¡VOLVIO CHARLY! Y que nunca más se vaya… – GENTE Online
 

¡VOLVIO CHARLY! Y que nunca más se vaya…

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Quién estaba allí? ¿Quién estaba sobre esa tarima, a las seis y seis minutos en punto de la tarde del anteúltimo día de marzo de dos mil nueve? Porque su flacura (piel y huesos) quijotesca ya no era tal: el cuerpo había ganado kilos, las mejillas se habían sonrosado sin maquillaje, y sólo el bigote bicolor hacía sospechar quién era. Bien. Admitámoslo. A nueve meses y veintiún días (y ocho o nueve horas) de su último show en Mendoza (piñas, gritos, destrozos, y aquel S.O.S. –“¡Traigan whisky y Rivotril!”–), más la camilla, las correas que lo ataron boca abajo, el avión ambulancia El Plumerillo- Jorge Newbery non stop, las heladas paredes del Argerich (terapia intensiva, ¿cómo domar, si no, tanta furia?), Carlos Alberto García Moreno (57), chico nacido en Caballito, niño precoz que empezó a reconocer las ochenta y ocho teclas –entre blancas y negras, como el ajedrez, en un piano de juguete–, volvió. Y decir “volvió” no es decir volvió de una gira, de unas largas vacaciones, de un viaje “around the world”. Es decir (y no es un golpe de efecto) que volvió de su última pesadilla.

Y, como paradoja, dejando atrás la garra de la droga y el umbral de la locura en un lugar sagrado: Luján, su Basílica, su Virgen, y ante más de setecientos (¿casi mil?) fans que oscilaron entre la pasión religiosa y la rockera, acaso compatibles alguna vez… Y cómo. Casi como una fiera, pero ahora herbívora –y que sea para siempre–, que depuso la furia contestataria y firmó una bandera con mensaje de esperanza: “La paz es posible si usted quiere”. Y arrancó, más gordo y de corbata floja y suelta –pegadita al cuello hubiera sido too much– con su clásico Demoliendo hoteles: algo así como el contraveneno de los muchos hoteles que pulverizó en el pasado… Y ante el primer compás, todo el pasado fue más que pasado. El Argerich, los neuropsiquiátricos, los partes médicos, los dientes destruidos, todo lo que es capaz de quemar el cóctel drogas-alcohol-sedantes-euforizantes, y vuelta a la misma y letal rutina. “Desde que estoy en Luján encontré un grupo de médicos excelente. Están conmigo, no con toda una manada de gente. Me animé a tocar porque estoy genial, porque estoy recuperado”, juró.

EL GRAN DIA. Puntual, bajó de una combi con el grupo chileno The Prostitution, el Zorrito Von Quintiero y Palito Ortega (clave de su retorno) con sus hijas Julieta y Rosario. Después, 35 minutos de recital, de talento, de cierta eternidad: Demoliendo hoteles, Promesas sobre el bidet, No me dejan salir, Cerca de la revolución, Influencia y No voy en tren. Eso, más ruegos de orden: “No volteen las vallas. Nosotros seguimos rockeando”. Y como cierre, el Himno Nacional.

El, su música, y say no more. Risas y aplausos. Y los vecinos, los lujaneros, mirando al cielo, tocado por las agujas de la casa de la Virgen, y por la música de Charly, que desde julio de 2008, es un vecino más, cuando empezó a remontar la cuesta recluido en La Felicidad, el campo de su amigo Palito. Dijo, comparándose con Maradona, ante más de 700 fans que lo ovacionaron durante 35 minutos. De fondo, la Basílica de Luján, el escenario ideal para su milagroso regreso a la música.

Dijo, comparándose con Maradona, ante más de 700 fans que lo ovacionaron durante 35 minutos. De fondo, la Basílica de Luján, el escenario ideal para su milagroso regreso a la música.

Tras ocho meses de tratamiento (y con 15 kilos más) Charly volvió a enfrentar a su público. “Le agradezco a Dios por la recuperación”, confesó.

Tras ocho meses de tratamiento (y con 15 kilos más) Charly volvió a enfrentar a su público. “Le agradezco a Dios por la recuperación”, confesó.

Bien cerca del escenario, una figura clave en su restablecimiento: Palito Ortega (aquí, con su hija Julieta). Por último, DJ Mecha (¿sólo su amiga?) también dijo “presente”.

Bien cerca del escenario, una figura clave en su restablecimiento: Palito Ortega (aquí, con su hija Julieta). Por último, DJ Mecha (¿sólo su amiga?) también dijo “presente”.

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