«Yo sabía que me iba a casar con ella tarde o temprano» – GENTE Online
 

"Yo sabía que me iba a casar con ella tarde o temprano"

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Todo empezó, como se verá, por culpa de la Argentina. Allá por el 2000,
cierta decepción con el país llevó a Guillermo Vilas, por entonces de 47 años, a
una búsqueda. Una búsqueda profunda, interior, y al mismo tiempo, lejana. Pero
muy lejana. Pongamos Bangkok, Tailandia.

En esos días, Phiangphathu Khumueang, la hija de un comerciante tailandés,
tenía 17 años. O sea, era una joven mujer, que es justamente lo que significa su
nombre traducido al español.

-¿Qué te gustó de ella, qué te atrapó?, le pregunto a Guillermo, pasada la
una de la madrugada, en un momento de la larga charla que mantenemos en un café
de la zona de Port Maillot, muy cerca del Arco de Triunfo. El responde. Ella
escucha en silencio. Casi no hablará...

-Cuando la conocí justo estaba por viajar, pero ella no podía acompañarme.
Tenía que sacar el pasaporte y allá el tema de los papeles es un lío. Al final
logramos resolverlo, pero con una historia de película... por un papel que le
tenía que firmar la madre. Así que pensé: hagámosla corta. Entonces le dije: "Quiero
seguir viéndote. Tenés que venirte conmigo sí o sí. Vamos a Miami, de ahí a la
Argentina, vas a estar dos semanas, otras dos en Mónaco y después pasamos Año
Nuevo con el presidente de Head -la marca de raquetas- en Phuket, Tailandia. La
vas a pasar bien, de paso nos conocemos
". Qué sé yo qué cosas le dije. Es
que si no, yo sabía que la perdía. Al final lo hicimos: ella feliz, muy
contenta; yo también, y acá estamos...

Acá están, en París, a pocas horas de una nueva edición de Roland Garros, con
Guillermo Coria y Gastón Gaudio en todas las listas de favoritos. Y a pocos días
de haberse convertido en marido y mujer. Fue hace una semana, el lunes 16 de
mayo, en el consulado de Tailandia en Buenos Aires. Ese día, Guillermo y
Phiangphathu se convirtieron en marido y mujer por ceremonia civil. Entre el
reducido grupo de familiares y amigos -de él en su mayoría- había una presencia
especial, claro: la hija de ambos, Andanin (La Bella Mar), un año y siete meses
ya, parisina de nacimiento como contará.

Pero primero, ahí va esa historia de película de los primeros días de
noviazgo...

-Te decía, yo tenía que viajar sí o sí. No podía perder un avión que me
llevaba a Miami. Y como a ella le faltaba un papel firmado por su madre, tuvo
que hacer unos 600 kilómetros desde donde vive hasta Bangkok, y quedamos en
encontrarnos en una esquina. Pero justo esa fecha era el Día de la India, había
una gran fiesta popular y esa zona estaba toda cortada. Yo estaba con un amigo y
tuvimos que pedirle a un policía que nos ayudara a cruzar. Y con ella, a su vez,
nos íbamos ubicando por celular. Hasta que llegamos a una avenida, yo estaba en
mi auto, ella en el suyo, y no podíamos encontrarnos porque era contramano. Al
final, mi amigo salió a buscarla, tuvo que atravesar el mar de gente con la
valija sobre la cabeza, ella corriendo detrás de él, así hasta que al fin nos
encontramos y llegamos al aeropuerto rumbo a Miami; yo tenía que jugar, me
acuerdo, con Tracy Austin y Connors. Pero fue así como te lo cuento. De
película…

-Y esto del casamiento, ¿cómo lo planearon?
-Bueno, primero tuvimos la nena. Eso fue otro lío... Porque ella queda
embarazada y nuestra idea era ir a Tailandia. Ahí teníamos la nena, nos
casábamos, y todos contentos. Pero justo cayó una epidemia brava, así que nos
quedamos en Montecarlo. Entonces, me sale un contrato para ir a República
Dominicana, acepté, y nos quedamos ahí. Pero ella quería casarse en Tailandia,
porque allá están sus padres. Y primero por la epidemia, y más adelante, luego
del nacimiento de la nena, cae el tsunami, cuestión que por una cosa o por otra
no podíamos ir. A todo esto, hacíamos los papeles y cuando queríamos concretar
algún viaje ya habían caducado... Al final, estaba podrido. Así que me fui al
consulado tailandés en Buenos Aires, solucionamos los trámites que faltaban, y
nos pudimos casar en la Argentina. Nuestra historia de amor merecía este
casamiento. Estuvo mi madre, y ahora tenemos que decidir en qué fecha nos
casamos en Tailandia, para que participe su familia.

-Hablabas del tsunami. ¿Su familia está bien?
-Todos bien, por suerte. Pero me resultó curioso, porque todos los lugares
donde yo vivo están frente al agua. Siempre. O sea que cualquier tsunami me
hubiese agarrado, menos en Buenos Aires y acá. En Nueva York me hubieran tirado
el edificio a la m... porque estoy ahí nomás del Hudson, a diez metros. Y en
Montecarlo resido directamente en la playa.

-¿Sueñan con más hijos?
-Sí, pero no nos gusta planear en ese sentido. Las cosas llegan cuando
tienen que llegar... Yo sabía que me iba a casar con ella tarde o temprano, por
ejemplo. Como también estábamos convencidos de tener un hijo... Yo creo en las
intenciones. Cuando vos tenés una intención de algo, el momento en que lo hacés
es irrelevante, ¿entendés?

-¿Y cómo se te da la comunicación con la nena? ¿Mejor o peor que si fuera
machito?
-Siento que tengo una muy buena relación con mi hija. Y ella también -señala
a la madre-. La notamos inmensamente feliz. Como ser, ahora le gusta bailar el
arrorró, me pone las manos, yo voy, hacemos dos pasos y entonces empieza a
juntar toda la gente que haya en casa...

-Y con el idioma, ¿cómo están haciendo?
-Hablamos un poco de todo. Entre nosotros usamos el inglés, así hay un
idioma común. Pero también le hablo en español, por los amigos y la gente que
trabaja en casa. De hecho ya se está largando a hablar. Va diciendo cosas en
español. En inglés dice "baby" y en tai "cha", que allá se usa
para llamar a alguien, para reclamar atención.

-¿Andanin viaja por el mundo con ustedes?
-No siempre. Por ejemplo, ahora se quedó en Buenos Aires con la tía, la
hermana de mi mujer. Recién la veremos en tres o cuatro semanas.

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La charla se hará circular. Y después de pasar por el tenis, claro,
volveremos al punto de partida, al comienzo de todo. Y ahí, otra vez, se
filtrará entre líneas una clara sensación de decepción con el país. Ahora,
cuando Vilas habla de un flamante proyecto:

-Estoy preparando la Escuela Nacional de Tenis de Noruega...

-Ajá, qué bueno eso, ¿no?
-Qué bueno y qué triste. Me gustaría haberlo hecho en la Argentina. Yo
pensaba que después de mi carrera iba a tener programas de televisión, escribir
libros, grabar muchos discos, producir a otros músicos, tener un museo...

-Por cierto… ¿qué pasó con el de Mar del Plata?
-Pasó que yo pensaba que la ciudad, mi ciudad, lo iba a apoyar. Estaba todo
hecho, era fantástico, y de repente le buscaron la vuelta para que se cierre. Yo
no tengo que comprarme mi propio museo, ¿entendés? Esperaba que la ciudad
dijera: "No señor, este museo no se cierra, lo bancamos nosotros". Pero
no pasó. Así que ahora, ¿sabés qué?

-¿Qué?
-El museo me lo estoy haciendo en mi casa. Como tengo una de grandes
espacios, empecé a aprovecharlos. Y me estoy haciendo el que sé que nunca voy a
tener en la Argentina. Ya empecé. Incluso acá, en Roland Garros, me están
ayudando mucho...

-¿Esa decepción con ciertas cosas del país, entonces, es lo que te llevó a
buscar afuera?
-Me acuerdo que estaba acá, en París, y me puse a leer todas las cosas que
quería hacer y en la Argentina son imposibles. ¡Era una lista enorme! Y me dije:
"¿Por qué no me voy a vivir por el mundo?". La cuestión era dónde. Ya
había probado un par de lugares: Japón, China, pero no eran el lugar. Entonces
agarré un mapa, puse el dedo así, casi a ciegas, y le tocó a Tailandia. Si es
exactamente del otro lado del mundo, me dije, debe ser igual pero diferente. Qué
sé yo: en la Argentina comemos todo con carne, allá se comerá todo con arroz.
Así que me fui, la pasé bomba, y acá estamos...

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Y acá están. Juntos. Guillermo sigue hablando. Su esposa escucha. Hasta que le
pregunto.

-Y vos, ¿cómo definirías a Guillermo Vilas?
Entonces dirá en inglés, un inglés con marcado acento oriental, algo muy
simple de traducir:
-Es un hombre hermoso, muy agradable. Y sobre todo, una buena persona. A good
person
.

-Ves, eso me mató -señala Guillermo-. La primera vez que nos vimos me dijo
que yo era una buena persona, y me desarmó. Porque toda mi vida quise ser una
buena persona.

Guillermo y Phiangphathu pasean por las calles de París a una semana de haber celebrado su casamiento. Sueñan con darle un hermano a la pequeña Andanín. Pero las cosas llegan cuando tienen que llegar", le aclaró Vilas a GENTE.">

Guillermo y Phiangphathu pasean por las calles de París a una semana de haber celebrado su casamiento. Sueñan con darle un hermano a la pequeña Andanín. "Pero las cosas llegan cuando tienen que llegar", le aclaró Vilas a GENTE.

Vilas viajó también a Roland Garros para jugar un campeonato senior, como lo hace todos los años. Antes de partir, entrenó en Buenos Aires en el Vilas Club de Palermo. Y también se dedicó a mimar a su esposa y a su hija parisina Andanín, la que lo obliga a cantar y bailar el arrorró.

Vilas viajó también a Roland Garros para jugar un campeonato senior, como lo hace todos los años. Antes de partir, entrenó en Buenos Aires en el Vilas Club de Palermo. Y también se dedicó a mimar a su esposa y a su hija parisina Andanín, la que lo obliga a cantar y bailar el arrorró.

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