Patricia Sosa revela cómo tras un «avistaje de naves extraterrestres» decidió convertirse en vegetariana – GENTE Online
 

Patricia Sosa revela cómo tras un "avistaje de naves extraterrestres" decidió convertirse en vegetariana

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A los 63 años y a poco de lanzar su disco Folclore– la cantante que pisó miles de escenarios- repasa su camino artístico desde que decidió dejar la carrera de arquitectura especializada en urbanismo para seguir la de la música. Además, revela cómo el divorcio con Oscar Mediavilla reinventó la pasión entre los dos.

Su look: Chaqueta y falda de Panni Margot, accesorios Carmen Steffens y zapatos Luz Príncipe

"Yo tenía claro que iba a ser arquitecta hasta que un día, dando Diseño 4, encontré a un compañero haciendo un dibujo a mano alzada de una cosa que se le acababa de ocurrir para un proyecto en el que yo había estado trabajando un mes. Cuestión que a él lo contrataron y yo me saqué un cinco... Ese día choqué con mi mediocridad y fue como estrellar un auto a 100 kilómetros por hora. Así que estando en quinto año de la facultad decidí dejar la carrera y empezar a pensar en serio en mi hobby: la música”, cuenta Patricia Elena Sosa (63), la cantautora argentina que ya perdió la cuenta de la cantidad de discos que tiene publicados y que se dio gustos que jamás había soñado, como cantar para la familia imperial en Tokio, para el papa Francisco en Roma y para cuatro millones de personas en el Festival Mundial de la Cultura por la Paz, que se celebró en la India.

–¿Cuánto pasó desde que abandonaste Arquitectura hasta que diste tu gran salto?

–¡Mucho! Yo dejé la carrera en 1978, arranqué con La Torre en 1981 –fui la primera mujer en la historia argentina en liderar una banda de rock– y pegué el salto cuando me largué como solista en 1990.

“Creo que el divorcio de tres años salvó mi matrimonio, porque en 1996, con Oscar (MedIavilla) ya no nos bancábamos más. hoy estamos noviando en casas separadas”, cuenta divertida Sosa.

–¿Qué te llevó a dejar una banda con la que habías compartido ocho años?

–La necesidad de probar cosas nuevas y de salir de las paredes del género. A ellos se los dije en Moscú, en un cuarto de hotel... Brindamos con vodka y al grito de “¡nasdrovia!” (“salud” en ruso) les comuniqué que me iba. No fue una buena noticia, pero ellos podrían haber seguido y no lo hicieron. Yo, por mi parte, dejé una seguridad económica y de convocatoria, y me fue difícil conseguir una compañía discográfica, porque me decían: “Mujeres ya tenemos”. Eso fue hace cuarenta años, y hoy seguimos luchando por un 30% de mujeres arriba de los escenarios.

–¿En estas cuatro décadas derribaste las paredes?

–Totalmente. Soy una rocker que canta lo que se le canta.

–¿Qué te hace una rockera?

–Mi manera de vivir, mi estilo de vida, cómo crié a Marta (Mediavilla, 30) en medio de las giras, la libertad con la que me manejo, que no me ata nada y que rompí las paredes tantas veces como quise.

“Nunca cantaría reggaetón. Jamás. Creo que las letras degradan tanto a la mujer que nosotras no deberíamos ni bailarlo”, sentencia la morocha.

“¡A mí me pasa cada cosa...!”, reconoce mientras le pone edulcorante a un té con bergamota. “Una vez, en un teatro de Córdoba, recibí una carta en algo que pensé que era ruso y a los veinte días descubrí que era idioma qom, el de los tobas. Cuestión que era de un pueblo chaqueño de poco más de cien personas, que se sentía morir porque un nenito había muerto por desnutrición, un adolescente se había intentado suicidar y no podían conseguir alimento. Me decían que rezándole al fuego escucharon a la distancia mi canción Y te amaré, y lo tomaron como una señal de que yo los iba a amar. A los tres meses me estaba yendo al Impenetrable chaqueño con veintisiete voluntarios y tres camiones, y terminé convirtiéndome en la presidenta de una fundación que dirigí durante diez años”.

–Hablás en pasado. ¿Qué ocurrió?

–Que ya no me da el físico para tanto. Le pasé la posta a la Organización Mundial de la Salud.

–¿Todo lo que hiciste te hizo crecer como persona?

–Absolutamente. Ordenó mis prioridades.

–¿Y el ego desapareció?

–Hace mucho que lo hice desaparecer. Diría que fue en 1996, año en que empecé a meditar y en que me divorcié (N. de la R.: De Oscar Mediavilla, 64).

–Con Oscar estás en pareja desde los dieciséis años. ¿Qué significó para ustedes esa separación?

–Creo que ese divorcio de tres años salvó mi matrimonio, porque ya no nos bancábamos más: mucho laburo, mucho éxito, mucha cosa. Y hablando de productor a artista nos olvidábamos de nosotros. Igual, ahora ya hace veinte años que estamos juntos de nuevo. Eso sí, cada uno en su casa.

–¿Y cómo dirías que están?

–Perfecto, ¡noviando!

La solista este 24 de octubre presenta Folclore, su último disco que compila doce temas que sonaban en su casa de la infancia. ¿Su look dorado? De Carmen Steffens.

El próximo 24 de octubre Patricia, la mujer que tiene trescientos alumnos en la escuela El Templo de la Voz y que considera a la música como “una compañera”, presenta Folclore, su último disco, que la traslada a paisajes de su niñez. “Es que en mi casa siempre hubo un ambiente de peña, porque mi tío Ricardo tocaba la guitarra, mamá bailaba y sus otros hermanos cantaban uno mejor que el otro. ¡Era tan lindo escucharlos...!”, comienza recordando la mujer que a los cinco años cantaba Zamba de mi esperanza y Sapo cancionero en el zaguán, y que en el secundario armó una banda de folclore llamada Grupo Vocal Azurduy. ¿Algo que le gustó? “Que todos los cantantes reconocidos del folclore me dieron la bienvenida con mucha alegría. Me trataron como alguien que le iba a hacer un homenaje a su música. ¡Eso me gustó mucho! Porque yo no soy una folclorista: sigo siendo una rocker”, dice la artista que recientemente grabó once clásicos y una nueva apuesta, Zamba y acuarela.

Patricia Sosa grabó Luna Tucumana con Marián Farías Gómez.

–¿Hay algún género musical que no veas con buenos ojos?

–Nunca cantaría reggaetón. Jamás. Primero, porque las letras degradan a la mujer a tal punto que nosotras no deberíamos ni bailarlo. O sea, es como que estamos diciendo “¡basta!” a un montón de cosas y no estamos analizando lo que pasa por el oído. Y segundo porque no me da la cadera... ¡A esta altura del partido me quiebro! (ríe)

–¡Y eso que no parecés de 63...!

–Pero los tengo, bien cumplidos y bien vividos.

Patricia y Oscar, los padres de Marta Mediavilla (30, trabaja como actriz en Loop amor sin fin –El Método Kairós– y Chicas católicas –Picadilly–) ya le dieron el “visto bueno” a Nacho Zabala, el novio de su heredera, que es clown. “Si quisiera casarse, nosotros ya lo aprobamos”, comentan.

–¿Llevás mucho tiempo siendo vegetariana?

–Diecinueve años. Empecé en el 2000, el día en que subí a una montaña a las doce de la noche con una contactada y dos amigas y tuvimos un avistaje de naves tremendo: ¡vimos como veinte! Fue hermoso, hasta les canté a las naves. Pero cuando nos estábamos yendo, a las cuatro de la mañana, había una bruma tremenda que no nos dejaba ver y pensé: “¡Dios mío! ¡Que se prenda algo, porque nos vamos a caer todas por el precipicio!”. En ese momento, una nave iluminó todo el camino y la mujer me dijo: “Deberías dejar de comer carne, porque tiene una toxina que inhibe la telepatía”, a lo que le respondí “¿vos me escuchaste?” y ella se rio. Y honestamente, yo no le di pelota, pero a los pocos días fui a un asado y no tuve forma de comer. ¡Para mí que me implantaron un chip, porque no puedo...!

–¿Es verdad que tenés una casa en Capilla del Monte?

–Casi. Es en Dolores, a cuatro kilómetros, y es mi lugar en el mundo, porque ahí me desenchufo, medito y tengo avistajes.

–¿Hay algo que te quede por hacer?

–Me gustaría hacer más cine –hice tres películas–, más discos y más dúos.

–¿Cantás todos los días de tu vida?

–Todos. Es que hablo con mis chicas, como les digo a mis cuerdas vocales, y siempre sale una canción.

Fotos: Alejandro Carra y Gentileza Patricia Sosa.
Producción: Laura Medina Flores.
Pelo: Yvana Cella Beltrán.
Make up: Cholu Di Mola.
Locación: 1828 Smart Hotel.
Agradecimientos:  Panni Margot, Carmen Steffens y Luz Príncipe.

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