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Un León sacando campeones

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-¿Disfrutando el éxito, Vigil? 
-No. Estoy disfrutando la vida. Del éxito ya me olvidé. Las medallas hay que dejarlas rápido a un costado, si no uno se la cree. 

El hombre que habla hizo de su oficio un sacerdocio: no sólo es el director espiritual de Las Leonas (además de su técnico desde 1997), sino también un misionero incansable de la ética y la moral deportiva (en 2002 sorprendió al mundo cuando paró un partido contra Alemania para que se le cobrara un tanto al equipo contrario que el árbitro había dejado pasar). "Esa vez perdimos 2-1 -recuerda hoy, de vacaciones en Mar del Plata-.
Pero como equipo ganamos mucho más que un partido, porque hicimos lo correcto".

Y su filosofía de vida sigue así: "¿De qué me sirve tener uno, diez, cien o mil pesos? Para gastarlos con las personas que amo. ¿De qué me sirve tener una linda casita si algún día la puedo tener? Para disfrutarla con mis amigos en la pileta. ¿Y de qué me sirve ser campeón del mundo? Para abrazarme y disfrutar con la gente que hizo que el equipo pueda llegar. Sólo las vivencias quedan".

¿Quien es ese León? Sergio Roberto Vigil nació el 11 de agosto de 1965, en Capital Federal. Se enamoró del hockey a los 9 años, en el club Ciudad de Buenos Aires. "Fue quizá por casualidad -reconoce hoy-.
Porque en el mismo lugar donde jugábamos al fútbol, se hacía hockey y un día me di cuenta de que me llamaba más pegarle a la bocha que patear la número cinco". A los once, descubrió algo más: que no sólo soñaba con jugar y llegar al seleccionado, sino que también tenía vocación de docente. "Yo iba a ver los partidos de los más grandes para aprender. En ese momento jugaban Marcelo Garrafo, Julio Jufré y Aldo Ayala, todos de la selección, a quienes yo admiraba. Y un día noté que le prestaba mucha más atención al entrenador que a ellos. Me fascinaba escuchar las indicaciones". A los 15 integró por primera vez el Seleccionado Juvenil de Buenos Aires. A los 17 debutó en primera división. A los 18 se convirtió en campeón con su club y lo convocaron para integrar la Preselección Junior Argentina. A los 19 jugó su Primer Panamericano en Orlando y obtuvo la medalla dorada. A los 29, en agosto de 1985, jugó el Mundial en Vancouver (Canadá), donde logró la séptima ubicación. Y a los 31 concretó el gran s
ueño de su vida: entrenar al seleccionado femenino de hockey sobre césped.


-Su próxima predicción, ¿cuál es?

-Soñé con una selección campeona mundial y campeona olímpica. Ahora sueño con que el equipo se convierta en campeón de la década. Quiero que mi selección pueda ganar durante diez años…

-Pero ya anunció su retiro para el 2004…

-Y eso es lo mejor de todo, que lo voy a poder compartir. Yo comencé con la selección en el 97 y el objetivo en ese momento era que la Argentina fuera un equipo top: que vaya a todos los torneos y juegue todas las semifinales. A partir del 2000 dije que la Argentina tenía que ser el campeón de la década, el equipo más ganador. Para eso necesito el apoyo de los técnicos que van a venir, y eso es lo lindo. 

Hablando de amor. Cuando habla de sentimientos y gente querida, se emociona. "Muchas veces me preguntan si el campeonato mundial fue lo mejor que me pasó en la vida. Y no, lo mejor que me pasó en la vida fue haber conocido a Marcela y haberme casado con ella", asegura Vigil. Marcela se apellida Inés Manes y la conoció cuando trabajaba de actor. Aunque cueste imaginarlo, el entrenador de Las Leonas interpretó obras de Roberto Arlt y otras infantiles. Estaba haciendo Prueba de amor cuando la vio sentada en la primera fila, entre los espectadores. Dos veces fue ella a ver la obra. Después, unos amigos en común los presentaron y empezaron a noviar hasta el año 2000, cuando decidieron comprometerse por Civil y por Iglesia. "Yo fui un entrenador hasta 1998, y otro cuando la conocí a ella -reconoce Vigil-.
Marcela me dio la energía del amor, seguridad, estabilidad. Fue lo más lindo que me pasó en la vida. ¿Hijos? No hemos tenido todavía. Estamos en la búsqueda. Si Dios nos bendice, los tendremos".

También se conmueve cuando nombra al resto de su familia: a su mamá, Lucía Rosa, que fue maestra; a su papá, Sergio, que amaba los deportes y murió sin verlo al frente de la selección; y a sus hermanos, Augusto y María Agustina.


-Vigil, ¿hay claves para lograr el éxito?

-Nunca hay que olvidarse de cómo se consiguió el objetivo: con esfuerzo, con convicción, con solidaridad, con humildad y con espíritu de grupo. Esas son las cinco claves.

-¿Y funcionan para cualquier otra actividad?

-Totalmente. Son claves que tienen que ver con lo ético y moral.


-Usted que sabe sacar adelante equipos sin demasiados recursos, ¿se anima a arriesgar una fórmula exitosa para el país?

-Con ética y moral, nuestro país también puede ser un león. Después hay algo muy importante para conducir cualquier tipo de actividad: saber poner ladrillos sobre los cimientos y las construcciones anteriores. Generalmente pasa que uno recibe la estructura y quiere tirar abajo todo lo anterior. Entonces, cada cuatro o cinco años estamos arrancando de cero.

-¿Y qué va a hacer después del retiro de la selección?

-En el deporte y en la docencia voy a seguir. Es difícil… No me veo con otra camiseta que no sea la Argentina, y es probable que haya algún ofrecimiento fuera del país.


-¿Alguno que lo tiente más que otro?

-No. Como me ven muy feliz donde estoy no me han hecho ofertas concretas. Es como cuando estás muy enamorado de tu esposa: el resto de las mujeres no se te acercan porque saben que van a quedar mal paradas. En el deporte es igual: nadie todavía ha hablado de ofertas…

-Digamos que están esperando a que le salga el divorcio…
-(Sonríe). Sí, sería algo así. Pero que quede claro: de la Argentina no me voy a poder divorciar nunca. Soy de los que creen en el amor para toda la vida.

por Mariana Montini
fotos: Matías Campaya
(agradecemos a Manantiales Club de Mar y a José Benítez)

Alquiló una casa en el Bosque Peralta Ramos por un mes. Pesca con amigos, backgammon, y caminatas junto a su esposa, Marcela, es toda su agenda hasta febrero.

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Sergio Vigil con las chicas campeonas en Australia.

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