Admite que es un prejuicio que le gusta llevar mientras no logre acostumbrarse a las reglas de la fama. “De los actores no debe conocerse demasiado. Detesto estar mirando una escena brillante con un gran actor y distraerme pensando: ‘A éste acaba de dejarlo la novia’. Por eso procuro que de mí se sepa siempre hasta ahí”, dice Griselda Siciliani (33) haciendo un malabar entre el intento de misticismo y una popularidad cada vez más demandante. En su haber no existe desafío laboral exento de premios, elogios y aceptación popular. Traduce su éxito en “particular olfato para elegir proyectos, pasión para asumirlos y obsesión para concretarlos”. Hace tan sólo horas terminó su última toma en Los únicos y ya prepara su viaje al Sundance Film Festival de Park City, Utah, Estados Unidos, para el estreno de El último Elvis, su film debut. Pero a esta altura tiene claro que el foco inevitable de este encuentro es su embarazo, toque final de un 2011 inmejorable. Entiende las pautas y acepta jugar.
–Hace poco debiste huir de un shopping por el fanatismo de un grupo de adolescentes. Tras 16 años de carrera, ¿el éxito comienza a asustarte?
–El éxito es hermoso. Salir a caminar toda chirusa y sacarme ochenta fotos me molestaría si no entendiese que esos pedidos son manifestaciones puras de afecto, y el actor trabaja para eso. Al terminar Para vestir santos dije: “Quiero que lo próximo sea una comedia, y bien popular”. Necesitaba saber qué se sentía desde un protagónico.
–El interés de la gente por la mujer detrás del personaje es parte de ese juego.
–Sí, pero a mí me mata el pudor si tengo que hablar de algo más que de mi trabajo. Me pasa, por ejemplo, cuando me preguntan qué opino de productos como ShowMatch (del cual no participaría, por no estar dispuesta al juego mediático). Siento que es poner mi palabra como una verdad que debe ser escuchada. Además, no voy a hacerme la boluda: parte del interés tiene que ver con que soy la mujer de Adrián Suar (43). Y lo digo con orgullo, aunque sentarme en un programa con un graph que dijese “Siciliani habla de Suar” sería matar mi ego a patadas.
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Griselda y su ego, vínculo destacable. “Agradezco haber comenzado en tele de grande, porque se llega a la fama menos sufrido, con recorrido y agradecimiento”, explica. La niña oriunda de Flores –adoptada por Villa Luro– que luego de probar cerámica y piano, entre otras actividades fomentadas por padres docentes atentos a los intereses de sus seis hijos, entró a la Escuela Nacional de Danzas, hoy exhibe dos premios Clarín, cinco nominaciones a los Martín Fierro y otros tantos logros de los siete ciclos televisivos y catorce teatrales en los que dejó huella. “Mi hermana socióloga siempre me dice: ‘Vos lograste trabajar de lo que jugábamos’”, subraya Griselda recordando sus días de fonomímica en el living, con canciones de Michael Jackson y Pablo Ruiz. “Cuando un medio me lleva a ser sólo ‘la novia de...’, me hace mal”, asegura.
–¿Ser la mujer de Suar es negocio?
–Más o menos...
Leé la nota completa en la revista GENTE de esta semana.
Orgullosa y de tres meses y medio, prepara su viaje a Park City –Utah, USA– donde la ópera prima de Armando Bo (h) en la que participa está nominada como Mejor Ficción Extranjera. Por su embarazo debió rechazar tres propuestas para 2012: otra de cine, una de teatro con Pablo Echarri y un proyecto para TV de Sebastián Ortega.
“Aún no imagino a Margarita, pero me divierte pensar en cantar y bailar con ella. Voy a dejar que se ensucie, descubra y experimente. Como mamá voy a priorizar la libertad”
“Corro con la ventaja de conocer la clase de padre que es Adrián. Fue un buen augurio verlo interactuar con Toto”
