Son quince minutos, veinte, no más. Aquí esto el hombre que es tan porteño como el Café Tortoni o tan rosarino como el bar El Cairo que alguna vez compartió con el Negro Fontanarrosa. En definitiva, un ciudadano del mundo y argentino por adopción, recibe el Premio Atahualpa. “Tuve el honor de conocer a Don Atahualpa Yupanqui, que no era un hombre fácil, que era un hombre serio, consistente”, recuerda Joan Manuel Serrat (65). Y de inmediato se corrige: “En realidad, todos los hombres consistentes suelen ser serios”. Lo dice en el Teatro Argentino de La Plata. A su lado, el gobernador bonaerense Daniel Scioli, el intendente platense, Pablo Bruera, y el presidente del Instituto Cultural provincial, Juan Carlos D´Amico.
“Hoy me voy con el recuerdo de un amigo, Atahualpa Yupanqui, a quien han escogido para brindar un elogio, alguien que ejerció el mismo oficio que yo. Esto es muy importante para mí”, cierra, justo cuando pasan esos quince o veinte minutos estipulados y la sala de conferencias estalla en un aplauso cerrado. Sala donde también se lo distinguió como Ciudadano Ilustre de la provincia de Buenos Aires.
Serrat se despide porque tiene que ir a hacer lo que mejor sabe. En el escenario del lujoso teatro de la Calle 51 lo espera Ricardo Miralles, algo así como su Lepera, el hombre que lo acompaña en el piano desde hace más de 40 años. Esta será la tercera presentación y la despedida de Serrat 100x100 en La Plata. Cada noche, ofreció un show íntimo a sala repleta con más de 1800 espectadores. Un repaso de anécdotas y lo más jugoso de su cancionero como Cantares, Mediterráneo, No hago otra cosa que pensar en ti, Penélope y esas que lo convirtieron en un hombre ilustre en estas tierras… 
El cantante y su compañero inseparable, el pianista Ricardo Miralles que lo acompaña hace 40 años.
Homenajeado por Scioli, Bruera y D’Amico. Serrat, el más argentino de los catalanes.
