. Su leyenda negra se nutre con cientos de anécdotas que destacan su
rasgo prominente: la crueldad. Era el jefe de los Fedayines (la milicia
paramilitar que asoló Irak durante las tres décadas del poder omnímodo de los
Hussein), el dueño del principal periódico -Babil-, el semanario Al Zawra y la
cadena Juventud TV. También ostentaba la conducción del Comité Olímpico Iraquí y
la federación de fútbol de aquel país. En el primero de los roles, por ejemplo,
se dice que a los atletas que perdían los golpeaba con barras de acero, los
encadenaba a las paredes en posiciones de contorsionistas y los arrastraba por
el pavimento hasta que sus espaldas sangraran, entre otras atrocidades.

Su crimen más renombrado fue en 1988, cuando ultimó con una ráfaga de
ametralladora a Hanna Jajo, el valet, catador de comida y proveedor de mujeres a
Saddam. Precisamente, fue quien le presentó a Samira mientras estaba casado con
Sajida, madre de Uday y Qusay. Finalmente, Samira se convirtió en la segunda
mujer del ex hombre fuerte de Irak, algo que Uday -a quien le gustaba ser
llamado Abu Sarhan, El Lobo- no soportó. Saddam lo condenó a muerte por este
acto, pero finalmente lo envió a Suiza durante un año. No duró ese tiempo: fue
expulsado del país europeo a los seis meses. Por ese asesinato perdió el
favoritismo de su padre, que lo declinó a favor de Qusay.

También, tras la muerte de su abuela Subha, baleó a su tío Watban y lo dejó
lisiado. Aunque, esa vez, con la anuencia de su padre. Los hijos de Watban,
Hussein y Hassan Kamal, huyeron a Jordania. Tiempo después fueron amnistiados
por Uday y regresaron. No bien pisaron suelo iraquí, y por orden del primogénito
de Saddam, fueron masacrados junto con sus hijos. La operación se efectuó
disparando cohetes contra la casa donde se refugiaron. Un calco de la propia
muerte de los hijos de Saddam.

Tanta violencia tuvo su vuelto en febrero de 1997. Intentaron asesinarlo
mientras conducía su costosísimo Porsche por Bagdad. Se salvó, pero quedó con
secuelas irreversibles en las piernas.

No sólo los hombres sufrían la ira de Uday. También era despiadado con las
mujeres. Era común que, conduciendo su auto, divisara alguna que le interesara.
Entonces, sin preguntarle a la elegida su deseo de estar con él, los guardias la
raptaban para su amo. Si se resistían, eran violadas y arrojadas a los leones
que tenía como mascotas para ser devoradas. Cuando los soldados norteamericanos
entraron en su palacio, encontraron una habitación entera dedicada a su
colección de videos pornográficos.

Entre otras excentricidades -que su ex secretario contó a la prensa tras la
caída del régimen-, Uday prefería tener sus millones en joyas y diamantes, en
lugar de una cuenta bancaria. También odiaba el sol, así que trabajaba durante
la noche y dormía de día. Se hizo hacer una línea propia de cigarros Cohiba, por
supuesto apócrifa. Una de las formas en que castigaba a sus empleados era
afeitándoles las cejas, algo que en Irak es considerado un grave insulto. Y
poseía una decena de direcciones de e-mail. La más conocida: [email protected].
Quizá porque Shahrayar fue el rey sediento de sangre de Las mil y una noches.

Qusay, dos años menor que Uday, demostró ser más inteligente y astuto que su
hermano, aunque era igual de feroz. Por ejemplo, en 1998 la oposición iraquí y
organismos de derechos humanos lo acusaron de asesinara miles de prisioneros
políticos con una excusa macabra: hacer lugar en las cárceles para alojar nuevos
detenidos.

De bajo perfil, es muy poco lo que se supo sobre su vida privada dentro y fuera
de Irak. Sí se conocen su apodo, el Señor Serpiente, y su actuación en la vida
política. Dominaba los ocho servicios secretos iraquíes, la Guardia Republicana
de 80 mil hombres y el cuerpo de elite de la misma. Personalmente se encargaba
de eliminar cualquier amenaza real o imaginaria hacia su padre mediante la
tortura o las matanzas, como la que perpetró contra la tribu de al-Dulaym en
1995 y la revuelta shiíta de 1997. En mayo del 2001, Qusay fue electo para
conducir el Partido Baath, que dirigió a Irak hasta la caída de Saddam. Tras la
guerra, se convirtió en el comandante de la resistencia, que costó la vida de 41
soldados norteamericanos hasta el momento.

Como sea, la carrera maldita de los hermanos Hussein ha llegado a su fin. A
sangre y muerte, como ellos habían vivido.

Sin necesidad de probar la efectiva presencia de armas químicas, y admitiendo
falsedades varias (la resistencia y liberación "heroicas" de la soldado Lynch,
la supuesta compra de uranio de Irak a Níger, entre otras), recién ahora los
Estados Unidos y la coalición que los acompañó respiran un poco más tranquilos.
Quien ha descripto esta situación con la mayor claridad es Robert Kaplan -un
periodista que es consultor del U.S. Army Special Forces Regiment y suele
ofrecer charlas al ejército de aquel país- en su libro El retorno de la
antigüedad, la política de los guerreros: "En el siglo XXI, como en el XIX, los
norteamericanos iniciarán hostilidades siempre que sea absolutamente necesario y
vean una clara ventaja en hacerlo, y posteriormente justificarán su acción. No
se trata de una actitud cínica. La base moral de la política exterior dependerá
del carácter de la nación y sus líderes, no de las prescripciones absolutas del
derecho internacional".

Ahora dicen que, tras la muerte de los Hussein, el pueblo de Irak no se plegará
a la resistencia.

Uday y Qusay estaban marcados con dos ases -el de corazón y el de trébol- en el
mazo de 55 cartas de póquer que tenían las fuerzas norteamericanas para
reconocer a los principales enemigos iraquíes. Con su muerte, el castillo de
naipes que construyó a sangre y fuego su padre, Saddam Hussein, se va
desmoronando de a poco. Al monstruo que creó le queda una sola cabeza: la de él.

Uday, Saddam y Qusay en las épocas que dominaban a Irak con mano de hierro. El as de trébol, Qusay, organizó la resistencia que mató a 41 soldados norteamericanos. El as de corazones, Uday, tenía fama de sangriento playboy.

Uday, Saddam y Qusay en las épocas que dominaban a Irak con mano de hierro. El as de trébol, Qusay, organizó la resistencia que mató a 41 soldados norteamericanos. El as de corazones, Uday, tenía fama de sangriento playboy.

La casa de Mosul, donde el martes 22 fueron masacrados los hermanos. Quedó destruida.

La casa de Mosul, donde el martes 22 fueron masacrados los hermanos. Quedó destruida.

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