«Voy a luchar hasta el final para seguir con Adrián» – GENTE Online
 

"Voy a luchar hasta el final para seguir con Adrián"

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"No hablo". Ni "no pero sí". Ni "ni". Ni "no pero quizá algo te diga". Ni "sólo te contesto una pregunta y listo"
. Ni "no pero quizá más tarde". No. Un "no" sanguíneo, medular. No, no y no: Araceli Edith González (35) no emitirá hasta el fin de la presente nota, frente o atrás del grabador, ningún otro textual que el que la inicia. Tal vez porque esta experencia ya la sufrió. Tal vez porque antes que un cronista merecen las respuestas sus propios hijos. Tal vez porque le falta clarificar ciertos sentimientos. Tal vez porque todavía no sabe bien qué decir. 

-Así es. Ara está transitando un momento muy delicado en lo personal y recién hablará al resolverse su situación y la de Adri -le explica, explicó y explicará varias veces a GENTE durante el fin de semana su amiga y manager Esther Skansi de Begega-.
Me pidió -agrega, agregó y agregará- que te diga que si vas a
escribir algo sobre ella, escribí lo que veas, lo que escuches, tus
sensaciones, porque obviará referirse a la cuestión. Gracias por entender.

Dos damas, igual pedido ("Escribí lo que veas, lo que escuches, tus sensaciones…"). Imposible negarse, para un caballero.


VIMOS, ESCUCHAMOS, SENTIMOS I:
Vimos que Araceli arribó el viernes 9 de agosto al
Aeropuerto Internacional C.C. Carlos A. Curbelo de la uruguaya Punta del Este sin su alianza en el dedo anular izquierdo, vistiendo campera de cuero y cargando un par de valijas. Subió al auto enviado por el
Hotel Conrad y, en compañía de Esther, partió rumbo al cinco estrellas de
Parada 4 de La mansa. Tramitaron rápido el check-in, llenaron su ficha personal y subieron a la suite presidencial (1218) y a la habitación aledaña (1219), de comunicación interna.

Escuchamos que apenas cruzaron el lujoso umbral alfombrado, colgaron en las puertas el cartel con letras azules de
Privacidad/Privacidade, y que a los cuarenta y dos minutos ingresó presurosa la empleada del servicio cargando una bandeja con platos humeantes de pescado y botellas de
Coca Cola ligth frías. Hubo alguna propina interesante, desde adentro. Partió un respetuoso agradecimiento, desde afuera. Y poco más.
Sentimos que la noche aún no había terminado y... ¡Bingo! O ¡ruleta! La actriz bajó al casino y jugó unos dolaritos. Rato después emprendió la retirada con 100 flamantes verdes en el bolsillo. Regresó al piso 12, bromeando y sin la alianza en su anular izquierdo. Falsa alarma. Una aguda investigación entre gente cercana determinó que no suele usar otro anillo que alguna piedra de color. Conclusión. Carecíamos de evidencia física o material sobre un distanciamiento definitivo.

VIMOS, ESCUCHAMOS, SENTIMOS II:
Vimos que Araceli se ponía seria al saludarnos en el lobby durante la mañana sabatina. Acercó la mejilla forzada, y punto. Peinada y maquillada por Mariángeles Callegari y Eduardo Poli, y caracterizada como Caro, el personaje que encarna en Mil millones, partió en combi al puerto, donde grabó varias escenas con su coprotagonista Gustavo Bermúdez, tomó mate amargo y se sacó fotos entre las damas que integraban el equipo de 22 personas llegadas de la Capital Federal.

Escuchamos que en los parlantes de la camioneta sonaban fuerte, uno tras otro, los temas de Luis Miguel, Chayanne, Cristian Castro y Enrique Iglesias y observamos que la chica de Floresta se trepaba a caballito de los técnicos, juraba que subir las dunas en los zapatos de vestir que llevaba puestos le endurecía las piernas y los muslos y respondía molesta -cuando alguien de repente la consultó celular en mano-, no recordar el número de documento norteamericano de Adrián Suar (¿?).

Sentimos que, a diferencia de aquel distanciamiento del 96/97, la ex modelo surge menos afligida, e intenta demostrarlo. Y que adoptó un definitivo low profile. El motivo fundamental se llama Florencia, fruto de su antigua relación con Raúl Torrente y a la que Suar (34) siente como hija propia. Ara evita hacer declaraciones porque sabe que toda frase lanzada y sacada de contexto termina en los oídos de
Flopi, quién apenas siente en los medios cierto rumor -verdadero o falso- respecto de la separación, sube el volumen del televisor para enterarse de detalles muchas veces infundados.


VIMOS, ESCUCHAMOS, SENTIMOS III:
Vimos que Araceli respiró hondo al pisar Pink
Ranch
, la chacra marítima ubicada camino a San Carlos, a pasos de La
barra
. Un lugar en el mundo siempre rodeado de pinos, eucaliptos, quincho y paz y hoy invadido por monitores, cables, luces y movimiento. Recorrió la planta principal, halagó el buen gusto de su distribución y repasó el mullido libreto blanco de frente al sol, acompañada sin descanso por Esther, quizás el tamiz necesario ante el potencial intento de una nueva incursión por parte del periodista.

Escuchamos que conversaba por teléfono de manera bastante animada, y al darse cuenta de que escuchábamos que conversaba por teléfono de manera bastante animada, decidió alejarse. Nunca sabremos con quién, con quiénes. Pero el semblante se le iluminó. Los directores de exteriores (Cayetano Gaita Aragona) y fotografía (Polo Silveyra), llamándola para retomar al trabajo, lograron que apretara la tecla power y apagara su celular. Mientras ensayaba las líneas del guión, delante de la cámara de Jimmy Webb y bajo el micrófono de Mauricio Guirao, el resplandor continuaba en su cara.

Sentimos que el enigmático llamado provenía o de su madre y contenedora Rosa, o de Flopi (13), que normalmente le acerca el teléfono a Tomás (3 años)... o de Adrián. En cualquier caso, de la familia, base primordial en la existencia de Araceli, por la que acaba de tomar una decisión de peso: anestesiar su gran anhelo de probar suerte en los Estados Unidos. Tanto que resolvió, a pesar de haber pulido su idioma inglés, que la próxima temporada arrancará con una nueva novela en nuestro país.


VIMOS, ESCUCHAMOS, SENTIMOS IV:
Vimos que Araceli, luego de un domingo cargado de
"¡acción!" en la entrada y en la sala de juegos del Conrad, cayó exhausta sobre la cama, para amanecer el lunes con desayuno de café, leche, yogur descremado, frutas, mermelada, jamón y quesos, y ducharse, vestirse contrarreloj, guardar sin pausa y sin orden el equipaje y partir rauda rumbo a las pistas del aeropuerto de
Laguna del Sauce.

Escuchamos que a horas de que la señora de Suar (tras completar las 61 tomas de Mil millones para
Canal 13) retornara en vuelo de Aero Vip, el marido de González (tras negociar con
TV Azteca un proyecto para Pol-ka), lo hacía en avión de American
Airlines
. Ella rompió el fuego el lunes, antes de embarcar en Punta: "Voy a luchar hasta el final para seguir con Adrián. No se terminó. Aunque hablamos y contenemos a los chicos, sabemos cómo sufren mucho la situación. Ellos merecen el esfuerzo. Y no pienso tocar el tema de terceras personas y demás. Eso no existe. Es una crisis y cuando hay crisis, lo mejor es distanciarse un poco. En este momento debemos ver qué nos pasa separados. No está dicha la última palabra. Nuestra década juntos valen una nueva oportunidad". El aterrizó el martes en Ezeiza con frases alentadoras. "Sí, decidimos tomarnos un tiempo. Además del amor, queremos preservar a Toto y Flor. Por eso con Ara, palabra a palabra, ambos nos propusimos el desafío de no entregarnos aún".

Sentimos, entonces, que lo de Araceli González y Adrián Suar pronto puede terminar en reconciliación.

por Leonardo Ibáñez
foto de tapa: Alejandro Carra
fotos: Alejandro Carra (desde Punta del Este, Uruguay) y Archivo GENTE
(agradecemos la colaboración del Conrad Resort & Casino)

Grabó doce horas por día en Punta, y -gran profesional al fin- no mostró un solo signo de cansancio o tristeza. Sólo en los momentos de relax, los que pudieron estar cerca de Araceli se dieron cuenta de que tenía su cabeza (y su corazón, claro) en otro lugar.

Grabó doce horas por día en Punta, y -gran profesional al fin- no mostró un solo signo de cansancio o tristeza. Sólo en los momentos de relax, los que pudieron estar cerca de Araceli se dieron cuenta de que tenía su cabeza (y su corazón, claro) en otro lugar.

Evita hacer declaraciones porque sabe que toda frase lanzada y sacada de contexto termina en los oídos de <I>Flopi</I>, quien apenas siente en los medios cierto rumor -verdadero o falso- respecto de la separación, sube el volumen del televisor para enterarse de detalles.

Evita hacer declaraciones porque sabe que toda frase lanzada y sacada de contexto termina en los oídos de Flopi, quien apenas siente en los medios cierto rumor -verdadero o falso- respecto de la separación, sube el volumen del televisor para enterarse de detalles.

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