Dos horas tarde. Llega alzando su Starbucks. “Hice un stop –avisa con sonrisa antireproche–. Ahora sí escucho a mi cuerpo, y me lo pedía”. Lo llama “sentido común, el que vamos perdiendo por la vorágine urbana”, un ejercicio diario de recordarse qué es y qué no es tan importante.
Esto del café es sólo una lección para una “busca espiritual”, como se define. Viviana Canosa (43) recibió la bendición Diksha, medita a diario, repite mantras, incursionó en el Yoga BKS Iyengar y en los masajes Tui Na. Pero no fue hasta que se operó los ojos que pudo ver.
–¿Qué viste frente al espejo después de aquella cirugía a la que te sometiste en 2012?
–A una mina grande que después de veinte años volvía a ver sus ojos, y me dio ternura. Vi mi sensibilidad, mi alma. Ahí cambió mi postura frente a la vida. Cuando uno ve y ve su entorno con claridad, tiene el poder de elegir cómo quiere vivir...
–...y cómo transformarse.
–A ver... Por ahí, la gente cree que ahora estoy zen, re Omm, una beata. Y soy una mina común, con sus enojos y ataques de ira, como todo el mundo. Lo que yo cuento (en sus libros Basta de miedos y el nuevo Viva el amor) es mi gimnasia de concientización para hacerme cargo de mi potencial, de mis virtudes, de mis capacidades. Ahora, ante un conflicto, un miedo o el dolor, veo la salida más clara, más fácil. Soy la de siempre en versión mejorada: más corazón, menos cabeza.
Leé la nota completa en la edición 2570 de GENTE.
Así se llama su segundo libro, recientemente lanzado, en el que compendia las experiencias que le quitaron las ataduras del miedo: “Un punto de llegada, de liberación y de madurez para seguir adelante”.
“Me encanto. Más que a los 20. Porque mi mirada ya no está puesta en mí, sino en mi hija y mi marido. Y mientras nos sintamos amados, siempre seremos bellos”, le confiesa a Revista Gente Viviana Canosa.
“Hoy, la relación con mi cuerpo es relajada, sin cuentas pendientes. Esto soy a los 43, con mis marcas, con mis aciertos, mis errores y mi felicidad”.
