Damián Szifron: “Mi responsabilidad detrás de cámara es seguir jugando” – GENTE Online
 

Damián Szifron: “Mi responsabilidad detrás de cámara es seguir jugando”

A los 47 años, vuelve para presentar Misántropo, un thriller de los clásicos (al estilo Hollywood, en inglés y con actores de élite). De su esperadísimo retorno al medio y de sus nuevos desafíos -que incluyen el rodaje de la película de Los simuladores para los próximos meses-, le habló a GENTE tras casi una década de bajo perfil.
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Llega con tres cambios personales de ropa, los apoya en los sillones de la Mansión del Four Seasons, y saluda atento: “¿Sos de GENTE? ¿Nos conocemos, sí?”, acierta, y se sorprende cuando le recordamos que lo entrevistamos antes del estreno de Los simuladores, allá por el verano de 2002. “¿En serio? Mirá… Me acuerdo del día en que ustedes que me hicieron una toma en los lagos de Palermo. Cuando vi las fotos, daba la sensación de que yo flotaba. Desde esa vez, tengo cuidado en dónde me paro”, ríe con ese característico tono suyo que aparenta el de un locutor profesional y con el transcurrir de la entrevista siempre termina pareciendo el de un ameno lector de cuentos. Lo que, en cierta manera y en realidad, Damián David Szifron (47) es. Basta con encender el REC para comprobarlo.

La tapa semanal de GENTE.


–Transitamos la previa al estreno de Misántropo (que acaba de estrenarse), veinte años luego de su ópera prima, El fondo del mar (2003), y a nueve de su última película, Relatos salvajes (2014), la más taquillera de la historia argentina: 3.986.372 espectadores/30.642.000 de dólares. ¿Está durmiendo usted por estos días?
–Pregunta interesante, porque vengo de situaciones de gran tensión y aun así duermo bien. Por más nervioso que me encuentre, yo siempre duermo bien. Bien y hasta tarde. Tengo unos horarios, jé. Me gusta el bar nocturno, andar onda Taxi Driver (1976). Y escribir de noche, cuando la ciudad se detiene y no hay ruidos afuera. Veo muchos amaneceres; puedo dormirme sin problema a las 7. Traté de cambiar esa modalidad, pero me cuesta.

Damián Szifron by Gabriel Machado.


–¿Cómo fue volver a filmar?
–Muy difícil. Esta película presentó grados desconocidos de adversidad. No recuerdo haber tenido que enfrentar dificultades similares en otros proyectos. Hubo muchas, muchas, muchas complicaciones, desde la escritura del guion a la financiación, la producción, el casting, la distribución. Siento con total sinceridad y sin desmerecer a los que fueron a una en serio, que volví de la guerra. En una pandemia que nos chupó el treinta por ciento del presupuesto en protocolos, médicos del set, testeos permanentes. Con incertidumbre y problemas de visa, sin vacunas, lejos de mi familia por cinco meses (porque ellos no podían viajar) y rodando exteriores y escenas nocturnas con barbijos, sin reconocernos, en una Canadá invernal de entre 20 y 25 grados bajo cero… Al punto que la filmación nos llevó poco tiempo, cinco semanas, una menos que Relatos salvajes.

“Me gustan las de dos horas”, admite Szifron sobre Misántropo, que se estrena el jueves 4 de mayo y “cuya duración coincide bastante con la de las otras películas que he realizado”, añade respecto al filme coprotagonizado por Shailene Woodley, Ben Mendelsohn y Jovan Adepo, y escrito por el propio Damián y Jonathan Wakeham.
El afiche. Puro arte.

Damián y Javier Juliá, argentino como él y director de fotografía de Misántropo. Szifron además produce la película junto a Aaron Ryder, Stuart Manashil y Shailene Woodley.
A plena acción.


–Escuchándolo sobre semejantes inconvenientes, ¿le costó soltar su obra para que se empiece a promocionar y distribuir?
–¿Por qué lo decís?
–Cierta fama que lo precede.
–Admito que aún me encantaría corregirle alguna cosita… (risas). En tiempo de Los simuladores, por ejemplo, experimenté ciertos momentos graves sobre aquello a lo que vos apuntás. No me acuerdo qué capítulo era pero en uno, cuando se emitía el segundo bloque al aire, yo compaginaba el cuarto. Mientras estaba en la isla corrigiendo cortes (le había puesto llave a la puerta), las autoridades de Telefe golpeaban para que entregue el casete. Como en esos tiempos era un Betacam digital, todo salía del control central y no llegábamos, trajeron los cables, los enchufaron a la máquina donde yo estaba editando y salió de ahí… En otro capítulo que se me viene a la mente, faltaba el efecto sonoro de una piña. El proceso de incluirlo implicaba cargar el material en la máquina donde se procesaba el sonido, grabar la piña, volver a bajarlo y demás. No había tiempo y lo que hicimos fue conectar un micrófono. Entonces al aire, en el momento de la piña, yo hice el ruido con la boca.

‘Misántropo’ presentó grados desconocidos de adversidad. No recuerdo haber tenido que enfrentar niveles de dificultad similares en otros proyectos. Hubo muchas, muchas, muchas complicaciones, desde la escritura del guion, a la financiación, a la producción, con el casting, a la distribución. Siento con total sinceridad y sin desmerecer a los que fueron a una en serio, que volví de la guerra (Szifron)


–Perdón que lo distraigamos del tema, pero habló de Los simuladores y no podemos dejar de consultarle por…
–Sí, y te confirmo que ya estoy totalmente sumergido en la película. Pretendo filmarla a partir de octubre, noviembre. Mi conclusión es que una y otra vez elijo el camino más difícil. En su momento -2002, 2003- fueron dos temporadas exitosísimas, la gente realmente apoyaba, se sentía identificada, se sentía expresada. Quizá el camino fácil, natural, en ese momento con los muchachos (Alejandro Fiore, Diego Peretti, Martín Seefeld y Federico D’Elía) hubiese sido seguir, hacer una tercera y cuarta temporadas, no sé. Pero yo sentía que habíamos cerrado bien, contado lo que teníamos para contar y que llevar aquel proceso artesanal a un mecanismo más industrial iba a volverse en contra de lo creado. Volver ahora significa un riesgo enorme. Prácticamente no hay buenas películas basadas en series exitosas llevadas adelante por el mismo equipo. Te nombro dos, Los expedientes secretos X y Breaking Bad, quizá la mejor de la historia. Entonces es todo un desafío el regreso de Los simuladores a un mundo que cambió por completo y ahora tiene redes sociales, internet, algo más complicado. No hay apuesta segura. Igual, las ideas que vengo procesando me tienen entusiasmado. Pese a que son difíciles de plasmar y expresar tal como están siendo concebidas, vamos avanzando en eso.


–Entretanto, retornando al presente, ¿cómo, cuándo, de qué manera concibió Misántropo, término que en griego significa, “odio al hombre” o “aversión hacia otras personas”?
–Primero te aclaro que tuve un cambio de título en el extranjero (quedó To catch a killer), del cual me encuentro lejos de sentirme satisfecho. Y segundo, sí te cuento que la idea me vino a la mente allá por 2010, y la anoté como el documento Misántropo dentro de mi computadora. El inicio fue la imagen de un tirador, alguien disparando desde la oscuridad durante una celebración masiva en la que abundaban la sobreexcitación y los gritos. Eran fuegos artificiales que enmascaraban lo que ocurría. La vida y la muerte al mismo tiempo. Esa situación de desesperación en medio de un festejo fue la primera imagen que me asaltó. Y después, un dibujo que tracé -yo uso cuadernitos- y redondeaba el espíritu de la película: el de una persona en estado descomposición interna, fragmentada, arrojándose en un torbellino. Ahí definí la historia de esta joven policía que se lanzaba en una espiral de destrucción tipo… y no puedo spoilear más.


Alumno secundario de la Escuela Técnica ORT recibido en la Universidad del Cine, lleva veintidós años como director.

Sí, sabe el bonaerense nacido en Ramos Mejía un 9 de julio de 1975, pareja de la actriz, dramaturga y directora de teatro María Marull, y padre de Rosa y Eva, “que todo el mundo pronto asociará este thriller con clásicos de los Noventa como Se7en: los siete pecados capitales (1995) o El silencio de los inocentes (1991). Aunque en lo personal también le trazaría un mundo paralelo con Rambo (1982)…”
–¿Rambo: primera sangre, de la saga de Sylvester Stallone?
–Exacto. John Rambo es malo, un ex boina verde que acaba de volver de Vietnam, recibe el desprecio de la sociedad y confronta a la ley. Y eso lo va forzando a una especie de carrera de destrucción cada vez más irrefrenable. Amo aquella película. Después sumaría Al filo de la sospecha (1985), con Glenn Close y Jeff Bridges, un thriller hecho y derecho, como otro que no me olvido más y disfruté en el Atlas de la calle Lavalle, cine del que salí muy eufórico y revolucionado tras ver Sin salida (1987), de Roger Donaldson: el tono, el ritmo y el entorno de un thriller y al mismo tiempo un drama con juegos de poder… Siento que en Misántropo hay bastante de esto.

En Los simuladores (2002).
Para Tiempo de valientes (2005).
A la cabeza de Hermanos y detectives (2006).
Relatos salvajes (2014).


–¿El corazón de Misántropo es la relación laboral entre los policías Eleanor Falco (Shailene Woodley, heroína de la saga Divergente) y Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn, con apariciones en Rogue One, Robin Hood, Capitana Marvel…), verdad?
–Si la querés reducir, seguro. Y todo lo que pasa en esa institución, o sea, las razones por las que estos dos tipos no pueden hacer el trabajo que deben hacer. Eso es lo que a mí más me interesa. Hablo de las distracciones, los desvíos, la pugna de cargos y responsabilidades. Hay una frase importante. Cuando él señala: “Necesito colaboración, no competencia. Es insoportable estar haciendo algo esperando que tus pares te traicionen”. O tenés jefes que quieren mostrar resultados, aunque no sean verdaderos. Siento que se trata de cosas que vi en estudios de Hollywood, en corporaciones… La gente está loca de atar. Lo noto ahora por ejemplo en plataformas, donde permanentemente hay reducción de personal, los empleados se matan para conservar su trabajo, y muchos, bajo el gobierno del miedo más que del deseo. Como que no quieren cometer errores, sino hacer las cosas bien atentando contra la creatividad. Y te lo dice alguien al que le importa todo. O sea, yo me tomo en serio mi trabajo. Esto no es sólo una fuente de ingreso en mi vida. Lo hago porque me gusta. Aunque a mí me cuesta llamarlo trabajo porque…

Prácticamente no hay buenas películas basadas en series exitosas llevadas adelante por el mismo equipo. Entonces es todo un desafío el regreso de 'Los simuladores' a un mundo que cambió por completo y ahora tiene redes sociales, internet, algo más complicado. No hay apuesta segura. Igual, las ideas que vengo procesando me tienen entusiasmado. Pese a que son difíciles de plasmar y expresar tal como están siendo concebidas, vamos avanzando en eso (Szifron)


–Es lo que le da placer.
–Tal cual. Si yo tengo que asociarlo con la infancia, lo que hago hoy se parece más al juego que venía después de la escuela que a la escuela. El trabajo uno normalmente lo asocia a lo académico. Estudiaste en el secundario, después te especializaste y te empleás en esto. Lo mío viene directamente relacionado con el placer que yo sentía estando solo, jugando con el Playmobil, con los muñequitos de turno, imaginando historias. Sólo que ahora lo llevo a la cámara, con colegas, con actores y a otro nivel, de manera profesional. Pero mi responsabilidad es seguir jugando.
–¿Qué es dirigir?
–Uh… interesante… Dirigir para mí es…, de la forma en que lo veo es llevar a la mejor versión las cosas imaginadas. Yo escribo y dirijo, es decir, hay una gran porción de la dirección ya desde la concepción. Imagino la película, la veo, igual el guion. La pregunta sería, ¿qué es la imaginación? Las imágenes que produce tu cerebro. Veo el color, el sonido, escucho los diálogos, sé dónde entra la música de lo que produzco en mi mente. Todo va ocurriendo en la cabeza mientras escribo. Me voy a dormir, ¡y hasta sueño con escenas! Entonces se me arma algo parecido a una partitura.

"A mí el guion me marca los límites", afirma el bonaerense.


–La palabra “director” significa lo mismo para el cine que para la música. Usted incluso habla de su guion como “partitura”. Poético paralelismo, el suyo…
–Un buen ejemplo es pensar en Astor Piazzolla y en Leandro “Gato” Barbieri. Obvio, como artistas son muy diferentes, aunque ambos maravillosos. Piazzolla es que cada nota caiga en su lugar, la perfección, la premeditación y al mismo tiempo la inspiración. Y de pronto el Gato agarraba el saxo y te llevaba a las estrellas con su jazz. Yo, que me siento en un estilo más clásico, imagino que terminaré buscando eso. Hoy para mí la dirección pasa porque fluya de la mejor manera y muestre la mayor verdad. Varios directores toman al guion como un punto de partida: existe una base y una hipótesis, ahora veamos qué pasa. Es como que hay una invitación general a la improvisación. Para mí es al revés, el guion marca los límites. Yo me muevo dentro de él e intento que adquiera la máxima potencia, la máxima verdad, el ritmo más adecuado para que las ideas fluyan y lleguen del otro lado. No sé si te contesté qué es ser director para mí, pero…

En la cuenta regresiva al rodaje de Los simuladores.


–¿Pero?
–Te lo resumiría como la posibilidad de materializar historias, hacer algo con mis sueños, angustias y deseos. Si no fuera director explotaría, porque me quedaría con todo eso adentro sin poder procesar las certezas ni las contradicciones. Como en Misántropo, dónde se plantea hasta dónde hay una empatía con el antagonista y una antipatía con quienes representan la ley y se supone que deben velar por el bien común… Bueno, ser director, entiendo, es la posibilidad de expresar todo eso junto a través de una cámara.
 
Fotos: Gabriel Machado (@machadito_arte)
Edición de video: Cristian Calvani

Agradecemos a Diamond Films y a RF Prensa & Comunicación

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