“Voy a tener este dolor por el resto de mi vida” – GENTE Online
 

“Voy a tener este dolor por el resto de mi vida”

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Hace casi un año, un accidente fatal le cambió la vida. Gaby Alvarez (31), relacionista público que vivía rodeado de celebridades, vio cómo todo se desmoronaba en pocos minutos. El 23 de enero, el Honda Prelude en el que viajaba junto a su ex asistente Ariel Coelho de Oliveira (31 años, conocido como Blas), embistió contra una moto a la altura del kilómetro 173 de la ruta 10, que une Punta del Este con José Ignacio. En aquella tragedia resultaron muertos dos jóvenes argentinos, Gloria Pérez del Cerro y Fernando Cicciardi. Tras el accidente, Alvarez y Coelho terminaron alojados en el penal de Las Rosas, con prisión preventiva. El 11 de diciembre, la jueza de San Carlos, María Helena Mainard, hizo lugar al pedido del fiscal, Juan Bautista Gómez, y los condenó a dos años y medio de prisión por “homicidio culposo complejo”. Hoy, once meses después de aquella tarde, Gaby Alvarez cuenta cómo vivió este tiempo y cómo sigue su vida de ahora en adelante. “El relacionista público terminó el día que cayó preso”, aclara su abogado, Alejandro Balbi. Alvarez lo escucha serio y con atención. Desde hace poco más de tres meses goza del beneficio de las salidas transitorias. Tiene 24 horas semanales, que puede administrar como prefiera, siempre de día y cumpliendo determinadas pautas: mantener una conducta decorosa, no asistir a lugares públicos ni eventos, no consumir drogas ni alcohol. Por ahora prefiere salir ocho horas cada viernes, sábado y domingo, y recibir amigos en la casa –ubicada en las afueras de La Barra– que le prestó una de sus tutoras, Miriam Botello (los otros son la PR Silvia Klemensiewicz y el paisajista Bruno Cordone, todos responsables ante el juzgado de velar por su conducta fuera de la cárcel). En los once meses que lleva en el penal, Alvarez logró adaptarse a la vida tras las rejas. “Nos levantamos a las 7.30 y tenemos la suerte de poder estar afuera hasta las 17, que es la hora en que pasan lista –cuenta Gaby–. Aprendí a cultivar la tierra. Eso te hace bien a la mente. Para nosotros, que nos encontramos privados de la libertad, poder estar al aire libre, tomar sol, charlar o compartir una ronda de mates, son cosas impagables”.

Según explica Balbi, ahora se está gestionando un nuevo régimen de salidas para Gaby. “Estamos pidiendo una ampliación de sus salidas a 48 horas semanales, por una propuesta laboral que tuvo. Presentamos ante el juzgado un documento de la empresa que quiere contar con él”, confirma. La propuesta en cuestión es del noruego Alexander Vik, quien compró terrenos en José Ignacio para emprender un mega-proyecto. “Es un hotel de doce habitaciones, con un concepto artístico. Mi trabajo ahí sería puramente creativo y de posicionamiento de la marca, algo similar a lo que hice en el hotel Faena. Nada que ver con las relaciones públicas; con eso no quiero saber nada más”, agrega Alvarez.

Además de este permiso, el letrado analiza solicitar su libertad anticipada para abril de 2009. “Al cumplirse la mitad de la condena, es decir un año y tres meses, estamos habilitados a pedir este beneficio, por los trabajos que hizo Gaby en la cárcel, en la huerta, de refacciones, y por su buena conducta”, añade Balbi. Acompañado por su abogado, Alvarez profundiza un poco más en esta etapa de su vida.

–¿Por qué volvés al trabajo creativo y no a las relaciones públicas?
–Porque esta propuesta me hizo regresar a las sensaciones, emociones e intuiciones que tuve alguna vez en la vida, para fortalecerme y creer en cada objetivo que me fijé. Me hizo pensar que puedo volver a empezar desde otro lugar, a trabajar en algo no relacionado con la fama, sino con lo que siempre me gustó: la creatividad. Las relaciones públicas son un trabajo muy sacrificado. Me dio muchas satisfacciones, no lo niego, pero me di cuenta de que no quiero volver a eso. Dejar lo que hice durante 14 años es como una misión que me impuse, después del dolor que voy a tener por el resto de mi vida, debido a ese accidente donde hubo dos víctimas.

–¿Esta decisión tiene que ver con un sentimiento de que algunos te dejaron un poco solo?
–En el trabajo siempre hay quienes aparecen y quienes desaparecen. Pero lo que pasó me ayudó a darme cuenta de cómo es la vida real, volver a mis inicios, a la persona que siempre fui. Un retorno a mis raíces, estar con gente más acogedora, apegarme mucho más a mi familia, escuchar consejos a los que antes no prestaba atención. Hoy, mi mejor amigo es mi hermano Ariel. Y mi apoyo incondicional son mis otros hermanos, Sandra y Adrián; mis padres, Ricardo y Elida; y algunos amigos que estuvieron siempre: Nicolás Palacios, Juan Cruz Bordeu, Sebastián Ortega, Gustavo Cerati…

–¿Y en la cárcel tenés amigos?
–Todos son grandes compañeros, pero logré hacer tres grandes amigos, que están adentro por hurto.

–Nunca te hubieras imaginado tal situación, ¿verdad?
–Jamás. Pero me di cuenta de que ellos, que no han tenido la posibilidad de estudiar como hubieran querido, son más respetuosos que otros, con títulos universitarios o que hablan tres idiomas.

–Se modificó tu escala de valores, entonces.
–Y, bastante. ¿Qué te parece? ¿Sabés que los presos tienen códigos para saludarte, que al verte cada mañana te dicen “buen día”, o “buen provecho” al sentarse a la mesa, cosas que en la alta sociedad no vi tanto? De todo se aprende. Esta es una realidad que yo desconocía. Nunca había entrado a una cárcel. Es una experiencia bastante dura. Igual, creo que lo peor ya pasó. Aunque hablando con los presos más antiguos, todos te dicen que la peor parte es el final, porque te provoca mucho nerviosismo.

–¿Y estás ansioso?
–No, es raro. Uno se termina acostumbrando al lugar. Por ejemplo ahora, cuando termine de charlar con vos, sé que tengo que volver. Y, bueno... Ese es el lugar que me toca.

–¿Cómo se encara la vida de ahora en más?
–Con mucha paz, tranquilidad, con el celular lejos, sin correr. Ahora estoy primero yo, mi familia y un escudo que armé durante estos once meses que, cuando salga, va a ser de fierro. Ah, y me voy a quedar a vivir en Uruguay; a Buenos Aires no vuelvo.

Son casi las ocho de la noche. Su tutor, Bruno Cordone, le avisa que es hora de volver a Las Rosas. Alvarez arma su bolso, se pega una ducha rápida y se alista para el regreso. En el penal, ubicado a unos 20 kilómetros de Punta del Este, lo esperan antes de la caída del sol. Después de la requisa,volverá a la cárcel, junto a otros 496 reclusos. “¿Sabés que los presos tienen códigos, que al verte cada mañana te dicen ‘buen día’, o ‘buen provecho’ al sentarse a la mesa, cosas que en la alta sociedad no vi tanto?”, reflexiona Gaby.

“¿Sabés que los presos tienen códigos, que al verte cada mañana te dicen ‘buen día’, o ‘buen provecho’ al sentarse a la mesa, cosas que en la alta sociedad no vi tanto?”, reflexiona Gaby.

“Cuando salga, viviré con mucha paz, lejos de los celulares, aferrado a mi familia. Y me voy a quedar en el Uruguay; a Buenos Aires no vuelvo más”.

“Cuando salga, viviré con mucha paz, lejos de los celulares, aferrado a mi familia. Y me voy a quedar en el Uruguay; a Buenos Aires no vuelvo más”.

Alvarez goza de 24 horas semanales de salidas transitorias, que divide en tres días.

Alvarez goza de 24 horas semanales de salidas transitorias, que divide en tres días.

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