“Ya no creo en el amor para toda la vida” – GENTE Online
 

“Ya no creo en el amor para toda la vida”

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Estoy enamorada de Atilio. Lo extraño horrores, y por él me quiero volver a Buenos Aires. Este lugar es maravilloso, único, y estar tan cerca del mar me inspira y me permite crear. Pero quiero volver, para compartir caminatas por Palermo o escapadas al campo con mi perro maltés, que es mi gran compañero de estos momentos”, confiesa en las arenas de Paraíso de Mar, mientras camina descalza y sus huellas marcan un nuevo camino. Sabrina Garciarena es una chica común, sin rollos extraños. Nació hace veinticinco años y se crió en Ramos Mejía. Hace cinco que vive sola en Colegiales. En la pantalla –a veces– juega a ser la heroína sufrida de las telenovelas: una femme fatale o una niña angelical, según marque el guión. Pero “no me gusta que me rotulen, que me conviertan en estereotipo. Me encantaría que me llamaran para hacer una comedia o papeles más arriesgados”.

–¿Y en la vida te animás al riesgo?

–No, soy muy tranqui. Creo en el amor a full. Siempre estuve de novia, siempre intenté ir más allá del enamoramiento, y siempre fui de romances largos. Sólo tuve cuatro historias importantes en mi vida… (N. de la R.: el único del ambiente, el actor Pepe Monje).

–¿Y ahora y aquí?
–Nada. Hace seis meses que estoy sola. Te digo más: ya no creo en el amor para toda la vida, aunque soy una romántica fuera de moda…

–¿Cómo se entiende? Es una contradicción...
–No… Siempre fui de relaciones largas, como te dije, pero tengo un gran ejemplo para creer en el amor para siempre.

–¿Cuál? ¿Quiénes?
–Mis padres, Osvaldo y Susana. ¡Hace cuarenta años que están juntos, y se aman! Sin embargo…

–¿Qué?
–Hoy me cuesta creer en el amor eterno. Pero eso sí: tengo la fantasía de encontrar a la persona que me haga vibrar desde el primer día. –¿Qué hacés mientras tanto, mientras llega? –Estudio teatro, leo mucho. Me gusta escribir y me encanta armar la valija e irme de viaje. Y también salir con mis amigos. Soy muy amiguera, muy inquieta: no puedo parar…

–¿Qué cosas no faltan nunca en tu valija?
–Un necessaire con cosméticos… que nunca uso. Mucha ropa… que me pongo la mitad. Cremas, un libro y mi Blackberry, donde escribo todos mis pensamientos y sensaciones.

–¿Qué fue lo último que escribiste?
–Ayer era noche de luna llena, y me quedé escribiendo hasta muy tarde. Obvio: cosas relacionadas con el amor, con los sentimientos…

–¿Me jurás que no estás enamorada?
–Bueno, ¡siempre lo estoy!

–¿Entonces?
–Enamorada… pero del amor. Te lo juro: mi corazón no tiene dueño. Muchos hombres se me acercaron y confundieron mi buena onda con algo más, pero no voy a cambiar…

–¿En qué sentido?
–Creo en la amistad entre el hombre y la mujer. Firmemente. Tengo una gran vida social, y la disfruto a full.

–Siempre estuviste de novia. ¿No te sentís rara? ¿No te falta algo?
–No. Porque crecí, maduré. No hay nadie a mi lado, pero no tengo miedo de pasar una noche sola, ni de ir sola al cine. Aprendí a disfrutar del silencio, de la paz, de mí misma…

–¿Cuándo te reencontrás con vos?
–A la mañana, después del desayuno. Pero si la necesito, tengo mucha gente amiga que me contiene. Logré un buen equilibrio.

–¿Sos tan equilibrada, o…?
–Depende. Cuando trabajo no tengo tanto tiempo para organizarme y estar tranquila. No te olvides que en seis años hice siete novelas, casi sin parar. Por eso el año pasado, cuando terminé de grabar La ley del amor, armé mi valija y me fui con Facundo Arana a España para presentar la película. –¿Cómo te fue allá? –¡Increíble! Ibamos por Madrid repartiendo los volantes de Tocar el cielo, la película. Facundo me dijo que yo, para ser feliz, tenía que tener una mascota… El viaje fue tan lindo que me quedé dos meses más, y en Barcelona me reencontré con una amiga que vive allá. Recorrimos Madrid, Barcelona, Toledo… ¡Roma y París! Además, Pancho Dotto me recomendó en algunos lugares, y tuve entrevistas de trabajo. Querían que me quedara, pero ya tenía compromisos en Buenos Aires.

–¿Cuáles?
–En febrero empiezo a filmar Solos en la ciudad, de Diego Corsinsky, y luego Perfectamente, imperfectos, de Sebastián Moreno. Después me voy unos días a Nueva York, para cumplir unos proyectos televisivos en el segundo semestre del año. Tengo ofertas para España, y me gustaría aceptar, pero no quiero vivir en otro país. Ir y venir, sí, pero vivir… Mmm... Soy muy familiera y amiguera. Extrañaría horrores.

–Estás viviendo en la casa de Pancho. ¿Cómo te sentís entre tantas modelos?
–No sé, porque llegué el 15 de enero y casi todas se habían ido. Además, Pancho y yo somos amigos: él me representa afuera.

– Es verano. ¿Dietas, gimnasia...?
–Nada. No soy fanática del cuerpo ni de los cuidados. Tengo un entrenador personal, sí, y hago gimnasia tres veces por semana, pero no me esclavizo, y menos con las dietas.

–¿Cirugías, refrescaditas...?
–Jamás. Sólo hago yoga. Me siento muy bien con mi vida. Me gusto más que a los veinte años. Más segura, mejor de cuerpo… y de alma.

Trajo maquillajes, pero no los usó. Trajo mucha ropa, pero usó la mitad. No tiene cirugías plásticas. Hace yoga. No es fanática de nada.

Trajo maquillajes, pero no los usó. Trajo mucha ropa, pero usó la mitad. No tiene cirugías plásticas. Hace yoga. No es fanática de nada.

“<i>No tengo miedo de pasar una noche sola, ni de ir sola al cine, porque en el último tiempo crecí y aprendí a disfrutar del silencio y la paz</i>”.

No tengo miedo de pasar una noche sola, ni de ir sola al cine, porque en el último tiempo crecí y aprendí a disfrutar del silencio y la paz”.

“<i>Muchos hombres se me acercaron y confundieron mi buena onda… con algo más. Pero no voy a cambiar: creo en la amistad entre el hombre y la mujer</i>”

Muchos hombres se me acercaron y confundieron mi buena onda… con algo más. Pero no voy a cambiar: creo en la amistad entre el hombre y la mujer

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