Un milagro que conmovió al mundo durante 22 horas – GENTE Online
 

Un milagro que conmovió al mundo durante 22 horas

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Imagínese un hueco de 700 metros en medio del desierto, sin nada alrededor salvo esas 252 carpas, decenas de banderas chilenas, santuarios de velitas ardientes, gente que reza, llora y ríe, cientos de cables de TV entre las rocas áridas, polvo que se pega, sol que despelleja, olor a desolación. Imagínense ruedas de fogones para pelearle al frío nocturno, conversaciones sobre Colo-Colo, promesas, párpados cansados, un amigo boliviano que viajó cuatro días en bus, gente grande que vive acá desde hace 70 días y duerme en colchones polvorientos, mujeres de piel curtida y arrugas dignas, pibitos que dibujan en una escuelita que en realidad es un container.

Imagínese una ronda de mates lavados, sándwiches de pescado frito que sirven en el comedor, la inverosímil escena de un payaso que pasea sus zapatos enormes, mezclado entre los gringos, asiáticos, europeos y dos mil periodistas de 42 países... Imagínese a 33 hombres debajo de toda esa locura, semidesnudos en el refugio (que también es un container) y sus túneles, involuntarios actores de una tragedia mutada en reality show.

Son célebres de acá a la eternidad, mineros que soportaron 40 grados de calor, llegaron a comer una cucharadita de atún y se convirtieron en los hijos mimados de su nación. Y del mundo. Algún guionista podría haberlo imaginado, como metáfora del deseo de sobrevivir, como épica de la Humanidad, para celebrarnos después de tanta sangre que se derrama por ahí. Pero no. Nadie se animó a imaginarlo. Lo habrían tomado por loco. Por vendedor de humo de utopías. Hasta que sucedió el milagro, de verdad, en vivo y en directo, en el medio de nada, en el medio de todo.

AQUI, LA ALDEA GLOBAL. Se necesitaron 22 horas para estremecer al mundo. Desde el primer minero que salió a la superficie (Florencio Avalos, a las 0:10 del miércoles 13 de octubre) hasta el último (Luis Urzúa, a las 21:57) la aventura nos atrapó como a niños a quienes les leen cuentos. El planeta lo siguió a través de la televisión, radio e Internet, con audiencias que sobrepasaron los mil millones de televidentes (200.000 más que los que vieron la Final del Mundial). No hay desprevenido que ignore la historia de estos 33 hombres (32 chilenos y un boliviano) que el 5 de agosto quedaron atrapados en la mina San José mientras trabajaban en condiciones precarias.

Un derrumbe los obligó a refugiarse en el fondo, a 688 metros de profundidad, donde un container de 50 metros cuadrados guardaba alimentos, agua y un botiquín. Pasaron 17 días hasta que, desde arriba, comprobaron que seguían con vida. Una sonda que se abrió paso en la perforación tomó imágenes de los mineros, flacos y barbudos, y desde allí enviaron un mensaje de 33 caracteres en letras rojas que ya es legendario: “Estamos bien en el refugio los 33”.

En la boca de la mina, los familiares ya se habían apostado con sus carpas para seguir de cerca las tareas de rescate. Y explotaron de alegría cuando supieron que los suyos se encontraban sanos. Ese campamento, bautizado La Esperanza, se fue poblando de rostros tensos y caras extrañas, hasta convertirse en una babélica ciudad de fantasía. La odisea entraba así en su fase capital, con la llegada de maquinaria específica, selectos grupos de rescate, visitantes de la NASA, planes, especulaciones y el mundo observando con ansias de prime time. Y el presidente Sebastián Piñera, quien ya había tenido que enfrentar el terremoto y el tsunami de principio de año, nuevamente en rol fundamental. Transformar esa pesadilla en una historia imperecedera, única en su género, suponía la única opción.

La mina está a 60 kilómetros de Copiapó, la ciudad base de este paraje desértico, en el norte de Chile y a 800 kilómetros de Santiago. Acá la gente trabaja en las minas, porque la paga es buena y no hay mucho más por hacer, salvo emplearse en los cultivos de vid y olivo. Para llegar a la San José (donde sacaban oro y cobre) hay que tomar una ruta por el medio de la nada.

De día, el calor chamusca la piel. De noche, el frío lastima esas llagas. Ahora (y ahora es la mañana del martes 12 de octubre), el campamento vive en éxtasis. Es como si hubiesen capturado a 2.500 personas de la Tierra, de todas las latitudes y credos, y eligieran depositarlas en un planeta vacío, rocoso y desolador, donde habrá que convivir a la fuerza.

La mayoría son periodistas: 19 japoneses de la televisora NHK; una coreana con la traductora a la rastra; el australiano con pinta de loco que filma un documental; los enviados de las grandes cadenas (de ellos, 30 de la BBC de Londres, los top) con sus carpas más fashion y repletas de comida; los cientos de cronistas locales; un malón de fotógrafos con sus trípodes que semejan insectos de tres patas. Y los clanes familiares, con fuertes lazos entre todos, vecinos desde hace dos meses y pico. Ese hormigueo frenético, salpicado de súplicas que escapan al show, se llamó La Esperanza.

IMAGENES DEL CAMPAMENTO. Hay un camino en el centro del paisaje que conduce al pozo, donde el ruido no para nunca. Y a los márgenes de ese camino se posan las carpas y los containers. A la izquierda, desde la entrada, asoma el comedor. Es una carpa grande con mostrador al fondo, tres mesas larguísimas, dos heladeras de kiosco, una pantalla gigante para ver las noticias y un santuario: vírgenes, una Madre Teresa y, por supuesto, el venerado San Lorenzo, patrono de los mineros. Por eso el rescate se llamó Operación San Lorenzo.

La noche decisiva hubo café y té las 24 horas, y después un tonel de chocolate caliente. “Ayer servimos 1.300 almuerzos”, comenta uno de los 70 empleados municipales que atendieron en dos turnos. Enfrente se erige un container rojo donde la treintena de pibes del campamento tiene su escuelita y su recreo. En las paredes pegaron sus dibujos de la mina y de sus héroes. Hay libros de cuentos y el payaso Roli, que infla globos largos y los retuerce. Se vino hace 32 días desde Alto Hospicio, “viajando 13 horas en bus para colaborar. Sacarles la tristeza a los chicos, ésa es mi misión y por eso me instalé. Fui minero y payaso de circo”, cuenta mientras el sudor le despinta la cara de clown.

La mayoría de esas carpas contaba con televisor, calentador, mesas, sillas y provisiones (azúcar, café, yerba, carbón, fideos), todo adornado con posters y pasacalles. A la hora del almuerzo, los pescadores de la zona aportaron sus merluzas fritas (porque a unos 70 kilómetros hay hermosas playas bañadas por el Pacífico). A la noche el paisaje muta: escasean las luces brillantes, pero se encienden los braseros (hay que acercarse a ellos para no congelarse) y las velitas de los santos.

Eso resume el espíritu del campamento La Esperanza: todos los fuegos, los grandes y los pequeños. Arriba, en el cerro, flamean 32 banderas chilenas, una boliviana y algunas de otras nacionalidades: Argentina, Canadá, España. ¿Extrañará el ruido seco de la perforadora T-130? Pieza de museo, la máquina ya había sido retirada del lugar. Fue la que abrió el ducto milagroso, operada por un estadounidense, Jeff Hart, que se dedicaba a buscar agua en los desiertos de Afganistán. Faltan pocas horas para el rescate. Este día terminará pasado mañana. A las 16 llega Piñera con su esposa, se reúne con las familias, los arenga, toca la guitarra y canta con ellos. Hay una misa.

A las 17.30 todos saben que Florencio Avalos será el primero en salir desde la cápsula Fénix II, pintada con los colores patrios. Para el primer ascenso eligieron a los más hábiles; para el tramo medio, a los más afectados de salud; para el final, a los líderes y más fuertes.

NO HABRA MAS PENA NI OLVIDO. Al momento del anuncio, la carpa de los Avalos supone un descontrol. Y será mucho más caótica por la noche, cuando la vigilia acorte sus plazos y más de un centenar de periodistas les tracen un cerco.

Florencio (31) se desempeñaba como capataz, segundo en el nivel de mando tras Urzúa. Hijo de campesinos y nacido en Salamanca, está casado con Mónica Araya y es padre de Alex (16) y Byron (8). Los Avalos sufrieron por partida doble: Renán, uno de los seis hermanos de la familia (tres varones y tres mujeres), también se encontraba en el fondo de la mina. Hace cinco meses, Florencio le había conseguido trabajo en la San José.

A medida que corrían los minutos, la carpa se poblaba. Demasiado. Mamá María prefería hacerse a un costado, evitar el acoso, tragarse la angustia. Papá Alfonso iba y venía, nervioso. Los demás familiares y amigos, alrededor del fogón, tomando mates (costumbre de norteño) y comiendo pan con queso y huevos. La cronología es vertiginosa: a las 20.06 izan la cápsula para probarla; a las 21.36, la Fénix baja sólo 65 metros, por el tramo entubado, en otro ejercicio; a las 22.12, el payaso Roli trae sombreros de arlequín para animar a los parientes; a las 23, Piñera se dirige al pozo; y a las 23.19 empieza a bajar Manuel González, el primer rescatista. Es cuando llega el pastor Javier, misionero evangelista y vecino de carpa, y su guitarra arranca cánticos de fe.

A las 23.36 llega la cápsula y Florencio estará listo para volver a la superficie, exactamente a las 0.10 del día 13/10/10 (sí, la fecha también suma 33). Los llantos, los gritos y las lágrimas impúdicas de los Avalos se repetirían 32 veces a lo largo de la jornada, en rostros similares, hermanados por la desgracia. Y cuando el último de todos, Lucho Urzúa, le “entregó el turno” al presidente Piñera, ya no hubo más angustia ni frustración. “Que esto nunca vuelva a ocurrir”, pidió el topógrafo y hombre a cargo, llamando a la reflexión de los patrones.

La historia de los 33 mineros, quedaba claro a esa altura, ingresaba en el selecto grupo de las leyendas sin tiempo. Se contará de boca en boca, de punta a punta de la Cordillera, mítica pesadilla de la que fueron rescatados por un beso de la Madre Tierra.

Luis Urzúa, el líder y jefe de turno, fue el último minero en salir a la superficie. “Finalmente cerré el turno –le dijo a Sebastián Piñera–. Que esto no vuelva a repetirse, señor presidente”.

Luis Urzúa, el líder y jefe de turno, fue el último minero en salir a la superficie. “Finalmente cerré el turno –le dijo a Sebastián Piñera–. Que esto no vuelva a repetirse, señor presidente”.

El martes 12 de octubre, cuando faltaban veinticuatro minutos para que finalizara el día, la cápsula Fénix II bajó 688 metros para subir al primer minero: FLORENCIO AVALOS (31), quien fue recibido por el presidente Piñera, por su mujer, Mónica Araya, y por su hijo, Byron (8)

El martes 12 de octubre, cuando faltaban veinticuatro minutos para que finalizara el día, la cápsula Fénix II bajó 688 metros para subir al primer minero: FLORENCIO AVALOS (31), quien fue recibido por el presidente Piñera, por su mujer, Mónica Araya, y por su hijo, Byron (8)

La salida histriónica de MARIO SEPULVEDA (40, el segundo minero en subir a la superficie) lo catapultó ante los ojos del mundo como una de las estrellas del rescate.

La salida histriónica de MARIO SEPULVEDA (40, el segundo minero en subir a la superficie) lo catapultó ante los ojos del mundo como una de las estrellas del rescate.

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