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Un astro y dos estrellas

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El Diez tiene condiciones histriónicas. Don de capocómico. Conoce los tiempos
del humor y sabe medirse con las plateas más exigentes. Puede servir una
asistencia perfecta o disparar un remate preciso. Posee además una capacidad
inaudita para crear nuevas muletillas que pronto son adoptadas por el
inconsciente colectivo nacional: “Se le escapó la tortuga”, “Cabeza de
termo
”, “Hacete un mechón”… ¿Remember? Sin embargo, el sábado 23 no
emitió palabra. Sólo trepó al escenario del teatro Broadway para
agradecer la ovación que le regaló el público. Alzó los brazos, aplaudió sobre
su cabeza y luego repartió besos: a Nito Artaza, Moria Casán, Waldo, José María
Listorti, Denise Dumas, media docena de bailarinas… Entonces apagaron los
parlantes de la sala y sonó la misma música de siempre: “Maradóoo, Maradóoo”.
El by pass gástrico comenzó a hacer efecto. Luego de su operación en
Colombia, hace ya más de cincuenta días, Diego Armando Maradona ha disminuido
algunos talles. “Entre quince y veinte kilos”, calcularon los
privilegiados de primera fila. Un mexicano entrado en años se abalanzó entonces
sobre el escenario. Quería estrechar la Mano de Dios. Gritaba que había estado
en el estadio Azteca en 1986, la tarde en que los ingleses sufrieron el mejor
gol en la historia de los mundiales.
El Diez se fue sin hacer comentarios. Hizo mutis por el foro y se detuvo algunos
minutos en la zona de camarines. Luego con un preciso quiebre de cintura eludió
a la docena de cronistas que montaban guardia en la puerta del teatro. Apenas
soltó dos definiciones sinceras: “La pasé muy bien” y “Los chicos
están bárbaros
”. Fue suficiente. Entonces Diego apuró la salida para aliviar
el tráfico de calle Corrientes, que se paralizó ante su ahora reducida
humanidad.

La visita de Diego Maradona al Brodway encierra su propia historia.
Palabra de Nito Artaza: “Sabíamos que iba a venir. Podía ser esa noche, la
siguiente o cualquier otra… Diego es un tipo de palabra. Todo empezó a gestarse
hace poco más de una semana, después de una nueva función de El fondo puede
esperar. El público ya se había ido y yo estaba cerrando el teatro, ya pensando
en irme a casa. De pronto, veo a un tipo caminando por el hall. Parecido a
Diego, pero mucho más delgado. No le presté mayor atención. De pronto siento que
el hombre se para a mis espaldas. Y, antes de que yo pudiese reaccionar, me pega
una cachetada. ‘¿Qué c… le pasa?’, pensé. Entonces me pone un beso en la mejilla
y muy suelto de cuerpo me dice: ‘¿No saludás más, Nito?’. Y ahí se me cayeron
las medias… ¡Diego! ¡Era Diego! Y yo que ni siquiera lo reconocí… Me contó que
se tenía que encontrar con su hija Dalma, que estaba ensayando una obra en una
sala vecina. Lo invité a ver nuestro espectáculo y me prometió que iba a venir.
No me dijo cuándo, tampoco le pregunté… ‘Pero yo estoy sólo para un tiempo, si
me quedo quieto más de cuarenta y cinco minutos, me aburro’, me advirtió. Nos
despedimos con otro beso y se fue tan tranquilo como llegó. El sábado 23, siete
días después, vino a ver la función. Se quedó una hora y media y subió al
escenario para agradecer el cariño del público. Lo ovacionaron de pie y el
teatro casi se viene abajo. Un fenómeno… Después bajó a camarines para
saludarnos. Hablamos un poco de fútbol, comentó el partido que Racing perdió con
Vélez. Lo vi como nunca, con un brillo especial en los ojos. Me pareció que
tenía mucha paz interior. Incluso desde cuando estaba en la platea lo vi sonreír
con serenidad. Los que amamos el fútbol tenemos que estar felices. A mí, que soy
hincha de River, se me puso la piel de gallina… Diego tiene don de capocómico.
Pero su futuro no está en la calle Corrientes: espero verlo dirigir algún club
grande. Dicen que lo pretende San Lorenzo como técnico, Boca como Manager
General… Y también está la AFA que le ofrece dirigir la selección Sub–20. Lo que
sea, pero como está Diego hoy, dan ganas de tirarle una pelota
”.Maradona, Artaza y Moria sobre el escenario del teatro Broadway. “Los que amamos el fútbol, debemos estar felices: Diego está muy bien”, definiría luego Artaza.

Maradona, Artaza y Moria sobre el escenario del teatro Broadway. “Los que amamos el fútbol, debemos estar felices: Diego está muy bien”, definiría luego Artaza.

El Diez subió a escena invitado por Nito Artaza. No emitió palabras, sólo levantó sus brazos para agradecer el cariño del público. Después se abrazó con Moria. Maradona y la diva tuvieron algunos cortocircuitos en el pasado. Sin embargo, no guardan rencores: se saludaron como viejos amigos. “Está mucho más delgado, lo vi hace una semana y ni siquiera lo reconocí”, diría después Artaza.

El Diez subió a escena invitado por Nito Artaza. No emitió palabras, sólo levantó sus brazos para agradecer el cariño del público. Después se abrazó con Moria. Maradona y la diva tuvieron algunos cortocircuitos en el pasado. Sin embargo, no guardan rencores: se saludaron como viejos amigos. “Está mucho más delgado, lo vi hace una semana y ni siquiera lo reconocí”, diría después Artaza.

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