«Sufrí mucho en la vida. Me merecía ser feliz» – GENTE Online
 

"Sufrí mucho en la vida. Me merecía ser feliz"

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Diez años es un montón. Y parecen muchos más cuando Mónica Ayos compara en voz alta su pasado y su presente: "A los veinte tenía el pelo castaño, sobre los hombros y con rulos. Pesaba setenta kilos y me había quedado sin lol as. Mi hijo Federico tenía apenas tres meses de vida y me tuve que escapar de su padre porque me golpeaba: me fui a vivir a una pensión para que él no nos encontrara. Para sobrevivir, de día trabajaba de recepcionista y de noche hacía teatro con unos amigos. A todos lados, con Fede acuestas porque no tenía quién me lo cuidara. Pasé hambre, frío… Y aunque nunca perdí las fuerzas ni el humor, me había acostumbrado a llorar".

Las confesiones de esta mujer de 30, cumplidos en junio, llegan entre un mate amargo y otro más, a las tres de la tarde, en su departamento de la calle Córdoba. Por debajo de la cama que, desde principios de año, comparte con su novio, Diego Olivera, aparecen los libretos que debe estudiar para su personaje de Greta en Franco Buenaventura, el profe. Una valija a medio hacer, o medio deshacer -quién sabe-, habla de sus continuos viajes a Carlos Paz todos los fines de semana: allí, sobre las tablas del Teatro del Sol, tiene un protagónico -su primer protagónico como actriz- junto a Carlos Calvo en Casi un ángel.

Y Juanita, su abuela que está de visita (80 años, italiana, la mujer que la crió hasta los ocho años en su casa de Mar del Plata mientras sus padres -ambos bailarines- hacían giras por Europa y América latina), entra al cuarto con un termo recién cargado para los mates. "Nena, sos de fierro, pero el cansancio ya se te nota. Yo que vos me maquillo aunque sea un poquitito", la aconseja. La nieta Mónica sonríe y le guiña un ojo.

-Es una diosa -asegura Ayos-. Ella también la pasó fea: quedó sola con cuatro hijos. Y mirala, no para.

-¿Su ejemplo te sirvió?
-Seguro. Pero creo que también depende de uno. Yo la luché siempre. Pagué derecho de piso en todos los trabajos que hice. Lo que tengo me lo gané. Pero, te aclaro, no siento resentimientos de nada. Yo le doy las gracias a todo lo malo que me pasó en la vida. Hasta al padre de Federico (el chileno Mario Valencia) le doy las gracias: sus golpes me dieron mucha fuerza. Gracias a ellos, un día me miré en el espejo y me dije: "Si quiero hacer algo, si quiero actuar, yo tengo que cambiar". Me había dado cuenta de cuánto influía el envase en este negocio: me hice las lolas, adelgacé diez kilos y me teñí de rubio. De golpe, todos me miraban. Cuando me quise acordar, era la vedette principal de un teatro de revista.

-Casi el paraíso…
-…Y, en parte sí: te sentís una diosa, bajar las escaleras llena de brillos es el sueño de toda mujer. Pero nunca viví entre tantos tiros. Que fulanita dice tal cosa, que menganita tal otra…

-El famoso gallinero.
-Sí, pero nunca me enganché. Imaginate que con todo lo que pasé no me iba a enroscar por un camarín, por un cartel o por un "dicen que dijo". Pero para que te des una idea de cómo es el ambiente de la revista, cuando entré a la televisión me sentía en un cuento de hadas. Ahí todos te saludan, se preocupan para que tu escena quede bien, te invitan a comer, son solidarios, buena gente.

-¿Te costó mucho despegarte de la vedette?
-Totalmente. Cuando no tenés buen lomo, nadie te llama. Y cuando lo tenés, te cuesta demostrar que das para más. Yo canto, bailo, actúo… Sin embargo, despegarme de la vedette para hacer tevé me llevó un buen tiempo. Pero está bueno, porque yo sabía que podía hacerlo, y sin embargo causé el efecto sorpresa.

Hoy cuando se mira en el espejo dice que siente orgullo: De las lolas y las extensiones de pelo que se pudo comprar, de haber podido sacar un crédito para dormir bajo su propio techo, de poder pagar el colegio, el micro y los libros de su hijo que ya tiene diez años, de haber sido vedette, de tener la suerte de poder hacer televisión y teatro en estos tiempos de crisis y de haber encontrado eso que nunca jamás pensó que le podía tocar a ella: el amor. Porque "después de tanto sacrificio mi historia no podía terminar mal", reflexiona Ayos. Entonces, se casa. Pero, además, el novio en cuestión es Diego Olivera, su último amor (34 años, actor de Confesiones del pene en el teatro, uno de los galanes de la novela Mil millones y dueño de uno de los mejores "lomos" de la Argentina).

-Cuando lo vi -nos tocó trabajar juntos en Matrimonios y algo más-, me enamoré. Así de golpe, a primera vista. Me pareció divino, esos ojos, ese lomo, ¡me encantó! El primer día pensé: "Muy lindo, pero debe ser un creído…". Al segundo, vino re simpático a saludarme. "Algún defecto debe tener… -pensé yo-. Por ahí, es medio pavo…". Pero no. Empezó a hablarme y, al contrario, decía cosas inteligentes. Los primeros besos fueron para la ficción, y… también eran buenos. A las semanas empezamos a salir y yo ni me quería acostar porque algo mal -pensaba- el chico tenía que hacer…

-Y por las dudas, probaste.
-Obvio. Y casi muero: tuvimos, y tenemos, una cama increíble. Es algo muy loco, pero yo sufrí tanto, que cuando vi que tenía un hijo sano y que me estaba yendo bien en el trabajo, me dije: "Suficiente para mí, el amor me tocará en otra vida". O… "Me tendré que conformar con el que menos defectos tenga". Y no: me tocó, me llegó uno sin defectos y para mí sola.

-¿No estarás exagerando un poco, por no decir bastante...?
-Juro que no. Los defectos de Diego, que los tiene, claro, no me molestan en absoluto. Los dos fuimos cambiando por esta pareja. Para que te des una idea: él escucha Serrat todo el día y yo La Ley. Hoy él escucha La Ley y yo a Serrat. Le pedí que se deje el pelo más largo y la barbita crecida, tenía un look demasiado formal: se la dejó y está más lindo todavía. Yo también cambié. Uso ropa más tranqui y me oscurecí un poco el pelo… Quería volver a mi color, estaba demasiado platinada y ya no me reconocía.

-Y se casan.
-Sí. Parece un sueño… Nos casamos en diciembre, por Civil y por Iglesia, con fiesta y luna de miel. Pasa que estoy tan a full con el trabajo que no pude ver vestidos, ni fechas ni nada. Estamos en plena organización. Ahora, encima, no encuentro la partida de defunción del padre de Federico. El era chileno, pero nos habíamos casado acá en la Argentina.

-¿Qué sabe Federico sobre su padre?
-Todo. Yo nunca se lo critiqué, porque era un buen tipo a pesar de todo, ¿sabés? Te juro, no le guardo rencor. Pude separarme de él y después, cuando Federico tenía cinco años, enviudé. Después del divorcio se volvió a Chile y… Al tiempo se suicidó. Estaba muy mal, era muy depresivo. Con Fede viajamos a ponerle una flor en la tumba.

-¿Y qué tal es la relación de tu hijo con Diego ahora?
-Bárbara, son muy parecidos. Tranquilos, perfil superbajo, introvertidos. Es una suerte para mí que se lleven tan bien. Imaginate, por primera vez siento que puedo formar una familia. Diego muere por tener un hijo.

-¿Vos no?
-Sí, claro. No ahora, ya, por el trabajo… Pero quizás el año que viene o el próximo, eso no estaría nada mal. Todo a su tiempo. Todavía nos tenemos que casar y ¡mudar! Ahora vivimos los tres en este departamento que tiene dos cuartos, y si llega el bebé nos va a quedar chico. Estamos buscando algo un poco más grande para que cada uno tenga su propio lugar.

-¿A Federico le gusta la idea de tener un hermanito o le da celos perder su trono?
-Siempre le gustó, pero nunca se dio. Con mi anterior pareja, Sander -el bailarín, actual novio de Tamara Paganini-, por suerte tuvimos también una relación excelente. Fede es el día de hoy que le dice "papá", y aunque estamos separados y cada uno tiene su vida, ellos todavía se ven y se hablan por teléfono. Durante diez años yo hice de papá y mamá, ahora me encantaría poder compartir esos roles con Diego.

-El cuerpo es algo que siempre te preocupó, ¿no te da un poquito de vértigo que la maternidad termine con tus curvas perfectas?

-La verdad es que nunca me preocupó el cuerpo. Admito que el envase es importante en esta carrera: yo lo comprobé. Empecé en la actuación a los trece años y no conseguía roles protagónicos en ningún lado porque era el patito feo del elenco. Recién me llamaron para trabajar cuando tuve cola, cintura y lolas. Pero de todas formas, me parece una tontera. Cuando digo que tengo el mejor cuerpo de la Argentina, lo digo desde el humor, no desde la chica engreída. Lo único que importa en la vida es la felicidad. ¿Hace falta preguntarse si es más importante tener un hijo o un buen par de lolas? Yo estoy convencida de que no.

por Mariana Montini
fotos: Santiago Turienzo
asistente: Diego Soldini
producción: Sofía Delger
(agradecemos a Aridza Bros y Class Life)

Tiene uno de los mejores cuerpos de la Argentina. Estado civil: viuda; ahora con ganas de volver a casarse. Hoy, a los 30, Ayos está pasando por el mejor momento de su carrera y de su vida.

Tiene uno de los mejores cuerpos de la Argentina. Estado civil: viuda; ahora con ganas de volver a casarse. Hoy, a los 30, Ayos está pasando por el mejor momento de su carrera y de su vida.

Le doy las gracias a todo lo malo que paso en la vida. Los golpes del padre de Federico me dieron mucha fuerza: adelgacé 10 kilos, me puse lolas y cuando me quise acordar, era vedette"">

"Le doy las gracias a todo lo malo que paso en la vida. Los golpes del padre de Federico me dieron mucha fuerza: adelgacé 10 kilos, me puse lolas y cuando me quise acordar, era vedette"

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