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Adiós, gran dama

Chispa. No hay otra palabra que se aplique con más pompa de esa que, se supone, requiere una muerte. Ana María la tuvo hasta fines del mes pasado, cuando iba a dar sus clases al Teatro del Globo. No podía moverse mucho: un cierto malestar. Después la neumonía, que iba, que venía, y la internación. A las 10:10, sábado 8 de julio, en el Sanatorio de la Trinidad, Ana María muere, con ese acento español que tal vez nunca se irá del todo.
 
Actuaba desde los cuatro, ella, nacida en 1925 en un hotel en Bogotá, de padres actores y españoles, aunque optó por la ciudadanía colombiana. Para ella, mucho mejor que la barbarie franquista era la vegetación y la exuberancia. Y actuó. Nunca conoció otra cosa. Así lo conoció a Pepe, o José Cibrián, en México, un tipo nacido en Buenos Aires en 1916 y transplantado a Madrid por sus padres valencianos. Para Ana María la paella era un acto de amor. En México, donde Pepe recaló en busca de algún papel, llegó a vender chorizos de refugiados españoles. En 1946, Ana María llega a tierra azteca, giran juntos y se casan en Guatemala. “La compañera ideal”, siempre dijo él, o Cholo. Así le decía ella, Cholo. Cuatro años más tarde, Buenos Aires. ¿Cuánto tiempo pasó después de Guatemala? Cincuenta y cinco años, hasta que murió él. La vida misma. Tantas obras juntos, temporadas en Mar del Plata, Cómo te quiero Ana, que duró doce años, Cómo te odio Pepe, o Pepe y Ana, en la tele, haciendo reír. Nunca dejó de hacerlo. Como la paella, era un acto de amor. Y decir Cibrián-Campoy es decir una pareja de esas que serán clásicas forever. Porque fueron tan de guión como de verdad. En la Ana María de guión, por ejemplo, estuvo Eleonora Sala, su gran personaje, tan de los 70, que fumaba, tomaba, se deprimía recitando a Chejov. Y era demasiado graciosa. Casi cien obras en las tablas. O casi cincuenta créditos, entre cine y tevé. Un acto de amor. Lo fue también ese Martín Fierro doble a la trayectoria, junto a Pepe, en 1993.

En 1967, en el teatro Cómico, junto a Dringue Farías, estrenaban Ocupáte de Amelia, un vodevil. Con ellos, a sus 18, estaba en escena Pepito, nacido en La Habana. Y Pepito hizo teatro tanto como amó a su madre. También está su hermano Roberto, arquitecto. Pepito sigue con sus estrenos. Es un hijo, un discípulo.

Tristeza infinita”, dice, puede decir, el obituario en el diario. Sí, tiene razón. Murió Ana María. Pero también se puede celebrar, por extraño que suene. Ana María, básicamente, vivió celebrando.
Ana María hace unos años, como siempre. Más de cincuenta créditos entre cine y tevé, más de cien obras de teatro y una familia que adoró. Como su vida entera: un acto de amor.

Ana María hace unos años, como siempre. Más de cincuenta créditos entre cine y tevé, más de cien obras de teatro y una familia que adoró. Como su vida entera: un acto de amor.

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