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Un mundo de sensaciones

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Las frías cifras dicen que, hasta hoy, 65.000 personas asistieron a sus 19 shows
. Y que cuando alcance los 28 programados (por ahora) treparán a casi 100.000 sus adoradores. En cualquier idioma y país,

esto se llama éxito

Pero el fenómeno Sandro tiene otra lectura, acaso más interesante y profunda. La mayoría de sus fans (casi un 90 por ciento) son mujeres. ¿Qué les da Sandro para que ellas vayan religiosamente a su encuentro, y este encuentro se convierta en una fiesta, en una cita única e impostergable? ¿Por qué toman aviones o viajan muchas horas sólo para estar sentadas dos horas frente a él?
"Buenos Aires es mi amante" dice, señalándolas y arrastrando sensualmente la última palabra. La sala estalla, ruge, se estremece.
"Amante", ésa es la palabra clave, esperada y añorada. 

Brígida García viene de Quilmes. Es una de las miles que esperan pacientemente en la cola, que da vuelta a la manzana, del teatro Gran
Rex
. Es la segunda ocasión que viene a ver el show, y esta vez trajo a su marido, Oscar. "¿Sandro? Me gusta cómo me trata. Me levanta la autoestima. Me dice palabras que ya no escucho, que los hombres dejaron de usar. Cuando dice 'Mis nenas' yo siento que se dirige sólo a mí.
Es uno de los últimos románticos que quedan
". A su lado, Oscar, su marido, sonríe resignado.
"Lo que pasa es que yo estoy poco en casa. Trabajo todo el día", se defiende. Brígida, con una vincha de su ídolo en su frente, me mira fijo y retruca: "¿Te das cuenta? Por eso yo vengo a ver a
Sandro"

El tema es soñar. Poder imaginar que no hay imposibles. No importan la edad, la clase social, los kilos o las arrugas. Ellas se sienten, hoy, Julia Roberts o Madonna.
Sueñan por un rato que el amor, la pasión y el deseo existen, y ellas los merecen y son sus destinatarias directas, sin interferencias. Que esta deuda que la vida les debe desde hace demasiado tiempo, hoy se hace realidad. Por eso, hay clima de fiesta en esa interminable cola. Y también ansiedad. Y siempre una sonrisa y ojos chispeantes. Vienen de Tandil, de Córdoba, de Viedma, de La Rioja, hasta de Montevideo. Se organizan en grupos, alquilan ómnibus, se preparan con anticipación, se ponen sus mejores galas. Compran fotos, llaveros, vinchas, pañuelos y largavistas por un peso. Se pelean por hablar, por confesar cuánto lo necesitan a
El Gitano. Todo para que, por algo más de dos horas casi perfectas, nadie las interrumpa en ese diálogo íntimo, entrañable, largamente esperado, con alguien que las entiende, que les habla como nadie, que las conoce visceralmente. Que las hace sentir deseadas, hermosas, irresistibles.
Que les insinúa sexo sin hipocresía, sin eufemismos, como algo natural y limpio. Y que hasta cuando les grita
"Atorrantas" o "Insaciables" (o las reta, y ellas se hacen las asustadas), les está hablando de transgresiones íntimas que las estremecen. Las
donnas no se quedan atrás a la hora de las réplicas, de dar rienda suelta a sus instintos.
"Potro", "Papito" "Dejame que te haga respiración boca a boca", "Sos mi
macho
". Y llueven sobre el escenario ropas íntimas con números de teléfono
cosidos adentro, aunque saben que el llamado nunca se producirá. Pero no importa. La ilusión es así: es la posibilidad de que algo bueno puede ocurrir alguna vez, de que los milagros son posibles, de que vale la pena esperar que algún día la taba finalmente se dé vuelta, y tantos antiguos vacíos íntimos, inconfesables, se terminen. 

El domingo 19 de agosto (día de función) la cita será aún más especial. Porque ese día Sandro,
El Gitano, cumplirá 56 años. Para ese show, hace mucho, mucho tiempo que las entradas están agotadas. La oportunidad será única, irrepetible: es como ser invitadas a una fiesta de gala, superexclusiva, con miles de Cenicientas. Y seguro lloverán los ositos, las flores, las cartitas sobre el escenario, y los gritos, más viscerales y desinhibidos que nunca:
"Te amo como a nadie", "No te mueras nunca", "Me das vuelta la cabeza,
papito
". Y él, Sandro, como siempre, les responderá cosas nada light:
"Les quiero dar un beso a todas hasta romperles la boca", o
"Esperame que ya voy a darte vuelta la salsa", y les cantará (o les dirá) con voz sensual
"No me dejes, no" o "Cuando tú llegas, entra el sol".

"En este momento tan difícil para todos -me dice María (27), de Villa Domínico-, él es el último caballero. Tiene todo lo que tiene que tener un hombre. Creo que con la generación de Sandro se terminaron los románticos. Por eso hoy yo tengo una pareja 20 años mayor que
yo
". Muy cerca suyo, con un pañuelo colorado lleno de brillitos (y la cara del ídolo con una rosa) en la cabeza, María Silvia, de Berazategui, interviene:
"Ya soy abuela, y estoy acá. Tengo un matrimonio de 25 que no es malo, pero algo se ha perdido. Quizá el deseo, o la pasión. 'Te vas sola al teatro', me dijo mi marido con sorna. 'Sí ¿Y qué? ¿Cuántas veces vos vas solo a la cancha de San Lorenzo?', le contesté". 

Desencuentros, indiferencia, rutina, ¿egoísmo? El, Sandro, conoce estas historias. Por eso va al juego predilecto de ellas: el de la seducción. Cuando le pregunté, hace poco, qué creía que le pasaba a sus chicas con sus movimientos sensuales y sexuales, me contestó:
"Debe haber como 450.000 ratones corriendo entre las butacas. ¿Qué miran, qué necesidades tienen, qué vacíos? Me
intriga
". No es machista. No se la cree. Se ríe de sí mismo. No hay omnipotencia en sus palabras: hay preocupación, atención, asfalto, cascotazos, también vacíos, cómo no.

En estos tiempos de desesperanza y tristeza, él no sólo les habla de sexo, deseo y
amor
: menciona palabras como honestidad, dignidad, respeto; les dice que el amor no tiene nada que ver con el dinero; que para ser feliz sólo muy pocas cosas hacen falta; que no hay que dejarse confundir en el vértigo materialista de nuestros días. Y remata con movimientos insinuantes de su capa de caballero de la rosa, sin ninguna metáfora, directito, directito. La sala enfurece, es un tornado. Y lo suyo suena a verdad. Como suenan a verdad la poesía de los textos que dicen Juan José Camero y Matías Santoianni, aunque a algunos pueda parecerles naif. Porque a fuerza de descreer, de salir cada mañana pertrechados para una durísima lucha diaria, se ha perdido la dimensión de muchos valores que Sandro rescata y prioriza. Casi unánimemente, sus fans opinan que es un valiente al hablar de esas cosas en estos tiempos.
"Pero, por un rato, nos hizo reaccionar, y pensar que tiene razón, que es así como debemos vivir. Por eso, yo ahorré muchos meses, me privé de algunas cosas para poder juntar los 40 pesos de la entrada a este paraíso". 

Para entrar a ese paraíso hay ciertas contraseñas, que ellas conocen muy bien, y con las que Sandro juega hasta provocarlas, hacerlas delirar, y después retarlas. El juego, no por repetido, deja de ser fascinante. Tiene, el ídolo, el valor más cotizado hoy: credibilidad. Por eso las mujeres lo aman, y se sienten amadas. Amadas y deseadas en exclusividad, seducidas en privado y clandestinamente, casi con el sabor de la trampa y lo prohibido. Y ni hablar de la que el azar le dio la posibilidad de ser reina por un ratito, y de bailar abrazada a su ídolo sobre el escenario: un aire espeso de envidia que se puede cortar, flota en el teatro, y asfixia a la afortunada. Pero no se da por aludida, ella está en otro mundo. Un mundo sin culpas ni remordimientos.

Sandro, El Gitano, El Hombre de la Rosa. A lo mejor algún sociólogo pueda explicar mejor qué pasa en el inconsciente colectivo. Pero creo que la cosa es más simple: él da lo que hoy escasea. Por eso las mujeres lo persiguen por cielo, tierra y mar, como Adelitas. ¿Y saben qué? Se lo merece.

por Renée Sallas
fotos: Fernando Arias
PD: feliz cumple, Maestro
Pasa el tiempo, y ellas siguen muriendo por él: Debe haber como 450 mil ratones corriendo entre las butacas", dice el ídolo.">

Pasa el tiempo, y ellas siguen muriendo por él: "Debe haber como 450 mil ratones corriendo entre las butacas", dice el ídolo.

Hasta hoy, 65 mil personas asistieron a sus 19 shows. El 90 por ciento, mujeres.

Hasta hoy, 65 mil personas asistieron a sus 19 shows. El 90 por ciento, mujeres.

Sin dudas,<i>El hombre de la rosa</i> las enamora. Ellas le siguen tirando ropa interior con su número de teléfono cosido adentro, aunque saben que ese llamado nunca se producirá.</p>
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Sin dudas,El hombre de la rosa las enamora. Ellas le siguen tirando ropa interior con su número de teléfono cosido adentro, aunque saben que ese llamado nunca se producirá.

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