Guillermo Francella: “Siento que soy puro ADN argentino en lo ansioso, lo sanguíneo y lo sentimental” – GENTE Online
 

Guillermo Francella: “Siento que soy puro ADN argentino en lo ansioso, lo sanguíneo y lo sentimental”

El actor encabeza Identidad, el principio social de GENTE para el mes de octubre. “Insatisfechos por naturaleza y un poco soberbios, pero también bien pasionales, muy creativos y dueños de una picardía especial", también nos define uno de los referentes artísticos más seguidos del país, de regreso a las ligas mayores con la serie El encargado, que se estrenará el miércoles 26 de octubre por Star+.
Principios
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Cierto día no muy lejano un publicista se comunicó con Guillermo Héctor Francella (67, nacido en Villa del Parque un 14 de febrero de 1955), y le confesó asombrado: “Antes de llamarte decidimos medir tu target, para ver a qué segmento apuntabas. No sabés cuánto nos reímos en la productora cuando descubrimos que tu audiencia iba del abuelo al nieto, de una clase social a la otra, y hasta de Boca a River”.


–¿Es cierta la anécdota que nos contaron? –le preguntamos sin preámbulos, apenas se sienta en el estudio de Grupo Atlántida a tomar el té con alfajorcitos que lo acompañarán durante la nota.
–Je, sí (sonríe Francella con esa sonrisa que sólo le conocemos a Francella).
–Entonces usted es una especie de Marilyn Monroe…
–¿Cómo sería eso?


–Dicen los que saben que Marilyn fue quien fue porque le gustaba al empleado de clase baja que trabajaba en un frigorífico tanto como a los representantes de las esferas sociales medias y altas, incluyendo al presidente de Estados Unidos. Salvando las distancias, circunstancias, y el capricho de semejante comparación, ¿no le parece que a usted le ocurre algo parecido en Argentina?
–Me gusta ser multitarget, que mi audiencia vaya del abuelo al nieto, de una clase social a la otra, y hasta de Boca a River. Yo siento eso, y es emocionante. Y lo vengo sintiendo hace años en mi país. Es maravilloso lo que me ha pasado y me sigue pasando, algo inalterable. Nombraste a Boca y a River. Todos saben que yo soy de Racing, sin embargo cuando Boca le gana a River o al revés, los hinchas suben ese minivideo mío amaneciendo y diciendo “Buen díííía. ¡Hermosa mañana, ¿verdad?!”. O lo recrean en memes. Siempre generaron cosas similares a partir frases de programas o películas que tomaban de mí, y empezaban a viralizarse.
–“Al final, lo primero es la familia”, “Te quieroooo”, “Lo que no cambia es la pasión”, entre otras.
–Ahora existen memes, antes quizá eran ringtones o la repetición en la casa, en la calle, que la gente incorporaba e inmediatamente producía algo popular. Y con las redes hay una inmediatez impresionante. Pero yo siempre lo viví a diario, te aseguro.
–Lo extraño es que usted no usa redes…
–Tal cual. Eso fue lo llamativo. Me parecen fantásticas para difundir un trabajo, pero no comulgo mucho con el universo de las redes. Nunca compartí esta crueldad que hay desde el anonimato.


–¿Cómo explica, entonces, que usted en los últimos años sea, según Google y YouTube, una de las figuras más influyentes del país y no sólo en adultos y mayores, sino también en chicos y jóvenes? Hasta marcas típicas nacionales como Quilmes, Arcor y Geniol, contrataron sus servicios.
–Me llamó la atención enterarme. Pronto me comentaron que no sólo era por los contenidos que yo realizo, sino porque ahora, que se puede encontrar todo en las plataformas, la gente ha seguido reportajes y material mío, y le resulta valiosa mi opinión. Si bien la popularidad masiva tiene un costo, yo siento que para mí siempre todo fue ganancia.
–Háblenos de ese costo.
–La ausencia de privacidad, el sentirte observado -para bien o para mal- las veinticuatro horas del día, la exposición… Yo me protegí en mi seno familiar para que no me dañe. Y ahí entonces encontré el disfrute. Siento que, como un jugador de fútbol querido, puedo entrar a cualquier cancha y no me van a chiflar, y es maravilloso… Salvo que Racing haya jugado con ‘ese equipo’ (Independiente) y le ganemos. Ahí quizá sí (mira al cielorraso).

La verdad, me llamó la atención enterarme de que en los últimos años vengo siendo una de las figuras más influyentes del país y no sólo en adultos y mayores, sino también en chicos y jóvenes. Me comentaban que no sólo era por los contenidos que yo realizo, sino porque ahora que se puede encontrar todo en las plataformas, la gente ha seguido reportajes y material mío, y le resulta valiosa mi opinión”


–¿Cómo es la devolución del público fuera de las pantallas, en el cara a cara?
–Inmediata y con una reacción que, de buscar un sinónimo físico, equivale a que te levanten el pulgar donde sea, cuando sea. Palabras hermosas de hombres, mujeres, niños, adolescentes, abuelas, abuelos. Hoy, caminando por El Rosedal, en Palermo, no paré de recibir muestras de afecto. Quizá la gente no me para, porque me ve realizando un ejercicio aeróbico, pero a veces me detengo solo ante el pedido de una foto, y ahí salgo posando medio agitado. Pasa que cuando me cruzo con sus ojos siento que están diciéndome algo.
–¿Algo?
–¡No sabés cómo dicen los ojos de los argentinos! Es una mirada permanente, además, andando por el Gran Buenos Aires, recorriendo el país. Para mí la risa es terapéutica, atenúa aunque sea por un instante un mal momento. Siento que genero alegría en el otro, y eso a mí me llena el alma. Lo loco es que también he representado a personajes menos buena onda, y en su momento fue un riesgo grande querer cambiar. No obstante, la empatía continuó.
–Decidió el actor sobre el comediante con tintes nacionales…
–Exacto. A veces los productores me sugerían: “No toquemos nada, hay un público cautivo”. Mientras tanto, yo quería convencerlos de que también se podía hacer un éxito con un contenido diferente. Venía, no sé, por citar algunos ejemplos, de hacer De carne somos, Un argentino suelto en Nueva York, La familia Benvenuto, Poné a Francella, Casados con hijos (¡los Argento!), y llegó un momento en que necesité explorar otra cosa y acceder a contenidos que deseaba sumar como actor. Así surgieron El secreto de sus ojos, Animal, El clan, ¡Atraco! y El robo del siglo, que de verdad no tenían nada que ver con la comedia, ¡y las expectativas igual se cumplieron! Parece nomás que los argentinos me quieren.

Soy temperamental y a veces un poco impulsivo. Con facilidad se me ponen los ojos vidriosos: veo cosas que me dan ternura –videos, reels de chicos, de mascotas–, y me emociono, me quiebro. Amo a los perros. Ésa también es mi personalidad”

El último informe concienzudo sobre las características de los argentinos (realizado en 2017 por la Universidad Siglo 21, entre mujeres y hombres de 18 y 65 años) reveló que, a grandes rasgos, “somos seres narcisistas, ególatras, obsesivos, histriónicos, individualistas, desconfiados, interesantes, sensibles, apasionados y paranoicos, y que hablamos fuerte”.

–Sin intentar sumarlo a la encuesta –abordamos a Guillermo tras leérsela–, si le entregáramos una ficha para que complete cómo somos los argentinos, ¿qué escribiría en el debe y que en el haber? ¿Cuáles son nuestras virtudes y cuáles nuestros defectos?
–Ufff, complicado dividirlo. Somos bien pasionales e insatisfechos por naturaleza. Es verdad que cuesta encontrar la completud y está bien que el pueblo no sea conformista, aunque otra cosa es que nada te complazca. Por lo demás, somos muy compinches. Hay argentinos carismáticos, muy angelados. Yo amo profundamente al argentino. Tiene muy buen sentido del humor.
–¿Cómo se reconoce a uno en el exterior?
–A veces, por lo ruidoso. En algunas instancias quiere hacerse notar levantando la voz en un aeropuerto, no teniendo pudor para pedir cosas, o cuando se enfada al extremo. A mí en general y desde siempre me gustó la austeridad, pasar inadvertido, pero el argentino a veces se va para el otro lado. Somos un poco soberbios y muy creativos. También tenemos una picardía especial, calle. Éste es un lindo valor agregado: yo filmé en otros países y es muy diferente, porque el argentino no sólo se ríe de otras cosas, sino que, yo te muevo la cabeza con un gesto, me entendiste que a la derecha pasó algo, y girás tu cabeza para mirar ahí. Afuera te preguntan si te pasó algo en los ojos. Doy testimonio… Y somos más prácticos, resolutivos. No sé, un escollo filmando nuestros técnicos lo resuelven en un minuto y medio, mientras que en el extranjero te arruinan un decorado sólo porque saltó una chispita, y viven con miedo a que los enjuicies. Son más inocentes, más ingenuos, de la misma manera que acá nos enrollamos demasiado. Sí, nuestra cabecita no es sencilla de llevar.

Me gusta ser multitarget, que mi audiencia vaya del abuelo al nieto, de una clase social a la otra, y hasta de Boca a River. Todos saben que yo soy de Racing, sin embargo cuando Boca le gana a River o al revés, los hinchas suben ese minivideo mío amaneciendo y diciendo ‘Buen díííía. ¡Hermosa mañana, ¿verdad?!’ O lo recrean en memes. Siempre generaron cosas similares a partir de frases que tomaban de mí. Eso es emocionante, y lo vengo sintiendo en mi país hace años”


–¿Por qué somos como somos? ¿Usted tiene herencia…?
–Italiana y española.
–¡¿Ambas?!
–Exacto.
–Bueno, el filósofo Julián Marías sostenía que “los argentinos son italianos que hablan en español”.
-(Ríe Francella con esa risa que sólo le conocemos a Francella). Mi herencia es española, por mis abuelos maternos Conzuelo y Francisco, nacidos en Avilés, provincia de Asturias, e italiana, por parte de padre, a partir de mis nonos Zaída y Doménico. Él era un inmigrante proveniente del pueblito de Falconara, provincia de Cosenza, región de Calabria, cuyo apellido original era Frangella: se lo escribieron mal cuando entró en Argentina con 16, 17 años, allá por 1908.
–¿Con qué legado se reconoce más?
–Esto de película italiana es un poco mi vida, mi forma de ser. No soy puteador, si bien reconozco que con el paso del tiempo ando menos tolerante a algunas cosas. Como la mujer con la menopausia, el hombre con la andropausia, ahora pierdo la paciencia más fácilmente, aunque sigo siendo respetuoso. Respecto al costado español, me gusta esa vida de bares, picadas, tapas. Algo muy del argentino, también. En el mundo no llevan a cabo eso que nosotros hacemos, de comer afuera, una especie de “vida de ricos”, que no es tal porque hoy los chicos comparten plato para abaratar y poder pagar, pero nos define. Crisis o no crisis, nos gusta mucho salir.

De tener que elegir un futbolista argentino de ayer y uno de hoy no dudaría: Maradona y Messi. Porque además soy fanático del Seleccionado. ¿Un prócer nacional? Sarmiento. ¿Escritores que me conmueven? Sábato y Borges. ¿Tango, folclore o rock nacional? El tango. ¿Un músico? Lito Nebbia. ¿Actores? Voy a quedar rengo, con tantas y tantos que me gustan y admiro. Elegir a uno es muy ingrato. Ahí prefiero pasar. ¿Un director? Ídem”


–¿Y qué heredó de sus padres, Adelina, ama de casa, y Héctor, empleado bancario, profesor de gimnasia y entrenador de levantamiento de pesas en la sede de Villa del Parque del Club Racing?
–Sí, en la calle Nogoyá 3045… Soy el hijo menor de ambos (cuatro años antes había llegado mi hermano Ricardo, un tipo súper divertido: creo que él es el Francella original y yo una copia). Gocé de una infancia hermosa. Me criaron a pleno amor. Yo jugaba con las medallitas y copitas ganadas por papá, que competía para Racing. Siempre se respiró Racing en casa. De alguna manera, en toda nuestra vida Racing tuvo algo que ver. A los dos años nos mudamos a Béccar. De ahí los dos nos íbamos juntos a la cancha. Tomábamos el tren hasta Retiro, el subte hasta Constitución, otro tren hasta Avellaneda, y caminábamos hacia el estadio. ¡Un programón! Mi pasión por la Academia es inexorable.
–¿Es cierto que en los malos tiempos (marzo de 1999), cuando se comentaba que la institución desaparecería, su hijo lo llamó para preguntarle por qué club hinchar y usted le dio una respuesta que hizo enojar bastante a su mujer (María Inés Breña, 55)?
–Ufff, sí (se tienta). Le mandé: “No vas a ser de nadie, hijo. ¡Si desaparece Racing, se terminó el fútbol! Entonces me llamó la madre y me preguntó: “¿Qué le dijiste a Nico?… ¡¡¡¿Querés que te cuente cómo lo dejaste al nene?!!!”. El reto que me comí. Esa fue la pasión que mi viejito me trasladó por Racing. Papá murió joven, a los 60 años, lo que me golpeó mal. Por fortuna pude disfrutar a mamá casi hasta sus 100. Me dieron una educación divina. Siempre los respeté. Soy de una época en la que la palabra de los padres y los abuelos eran santas. Una vez me preguntó mi hija Johanna si yo mantuve alguna diferencia con ellos. “Para nada –le contesté–. No podía. Porque si había cosas que no me gustaban, me las bancaba”. Nunca los enfrenté, al contrario. E incluso pienso que no me mandé más cagadas en mi vida pensando en ellos. Para no defraudarlos y en especial para que no sufrieran. ¿Sabés qué soñé siempre yo?

Los argentinos somos prácticos, resolutivos. No sé, un escollo filmando nuestros técnicos lo resuelven en un minuto y medio, mientras que afuera te arruinan un decorado sólo porque saltó una chispita, y viven con miedo a que los enjuicies. Son más inocentes, más ingenuos, de la misma manera que acá nos


–¿Qué Guillermo?
–Que cuando me tocara armar una familia siguiera los mismos patrones. Y siento que lo conseguí. Formo parte de una familia hermosa, con una compañera de toda mi vida y unos hijos brillantes como personas, excelentes seres humanos y motivo de orgullo para sus padres… Unidos, súper claneros los Francella. Ellos son mi felicidad, mi mayor logro.
–Habló sobre la personalidad de los argentinos. Desándenos la suya.
–Sigo siendo un poco estructurado y muy obsesivo, y no sé delegar ni con las cosas de mi casa: cuando intenté delegar no me fue bien, porque quiero que lo hagan cómo yo lo pienso. Ya que es mejor no sufrir explicando, lo hago yo. Tampoco tengo encargado de prensa. Sí, buen sentido del humor. Disfruto de mi trabajo y ahora también de mi ocio, algo que me enseñó el paso del tiempo. Soy temperamental y a veces un poco impulsivo. Con facilidad se me ponen los ojos vidriosos: veo cosas que me dan ternura –videos, reels de chicos, de perritos–, y me emociono, me quiebro. Soy loco por las mascotas y amo a los perros. Entre ellos al adorable Mono, un labradoodle que llegó hace seis años, luego de Charly, un golden que adoré y ya no está… Ésa es mi personalidad.
–¿En qué siente que es puro ADN argentino?
–Soy bien argentino en lo ansioso, lo expeditivo, lo sanguíneo y lo sentimental. Cuido mucho a mis amigos. Tengo varios, de distintas épocas (cincuenta años, treinta, veinte, diez, más recientes, de cinco años). Y claro, soy familiero, muy presente, estoy siempre a disposición de mi mujer, mis hijos, los afectos.
–¿Qué no banca Marynes ya de usted, aparte de sus deslices con Racing?
–Mis impulsos. Mis reacciones extemporáneas. Y ahora, como sí lo hizo durante las veinticuatro horas de los últimos treinta y cinco años en los que venimos estando juntos, el asedio. Ya la saturó. Nadie se va a dar cuenta, porque es una reina. A veces hasta le acercan el teléfono para que saque fotos de algún fan conmigo, y ella le pone una garra y un cariño conmovedores. Pero me lo preguntás, y te lo confieso: no lo aguanta más.

Allá por agosto de 1992, cuando salió mi primera tapa en un clásico como la revista GENTE, sentí una enorme satisfacción. En la portada yo, en nombre del ciclo ‘La familia Benvenuto’, señalaba un dibujo de Bart Simpson bajo el título: ‘A quién nos parecemos más los argentinos’… A la distancia, tres décadas luego, podría admitirte que sí, la verdad es que hoy yo me siento un clásico argentino”

La leyenda indica que tras recibirse de bachiller en el Instituto 20 de Junio de San Isidro, allá por 1972, debutar como extra en la película Los caballeros de la mesa redonda (1973, dirigida por Gerardo Sofovich y protagonizada por Alberto Olmedo y Jorge Porcel), “Francella entró en GENTE, donde trabajó tres meses, hasta que al regreso de vacaciones de los periodistas quedó afuera de la redacción”.

–¿Ficción o realidad? –le consultamos casi medio siglo después, cuando su tacita de té, semivacía, ya no humea.
–Realidad total.
–¿Cómo fue aquello? ¿Por qué periodismo, por qué revista GENTE?
–Un tío mío era amigo del padre de un integrante del staff, Alfredo Serra. Le comenté que me interesaba su profesión. “Cuando decidas apuntar al periodismo, acércate a él”. Convencido, visité a Alfredo, quien me sugirió ir al Instituto Grafotécnico, en Combate de los Pozos y Moreno, “porque es el mejor lugar para estudiar la carrera”. Lo hice, un sitio excelente, y me recibí. Entonces volví a verlo, y logró hacerme entrar en GENTE, en enero. Hablamos de 1975/76. Él se iba de vacaciones… Y medio que me quedé solo en la redacción. Me hacían pedidos raros: ir a buscar un paquete de rollos a Ezeiza, hacer la noche, cuando la noche no estaba en Buenos Aires si no en la costa. Algunos fotógrafos me toreaban. Yo escapaba y visitaba a las chicas de Para Ti. Me buscaban, encontraban y mandaban al archivo, y medio me enojaba. Era un mocoso.
–¿Entonces?
–Pasaron noventa días, volvió el personal estable y el histórico director Jorge de Luján Gutiérrez dio por cumplido mi breve ciclo. Cada vez que nos encontramos con Jorge, me manda: “Yo te salvé la vida, ¿no?”. Siento que nunca pude experimentar bien si me gustaba o no el periodismo… Allá por 1992, cuando salió mi primera tapa en un clásico como la revista GENTE (edición 1412, del 13 de agosto), sentí una enorme satisfacción. En la portada yo, en nombre del ciclo La familia Benvenuto, señalaba un dibujo de Bart Simpson bajo el título: “A quién nos parecemos más los argentinos: ¿Somos los Simpsons o los Benvenuto?”. La nota aludía a los dos programas éxito de aquel momento en la pantalla chica (sube y baja la cabeza rememorando).

Si hoy me mencionan a Argentina me sale decir que es una región muy castigada, inmerecidamente castigada. Un país que transita, sin caer en las frases comunes de ‘que lo tiene todo’ y ‘¿por qué nos pasa lo que nos pasa?’, una permanente batalla perdida, lo que me da muchísimo dolor. Cada vez me pone más triste lo que nos pasa. Nadie que pise este suelo puede abstraerse, por más que le vaya bien. Yo no floto en una nube de pedos: la situación actual me destruye, me demuele”


–Habla de clásicos, habla de argentinos, ¿usted se siente un clásico argentino?
–A la distancia, tres décadas luego, podría admitirte que sí, que hoy yo me siento un clásico argentino.
–Como tal, ¿se anima a un mini ping pong de sus argentinos preferidos?
–¡Adelante!
–¿Un prócer?
–(Domingo Faustino) Sarmiento.
–¿Escritores?
–(Ernesto) Sábato y (Jorge Luis) Borges.
–¿Tango, folclore o rock nacional?
–El tango.
–¿Un músico argentino?
–Lito Nebbia.
–¿Actores nuestros de ayer y de hoy?
–Voy a quedar rengo con tantas y tantos que me gustan y admiro. Elegir a uno es muy ingrato. Ahí prefiero pasar. Lo mismo en el rubro directores. Me sucede lo mismo: admiro a un montón, trabajé con todos.
–¿Con Ricardo Darin y Juan José Campanella, la fórmula imbatible que compuso El secreto de sus ojos, ¿reincidiría?
–Obvio. ¡Qué placer sería! Puede suceder. Aunque con Ricardo no nos frecuentamos tanto, me encantaría que volviésemos a trabajar juntos. Lo quiero mucho y la pasamos excelente en lo poquito que hicimos: Mi chanta favorito (1983) y El secreto… Respecto a Juan, desde este último filme, de 2009, sólo rodó la película El cuento de las comadrejas (2019). Vive en Miami, trabaja bastante en Estados Unidos, abrió acá el teatro Politeama, no para. Pero tiene ideas para que trabajemos otra vez juntos, incluso algunas me las contó. Sólo que todavía no se dio.

Yo era jovencito, estudiaba teatro, y entraba solo en un restaurante. Había mesas ocupadas. Y siempre escuchaba lo mismo: ‘Guillermo, ¿estás solo?’ ‘Sí’. ‘Entonces, venite con nosotros’. Me sentaba, y había socialistas, comunistas, radicales, peronistas, anarquistas, y no pasaba nada, reinaba la cordialidad y el amor. ¡¿Qué le importaba al otro lo que pensaba yo, y qué me importaba a mí lo que pensaba el otro?!… Una lástima lo que se hizo de nuestro país”


–¿Un futbolista argentino de ayer y uno de hoy?
–Sin dudas, (Diego) Maradona y (Lionel) Messi. Porque además soy fanático del Seleccionado. Con mi hijo fuimos a Alemania 2006, Brasil 2014 y Sudáfrica 2018. Me encantan los colores celeste y blanco por mi país, por mi bandera.
–Mencionó a Nicolás. También es padre de Johanna. ¿Siente que el futuro de nuestro país definitivamente depende de los jóvenes? ¿Está ahí, en ellos, la solución?
–Está muy difícil. No sé, no sé, no sé… ¿Vos tenés hijos, no?
–Dos, Lola y Ema.
–¿De qué edades?
–20 y 16.
–Nico tiene 31, y Johanna, 18 (piensa). ¿Qué puedo decirte? Yo cada vez tengo menos esperanzas de que la cosa vaya a cambiar, pero por supuesto hay que poner el ojo en ellos, en lo nuevo, en que haya ideas renovadoras, algo que indique que nuevamente Argentina pueda ser el país que se soñó. El mismo que, según me cuentan, antes de que yo naciera, era extraordinario, una fuente inagotable de recursos… Pero después se fue convirtiendo en esto que no se puede creer. Y cada año es peor, peor.
–Si ahora le mencionamos “Argentina”, ¿qué es lo primero que le sale?
–Una región muy castigada, inmerecidamente castigada. Una nación que transita, sin caer en las frases comunes de “que lo tiene todo” y “¿por qué nos pasa lo que nos pasa?”, una permanente batalla perdida, lo que me da muchísimo dolor. Cada vez me pone más triste lo que nos pasa. Nadie que pise nuestro suelo puede abstraerse, por más que le vaya bien. Yo no floto en una nube de pedos: comparto momentos con quienes viven al día, tengo a mi familia, amigos. No sabés cómo me pega la situación actual. Me destruye. Anímicamente, me demuele. Te genera escepticismo y desesperanza. A veces hacer humor es una tarea titánica. Por eso siento que encontrar per-ma-nen-te-men-te esa sonrisa en mi caminata, en el ascensor, en un bar, es una cancha, es una bendición.

De surgir una muy buena oportunidad, un muy buen proyecto, que no te quepa la menor duda de que viajaría. Pero la verdad, cuando existieron esos proyectos se cayeron, pasó algo o yo andaba con mucho trabajo. Y sí, debo admitirlo, de haberme ido no me hubiera quedado. Me costaría vivir en otro país que no fuera Argentina”


–¿Qué país imagina sin grieta?
–Es que trajeron una grieta de un modo tan feo… Yo era jovencito, estudiaba teatro, y entraba solo en un restaurante. Había mesas ocupadas. Y siempre escuchaba lo mismo: “¿Guillermo, ¿estás solo?” “Sí”. “Entonces, venite con nosotros”. Me sentaba, y había socialistas, comunistas, radicales, peronistas, anarquistas, y no pasaba nada, reinaba la cordialidad y el amor. ¡¿Qué le importaba al otro lo que pensaba yo, y qué me importaba a mí lo que pensaba el otro?! Pero en los últimos tiempos se produjo algo que nunca experimentamos, un odio que después también empezó a alimentarse del otro lado. Es un vómito humano, algo que llegó para quedarse, algo espantoso. ¿Cómo se puede vivir así en un país?
–Si bien trabajó en México, España, EE.UU., ¿por qué jamás se radicó en el exterior?
–Te voy a confesar que no me quedé sólo porque quiero a Argentina: de surgir una muy buena oportunidad, un muy buen proyecto, que no te quepa la menor duda de que viajaría. Pero la verdad, cuando existieron esos proyectos, se cayeron, pasó algo o yo andaba con mucho trabajo. Y sí, debo admitirlo, de haberme ido no me hubiera quedado.
–¿No podría vivir en otro sitio?
–Me costaría un poco. Por momentos lo pienso. Como cuento con mi nacionalidad italiana y ahora Marynes y yo ya no tenemos a nuestros papás, a veces fantaseamos con quedarnos un tiempo justamente en otro lugar. Podría ser, aunque temo que siempre estaría pensando en qué fecha de regreso ponerle al ticket del pasaje de avión. Es que…
–Si pudiera escoger dónde nacer, ¿elegiría de nuevo Argentina?
–¡¡¿Sabés que sí?!! (cierra Francella con esa mueca de emoción que sólo le conocemos a Francella).

Fotos: Chris Beliera
Arte y diseño: Gustavo Ramírez
Estilismo: Roxana Harris
Asistente de producción: Gime Bright
Looks: Azzaro, Giesso, Lacoste, El Burgués y Rise
Maquillaje: Susana Rabello
Peinado: Oscar Rodríguez
Producción y seguimiento en las distintas plataformas: Elizabet Correa
Videos: Camila Uset
Agradecemos a tienda.purodiseno.lat (la silla de cuero), Juan Carlos Pallarols (el mate artesanal),
midoriatelier.com (la pieza de cuero que acompaña al guión) y a Fausto Ramírez (el balón vintage)

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