La Real Academia Española define el verbo remar como “trabajar con el remo para impeler la embarcación en el agua”. Sin embargo, el tiempo, la lengua y la Argentina se han encargado de darle otro significado a esta palabra. El diccionario del lunfardo lo define como “trabajar con intensidad y afán de lograr algo”. Y si hay alguien autorizado para hablar sobre estas dos etimologías, es sin dudas Santiago Fernández (31), nacido en San Fernando, provincia de Buenos Aires, remero desde hace más de 18 años, 12 veces campeón argentino, 9 veces campeón sudamericano, 2 medallas de oro en los Juegos Panamericanos –Mar del Plata 1995 y Río de Janeiro 2007–, y cuarto puesto en la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Pero sus rivales fueron muchos, empezando por las pobres condiciones de entrenamiento que debe soportar. En Tigre se encuentra la única pista para quienes practican este deporte. El agua contaminada y una infraestructura inadecuada son algunas de las ventajas que Santiago “se da el gusto” de regalar. Sin embargo, no todas son malas noticias: “Me llamó Sergio Massa, el intendente de Tigre, y me preguntó qué necesitábamos. Yo le dije que con urgencia había que arreglar nuestro predio de entrenamiento. Y hace unos días se firmó un convenio para iniciar las reformas. Van a cerrar la boca que une la pista al río Reconquista, que es lo que genera corriente. Ninguna pista tiene corriente. Además, con los años el agua se depuraría”.
–¿Estás dando ventajas al entrenar en un lugar así?
–Sin dudas. No es un lugar apto para entrenar, y muchísimo menos para lo que es la alta competencia. Pero yo prefiero no quejarme...
Sin quejas, entonces, el Pollo, como le dicen, se entrena con miras a Beijing 2008, y tiene tres metas: subir al podio en China, casarse el próximo año con Silvina (29), y recibirse de ingeniero agrónomo. De eso hablamos a orillas de la pista de entrenamiento.
–¿Cómo llegaste al remo?
–De pura casualidad. Hice natación desde los 5 a los 12 años, y llegué a ser campeón argentino de 1.500 metros. Pero me aburrí, y probé con otros deportes que había en mi club, San Fernando. Me metí en rugby y voley, pero no duré ni un mes. Entonces caí en el remo. Al poco tiempo fui a un Sudamericano para menores de 18 años. Yo tenía 15 y ganamos en un bote de cuatro. Ahí me di cuenta de que tenía condiciones. Entonces le empecé a meter. Pero si mi club no hubiese tenido remo, nunca se me habría ocurrido.
–¿Y con la plata cómo te arreglabas? ¿Tuviste que trabajar?
–Hasta los 20 años mis sponsors fueron mis viejos. Después fue más fácil, porque estoy becado por la Secretaría de Deportes. Obviamente tuve épocas en que llegué con lo justo, y otras un poco más holgadas.
–¿Una vez que te retires pensás seguir viviendo del remo?
–Va a ser muy difícil dejar el remo de un día para el otro. Siempre voy a estar ligado, aunque de otra manera, más como un hobby diría. Aspiro a trabajar de ingeniero agrónomo. Me quedan algunas materias. Si Dios quiere, el año que viene me recibiré y entonces sí, me caso con Silvina.
–Ya arañaste un podio... ¿A qué puesto aspirás en Beijing?
–Voy en busca del podio sí o sí esta vez, pero tengo que remarla más afuera que adentro. Creo que no es una locura pensar en eso. Aunque por supuesto que no depende sólo de mí. Hay rivales muy buenos y estamos muy parejos.
–¿Se puede decir que estás en tu mejor momento?
–La edad ideal en remo es de los 24 a los 34. Con mis 31 años me siento muy bien.
–Cuando te referías a remarla más afuera que adentro, surgen historias, como que los dirigentes se olvidaron de reservarte hotel en una Copa del Mundo...
–Ja ja. Sí, en Austria. Llegué tarde y no me habían reservado nada. Como no tenía a dónde ir, me fui para la pista de remo, pero ya eran como las once de la noche. Llovía mucho, y hacía tanto frío que me tuve que meter en un auto que encontré por ahí, que habían dejado abierto. Esa noche la pasé realmente mal.
–¿Estas cosas pasan seguido?
–Para los últimos Panamericanos, los organizadores brasileños me prometieron, con un año de anticipación, un bote de 14 kilos, mucho más liviano que el mío, que pesa 17. Cuando llegué no querían ni verme, se escondían. Así que tuve que correr con el mío. Se ve que no querían que ganara... Pero, bueno, les salió mal. Por suerte, ahora mi sponsor ya me compró uno cero kilómetro.
–¿Cómo es vivir un mes en la Villa Olímpica?
–Es único. Están los atletas más importantes del planeta.
–Y sobre lo que se dice... ¿hay mucha fiesta?
–Mirá, yo creo que es un mito. Eso de que andan repartiendo preservativos por la Villa Olímpica yo nunca lo vi... O, por lo menos, a mí nunca me llamaron.
El Pollo se siente candidato para Beijing 2008. Es heredero de una valiosa tradición, que tuvo su punto más alto en la medalla dorada de Helsinki ’52 de Eduardo Guerrero y Tranquilo Capozzo y la plata que obtuvo Alberto Demiddi en Munich ’72.
Santiago premiado con la medalla dorada en los Juegos Panamericanos Río de Janeiro 2007, donde dio ventajas, con un bote más pesado que el de sus competidores. La modalidad en la que rema es sculls individual, y éstos serán sus terceros Juegos Olímpicos.
“Lo de las fiestas en la Villa Olímpica es un mito. Eso de que andan repartiendo preservativos yo nunca lo vi... O, por lo menos, a mí nunca me llamaron”
