Esteban Lamothe: “Me gustaría actuar y dirigir hasta los 90 años, como Clint Eastwood” – GENTE Online
 

Esteban Lamothe: “Me gustaría actuar y dirigir hasta los 90 años, como Clint Eastwood”

En un alto de las grabaciones de La 1-5/18, la novela éxito de eltrece, desafiamos a su protagonista a responder, sin miedos ni tabúes, un hipnótico y vertiginoso pregunta-respuesta. ¿El resultado? Una serie de declaraciones inesperadas, una confesión, y una afirmación que lo distingue de sus colegas: “A mí no me interesa trabajar afuera. No es mi zanahoria ir tras una serie de Netflix en España y otra en Colombia”.
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Si tuvieras la posibilidad de hacer una película de tu vida, ¿cuál elegirías como primera escena?
–¡Uy!, es una consigna difícil. ¡Hay miles de opciones!, pero podría ser cuando me caí de un caballo, porque cinematográficamente quedaría bueno. O sino, tratando de encontrar la sede de la Universidad de Buenos Aires cuando recién llegué del pueblo (N. de la R: Esteban Lamothe, vivió hasta los 18 años en Florentino Ameghino, un lugar con menos de 10 mil habitantes, al noroeste de la provincia de Buenos Aires). O quizá podrían ser esos sesenta segundos vertiginosos antes de mi primera actuación. No sé, en mi vida pasaron muchas cosas para el comienzo de una película.

–¿Podría decirse que venís teniendo una vida digna de proyectarse?
–Absolutamente. Igual, entre nosotros, creo que todos tenemos una vida de película, más allá de lo anecdótico de qué le pasa a cada ser humano. La diferencia está en poder verlo y vivirlo.

–¿Siempre contaste con esa mirada contemplativa?
–Sí. Desde chico tuve claro que todas las vidas son lindas, dramáticas, feas, tristes, espectaculares. O sea, todos pasamos por todo, y no estamos siempre contentos ni siempre tristes. Así como nadie es solo bueno o malo.

–Y vos, ¿cómo sos?, ¿cómo te describirías?
–Como una persona trabajadora y responsable.

–Pero recién dijiste que “nadie es solo bueno o malo”… ¿No hay defectos en tu introspección?
(Asiente con la cabeza) ¡Cien mil millones!, y probablemente haya gente que pueda enumerar todavía más, pero yo asumo que algunos los debo tener negados, para poder sobrevivir.

–¡Como toda persona de bien!
(Ríe) Y sí. Pero bueno, soy como cualquiera: todos somos egoístas y a veces sentimos envidia y otros sentimientos feos.

Un amante de la vida

–¿Qué te provoca envidia?
–No sabría decirte, pero es un sentimiento feo y una palabra horrible que anda dando vueltas por ahí, que existe. Igual muchas veces ese desear algo que otra persona tiene y vos no, puede transformarse en algo piola, como un deseo.

–En cada cumpleaños pedimos tres deseos. ¿Hay algo que hoy anheles muchísimo?
–No. Bah. Muchas cosas.

–¿Y cuáles son las primeras que cruzan por tu mente?
–Poder pasar mucho tiempo con mi hijo (Luis Ernesto, 8), continuar trabajando de actor, tener salud, seguir conociendo personas y disfrutando de la vida y de todo lo que implica estar vivo. Es que me gusta mucho la vida, ¡es muy linda!

–¿Un hombre con varios placeres cotidianos?
–¡Un montón!: tomo maté, disfruto el café, me gusta caminar, entrenar, ver boxeo, comer con amigos, saborear una copa de vino y dormir…

–Rodando La 1-5/18, ¿no dormís cómo antes, cierto?
–Cierto. Ahora toco la cama y me desmayo. Es que estoy muerto, sin energías. La tira te produce un desgaste como por erosión, y cuando ya vas grabando el capítulo cien… se empieza a complicar. A eso súmale que en simultáneo vengo ensayando para incorporarme a la obra Desnudos, en reemplazo de mi amigo Luciano Castro. Llevo una década sin hacer teatro.

–¿Ya hay una fecha oficial para el final televisivo?
–Grabamos hasta el 15 de enero… Sé lo que estás pensando: durante dos semanas las grabaciones me van a coincidir con las funciones. Pero tengo claro que cuando terminé la novela y me quede solo con el teatro (hace un silencio, saboreando por anticipado el momento), voy a pasar a trabajar mucho menos tiempo… ¡y eso es bárbaro!

–¿Y extrañarás al Padre Lorenzo (N. De La R.: el cura villero que interpreta en ficción de eltrece)?
–Sin dudas. Es un trabajo que quiero muchísimo y con el que me comprometí en un momento especial. Le tomé cariño a la tira y al Padre Lorenzo, y no hay dudas de que voy a extrañar ir a hacer escenas como él. ¡Es que lo quiero! Pero así como estoy agradecido por lo que me dio, también es verdad que voy a tener ganas de hacer otras cosas…

–¿Por qué pensás que se vienen cruzando en tu camino estos roles que tienen que ver con la marginalidad (N. de la R.: en 2018 había formado parte de la segunda temporada de El Marginal, encarnando a Patricio Salgado)?
–¿La verdad? No lo sé. No encuentro una explicación. Pero sí, es así. Igual, en ambas historias mis personajes son de clase alta. O sea, dos chabones con plata que terminan entrando en este mundo: en El Marginal, Patricio va a preso por defender a la mujer que ama, y acá (mira a su alrededor la escenografía de 1.200 metros cuadrados que simula los pasillos de un barrio de emergencia) es Lorenzo quien decide ir a trabajar a las villas. ¡Igual, me parece que hay algo ahí, eh! No te lo niego.

–¿En qué sentido?
–En que debo transmitir algo medio callejero, o debo dar un poco las dos cosas (eleva sus hombros).

–¿Tus papeles provocaron que las personas se vuelquen a acercarte sus historias a través de las redes sociales?
–Sí. Hay mucha gente que me escribe contándome cosas íntimas, como también hay miles que me mandan fotos porque se ven parecidos a mí. ¡Y muchos lo son! (se tienta). Hay unas fotos increíbles. Las redes sociales pueden ser muy divertidas.

–Muchos usan algunas, como Facebook, para reencontrarse con sus compañeros de colegio. ¿Qué piensan ellos de todo lo que lograste?
–¡Se ríen! Es que no lo pueden creer ¡ni entender! O sea, no les entra en la cabeza ni les dan las cuentas, porque yo no quería ser actor. Además, en mi pueblo yo era un tipo que andaba divirtiéndose y haciendo macanas.

Su pasado como músico



–¿Te da nostalgia hablar de tu vida de pueblo?
–¡Cero!, no soy una persona nostálgica. O sea, me encanta haberme criado ahí porque fue fundamental para mí y para mi formación como persona, actor, amigo y novio. Pero me gusta mucho Buenos aires, hoy soy actor, y en un pueblo no hay mucho para hacer. Tampoco lo había en otra época, cuando toqué en una banda.

–Está muy de moda el tema de los actores/músicos: ¿Volverías a tener una banda?
–No, porque toco horrible. Sería malo para mí y para la banda. En realidad, ¡no sería bueno para nadie! (tira la cabeza hacia atrás y esboza una sonrisa) Es que me conformaba haciendo, cada tanto, unos festivales que se llaman Rucho Fest y mezclan hip hop o trap con música rock. Pero hace bastante que no los hago: me cansé un poco de la música. Bah, de mi música, porque tengo muchos amigos músicos, voy a recitales.

–¿Tendrías una novia cantante?
–¡Sí! Bah, pará, por favor no pongas de título que quiero tener una novia cantante. Y sí, yo tendría una novia cantante, una arquitecta, una que sea cajera del Coto… ¡la que me guste! Cuando te enamorás, te enamorás.

–¿Ahora en qué momento sentimental dirías que estás?
–Estoy solo, en esa etapa de la soltería en la que uno todavía se encuentra dentro de una especie de limbo. Y, como tengo más tiempo libre, me estoy dedicando a otras cosas y a ver a mis amigos, que son muchos. Yo, posta, soy como Roberto Carlos, tengo un millón de amigos. Y en estos meses no vi ni a un cuarto de los que quiero ver.

–Durante una entrevista una vez contaste que tu primer recuerdo de las novelas estaba asociado a tu abuela, porque con ella veías Café con aroma de mujer (1994) y otras ficciones protagonizadas por Verónica Castro. Tu abuela, ¿llegó a verte a vos en la tele?
–No… mi nona Antonia no me vio. Y tampoco me vio en lo de Mirtha Legrand, ¡y era fanática de ella! Se hubiera puesto re feliz. Ella falleció cuando yo tenía 31 años. Éramos muy cercanos, porque yo en la adolescencia, en cuarto y quinto año, viví con ella. Bah, ahora que lo pienso, quizás no hubiese podido entender cómo terminé siendo actor. La hubiera sorprendido ¡y divertido! mucho que lo fuera, ya que parecía imposible.

–Tus compañeros, tu abuela… Casi que pienso que no lo podés creer ni vos.
–Noooo, yo sí, porque confiaba a full en mí. Lo que pasa es que no fui un niño estimulado hacia el lado de las artes. Incluso, había un grupo de teatro en mi pueblo y yo ni iba. Era más salvaje. Estaba en otra.

–¿Y cuál fue ese momento en que se te ocurrió dedicarte a la actuación?
–¡A mí no se me ocurrió, eh! Yo estudiaba Narrativa y artes combinadas, y dentro del curso hubo una clase de teatro en la que el profesor me dijo que actuaba bien. Creo que fue después de un ejercicio en el que hice de perro, porque nos tocaba hacer de un animal. ¡Y yo no sabía lo que era que me felicitaran! O sea, a mí en la escuela nunca me felicitaban. Así que después de escuchar eso, me copé y me anoté en un curso de teatro de Cristian Drut, ¡y a él también le gustó lo que hice! Probé con otro profesor, ¡¡y lo mismo!! Estaba claro que era un espacio en el que tenía aprobación. Y abracé con fuerza eso que la vida me regaló.

–Muchísimos se van a sorprender al saber que todo nació por un elogio.
–Sí. Fue gracias a que escuché lo que me decían, y a que me mostré flexible y disponible. ¡Se ve que tenía muchas ganas de que me pasara algo! Pero no sólo eso: también me animé. Son tantos los que preguntan (pone voz de denso):“Ay, ¿cómo se hace para ser actor? ¿Y para llegar? ¿Tengo que hablar con Suar o Tinelli?”. ¡Y no!, hay que seguir el deseo e intentar hacer las cosas que te gustan. Yo me juntaba con mis compañeros de teatro en el living de una casa y montábamos obras, y después hacíamos funciones. Y me fueron viendo de a poco… Pasa que a la gente le gusta lo espectacular. Decir “vino del campo con un taparrabos, colgado de una liana, y lo vio un productor en la vereda”. Hay algo del exitismo y de lo espectacular que no hay que vendérselo a la gente, porque después se decepciona.

–¿Dirías que te molesta cuando te “venden” como el actor que fue mozo?
–No, eso está bien, porque es verdad: yo trabajaba en la parrilla La Caballeriza de Puerto Madero y ganaba plata, era un privilegio. Pero a los chicos hay que decirles que estudien, que entrenen, que flasheen, que se comuniquen, y que no esperen el gran golpe de suerte. Porque yo tampoco lo tuve. Cuando me vieron en El estudiante, ya había hecho unas siete películas independientes chiquitas y unas ocho o nueve obras de teatro dentro del circuito off independiente de Buenos Aires.

–¿A tu hijo, Luis Ernesto, le hablás de estas cosas?
–Un poco. Trato de no darle información de más, porque me gusta que él solo vaya aprendiendo… Si tiene dudas o preguntas, estoy para ayudarlo a entender, obvio, pero hay cosas que ni yo sé cómo son.

–¿Lo ves parecido a vos de chico?
–Mmm… no. Pero porque yo me crié en un pueblo con muchos hermanos –somos cinco– y era de otra clase social. O sea, mi hijo no es rico ni nada por el estilo, pero es de clase media. Su mamá (Julieta Zylberberg) tiene una casa, su papá otra, su obra social es buena, juega con una PlayStation… mientras yo no contaba con nada de eso.

–Sin embargo, rompiste con lo que otros imaginaron que iba a ser tu futuro. Hoy, a tus 44 años, y con más de quince en pantalla, ¿te gustaría probar suerte afuera?
–No. No me interesa. Es que hay muchos directores y directoras de cine y de obras de teatro argentinos con los que todavía no trabajé. Si viviera hasta los 90 años y estuviese dentro de mis capacidades actuar, porque mi cuerpo me lo permitiese, ya no me alcanzaría el tiempo para compartir proyectos con todos los que quiero. Entonces sería angurriento pensar en el afuera.

–¿Y qué pasa si te llaman?
–Bueno, sí ocurre porque alguien me vio y fluye, no le daría la espalda a una oportunidad. Pero de ninguna manera estoy pensando “uy, tengo que hacer una serie en España de Netflix y otra en Colombia”. ¡Eso, cero! No es mi zanahoria.

–Revelaste algo interesante: si tu cuerpo te sigue acompañando, ¿te vamos a ver actuando?
–¡Sí!, me gustaría actuar y dirigir hasta los 90 años, como Clint Eastwood. De hecho, ahora mismo estoy escribiendo un guión y buscando fondos para filmarlo. Y ya tengo otro escrito que quiero dirigir.

–¿Los vas a protagonizar, también?
–Uno, seguro que sí. El otro todavía no sé.

–¿Y sabés el nombre de quienes te van a acompañar?
–Tengo algunas hipótesis, pero todavía no puedo decir absolutamente nada: debería hablar primero con mis colegas, porque si se enteran por la revista GENTE, no sería muy prolijo de mi parte (cierra con frescura antes de saludar y levantarse: a pocos metros de distancia, Leticia Brédice y Agustina Cherri lo aguardan para grabar una nueva escena).

Nota: Kari Araujo
Fotos: Christian Beliera
Retoque digital: Gustavo Ramírez
Producción y estilismo: Mariano Caprarola
Producción visual: Sofía Esther Ortiz
Make up: Barbi Mencia, para Vero Luna
Agradecemos por el vestuario a Bowen London

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