El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, se encuentra nuevamente en el ojo de la tormenta, esta vez por la multitudinaria fiesta celebrada en los jardines de Downing Street en pleno confinamiento de 2020.
El evento investigado por la policía se realizó en mayo de 2020, cuando 67 millones de británicos quedaron imposibilitados de cualquier tipo de interacción social e incluso el propio primer ministro había quedado internado por contraer el virus del coronavirus tan solo un mes antes.
"Quiero pedir perdón. Sé que millones de ciudadanos de este país han hecho sacrificios extraordinarios durante los últimos 18 meses. Sé la angustia por la que han pasado, sin poder llorar a sus familiares, sin poder vivir su vida como querían o hacer las cosas que les gustan, y reconozco el enfado que sienten hacia mí o hacia el Gobierno que dirijo cuando creen que en Downing Street las reglas no las siguen los mismos que las hacen", dijo el primer mandatario arrepentido por sus actos ante las duras miradas de todos los integrantes de la Cámara de los Comunes.
Aunque buscando justificarse por su incumplimiento de las normas sanitarias dijo, "Creí que era un evento de trabajo pero debería haberlos mandado a todos adentro, incluso aunque técnicamente estaba en línea con las normas, millones de personas no lo verían así. No deberían haberse reunido ni afuera ni adentro"
Tras la confesión de Boris Johnson frente al Parlamento, la oposición solicitó su inmediata renuncia. La información sobre este evento completamente secreto fue revelada a través de un email filtrado a la prensa inglesa. El secretario particular del primer ministro, Martin Reynolds, invitó a un centenar de empleados a "disfrutar del buen tiempo" tomando "unas copas con distancia social" el 20 de mayo en los jardines de Downing Street.
Además en el email el funcionario aclaraba a sus invitados “traigan su propia bebida”, dando a entender que era una medida para salvaguardar sus vidas del contagio mundial. Por aquel entonces los ciudadanos que incumplian las normas impuestas por el Gobierno eran multadas e incluso podían llegar a ser imputadas por la justicia al convertirse en reincidentes. Por lo que el enojo entre los habitantes del Reino Unido es masivo.
