Zaira Nara íntima: «Me alejé de todo para estar cerca de mí» – GENTE Online
 

Zaira Nara íntima: "Me alejé de todo para estar cerca de mí"

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En el campo descubrió “otra vida”. La maternidad y el confinamiento “replantearon el sentido del tiempo y la familia”. Hoy, la figura de Multitalent Agency comparte sentimientos, vivencias y lecciones de un año “introspectivo y de reinvención”, fuera del medio y en el rol de nueva empresaria “que cree en su país”. El amor “transformador” de Jakob y por qué no quiere casarse: “Sin firma, nuestra elección diaria es más legítima”. Las claves de la educación de Malaika y Viggo, “en libertad y con los pies sobre la tierra”. Y el proyecto con el que quiere regresar a la televisión.

Las noticias que llegaban de Europa eran, cuando menos, “aterradoras”. Finalizaba febrero y su hermana –desde Italia– le advertía: “Stockeate. Comprá comida y barbijos. No tenés idea de lo que es todo esto”. Por entonces Viggo, su segundo hijo, tenía algo más de veinte días, y ella un angustiante interrogante: “¿Qué será de nosotros?”. A setenta y dos horas de iniciadas las clases decidió retirar a Malaika (4) del Jardín alemán, “por si alguna familia venía del extranjero”. A su bagaje de temor e incertidumbre sumó algunas pocas pertenencias e inició un trip familiar hacia “la auto-cuarentena” en el campo bonaerense de Jakob von Plessen (40), situado a una hora de Mar del Plata. Zaira Tatiana Nara (32), que ya había descubierto –en convivencia con un “aventurero”– su “docilidad para la adaptación a cualquier circunstancia”, estaba a punto de confirmar su “don de dar valor a lo más sencillo” y convertir –“para siempre”– una circunstancia en estilo de vida.

–¿Qué lección trajo el confinamiento?

–La de la redimensión de lo trascendental. Aprendí a bajar el nivel de ansiedad. Vivía pendiente de una grilla, de tal cita, del contrato, de la foto... Hoy, el lujo que valoramos es el de lo simple. Claro que disfruto de mi trabajo, pero no tengo el foco puesto en ser un poquito más popular, más exitosa. Ya nada le ganará al tiempo de familia, al hacer dormir a mi hijo durante una caminata con aire fresco, al andar a caballo despeinados, al estar todos juntos en pijamas alrededor del fuego cuando baja el sol, ni al asado bajo las estrellas. Soy del “gracias” diario por esa posibilidad.

“No puedo enamorarme de este hombre, no va con mi vida”, es la frase con la que Zaira intentó “sabotear” un destino ineludible. Hace siete años, la diseñadora de la firma de ropa que la había convocado para protagonizar su campaña publicitaria le dijo, mostrándole una foto en el celular: “Quiero presentarte a este bombón”. Hablaba de Jakob, un guía de cabalgatas que por entonces vivía en una carpa itinerante por el continente africano, “entre leones y otros animales salvajes”. Para la chica de la tele –“demasiado citadina”–, el chat a distancia fue una instancia de prueba “y de remo, mucho remo de su parte”. Definitivamente “sí, era un bombón”... No obstante, “no sé si fue amor a primera vista, pero logró cautivarme”. Para 2015, Zaira había superado “algunas idas y vueltas” y finalmente quebrado cualquier –y asumido– prejuicio de incompatibilidad. “Juguémonos”, dijo, abriendo el juego que cambiaría su vida.

–Así fue que aprendiste a vivir en una “casilla” en el medio de la nada...

(Risas) Sí, porque en el Sur (San Martín de los Andes) la mayoría de las tierras son nacionales y está prohibido construir. Nuestra casilla estaba refaccionada, pero era tan chiquita que sólo nos servía para dormir y tomar algunos mates. Para todo lo demás había que salir. Y estando por allá vivimos mucho en sitios de campamento en medio de las montañas, donde Jakob hace sus travesías a caballo, que pueden durar más de diez horas con grupos de fanáticos experimentados de todo el mundo. Pero mientras estuve embarazada (regresaron tras el nacimiento de Viggo, el 2 de febrero) fuimos cuidadosos y alquilamos una cabañita con más comodidades.

–Será, en parte, el contexto en el que crecerán tus hijos. ¿Esto reformula las bases de su educación?

–Seguramente. Quiero que mis hijos sean conscientes de la diferencia de vida entre la ciudad y el campo, e incorporen lo saludable que es cambiar el switch. Porque esa conexión con lo simple, con lo natural, con lo familiar, hace que identifiquemos qué es lo que realmente interesa en la vida personal y laboral. En el campo no se necesita más que un par de botas si llueve. Ellos ven que allá no tengo más que tres prendas.

–¿El desapego material es parte de tu filosofía de mamá?

–Soy una pesada del “por favor, muchas gracias”. Y así como priorizo el respeto por la naturaleza y los demás, y el uso de su libertad, quiero que entiendan el valor de las cosas y que no todo resulte “porque sí”. Mali tiene otra realidad que la que tuve yo: de repente hoy, por mi trabajo, me tocan el timbre y llega la colección completa de un nuevo lanzamiento. No es el Día del Niño y ella recibe regalos... Es por eso que muchas veces, sintiéndome una villana, le escondo cosas para evitar el deslumbramiento diario de los obsequios. Hace poco implementamos el ejercicio de “los objetos más importantes”. Ella atesora cuatro fotitos que le gustan mucho, un par de zapatitos que le regaló su abuela y que estamos pensando donar... Objetos que aprende a cuidar con dedicación.

–¿Cómo se estimula la libertad en una hija de cuatro años?

–A ver... En casa hay reglas estrictas, como la del uso de la televisión o de la tablet familiar: sólo se usan media hora por día, por la tarde, después de bañarse, entre el momento en que me pongo a cocinar y nos sentamos a comer. Mali sabe que no puede pedirme ver algo a las dos de la tarde y que en la mesa, donde no están permitidos ni nuestros celulares, se charla. En ese contexto charlamos sobre los contenidos. Ella elige qué ver: por lo general, documentales de animales e historias de Barbie y unicornios. Por otro lado, me gusta que se vista como quiera. Va por ahí con un tutú por sobre la bombacha de campo... Ella se levanta y se arma el outfit del día. Tiende sus prendas arriba de la cama, como tantas veces la vio hacerlo a mi vestuarista antes de una producción.

–¿Ya podés vislumbrar su personalidad?

–Tiene una personalidad muy fuerte. Hace algún tiempo, un amigo de Jakob le hizo su carta natal y nos adelantó que sería una mujer que logrará lo que se proponga. Y a mí ya me asombra: es la persona más perseverante que conozco. Por ejemplo, si por la mañana le digo “chupetín, no”, por la tarde volverá a decirte: “Yo no creo que me haga mal comer uno”. Además es muy dulce, respetuosa y considerada... Siempre piensa en los demás. Si ve que alguien tiene una curita, enseguida me dice: “Má, preguntale qué le pasó, si está bien”. Además, es súper seguidora de su papá en la aventura. Bueno, y también un poco a mí... El otro día Jakob le dijo: “¿Vamos a cabalgar?”. Ella le respondió: “Sí, pero esperá que me maquillo”. Y volvió con la carterita donde guarda su espejito y su labial (risas).

–¿Cuál fue el último tema que se trató en el chat de tips y consultas de madres que tenés con Paula Chaves (36) y Mery del Cerro (35)?

–¡El 90% del espacio de mi WhatsApp lo ocupa ese chat! “Vomitó, ¿qué hago?”; “Le duele tal cosa, ¿qué le doy? (risas). El tema de hoy fue la noticia sobre la reapertura de los colegios. Desde hace tiempo charlamos sobre la flexibilización de las salidas. Paula vive a cuatro cuadras y Mery a cinco minutos de auto, así que siempre nos cuestionamos el hecho de vernos, porque nuestros hijos son muy amigos. ¿Hasta qué punto se los debe cuidar sin que eso afecte sus vínculos sociales, de pares? ¿Esto los afectará para siempre? No quisiéramos que crezcan naturalizando la distancia, el uso del barbijo como el de una remera o reemplazando un beso y un abrazo por un “hola” desde lejos.

Volvemos a su historia con Von Plessen, la que dio “otro curso” a su vida –o a su estilo de llevarla– más allá del amor. En términos de “los maestros” que resultan uno de otro, Zaira enumera algunos ítems concretos. “Desde chica me aboqué al trabajo frenético, al de hormiga obstinada. Primero para lograr comprarme mi primer auto. Luego mi primer departamento”, describe. “Él me enseñó a poner menos energía en el tener, en el aspecto material. Una vez, algo estresada, le dije: ‘Gordi, tengo que volverme a la ciudad por tal evento’. Me respondió: ‘¿Realmente te divertiría estar ahí?’. Contesto: ‘No...’. Insiste: ‘¿Entonces?’. Ese día me di cuenta de que había pasado la vida formateada por el no decir ‘no’ a nada”, cuenta. “Jakob tiene una calma que me enamora. Al lado de él me siento cómoda, confiada, acompañada. Me enseñó a disfrutar sin pensar demasiado, a quitarme los miedos”, asegura, antes de revelar sus aportes. “Es posible que lo haya encontrado a una edad en la que estaba abierto a ciertos cambios, pero yo traje cierto orden a su vida. No creo que estando entre fieras africanas imaginara que en cuestión de meses estaría leyendo un cuento para dormir a su hija. Lo ayudé a poner los pies sobre la tierra. Soy yo la del esquema diario, quien ordena, administra y le evita el caos a un hombre de aventura”.

¿Después de siete años Jakob y vos ya desestimaron por completo la idea del “matrimonio formal y legal”?

–Debo decir que en algún momento tuvimos alguna charla sobre casarnos en Austria, su país natal, aprovechando que mi hermana estaba cerca (en Italia). Algo íntimo y secreto. Pero nos ganó la maternidad. Desde muy chica quise ser mamá joven. Y sentí que formar una familia, esta tribu que hoy somos los cuatro, es mucho más que la refrendación de nuestra pareja para “el afuera”. Soy muy fóbica al que me opinen y siempre tiendo a hacer un blindaje alrededor de mi familia. No me da eso de “a ver qué se puso” o “¿qué les dio de comer a los invitados?”... Qué sé yo, me da fiaca... En definitiva, Jakob y yo no necesitamos pasar por un Registro Civil: no nos haría ilusión ni nos confirmaría nada.

–En otro momento (2011) estabas muy decidida...

–Sí... (nos referimos a su boda trunca con Diego Forlán). Era muy chica y tal vez buscaba una seguridad que la pareja no me daba. Pensaba que la firma en un papel me garantizaría el amor para toda la vida. Hoy creo que es absolutamente al revés.

–¿Cómo es eso?

–El “no compromiso legal”, el hecho de que no haya una firma de por medio, nos hace tener otra conciencia del hoy y el ahora. Es como estar de novios de por vida, sabiendo que ante algún inconveniente uno hace el bolsito y se muda, sin trámites ni litigios. A ver... La sensación es la de no tener que hacer demasiado esfuerzo por si dejo de morir por él o él deja de morir por mí. La elección diaria se hace más legítima.

–Entre pañales y caballos, ¿cuál sigue siendo ese “mejor plan”, la cita innegociable, el juego de seducción entre ustedes?

–Ay, ¡extraño esos días de ponerme linda y salir a tomar algo por ahí!

–No creo que sea condición...

–No, claro que no. Lo más seductor de mi vida con Jakob es ser una mujer tan común como cualquier otra. Porque así es el hombre que encuentro en casa. En tiempos de la tele él nunca me vio llegar producida, porque suelo ir desarmándome en el auto. Nunca le hice “la novia divina”, producida o montada. Siempre me eligió al natural por sobre la de Instagram. A nosotros nos basta con el “buen día, mi amor” y el beso oportuno, la peli en la cama o la cabalgata compartida, y el que no nos dé lo mismo estar cerca que no estar. Hoy, nuestro planazo sería una hora y media de siesta profunda juntos, sin el “¡mamá! ¡papá!”. Hora y media, nada más... (risas). 

–El 24x7 de esta cuarentena –por más “romántico” o ideal que sea el escenario– muchas veces nos plantea un escape, un instante de soledad y conexión con uno mismo. ¿Cuál es el tuyo?

–No tengo una rutina espiritual, pero cuando identifico que es tiempo de un espacio, necesito estar un rato sola conmigo misma, le digo a Jakob: “Bueno, gordi, me voy a caminar”. Y así salgo, sin tecnología, despojada de todo. Ése es mi momento, mi cable a tierra, mi modo de meditar y autoanalizarme. Él lo entiende, nos lo entendemos. Caminar sola me ordena los sentimientos, me armoniza, evita que llegue el instante desesperado de “¡no aguanto más!”.

De “la fobia a la opinión”, la charla toma dirección hacia la popularidad, de la que Zaira dice haber aprendido “que nada es gratis” en cuestión de exposición. Y que, con el correr de los años, entendió su juego y hoy puede “acomodarla” a su nuevo presente. “La cuarentena también me enseñó que no es necesario ser noticia de un portal o tapa de una revista todos los meses. Que también está bueno cortar y desaparecer”, dice. Habla del límite que establece en el uso de las redes –“uno puede mostrar mucho, pero de lo que se quiere”– y de cómo protege la intimidad de una pareja que nunca eligió este medio, “pero respeta como nadie mi pasión por la conducción, por mi profesión”. Zaira asegura: “Trato de que mi vida mantenga cierta incógnita. Jamás haría de mi casa un ‘Gran Hermano’. Resguardar ese aspecto es, para mí, cuidar la relación”.

–En términos de la exposición, hablemos del precio de ser hermana de Wanda (33). ¿Cómo se sobrevive a ese antagonismo?

Wanda es un torbellino de titulares: estornuda y es noticia. Tal vez “el precio” que padezco es el pedido de opinión por todo lo que ella diga o haga. No soy su vocera ni mi misión es explicar cada uno de sus actos. Son personalidades, elecciones, códigos distintos. Ella puede subir una foto usando la última cartera de marca en un jet privado, pero en su círculo, en su modo de vida, no es exagerado, ni raro, ni está mal. Es su sello. Nos respetamos a muerte, y si tengo que ubicarla por algo jamás lo haría en un plano mediático. A pesar de este antagonismo de formas, para mí no hay mejor consejera que ella. Nos llamamos a cualquier hora para desahogarnos, para apoyarnos, para acompañarnos. Es vivísima, inteligente, siempre un paso más allá con su mirada. Tan tolerante y cuidadosa de evitar cualquier conflicto, para mí su lección siempre fue: “Zai, hacete respetar”. Es mi maestra para fijar límites, para valorarme, para lograr una resolución rápida y sencilla de cualquier tema en la vida.

–¿Cómo recibiste las críticas que apuntaban contra tu hermana sobre la supuesta “sexualización” de sus hijas en redes sociales?

–En lo personal desestimé el tema y nunca fue charla entre nosotras. Nada me divierte más que ver cómo Isabella (3) y Franchu (Francesca, 5) se maquillan y hacen sus tutoriales como lo haría cualquier otra nena –tal vez hija o sobrina de quienes critican...–. La diferencia es que ellas lo hacen usando una remera Gucci y eso pareciera molestar mucho más.

Respecto del conflicto desatado entre ella y tu papá (Andrés Nara), ¿qué tan difícil resulta mediar o intentar conciliar entre ellos?

–Tuve momentos de tratar de generar la mediación... Me di cuenta de que no era una situación ni una posición compatible con mi personalidad. A mí no me gusta “convencer” a nadie sobre lo que tiene que sentir. Y más cuando se trata de vínculos familiares, porque cada uno tiene su explicación para lo que le pasa y el modo propio de manejarse. Si papá me pregunta sobre Wanda le respondo, y viceversa. Pero no hago absolutamente nada como para producir un encuentro entre ellos. Entiendo la postura de ambos, tanto como que todo tiene un tiempo y voluntades que decido respetar. 

Wanda reprocha que desde el momento en que tomó la decisión de separarse de su ex, Maxi López (36), Andrés Nara tomó partido por el futbolista. Zaira se mantiene al margen de cualquier análisis profundo y sólo señala que no tuvo fricciones mayores en el vínculo con su padre: “Las especulaciones siempre superaron nuestra realidad”. Pero admite: El vínculo no volvió a ser el mismo. Tengo con él el distanciamiento lógico de cuando una familia se rompe”. Respecto del camino de exposición que Andrés parece haber elegido, en su última entrevista fue clara. “Nunca me planteé por qué se expuso mediáticamente, porque entiendo que el mundo del espectáculo te puede gustar a cualquier edad. Tiene algo de tentador que te pidan una nota. No me divierte verlo en ese lugar, pero sería incoherente hacerle un reproche por algo que yo también elegí hace tiempo”.

–Hablando de familia, ¿cómo acompañás la “transformación” de Nora, tu mamá? No me refiero sólo al cambio físico, sino también a su gran re-apuesta al amor.

–Ella se casó a los veinte años y tuvo veintiocho de matrimonio. Todo ese tiempo estuvo dedicada a “las nenas”, como dice. Desde que se separó, recién ahí empezó a pensar en sí misma, a creer que existe la posibilidad de hacer su vida. Y sé que se permitió hacerse cargo de su vida cuando entendió que las nuestras ya estaban resueltas. Hoy nos hace felices verla plena, haciendo lo que le gusta, viviendo en Cerdeña y recorriendo Europa con su novio Angelo (Molinari), un productor audiovisual italiano. Todavía siguen por acá...

–¿Quedaron varados?

–¡Sí! Mi vieja, madraza total, vino para acompañarme en los últimos días de embarazo y estar presente en el nacimiento de Viggo. Se desató la pandemia y no pudieron volver a Italia. Mis amigas se reían. Me decían: “¿Qué onda Norita? ¡Pasó de los lujos de Wanda a vivir en una casilla!” (risas).

El bucolismo no logra distraerla de la autogestión. Porque fue en el campo donde pergeñó Zaira Beauty, su línea de make up. Y desde allí sigue, además, representando a numerosas firmas a través de sus redes sociales. “Todos sabemos lo difícil que resulta hoy construirse como empresaria”, dice la figura de Multitalent. Mi home office es artesanal: me pongo la tarea al hombro. Estoy al tanto de si hoy se vendieron más paletas que el mes anterior. Me involucro y disfruto estar del otro lado y esta vez ser yo quien cite a las modelos para las producciones gráficas. Estoy sintiendo el crecimiento”,asegura. En charla sobre las dificultades coyunturales para la empresa, llegamos a un interrogante sobre una gran decisión respecto de su desarrollo profesional.

–Teniendo posibilidades muy cercanas de abrirte camino en Europa, ¿por qué nunca intentaste una carrera internacional?

–¡Mi hermana me lo dice todo el tiempo! Insiste: “Vengan a vivir acá”. Yo la extraño mucho, a ella y a mis sobrinos. Pero la verdad es que me gusta demasiado vivir en mi país. Ya no tengo dieciocho años para poner mi casa en alquiler y salir a probar suerte. Adoro la vida argentina.

–Sos del grupo de los crédulos...

–No dejo de estar dolida, angustiada. Siempre elijo seguir: trabajo, me doy la cabeza contra la pared, vuelvo a invertir... No hace tanto abrí una línea de ropa con una amiga y al poco tiempo debimos cerrarla. Como tantos argentinos, a veces digo: “En algún momento esto mejorará, vamos a salir”. Porque creo que la solución no está en Ezeiza. Si empezamos a irnos los que aún creemos en esta tierra, ¿quién quedará? 

Sin exclusividad con Telefe  –aunque querida por este canal, donde fue anfitriona de Morfi, todos a la mesa durante tres años consecutivos– y muy considerada por eltrece en estos últimos tiempos (según dichos de pasillo), Zaira dijo “no, gracias” a una “tentadora propuesta” del exterior cercano. “Este año surgió la oferta de hacer un ciclo desde Uruguay para Latinoamérica”, cuenta. “Pero no estaba dispuesta a desaprovechar este gran momento de conexión con mis tiempos de mamá. Es de manual decir ‘¡crecen tan rápido...!’. Pero es real”.

–¿Cuál sería la meta que te anime a este cambio de mood?

–Estoy con muchas ganas de hacer un ciclo semanal de entrevistas. Creo que sería el camino más seductor, entre otros proyectos, de cara a 2021. Entablar conversaciones que me permitan conocer mucho más a cada personalidad, sin el cronómetro de ir a la pausa o de pasar a otro bloque. Pero más allá de cualquier proyecto, mi meta es cuidar el tiempo de madre, no verme ni sentirme desbordada. Hoy me permito conformarme con ser sólo una anfitriona exitosa, con un lindo programa y reconocida por su trabajo. Ya no tengo la aspiración de ser la conductora número uno del país, ni estoy dispuesta a arrojarme a la vorágine del ser y el tener por sobre mi gran prioridad: la familia. Cualquier otro logro deberá acompañar.

Producción: Anita Korman & Eddie Rodríguez.
Make up: Meli Sklar para Frúmboli Estudio.
Pelo: Eddie Rodríguez para Frúmboli Estudio.
Agradecimientos: Zaira Beauty, Naima, Cibeles, Jipy Fondos, Loly Silvera, Cami Delellis y Multitalent Agency.
Fotos y retoque: Gentileza Lara Mayorano.

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