“Tanto me lastimaron con la palabra, que en casa no hay prohibiciones, retos ni gritos” – GENTE Online
 

“Tanto me lastimaron con la palabra, que en casa no hay prohibiciones, retos ni gritos”

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Se oye:

–Mami, quiero ver tele…
–Todavía no empieza tu programa.
–Quiero ver PlayHouse (Disney). ¿Qué hago?
–Tener paciencia, hija. En la vida hay que saber tener paciencia.

Entonces entra en el living con su blend herbal en tetera de vidrio y cierto gesto perspicaz que insinúa un “¡si lo sabré yo!”. En esta charla, Florencia De la V (38, y más Trinidad que nunca), no sólo hablará del valor de la perseverancia, también lo hará sobre el poder de la palabra que alguna vez la enfrentó hasta con la idea del suicidio y hoy vuelve a azotarla con las lenguas más filosas de “los que quedan en esta televisión homofóbica”. Las mismas que –en el oportuno marco familiar por el festejo del tercer cumpleaños de sus hijos– la empujan a revalidar su frase: “Pese a quien le pese, soy mujer, madre y argentina”.

–¿Estás preparada para contarles la verdad?
–No hace falta decir nada.

–Vamos, los chicos suelen ser más crueles que la gente del medio. Algún día llegarán del colegio pidiendo explicaciones.
–No hay una fecha estipulada para decirles: “Hoy trataremos el tema ‘Mamá’”. Así como sé que ellos van a preguntar, también estoy convencida de que las nuevas generaciones de este país, aunque aún sea machista, son solidarias y tolerantes, traen otro chip. Ellos harán una sociedad más inclusiva, más pluralista.

–…pero hay un bonus: su mamá es un boom popular.
–Seguro que sus compañeros utilizarán el tema para hacerles daño, como lo harán con otros. ¿Sabés cuál es el ranking oficial de la discriminación en las escuelas? 1, la pobreza; 2, el aspecto físico; 3, la obesidad; y 4, la sexualidad. No serán los únicos chicos que sufran en el colegio, pero te aseguro que en casa van ser muy abrazados.

–Pablo (Goycochea, 47, su marido) ya tiene experiencia en ese tipo de charlas. ¿Qué speach utilizó?
–El de la naturalidad. Sus hijos (Gonzalo, María Pía y Martina) eran chicos, y habló con la verdad: compartió que se había enamorado, sin sentir que hacía algo malo o prohibido. ¡Yo tenía más prejuicios que ellos! Me llevó mucho tiempo creerme capacitada para enfrentarlos, y más rápido de lo que imaginé estaba preparándoles el desayuno, cosiéndoles la ropa, asumiendo ser la mujer de la casa.

–¿Tenés miedo de que tus hijos sean marginados?
–No. Ellos sabrán con quiénes juntarse: los que respeten a sus padres.

–Una vez nos dijiste que la maternidad te dignifica…
–Ser mamá es mi realización. Paul e Isabella completan mi misión en este mundo.

–¿En qué momentos de madre decís “no puedo”?
–A la hora de los límites. Sobre todo porque le doy mucha importancia a la palabra… Con ella se lastima, y a mí me marcaron mucho con el “¡Siendo así, no vas a llegar a nada!”. Un término mal empleado puede volar la cabeza de un chiquito. En casa acordamos medirnos con los retos, eliminar los gritos y escucharnos más. A mí nadie me escuchaba.

–Puedo imaginar ese entonces… ¿Cuál fue el primer registro de tu “yo” mujer?
–En el jardín de infantes, cuando me impusieron lo masculino. La realidad se me vino encima: manifestarme como nena, lo que me era natural, ahí se castigaba.

–¿Y en casa?
–Si las maestras, que estaban instruidas, no sabían contener, imaginate mi papá (Claudio Trinidad, maestro mayor de obras), alguien sin estudios, que venía de afuera, tan sujeto al qué dirán en un barrio complicado (Lavallol). Toda la vida estuve enojada con él.

–¿Te golpeaba?
–Los cintazos eran algo común. Pero papá no tenía límites. Recibí tantos y tantos golpes innecesarios… ¡no había necesidad de tanto!

–¿Cuándo estallaba?
–Cuando me veía nena. Si él o mi hermano estaban cerca, debía forzarme para ser otra persona: era como tener que arrancarme la piel en un instante. Así aprendí a mentir, a desdoblarme… ¡tenía cinco añitos! Pero lo que más dolía era la soledad: imaginate, estaba sumido en una tristeza infinita y sin mamá (Sabina Sáez, costurera, falleció por mala praxis médica –“un caso que nunca quedó claro”– cuando Flor tenía dos años).

–¿Perdonaste a tu papá?
–Estaba desesperado, no podía manejar a un hijito diferente. Con los años fui olvidando, y genuinamente pude perdonarlo recién cuando fui mamá. ¡Es tan difícil ser padres! Todo el tiempo te sentís en una línea muy delgada.

–¿Cómo es su vínculo hoy?
–Siempre fue distante. Hoy no es como quisiera, pero digamos que mejora. De todos modos, jamás cambiará. Nos reencontramos hace nueve años, porque cuando me fui de casa, a los 18, ni siquiera hablábamos por teléfono. Uy, menos mal que huí… Sin mamá no me sentía arraigada a la familia. No sé qué hubiese sido de mí ahí adentro.

–¿Quién contenía a ese nene?
–Mi madrina, la tía Alicia. Mis recuerdos lindos son en su casa, con mis primas. Ella no hablaba abiertamente del tema, pero entendía lo que pasaba: yo lo sentía en sus caricias. ¿Sabés?, me crié sola. A quienes sufren por ser gordos, feos o judíos, las familias los contiene, los consuela, los alienta: el gay siempre está solo.

–¿Tu hermano era indiferente?
–Ya de grande me di cuenta de que me bancaba a su manera, sacando la cara por mí en muchas situaciones. Yo sabía que estaba.

–Pero, y a pesar de todo, en la construcción de la mujer de hoy, hay valores muy sólidos.
–Es que, al mismo tiempo, papá nos enseñó a valernos por nosotros mismos. El decía que su padre le había enseñado a que las cosas de la casa eran para las mujeres: “¿Usaste un plato? Dáselo a alguna de tus hermanas”. Eran esclavas. Así se crió en Paraguay, y cuando llegó al país a los 18, no sabía hacer nada. Por eso nos obligaba a que tendiésemos la cama, hiciéramos la comida,… Nos inculcó el valor del trabajo y la colaboración.

–En esa construcción, ¿buscaste a tu mamá?
–¡La busqué toda la vida! La necesité tanto…(se quiebra). Sé que fue mi GPS interno en esta construcción. Tengo un recuerdo muy a flor de piel: yo tenía pánico de perder de vista a mi papá, porque creía que no volvería a verlo jamás. Yo tenía su edad (señala a Paul e Isabella, que juegan con masa al lado del té). Por eso, hoy con mis hijos me esmero en crear buenos recuerdos: cocinamos juntos, recortamos las letras del cartel de su cumple…

–¿Qué es lo más difícil de ser mujer?
–¡Encontrar zapatos, y más si calzas 42! (bromea). La apariencia es una parte angustiante. Pero se aprende. En definitiva, lo que nos pasa a todas: ¿cuántas minas patonas, gorditas, chiquitas y grandotas hay? ¿Quién está ciento por ciento conforme con su cuerpo?

–¿Por qué nunca te operaste?
–Porque no tengo que bajarme las bragas ante nadie para ser lo que soy. Mi sentimiento no tiene que ver con la genitalidad. Además, es una decisión demasiado personal: ya bastante me costó aceptarme y ser feliz. Hoy no lo necesito, ¿mañana quién dice? Bibi Andersen (la actriz transexual española) lo hizo después de los 40, cuando estuvo lista. Son procesos… ¿Si no fuese feliz, crees que no lo habría hecho ya?

–Como les pasa a muchas chicas trans: ¿las drogas y la prostitución alguna vez fueron opciones para vos?
–Una decide cómo se construye. Yo siempre tuve convicciones fuertes y, por sobre todo, me topé con buena gente. ¿Sabés cuándo aparece ese camino oscuro? Cuando una cree que no tiene derecho a nada, ni el documento te coincide con la cara…

–¿Llegaste a sentir que no tenías derecho a nada?
–¡Uf! Fui humillada tantas veces… En las entrevistas de trabajo te denigraban, no te atendían, te hacían atar el pelo, lavarte la cara… Muchas veces tuve que dejarme pisotear y seguir, porque lo creía correcto. Mis primeros trabajos (vendedora de ropa, manicura y costurera de vestidos de novia, entre otros) los hice como andrógina. Hoy, la ley de identidad ayuda a creer y a superarse.

–Jorge Ibáñez fue parte de esa “buena gente” que mencionas. El tuvo mucho que ver con la construcción de Florencia.
–(Se quiebra) El me juró que yo valía, hizo que confiara en mí: como mujer y como artista. –¿Sabés? El siempre veneró tu valentía.
–Nadie más que él sabía lo que me costó ser quien soy. Tuvimos afinidad de inmediato porque nos veíamos uno en el otro: él también quebró el mandato: dejó la medicina para ser diseñador, vivió como sentía y fue el hombre más feliz que conocí. ¡Lo extraño cada minuto más! (llora). –¿Cuánto te costó el amor?
–(piensa) No mucho, me enamoré varias veces en mi adolescencia: esos noviazgos de secundaria que empiezan con cartitas, noches de películas juntos… Creo que tal vez debí haber sido menos prejuiciosa conmigo y con la vida, pero la exposición era heavy.

–Y en términos de exposición: mientras muchas de tus pares eligen el anonimato para evitarse daños, vos decidiste el camino inverso.
–Hice un clic en el secundario, cuando un compañero gay decidió suicidarse. No supo manejar tanta agresión. Son muchos los casos.

–¿A vos jamás se te cruzó la idea?
–Sí. A los 15, estaba atosigada por los prejuicios, atascada entre el hombre y la mujer. Existir era casi un problema. Una vez, estaba sola en mi cuarto y tuve el peor pensamiento que una persona que ama la vida podía tener. Y en medio de esa oscuridad, vi una lucecita que me dijo: “Vamos a intentar otro camino, no tengas miedo”. Estoy segura de que fue mamá.

–Retomemos tu relato sobre ese “clic” que hiciste en el colegio secundario.
–Sentí que necesita un recurso de supervivencia. Fue el humor lo que me salvó la vida. Aprendí que una respuesta graciosa neutralizaba el odio. Si en un recreo, alguien me gritaba “¡puto!”, yo me plantaba: “¡Ay, no… Tenés un talento para la videncia!”. Y todos se divertían conmigo, eso me ayudó a decir: “Soy esto”. El secundario fue la época más feliz de mi vida. Hoy, cuando me reúno con mis compañeras de división me dicen: “Cuando te vemos sentada en la mesa de Mirtha, o en cualquier entrevista, nos acordamos de que eras tal cual en el aula. No era la sexualidad lo que te caracterizaba, era esa chispa”.

–Volvamos al amor: ¿Pablo fue el primero como mujer? ¿Por qué dijiste “acá me quedo”?
–No. He vivido grandes pasiones, pero con él entendí de qué se trata el amor verdadero. Fue una mañana, poco después de conocernos. Me desperté al lado de él y pensé: “Este es el hombre con el que quiero morirme”.

–Pero más allá de cualquier compatibilidad, ¿qué fue lo que lo determinó?
–Que era papá. En biología dicen que la hembra sabe elegir al macho fértil y protector que pele garras por su manada. Bueno, yo sentí que él podría cuidar de mí, podría darme un entorno de familia. No me equivoqué, fijate cómo me defendió aquella vez después de los dichos (en Intrusos). ¡Cuántas mujeres hoy se acercan a decirme: “Cómo quisiera un marido así”!

–Los dichos de Gianola (“Quería trabajar tranquilo y me pusieron trabas”), o los de Lanata (“Vos no sos mujer y no sos madre”), ¿te hicieron tanto daño?
–Aprendí una gran lección: ya no me tomo nada personal. ¿Sabés? A veces, la cabeza de uno es el peor infierno.

–¿La palabra “travesti” lastima?
–A mí no. Pero es lamentable que se tome como insulto. Lo dice la ley, la historia de cada una: ¿Es demasiado pedir ser aceptada como una quiere y cree ser?

–Hablando de eso, y después de haber conducido un programa familiar (La Pelu, en Telefe): ¿realmente crees que la tele es homofóbica?
–A ver, yo dije que en la tele aún queda gente con ese discurso, y otros tantos que lo esconden. Desde que debuté en este medio recibí agravios terribles, todos dirigidos a mis genitales. Y nadie hablaba de discriminación. Hoy, gracias a Dios… y a las leyes, advierten: “No se jode con la sexualidad ajena”.

–¿Qué no se te perdona?
–Que siempre hice lo que se me cantó el culo. Es complicado luchar contra la envidia, comentarios por lo bajo y miraditas en este ambiente. A veces me despierto y digo: “¿Por qué todo debe costarme tanto?”. Siento que piensan: “¡Tiene una carrera genial, una familia hermosa, es feliz y encima… ¡encima es trans!”.

–¿No crees que, más allá de la sexualidad, pesó que en tu pico de éxito te alejaste del público, que te había consagrado por ser popular y desfachatada, con pretensiones de dama de sociedad?
–Quizá fui prisionera de una estupidez, pero por lo que cuesta sostener esta mujer las 24 horas: a mí se me exige más que a cualquiera. Por ahí creí que cargándome de cosas ultrafemeninas y refinadas sería más mujer. Llegué a pensar: “¿En qué momento me creí la Della Giovampaola?”, si yo ya me había aceptado y la gente también. Hasta hace tres años invertía en una vida social entre gente con cierto status, ¿para qué? Mis hijos me humanizaron, cambiaron mi mirada para siempre, gracias a ellos dejé de fingir lo que no soy.

–¿El único ítem en tu análisis?
–…y también haber sido productora me puso en un rol antipático, perdés el humor. De todos modos percibí cierta bronca. Si en 20 años de carrera no cambiás un poco, tirate por el balcón.

–¿Por qué, y después de todo –en Tu cara me suena (Telefe)–, decidiste volver al bigote?
–Porque estoy segura de quién soy, por la elevación espiritual, por el ejercicio diario. Hoy, una barba me plantea un desafío. Si acepté es porque en este año tan triste (por la pérdida de su amigo) el humor era una terapia.

–¿Cómo es eso del ejercicio espiritual?
–Busco en mi interior, me hago preguntas bien en crudo, y anoto en un cuaderno cada respuesta. Después analizo.

–¿Es por eso que aceptaste trabajar con Flavio Mendoza (protagonizará Stravaganza) con quien tuvieron una fuerte pelea por su opinión sobre el método al que recurriste para ser mamá?
–Flavio y yo nos conocemos desde mucho antes de ser famosos, ¡venimos de tan abajo! A veces el periodismo mal intencionado te saca, y una salta de más. Este año difícil tengo otra actitud: no hizo falta hablar tanto. El y yo conectamos en el arte, eso nos sana. Y además, ¡¿cómo voy a decir no al espectáculo más taquillero de la historia del show argentino?!

–Hoy, Lizy Tagliani es una figura en ascenso, y sé que la llamaste para darle aliento… ¿reconociste tus comienzos?
–Claro que la llamé. Alguna vez me peinó y sé cuánto peleó por su deseo. A ella y a mí la pasión y el anhelo nos hizo un lugar en este medio. Cuando la vi en Show- Match la llamé, francamente sentí que debía hacerlo.

–¿Crees que abriste un camino importante de inclusión en los medios?
–Nunca fui abanderada de ninguna causa. Hace poco la humorista Wanda Sykes, abiertamente lesbiana, contó que se le acercó una espectadora de su show de stand up y le dijo: “Tenía prejuicios, creí que vería algo demasiado pro-gay”. Ella le respondió: “Yo hablo de mi vida, de lo que siento, de mi familia… ¿lo dirás por mi esposa?”. Me sentí identificada con esa naturalidad, así crecí en este ambiente.

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A Paul le ganan los nervios reclamando su masa. Isabella se acerca a explicarle a su madre por qué ella tiene dos. “¡Mirá como está vestida esta! –dice Flor resignada y con humor–. Es que ahora elige su ropa”.

–Hablaste de la imposibilidad de ponerles límites. ¿Qué es lo que más te ocupa en la educación de tus hijos?
–La libertad. ¿Y sabés quién me enseñó que todo pasa por ahí? Jorge (Ibáñez), el hombre más feliz del mundo. A los 9 años decidió cómo quería vestirse en su comunión. La libertad les da fuerza a la decisiones. Mirá este look (señala a su hija): Mickey, rallas, lunares. ¿Estás contenta?, entonces ¡a la calle! Sólo voy a exigirles que sean felices.

…de sonrisas, en el diván de su piso en Recoleta. “Ser mamá es mi realización. Mis popotes llegaron para completar mi misión en el mundo”, dice la nueva figura de Stravaganza en Carlos Paz 2014/2015.

…de sonrisas, en el diván de su piso en Recoleta. “Ser mamá es mi realización. Mis popotes llegaron para completar mi misión en el mundo”, dice la nueva figura de Stravaganza en Carlos Paz 2014/2015.

“A mis hijos les diré la verdad con naturalidad. Así como sé que ellos van a preguntar, estoy convencida de que estas generaciones traen otro chip: el de la inclusión”

“A mis hijos les diré la verdad con naturalidad. Así como sé que ellos van a preguntar, estoy convencida de que estas generaciones traen otro chip: el de la inclusión”

“Soy una mamá pesadísima”, cuenta Flor. “Siempre soñé con una casa con mantel y olor a bizcochuelo. Quiero que me sientan presente jugando, cosiendo, cocinando. Estoy muy orgánica, sólo toman jugos naturales. Evito los edulcorantes y el microondas. Todo lo aprendo mirando Home&Health”.

“Soy una mamá pesadísima”, cuenta Flor. “Siempre soñé con una casa con mantel y olor a bizcochuelo. Quiero que me sientan presente jugando, cosiendo, cocinando. Estoy muy orgánica, sólo toman jugos naturales. Evito los edulcorantes y el microondas. Todo lo aprendo mirando Home&Health”.

Adiós Telefe. “Hasta hoy no tengo claro por qué no quisieron continuar con La Pelu”. El proyecto que no fue: “Habíamos apalabrado un ciclo para los fines de semana. Pero dijeron que el Mundial barrió con todo...será en otro canal” “No” a Endemol: “Vencido el contrato con Telefe, la productora (de Tu cara me suena) me ofreció seguir por menos caché. ¿Te crees que voy a volver a usar bigotes a mitad de precio?”

Adiós Telefe. “Hasta hoy no tengo claro por qué no quisieron continuar con La Pelu”. El proyecto que no fue: “Habíamos apalabrado un ciclo para los fines de semana. Pero dijeron que el Mundial barrió con todo...será en otro canal” “No” a Endemol: “Vencido el contrato con Telefe, la productora (de Tu cara me suena) me ofreció seguir por menos caché. ¿Te crees que voy a volver a usar bigotes a mitad de precio?”

“Me equivoqué, supuse que cargándome de cosas ultrarefinadas sería más mujer. ¿En qué momento me creí la Della Giovampaola? Si ya me había y me habían aceptado...”

“Me equivoqué, supuse que cargándome de cosas ultrarefinadas sería más mujer. ¿En qué momento me creí la Della Giovampaola? Si ya me había y me habían aceptado...”

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