Nicole: «No es fácil toparse con una mujer como yo: tan animal, tan ‘ley de la selva’, tan leona, dispuesta siempre a la lucha» – GENTE Online
 

Nicole: "No es fácil toparse con una mujer como yo: tan animal, tan ‘ley de la selva’, tan leona, dispuesta siempre a la lucha"

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"Ante la mínima “rareza”, me alejo de inmediato. Pero a mí nadie me quita esa ilusión. Soy una eterna soñadora. Sigo soñando con el Príncipe Azul".

Cuenta que el pasado mes de marzo, cuando puso fin a su última relación (con Matías Tasín), una de sus hijas dijo: “Bueno, ya sé qué hay que hacer. Ahora vas, le das un beso a papá y vuelven a estar juntos”. Revela Nicole, dando cuenta de la inevitable fantasía de los hijos de padres separados. Entonces volvió a tener una charla con ellas: “No, gordas. Eso tampoco pasará. Papá y mamá tuvieron una linda historia juntos que ya se terminó”.

Sin detalles, claro, de un lado B que le exija regresar a su eje diariamente. A veces, una tarde en silencio junto a sus animales resulta terapéutica, como lo son las sesiones de yoga Ashtanga y los –al menos– diez minutos de meditación: “Eso evita que mi mente se vaya lejos, complicándolo todo”.

–¿Habrá un antes y un después en el modo de idealizar el amor?
–¡Para nada! Siempre tendré resto para el amor. Nada me gusta más que sentirme enamorada. Reconozco que aún estoy “precavida”, como “blindada”, demasiado selectiva con quien se acerca. Ante la mínima “rareza”, me alejo de inmediato. Pero a mí nadie me quita esa ilusión. Soy una eterna soñadora. Sigo soñando con el Príncipe Azul. Sigue entusiasmándome la idea de familia completa con un compañero de vida. Porque a mí la vida me gusta acompañada: viajando de a dos, mirando tele abrazada a alguien... Mientras tanto, estoy íntima de mi soledad. La recibo y la disfruto.

Nicole asume que el amor no es fácil. “Soy demasiado curiosa, inquieta, sumamente negada a cualquier zona de confort. Apunto a la excelencia, a aprender de a dos. Mi psicóloga me dijo alguna vez: ‘Las parejas subsisten cuando los dos evolucionan juntos, a todo nivel’. Aún no encontré con quien lograrlo. No es fácil toparse con una mujer como yo: tan animal, tan ‘ley de la selva’, tan leona, dispuesta siempre a la lucha. Una mina en busca de un macho alfa posesivo, que sepa plantar límites y protegerla cuando deba”, describió en nuestra última charla.

"Me gusta el hombre que no se achica porque tengo un “nombre” o porque trabajo en un medio en el que todo se hace público. Con mucha espalda para entender que la intimidad es relativa en la era de los smartphones"

–¿Quién podría reenamorarte hoy? 
Me gusta el hombre inteligente, con sentido del humor, activo y resolutivo. Porque yo me crié autosuficiente, con iniciativa, siempre muy “para adelante”, con un costado masculino muy marcado. No es fácil seguirme el ritmo: no todos están a la altura. Cuando alguien no lo logra es un “bye, te quedaste muy atrás”. ¡Y atrás también quedó la libido! (risas). Ser la capitana natural de la relación suele nublar la vista de quien tengo al lado, que no ve que también yo necesito contención. Por eso sigo en busca de un hombre perceptivo, protector, que sepa decirme “pará Nikki, bajá un toque” y me abrace fuerte. Un tipo que no le tenga miedo a la aventura. Ya pasé mucho tiempo reprimida, sin alas. Y al ser muy visual, me enamora el tipo con ese “clic” en la piel. Esa energía en el roce que no es tan frecuente. Me gusta el hombre que no se achica porque tengo un “nombre” o porque trabajo en un medio en el que todo se hace público. Con mucha espalda para entender que la intimidad es relativa en la era de los smartphones. Y por sobre todo, hoy priorizo a los ajenos al showbiz. Preferiría a alguien que haga de su vida algo interesante que dispare mi admiración. No me gustan para nada los tipos que se sienten atraídos por una cámara, por su propia imagen... ¡please! 

Volviendo a los instintos salvajes, ¿cuál se despierta en materia de hombres?
–Mmm... (piensa). Ahí despunta la intuición más aguda. Soy muy intuitiva. Con sólo cinco minutos de charla puedo darme cuenta de quién es y qué siente la persona que tengo enfrente. Y cuando bajo las defensas e ignoro ese sexto sentido, más tarde me reprocho: “¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no te escuchaste, si lo supiste desde el primer instante?!”.

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