Viste jeans, un suéter y una remera de algodón. Carga una billetera roja de Betty Boop bastante usada, las llaves de su auto y un celular blanco poco sofisticado. No trae maquillaje, otro signo que marca el estilo de la chica que nació en Ramos Mejía hace 32 años. “Lo que hay es lo que se ve”, define. “Soy auténticamente así”, agrega Eugenia Tobal, quien trabaja en la tele desde 1994, cuando con la pregunta “¿Y con Yamila qué hacemos?” debutó en Montaña rusa. Desde entonces hasta ahora pasó por Alas, Gasoleros, Primicias, Ilusiones, El sodero de mi vida, 099 Central, Malandras, Padre Coraje, Mujeres asesinas, Se dice amor y Sos mi vida, hasta llegar en el 2008 a Mujeres de nadie (lunes a viernes a las 14.30 por Canal 13).
–Empezaste en Mujeres de nadie en su segundo año, tras haber rechazado la propuesta en el primero. ¿Fue una revancha?
–Puede ser. Adrián (Suar) me había llamado, pero el año pasado mi prioridad fue el teatro. Hice Arlequín (dirigida por Alicia Zanca en el Teatro de la Ribera), que demandó tres meses de ensayo y tenía una gran exigencia física. Hubiese sido muy tortuoso para todos haber hecho las dos cosas.
–¿Seguiste la historia como espectadora?
–No es un hábito mío sentarme a ver televisión, y menos a la tarde. Hice cine además de teatro y aproveché para estudiar. Tomé clases de inglés y de canto.
–¿Por qué canto?
–Hace siete años que estudio canto como complemento de la actuación. Es una manera de educar la voz, aprender a proyectar para el teatro, modular y decir bien. Si me toca un papel en el que deba cantar, al menos podré decir: “No sé si voy a cantar bien, pero por lo menos no haré un papelón”.
–¿Participarías en Cantando por un sueño?
–No, no, no. No me veo ni a patadas ahí. Me divierte un poco verlo, y punto. Me llamaron para el primero, pero creo que lo hicieron con todas las actrices. No les habría resultado conmigo; no soy tan divertida. En pantalla estoy acostumbrada a componer un personaje, a no ser como en la vida.
–¿En esta producción de fotos fuiste Eugenia o un personaje?
–No tengo problemas con mi cuerpo, pero aun así me cuesta posar. Interpreté cada cambio de ropa jugando a no ser la que soy. Igual, trato de disfrutarlo. Hoy no existe ningún tipo de conflicto. Antes me planteaba: “¿Lo hago o no?”. Hay más insinuación que otra cosa. Para mí la seducción pasa por ahí: cuanto menos mostrás y más insinuás, más provocás. Los hombres ya están demasiado empapados de culos y tetas. Aparte, ¿para qué voy a mostrar, si no hay tanto?... No hay tanta cantidad, sí calidad.
–Al cuidar lo que mostrás, ¿no ocultás algo de lo que sos?
–No. Auténticamente soy así. Aburrida, quizá. Me costaría llevar adelante un personaje que no soy: en algún momento se cae. Mi mejor arma de seducción es ser auténtica. No podría ser otra cosa, ni mejor ni peor. Tampoco me va hacerme la femme fatale, aunque a veces me gusta jugar a serlo, como en las fotos o en un personaje.
–¿Por qué te definiste como aburrida?
–Bueno, porque soy básicamente normal. Me gusta divertirme, me atrae el humor en todas las personas, en los hombres sobre todo. No, aburrida, la verdad, no soy.
–¿Y qué sería “básicamente normal”?
–Mi vestuario. No podría andar con tacos todo el día. No me parecen cómodos, no los uso. Tampoco me maquillo demasiado y cuando lo hago, lo hago sola. Pero tengo habilidad con lo estético: maquillo a mis amigas, les corto el pelo... Hago cambios de look geniales: el otro día, a una que tenía el pelo por la mitad de la espalda se lo corté cortito, cortito. Es una de mis facetas ocultas.
–Volvamos a tu carrera. ¿En qué momento profesional estás?
–En el mejor. Soy mejor actriz que el año pasado y seguramente dentro de 15 voy a sentir que era pichi a los 32. La carrera no tiene tope. ¡Es tan amplio el abanico de posibilidades de interpretación...! Mi deseo es poder seguir siempre, como China Zorrilla o Lidia Lamaison.
–Hace cuatro años, el título de una nota tuya con GENTE fue: “Casi nunca cometo excesos”…
–Eso era hace cuatro años (risas). Después de esa nota empecé, y ahora no puedo parar. Creo que podría reemplazar el “casi” por el “a veces” (carcajada). No, no cambié tanto.
–Probemos. A ver: elegí dos pecados capitales y justificá tu elección…
–(Luego de repasar los siete)... La lujuria y la pereza. ¿Lo justifico? Vivo una noche de lujuria y luego elijo la pereza para relajar.
–¿Cuánto de lujuria y cuánto de pereza hay en tu vida?
–No tengo tiempo para ser perezosa. No sé disfrutar del ocio. Cuando estoy con tiempo, siempre busco algo para hacer.
–De la pereza no disfrutás... ¿y de la lujuria?
–Empecé a aprender después de los 30.
–¿Apenas dos años?
–¿No te dije que pensaba llegar a la edad de China? No soy muy lujuriosa, pero puedo ir aprendiendo, ¿no? Estoy más curiosa que antes.
–Toda una declaración...
–Toda una declaración.
Producción: Angie Ugarte
Arte digital: Gustavo Ramírez
Peinado: Male Raspor, para Glow!
Maquillaje: Melina Brescia, con productos Givenchy
Agradecimientos a Verónica de la Canal, Love Miuka, Ricky Sarkany, Burdel, Almacén de Belleza, Agostina Bianchi, Wanama, Beleidades y, muy especialmente, al Villa Julia Hotel (www.villajulia.com.ar)
Así se define Tobal. Y agrega: “Soy básicamente normal. Me gusta divertirme y me atrae el humor, sobre todo en los hombres”.
“No tengo problemas con mi cuerpo, pero aun así me cuesta posar. Igual, trato de disfrutarlo. Hoy no existe ningún tipo de conflicto. Antes me planteaba: ‘¿Lo hago o no?’”
“De la lujuria empecé a aprender después de los 30. No soy muy lujuriosa, pero puedo ir aprendiendo, ¿no? Estoy más curiosa que antes”
