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"Todavía no me siento parte de Hollywood"

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John Travolta se acercó hasta donde estaba sentado, le dio la mano y le dijo, con esa boca tan cinematográfica: “Man, me encanta tu trabajo”. Spike Lee lo palmeó y lo felicitó. Forest Whitaker, que venía de llevarse el Oscar como Mejor Actor por su papel en El último rey de Escocia, cruzó todo el salón para decirle que le había gustado mucho la música de Babel. Y Sean Penn… bueno, con Sean Penn ya son amigos y ahora lo llamó para pedirle si podía hacer algo de música para su nueva película. “El mono es re buena onda –dice Santaolalla, refiriéndose a Penn–. Está dirigiendo una película que se llamará Into the wild y quiere que participe, que vaya a Nueva York y le grabe algo de música”.

Y después vendrá En el camino, la versión fílmica de la Biblia beatnik de Jack Kerouac, que va a ser dirigida por Walter Salles (el mismo de Diarios de motocicleta) y producida nada menos que por Francis Ford Coppola. Todos estaban allí, esa noche, en las butacas del Kodak Theatre de Los Angeles, cuando Penélope Cruz y Hugh Jackman anunciaron el ganador del Oscar a Mejor Banda Sonora: “Gustavo Santaolalla, Babel”.

–¿Cómo es estar parado frente a toda esa gente?
–Uhhh, cuando acabás de recibir el premio y estás sobre el escenario, no querés ni mirar a los que tenés adelante, ¡ja, ja, ja! Ahí abajo estaban Scorsese, DiCaprio, Jack Nicholson, ¡todos los grandes! Un poco más allá, Spielberg, Clint Eastwood... Así que tenés que tratar de no mirar a ningún lugar en especial y concentrarte en decir lo que tenías planeado. Pero creéme que es bastante difícil.

–¿Tuviste alguna cábala para ganar las dos veces?
–En realidad, fue todo tan milagroso que no tuve mucho tiempo para pensarlo. Pero, mirá: el primer año usé una camisa blanca con una corbata celeste, y esta vuelta no quería volver a ponérmela, así que me puse un moño celeste con la camisa blanca. Y funcionó.

Vaya si funcionó. Y la vuelta a la Argentina, con dos Oscar, dos BAFTA (la versión británica del premio), un Golden Globe y once Grammy bajo el brazo, fue como la del hijo pródigo que vuelve triunfal a su pueblo después de haber conquistado la gran ciudad. Ese fue, más o menos, el camino de Santaolalla, desde su adolescencia hippie en Arco Iris, con el pelo largo, la voz aguda y los acordes de Mañanas campestres, hasta su exilio en Los Angeles y este presente de película. En el medio, una vida de experimentación alrededor de la música, desde casi todos los ángulos. Entre el 84 y el 86 el viaje junto a León Gieco para registrar los sonidos de la Argentina más profunda en De Ushuaia a La Quiaca, donde además conoció a su segunda esposa, la fotógrafa Alejandra Palacios, o su trabajo como productor de bandas como Café Tacuba, Divididos, Molotov o Bersuit, con las que se cansó de ganar premios Grammy y se convirtió en el productor crucial del rock en español.

También, el experimento con Bajofondo, el disco Café de los Maestros, el sello discográfico Surco y, sobre todo, esto de ponerle música a cosas como Amores perros, 21 gramos, Diarios de motocicleta, Secreto en la montaña y Babel. Y los dos Oscar, por supuesto. A la Argentina, volvió como el gran invitado de honor en el 22º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde además de recibir el Astor de Oro por su trayectoria de manos de Cristina Fernández de Kirchner, sintió de cerca el cariño de la gente a lo largo de sus tres días en esa ciudad.

Ahora, Gustavo está tomando un té con su mujer en la cafetería del aeropuerto de Mar del Plata, esperando a que salga su avión con rumbo a Buenos Aires. En una cajita de madera lleva el Astor de Oro. El primer punto, antes de volver a los Estados Unidos, va a ser Mendoza, donde los Santaolalla tienen la Finca La Luna, unos viñedos que a fin de año les darán sus primeros Malbec y Cabernet. En Nueva York, como decíamos, Sean Penn lo espera para que le ponga algo de música a su película. En eso está Santaolalla, a sus 55 años, mientras le da un trago a su té negro, y habla con GENTE.

–¿Cómo estás viviendo todo esto?
–Mirá, creo que si me hubiera pasado hace algunos años podría haberme pegado mal, pero la verdad es que ahora me lo tomo muy bien, con mucha paz. Lo vivo como un momento de cosecha. Pero obviamente es el fruto de todo lo realizado antes. Y después vendrá otra época. Tengo ganas de hacer muchas cosas. Por ejemplo, algo que había dejado por veinte años: tocar en vivo. Y cuando volví a subir al escenario para tocar con Bajofondo, dije: “¡Loco, cómo dejé esto tanto tiempo! Es parte de mi vida, no puedo dejar de hacerlo”.

–¿Cómo es tu vida en Los Angeles?
–Durante los seis meses que no viajo y estoy ahí, es una vida mucho más ordenada. En el sentido de horarios, de todo. Primero porque tenemos nuestros hijos, Luna, de 12, y Juan Nahuel, de 7, que van a la escuela; así que a las 6 y media ya me levanto. Además, todas las mañanas tengo a mi personal trainer, con el que hago gimnasia y algo de pesas. Después tengo mi estudio a una cuadra y media de casa. Laburo ahí todo el día, y ceno con mi familia a la noche. Paso mucho tiempo con ellos. Y el año pasado, las últimas tres semanas de la gira de Bajofondo estuvimos con mi mujer y los chicos en España. Así se hace más liviano.

–¿Por ahora piensan seguir viviendo en Estados Unidos?
–La base sigue siendo Los Angeles. Es un lugar que me resulta muy conveniente. Pero siempre sigo con mucho contacto con la Argentina. Mis hijos son bien argentinos. Vienen a Buenos Aires todo el tiempo. Juan tiene un primo de su edad; Luna es amiga de la hija del Pelado Cordera, de la Bersuit. y Ana, la mayor, que ya tiene 26 y se está graduando en la UCLA, es amiga de las hijas de León Gieco. Somos muy unidos. Nos vemos mucho. Inclusive con la mamá de Ana, Mónica, mi ex. Ella es una de mis mejores amigas y de mi actual mujer. Pasamos las Fiestas juntos. Mónica, inclusive, ayudó en el parto de Alejandra cuando nació Luna. Así que imagináte lo bien que nos llevamos…

–Más allá de que tenés una carrera musical de cuarenta años, en la industria cinematográfica estás empezando y ya tenés dos Oscar. ¿Te imaginás cómo sigue esto dentro de cinco años?
–No lo sé… En realidad, tengo tantos frentes de interés que lo siento como una cosa más. Aunque por un lado es verdad que sólo hice seis películas y ya tengo dos BAFTA, un Golden Globe y dos Oscar, también sé que todo esto es fruto de mis cuarenta años de trabajar en la música. Esto no cayó de un paracaídas. Fue un tiempo en el que depuré mis ideas, mis conceptos con respecto a las cosas, y eso, creo, me hizo ganar mucho tiempo y llegar más rápidamente a los objetivos que tenía en mente cuando me puse a hacer bandas sonoras.

–En la ceremonia de los Oscar estuviste al lado de gente que seguramente admiraste toda tu vida…
–Sí, ésa es una de las cosas lindas de lo que me pasa ahora: el tener acceso a mucha gente que he admirado durante años y que ahora se acerca a decirme: “Me gusta mucho tu trabajo”. ¡Me causa tanta gracia!… La otra vez, en los Grammy, vino Elvis Costello a decirme: “I love your work.” Y yo pensaba: “No, ¡yo amo tu trabajo! Hace mil años que te escucho, flaco. Vos me conocés desde ayer, pero yo te sigo a vos de toda la vida” , ¡ja, ja, ja¡

–Tus bandas de sonido, para el cine estadounidense, son muy atípicas.
–Pasó algo muy loco, porque ya el año pasado la alegría había sido doble: por un lado la satisfacción del Oscar y, por el otro, saber que estaba rompiendo un molde. Hasta ese momento, lo que se había premiado era de corte más sinfónico, más de música clásica –y eso está buenísimo–, pero creo que también hay otras estilos. Y que me hayan premiado por Secreto en la montaña fue “¡Wow, se la jugaron!”. Ahora, que me hayan premiado de nuevo, es una ratificación de que voy por el buen camino. Y, por supuesto, me llena de orgullo.

–¿Ya te sentís parte de la industria?
–La verdad, todavía no, aunque eso no quiere decir que no lo vaya a sentir o no lo logre con más años en Hollywood. Después del primer Oscar me llovieron proyectos, realmente muy lucrativos algunos, pero que no me interesaban en lo más mínimo. De alguna manera, las películas en las que he trabajado no son el arquetipo de los films de allá. Son películas más de corte marginal, aunque Babel haya sido hecha por la Paramount. Así que, sinceramente, todavía no me siento parte de Hollywood.

Santaolalla en el aeropuerto de Mar del Plata, después de viajar al Festival de Cine para recibir el Astor de Oro por su trayectoria. Hasta ahora lleva ganados dos Oscar, dos BAFTA, un Golden Globe y once Grammy.

Santaolalla en el aeropuerto de Mar del Plata, después de viajar al Festival de Cine para recibir el Astor de Oro por su trayectoria. Hasta ahora lleva ganados dos Oscar, dos BAFTA, un Golden Globe y once Grammy.

“<i>Cuando recibís el premio y estás sobre el escenario, no querés ni mirar a los que tenés adelante. Estaban Scorsese, Jack Nicholson... Hay que tratar de no mirar y concentrarte en decir lo que tenías planeado. Pero es bastante difícil.</i>”.

Cuando recibís el premio y estás sobre el escenario, no querés ni mirar a los que tenés adelante. Estaban Scorsese, Jack Nicholson... Hay que tratar de no mirar y concentrarte en decir lo que tenías planeado. Pero es bastante difícil.”.

Hasta ahora lleva ganados dos Oscar, dos BAFTA, un Golden Globe y once Grammy.

Hasta ahora lleva ganados dos Oscar, dos BAFTA, un Golden Globe y once Grammy.

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