“Spiderman me ha salvado la vida” – GENTE Online
 

“Spiderman me ha salvado la vida”

Hundido en su suéter de envidiable ciento por ciento cashemere –tan correctamente british como sus modales– sólo sacará las manos de los bolsillos para garabatear –a ritmo de alguna reflexión– sobre el membrete “Four Seasons Hotel George V” en el anotador de la mesa de nuestra cita parisina. Y cuando su sonrisa de lado está a punto de perder la batalla contra ocho horas de entrevistas internacionales, Andrew Garfield (30) –protagonista de la franquicia más exitosa de la cinematografía mundial– reactiva emociones al hablar de popularidad. En su glosario personal, “una locura para la que me preparo como puedo”.

–¿Estás en crisis con la fama?
–Amo leer revistas de gossip (chismes). Atrae la parte más perezosa de mi. Me divierte absorber información sin importancia, pero me niego a formar parte de ese mundo, especialmente ahora que hay una obsesión por la fama... aun sin mérito. El gran Scorsese –en El rey de la comedia–, o el mismo Warhol ya criticaban el: “Si soy famoso valgo algo”. Y eso es peligroso...

–Le temés.
–Mi gran miedo es hacerme muy exitoso y conocido. De todos modos, soy muy neurótico y reflexivo. Me daría cuenta si me vuelvo un idiota que cree todo lo que dicen de mí. Lucho constantemente para concentrarme en el trabajo sin perder autenticidad, sin prejuicios por la mirada ajena. Por eso me niego a responder sobre mis intimidades. Siento como si los mismos millones de personas que leen un artículo en el que hablo de mi novia, me persiguieran por la calle, todos juntos, pidiéndome más detalles. No existe necesidad... ¿Y sabés qué? Es muy aburrido.

–Entonces te quitás la máscara del actor y elegís vivir como Peter Parker.
–La fama es un fenómeno corruptor. Hay algo adictivo en el reconocimiento y la valoración, la divisa en esta profesión. Yo elegí ser actor para contar historias, y no quisiera comprometerme con ella y que se haga más grande que mi arte. Los actores debemos recordar que somos seres humanos y necesitamos tiempos. Sí, me aterra dejar de ser un chico común.

–El tip del suceso Spiderman...
–Claro. Si todos aman a Spiderman –un superhéroe de la clase obrera, del pueblo, del montón– es porque todos podrían ser Spiderman. La metáfora del personaje es aplicable a cada uno de nosotros: ser el héroe que salve nuestras propias vidas, viviendo el propio destino. La clave está en identificar nuestro poder y capitalizar la “mordedura de ara”(léase “herida”, “dolor”), porque siempre hay algo que nos hace extraordinarios. Y eso es inspirador.

–Me diste el pie: sé que este héroe ha sido una gran inspiración en tu vida.
–Soy su fanático desde los tres años, cuando buscaba en las hamacas experimentar la libertad del vuelo y esas fantasías. A los seis me enfrenté a mi primera gran situación dura en la vida: fui víctima de bullying, que duraría hasta los doce. Y mi amor por el personaje se profundizó. Yo era ese niño flacucho y perdedor al que derribaban en rugby, pero se hacía fuerte porque sabía que su poder estaba en su interior. Spidey (Spiderman en versión cariñosa) fue el antídoto. El me salvó la vida. Hizo un Andrew más valiente, esperanzado, que cree que cada moretón, cada lágrima, vale la pena. Siempre hay un desafío. Cuando leí este guión, lloré... Soy de lágrima fácil (bromea).

–¿Esto tiene que ver con el vínculo entre Spiderman y el niño que lo imita? Es una de las escenas más conmovedoras del film.
–Sí. Es un personaje que yo mismo sugerí a los creadores. Consideré necesario un “ensamblaje”, despertar la conciencia de cuán vulnerables somos (los adultos y sus actitudes) a la mirada de las nuevas generaciones.

–En ese tren, en esta oportunidad veremos a Peter más hombre, hasta físicamente.
–Esta vez me propuse disfrutar mucho más del personaje. Peter está creciendo, se lo nota más seguro. Preparé mi cuerpo para estar más flexible (es un eximio surfer). Peter está más embaucador, más suelto, más gracioso. En su confrontación con los villanos tiene tintes de Buster Keaton, de Bugs Bunny y hasta de Mohammad Alí.

–¿El humor, condimento clave en esta entrega, se trabajó especialmente?
–Hemos trabajado con Dan Oswald, un gran comediante y fanático de Spiderman. El nos ayudó con algunos diálogos. Todos colaboramos, arrojamos ideas, sugerimos líneas e improvisamos bastante: grabamos varias alternativas de algunas escenas. Además fui coacheado por Cal McCrystal, un director de comedia física que se inspiró en Charles Chaplin.

–También se cuelan escenas de alto dramatismo.
–Sí, claro. Hay mucho en juego entre Peter y Gwen (Emma Stone, su novia fuera del set). Este film incrementa la tensión con el mismo: toma conciencia del “ser Spiderman”, acepta el compromiso y asimila el sacrificio que conlleva. Ese es el verdadero drama.

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Sobre la gran diferencia entre episodios, Garfield señala: “En esta entrega tuvimos libretos grandiosos y cimientos más sólidos que en la primera”. Aunque su contrato lo vincula sólo hasta un tercer film, las versiones apuntan a una rápida desvinculación, Andrew dice: “Nada es concreto, pero lo cierto es que yo quiero hacer Spiderman IV. Siento que no terminé con el personaje, y sigo entusiasmado con explorarlo”.

–¿No da pena que Spiderman sea el único superhéroe de Marvel que no interactúa con otros?
–Sony estará evaluando eso en un futuro cercano. Y me emociona. Andrew es cauto. Prefiere que ese tipo de predicciones quede en manos de los productores. Mientras tanto, Sony anunció sus intenciones de ampliar su universo Spiderman con dos spin-off basados en The Sinister Six y Vernon. “Casi en paralelo con Spiderman III (2016)”, según el productor Matt Tolmach.

–Hablaste de sacrificios. ¿Cuál es la parte menos grata de todo esto?
–Precisamente, el sacrificio. Disfruto lo que me sucede, pero también amaría tener el tiempo para hacer films pequeños, obras teatrales, talleres y cursos.

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Con inquietud “arácnida” y eclecticismo neoyorquino, este amante de las comedias con ídolos confesos como Dustin Hoffman, Meryl Streep, Tom Hanks y hasta Emma Stone (jura que no es obsecuencia), reparte las energías del ocio entre “tocar música, sobre todo usando mi guitarra, cantar y bailar”, la compañía de su terrier mestizo, los paseos urbanos abordo de su querida Vespa y la lectura. “Estoy interesado especialmente en la mitología, quizás inspirado en los mitos modernos como Spiderman”, dice. “Leo mucho de Joseph Campbell, Michael Mead, Robert Blyth y mucha poesía de David Wyatt”.

–La fantasía se ha cumplido. ¿Cuál será el próximo ideal?
–¿Sabes qué? Me gustaría encarar un proyecto sumamente valiente: dirigir una obra de teatro. No sé si seré bueno o malo haciéndolo, pero sería una tarea inmaterial. Estoy en un gran momento para experimentar.

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Guiño mediante al técnico de sonido que grabó la entrevista, el mismo asistente que nos presentó –con su parafernalia de headphones, scheduls y tiranos cronómetros– advierte: “Ha sido la última pregunta”. Andrew entrelaza sus dedos y estira sus brazos. Mientras recojo mis cosas, pregunto si antes de Roma –nex stop– habrá tiempo para ver París. “Me encanta comer –dispara en un suspiro–. Espero probar algo de la famosa cocina francesa hoy mismo”. Y con el choque de manos de la despedida, suelta: “¿Argentina, eh?... Escuché maravillas, ¿sabes? Planeo visitarla muy pronto”.

Hijo de un californiano y una británica, Andrew creció en Surrey, RU. Filmó ocho films, como The Social Network (2010), que le valió una nominación a los Golden Globes.

Hijo de un californiano y una británica, Andrew creció en Surrey, RU. Filmó ocho films, como The Social Network (2010), que le valió una nominación a los Golden Globes.

Andrew advierte: “Lo siento. No hablo de mi vida privada. Sólo quiero ser un actor”. Pero le es inevitable deslizar calificativos sobre Emma Stone (25), el gran amor de Peter Parker, su novia desde 2011. “Es una actriz increíble, de esas personas raras que sólo tienen que alinear su mente y su corazón para hacer lo que quieren”, dice. Se conocieron mientras rodaban la primera parte del film, y hoy viven juntos en Tribeca, Nueva York, con Ren, su Golden Terrier.

Andrew advierte: “Lo siento. No hablo de mi vida privada. Sólo quiero ser un actor”. Pero le es inevitable deslizar calificativos sobre Emma Stone (25), el gran amor de Peter Parker, su novia desde 2011. “Es una actriz increíble, de esas personas raras que sólo tienen que alinear su mente y su corazón para hacer lo que quieren”, dice. Se conocieron mientras rodaban la primera parte del film, y hoy viven juntos en Tribeca, Nueva York, con Ren, su Golden Terrier.

El film (142 minutos) presentará superada tecnología 3D, con más fluidez y realismo.

El film (142 minutos) presentará superada tecnología 3D, con más fluidez y realismo.

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