Soledad Barruti: «Lo que comemos refleja la sociedad que somos» – GENTE Online
 

Soledad Barruti: "Lo que comemos refleja la sociedad que somos"

En el Íntimo de la Semana de GENTE, la periodista y escritora (Malcomidos; MalaLeche) Soledad Barruti habla de la mala alimentación en la sociedad argentina, la desinformación sobre los productos ultraprocesados, su relación con la comida y las razones que motivan su causa.
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Soledad Barruti (40) fue viralizada en julio de 2020 por un video en dónde explicaba qué eran las granjas industriales chinas en Argentina, acuerdo que nuestro país iba a firmar para producir 100 millones de cerdos y exportarlos a China. Aquella filmación, superó las 2 millones de reproducciones y fue compartida infinidad de veces por gente que incluso desconocía de qué se trataba el agronegocio.

Sin embargo, aquel golpe de exposición no fue individual. Se trató de un trabajo colectivo entre varias personas interiorizadas en el tema: como académicos e investigadores, que trabajan de manera rigurosa con la causa. “Hace falta un sacudón” afirma Soledad del otro lado del teléfono para el Íntimo de la Semana de GENTE mientras confiesa que la exposición a nivel personal le cuesta mucho porque es “muy tímida”.

“A mi lo que más me interesa desde que empecé a hacer periodismo es la masividad. Me parece que el periodismo tiene que intentar expandirse lo más posible de manera seria y honesta. Hay cosas que son importantes y mientras más personas sepan, más grande va a ser el ‘sacudón’” asevera con convicciones firmes sobre un negocio que muchos desconocemos y forma parte de nuestras vidas.

Soledad Barruti es periodista y escritora; y desde hace años trabaja en cuestiones vinculadas a la alimentación y la industria alimentaria en diversos medios de comunicación como La Nación y Revista Mu. Actualmente cuenta con dos libros de su autoría, “Malcomidos” y “MalaLeche”, y brinda charlas sobre la temática en varios ciclos por todo el país y el exterior.

La búsqueda integral alimentaria de Soledad Barruti

-¿Cómo empezó tu interés por descubrir la verdad detrás de los alimentos? ¿En qué momento hiciste el click?

- Yo siempre tuve esta conciencia, pero se me disparó muchísimo cuando tuve a mi primer hijo. Yo quería que comiera lo más posible, porque siempre fue muy flaquito, era como un alfiler y me daba pánico que le faltara algo. Mi click llegó en parte por el lado del periodismo. En 2008 o 2007, empezaron a aparecer un montón de investigaciones super copadas de periodismo de investigación narrativo - que es lo que a mí más me interesa hacer - sobre esas temáticas. Ahí me convertí en una lectora compulsiva y consumidora de esas cuestiones y esos autores.

-¿Cómo fue tu transición hacia una buena alimentación?

-Para mi fue bastante rápido, yo suelo tomar decisiones contundentes y radicales. Por ejemplo: dejé de fumar, y cuando dejé de fumar dije ‘bueno basta, se termina acá’, y tuve el periodo de abstinencia y lo saqué adelante. En cambio, con la comida no fue tan grave. Lo que más me costó fue darme cuenta dónde estaban las trampas que yo no veía, problemas que no sabía que existían. Está en la falta de información, muchas veces creemos que hacemos cambios saludables y no lo son. No me costó, la verdad que fue algo bastante placentero y lo sigue siendo, es un lugar de exploración, de creatividad, de búsqueda. Siento que no me privé de nada.

-¿Hay alguna comida 'prohibida' que te tiente?

-Por lo general, no es que digo ‘ay lo que extraño tal cosa’, pero lo que a mi me tienta y no como - porque es una decisión ética - es la carne. Yo siento olor a carne y se me cae baba, me gustaba la carne y es un plato que disfruté un montón, y no la como porque es una decisión.

Soledad no es vegana, pero lleva una alimentación basada en plantas, “Hay cosas que como que no son veganas: como miel o huevo, pero busco que sean productos de fuentes confiables para mí y que vayan de acuerdo a lo que yo pienso” afirma mientras agrega que “no tiene la verdad absoluta”; “Seguramente una persona vegana me diría bueno, igual está mal o igual es explotación animal una granja” explica.

En su caso, Barruti elaboró un menú según sus parámetros y elecciones. Sus hijos Benjamín de 19 y Dominica de 3 años, también siguen - en parte - aquella decisión alimentaria. “Mi hija más chica no come productos ultraprocesados. En cambio mi hijo mayor es súper carnívoro, pero por ejemplo, no consume bebidas azucaradas. Él tiene una conciencia, a pesar de ser adolescente, y hace su propia experimentación con sus elecciones” aclara.

-¿Cómo le transmitís esa conciencia a tus hijos?

-Con mi hijo mayor tuvimos un camino de descubrimiento conjunto. Cuando él tenía 10 años le dije ‘Benja nada de esto es posible de seguir comiendo’ y fue medio crisis la verdad, también bastante conflictivo en algunos casos. Ahora lo hablamos y se mata de risa, por ejemplo, el día que dejé de comprarle ‘cacao’ le dije ‘no se toma más esto a la mañana, te hago un licuado desde ahora’. Yo trataba de hacer las versiones de todo distinto y él estaba enojado. Después, me acuerdo que una vez volvió de la casa de un amigo y me dijo ‘mamá en la casa de tal todo lo que tienen está empaquetado’, como que él mismo hizo el click y era re chiquito, me acuerdo el momento en que me dijo ‘no sabés, te morís si ves lo que comen todo el día’. En cambio, con mi hija más chiquita nunca tuve que contarle la historia porque esta fue siempre su comida, entonces no se enfrentó a nada problemático. Recién empezó jardín y va a uno de pedagogía Waldorf donde la comida que se le ofrece es alimento, no hay paquetes. La verdad que eso para mí es super importante.

-¿Cómo hacías con tu hijo mayor cuando iba a un cumpleaños o a la casa de algún amigo?

-Yo siempre tuve muy en claro que en mi casa no iba a entrar más eso, y afuera no le iba a hacer librar batallas a él que no estamos librando los adultos. Si los adultos consideramos que en un cumpleaños infantil tiene que haber panchos, gaseosa y papas fritas, y vos estás mandando a tu hijo ahí no lo podés llevar con un tupper. En algún momento se dará cuenta que no es lo mismo la comida que los comestibles. La diferencia estaba en casa, yo buscaba que no estuvieran esas cosas y lo que pasara afuera no me parecía lo más copado del mundo… pero tampoco podía tener injerencia en el mundo de afuera porque es muy cruel. Además, comer no solo es un acto nutricio, es un acto vincular que nos posiciona en un colectivo social que se organiza en base a esos alimentos. Entonces dejar afuera a tu hijo de esa forma de vincularidad, salvo que sea él o ella quien quiera, es muy complicado y muy cruel.

-¿Te sentiste juzgada por la alimentación que llevás adelante?

-Me pasó que, por ejemplo, mi abuela que actualmente tiene 93 años un día me dijo ‘¿Pero la nena no comió nunca un caramelo? ¡Pobrecita!’ y yo le decía ‘No, por suerte no’. También, ocurre que la sociedad está buscando argumentos paliativos para no abandonar un sistema que se nota por todos lados que está muerto. Los argumentos paliativos son como: bueno, un poquito cada tanto ¡y eso no existe!. Tenemos que cambiar esa forma de comer que está pensada en base a productos aditivos, a productos que buscan vulnerar la capacidad de control y de saciedad, y que buscan derribar la competencia con los alimentos reales. La evidencia científica afirma que esos alimentos no nutren al cerebro en la infancia. El juzgamiento está porque estamos metidos en una inercia de la que es muy difícil salir, en este momento yo soy como un impermeable: la mirada de los demás no me hace sentir insegura en lo más mínimo.

La historia de Soledad Barruti y la alimentación

La madre de Soledad era vegetariana en los años 80. En su hogar siempre hubo una búsqueda naturista en los alimentos. “Era bastante triste” afirma Barruti entre risas, recordando que por aquel entonces comían pura lechuga y tomates; “me acuerdo que mi mamá compraba galletitas marrones y yo me preguntaba ¿por qué todo en mi casa es marrón?” rememora y afirma que actualmente - y paradójicamente- su hijo le dice que en la casa “todo es marrón”.

Soledad tuvo una infancia convencional, nació en Capital Federal y disfrutó de incontables veranos en la casa quinta que sus abuelos tenían en la zona de Del Viso. Como cuenta en su libro ‘Malcomidos’, su abuela cocinaba todos los fines de semana y era muy celebrada por la familia. En su hogar la comida siempre estaba envuelta en una valoración imponente.

“Siempre era comida casera, aunque luego en los 90 ingresó de una manera muy fuerte el supermercado. Me acuerdo que mi abuela nos daba todos los fines de semana un alfajor a cada uno después de la comida, o mi abuelo nos daba plata para ir al kiosco el fin de semana, mientras él dormía la siesta” recuerda de su infancia en la que junto a su hermano comían “porquerías” por horas.

En los últimos años, según estadísticas y evidencia publicada, el consumo de alimentos ultraprocesados aumentó en un 200%, a diferencia de las infancias de otras generaciones. “No hay forma de que yo en mi niñez, a pesar de que mi abuelo me daba plata para comprar caramelos una vez por semana, consumiera la cantidad de procesados que se consumen hoy en día. Hoy la comida fue reemplazada por paquetes, y esos paquetes se volvieron cada vez más azucarados y problemáticos” afirma con preocupación Soledad.

En los años 90, con la globalización, ingresaron al país varios supermercados y marcas. A raíz de esto, la extranjerización de la dieta se convirtió en un evento de consumo. “Las personas en su imaginario a veces creen que siempre comimos así y no es verdad. Tampoco es que antes siempre amasábamos la pasta el domingo, no digo eso, pero no comías la cantidad de galletitas, ni de juguitos, ni de cositas que se comen ahora” cierra.

La lucha de Soledad Barruti con los productos ultraprocesados

“Solo voy al supermercado para publicar en redes la bazofia que nos venden como comida” afirma sin tapujos la periodista que ya tiene sus lugares y comercios en donde compra alimentos de productores directos, como bolsones agroecológicos, frutos secos y más. “Tengo mi circuito de consumo armado para que no sea imposible para el bolsillo” comenta mientras asegura que “si dejás de comprar yogures, galletitas y jugos ahorrás un montón de plata”.

-¿Es verdad o es un mito que la 'alimentación saludable' es más costosa que 'la tradicional'?

-Para mí es más barato, hay cosas que veo que no puedo creer lo que cuestan. Yo no como nada empaquetado ni envasado en mi casa. Nosotros comemos frutas, panqueques caseros, budines caseros y cosas así que vamos teniendo al alcance de la mano. A veces nos complejizamos un montón cuando comemos y está bueno volver un poco a lo simple.

-¿Qué hay de cierto con el dicho 'somos lo que comemos?

-Yo creo que lo que comemos refleja la sociedad que somos, y somos una sociedad que recibe y produce mucha violencia, mucha mentira, cosas que hacen daño bajo un esquema de fabulación en donde nada parece tan grave y todo está revestido de papelitos de colores que refieren a cosas que son hasta casi alegres. Entonces recibimos ese combo y comemos lo que somos, y esa desinformación va amoldando como cierta anestesia colectiva y nos convertimos en lo que yo llamo la ‘sociedad zombie’. Por eso, cambiar de comer es un gran paso por fuera de la salud. Es increíble cómo la salud mejora cuando mejorás la manera de comer, pero también mejoran las ideas, mejora cierta manera de situarse en el mundo, de relacionarse con la naturaleza. No nos olvidemos que comer es una manera de relacionarse con la naturaleza, y que puede ser una relación hermosa o puede ser una relación plagada de destrucción.

-¿Tu elección tiene que ver también con otras causas como el maltrato animal?

-Totalmente. Después de haber recorrido ciertos lugares y haberme informado sobre ciertas cosas, tuve ganas radicales de no consumir más carne. La transición fue gradual, fue un recorrido. Por eso es importante tener paciencia, consideración y mucha amorosidad con la alimentación. Muchas veces aparece una especie de vara moral donde se paran ciertas personas a marcar la alimentación de los demás como diciendo ‘cómo puede ser que la gente siga comiendo animales’ y la verdad es que está dentro de nuestra biología. Es un deseo de muchas personas y lograr hacer ese cambio requiere de un esfuerzo.

-¿Cómo es tu vínculo con los animales?

-Yo tuve siempre muchos animales, caballos, tortugas, perros, gatos fui muy rescatista de animales cuando era chica ¡mi mamá ya no sabía qué más hacer! Yo llevaba muchos bichos a la casa, a algunos les conseguía hogar y otros se quedaban a vivir. Imaginate que vivíamos en un departamento. Una vez encontré un pato y me lo llevé, encima siempre eran bichos maltrechos. Actualmente vivo en un departamento alquilado donde no está permitido tener mascotas, pero el último animal que tuve fue una palomita chiquita que me encontré en la calle que se había caído del nido y la tuvimos acá, le dimos de comer hasta que se puso fuerte y se fue.

-¿Alguna vez te imaginaste trabajando de difundir la alimentación saludable? ¿Qué querías ser cuando eras chica?

De chica yo quería defender la naturaleza y ahora me encuentro en el mismo lugar. Mi familia siempre me vinculó mucho con la naturaleza, desde el amor, el respeto, la relación con los animales pero también con las plantas. En la casa de mis abuelos no teníamos tele ni nada, estábamos entre caballos, pájaros, gatos y animales. A veces siento que me identifico mucho más con la alimentación, que con lo que realmente a mi me interesa que es el paisaje que construye esa alimentación. Para mí comer es vincularse con la naturaleza.

La mirada de Soledad Barruti sobre la alimentación en Argentina

“Creo que la alimentación en Argentina es muy básica, repetitiva y monótona, está super atravesada por cosas que no deberíamos comer y cada vez más llena de paquetes” afirma la autora de ‘Malcomidos’ con respecto a la forma que tenemos de comer los argentinos.

Las estadísticas en Argentina aseguran que más del 50% de la población vive en condición de pobreza. Este porcentaje está integrado por muchos niños y adolescentes que no pueden realizar una alimentación saludable en comedores y merenderos con un Estado en déficit. “En un país con esas cifras debería haber una obligación absoluta de que la alimentación sea lo mejor posible, en especial en la edad escolar” declara Soledad con seguridad.

“En nuestro país hay una decisión política de que en los comedores escolares se sirva basura. Punto. Sino el estado debería comprarle directamente a productores, gastarían menos plata, recuperarían la cocina en las escuelas y los chicos comerían comida de verdad. Pero lo que hay es un negocio gigante y corrupto desde hace muchos años” asegura la periodista quien considera que la sociedad debería estar enojada con estas medidas.

Barruti tiene en claro que la población necesita “comida buena” y que para eso el Estado debería tener un programa de pagos justos, empleabilidad con perspectiva y permitir que los productores puedan mover los cimientos de la pobreza produciendo lo que más necesitamos: frutas y verduras.

La influencia de Soledad Barruti en redes sociales

Soledad tiene actualmente más de 300 mil seguidores en las redes sociales y recibe infinidad de comentarios día a día de gente que ha salido de problemas de alimentación y se encuentra en una ‘reconciliación’ con la comida. “Vienen a mis cursos muchas personas que buscan reconciliarse con la comida fuera de este mambo que tuvimos de pensar que es un sinónimo de calorías que engordan. Lamentablemente vivimos bajo esa forma de vincularidad siniestra con los alimentos opina.

-¿Los famosos te contactan? ¿Qué famosos te apoyan?

-Hay personas con mucha influencia, que están con esta causa que me escriben como Paula Chaves con la Ley de Etiquetados, Celeste Cid con las granjas porcinas, Guillermina Valdés siempre está en todas las causas y es un amor, Bárbara Lombardo también con quien somos muy amigas. Soy una persona malísima para los famosos porque no sigo la tele y el mundo de la farándula, entonces a veces me escribe gente que no sé quienes son y mis amigas me dicen ‘¡Pero cómo no sabes!’. Otra con quien estoy en contacto es Magalí Tajes que trabaja generando una conciencia hermosa en sus redes y da mensajes que no son frívolos ni de pura venta. A veces las redes parecen ser un canal de publicidad nada más, y está bueno que haya gente que las use para otra cosa. Celebro que hayan tantas personas con poder de influencia que se sumen a causas urgentes, como la defensa de la naturaleza o comer comida de verdad, sobre todo en la infancia.

-Hace poco la cantante María Becerra hizo un descargo en contra de la industria lechera y fue duramente criticada ¿Qué opinás de los influencers que difunden este tipo de cuestiones?

-Creo que si tenés ese poder de influencia y cantidad de seguidores que te están escuchando tenés que aprovechar y decirles algo interesante. Algunas personas son influencers y no tienen nada para decir, y uno se pregunta ¿por qué llegaron a ese lugar de tanto vacío interno?. La verdad, lo que hizo María fue super valiente y fue atacada por una industria que entre otras cosas es muy violenta.

-En lo personal ¿Cuáles son tus influencias?

- Busco influencia en los lugares donde se proponen y se ejercitan otras formas de vincularidad. Yo trabajo tratando de investigar y buscar respuestas en comunidades indígenas, en quienes logran vivir de la naturaleza, y hacen de eso una reparación y no otra forma de destrucción. A veces, como nos seguimos todos en redes, pareciera que pensamos todos lo mismo. A mi me interesa mucho lo que me genera preguntas, lo que me genera dudas, lo que me descoloca. Ahí es donde más encuentro esa nutrición.

La actualidad de Soledad Barruti

-¿Cómo te afectó a nivel personal y profesional la llegada de la pandemia?

-A nivel personal me separé, me mudé y tuve que cambiar mi trabajo que era viajar todo el tiempo. Por otro lado, el streaming me hizo descubrir un mundo enorme de cosas nuevas, todo se fue acomodando y fueron surgiendo propuestas hermosas: como hacer los Konex, teatro virtual, exposiciones y charlas.

-¿Qué rol juega tu familia a la hora de tomar decisiones?

-Mi familia juega un rol vital, mis dos hijos son la prioridad absoluta en mi vida. Cuando pienso en un trabajo, un viaje, o lo que sea contemplo viajar con mi hija chiquita y con una persona que me ayude. No manejo la posibilidad o la idea de tomar algo que me aleje muchas horas. Ella me necesita y yo necesito también ejercer esta forma de maternidad con mucho apego. Con mi hijo mayor en su momento fue igual, siempre tuve la conciencia plena de que todo es con ellos cerquita.

-Para finalizar ¿Quién es Soledad Barruti hoy?

-Creo que soy una persona comprometida con lo que hago, lo que hago me conmueve mucho y me da un montón también. Hice de mi trabajo una forma de vida. Trabajo un montón, pero muy feliz y tengo una causa muy real, muy concreta que me genera mucho entusiasmo y eso es lindo. Estoy enamorada de mi profesión y de los vínculos que armé en este camino de vida. Tengo 40 años y en estos tiempos lo que fui encontrando que me rodea hoy es: mucho amor, mucho trabajo y un entramado entre ambos que es muy espectacular.

Ph: Gabriel Machado

Retoque digital: Gustavo Ramírez

Producción: Mariano Caprarola, Sofía Esther Ortíz

Vestuario: JT

Pelo y Make up: Mala Peluquería

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