«Soy una nena muy caprichosa. Hasta que no tengo lo que quiero, no paro» – GENTE Online
 

"Soy una nena muy caprichosa. Hasta que no tengo lo que quiero, no paro"

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Priscila dice que para las fotos que acompañan esta nota sufrió un poquito. Claro, no es pavada transmitir calor sentada encima de un hielo andino allá por Las Leñas. Pero ella es muy profesional y no le quita el cuerpo al asunto. De vuelta en Buenos Aires, se dispone a hablar de las cosas de su vida, un poquito cansada y cafecito de por medio. Que está casada -y muy enamorada- con el director general de Multitalent Agency, Leandro Smitto, que ni ganas de tener un escote enorme, que los chocolates la pierden, que es medio vaga y va a III Millenium, un lugar en Palermo donde la meten en una cápsula, ejercita poco menos de una hora y santo remedio, y que su parte más elogiada son los ojos. Bueno, más de un hombre no diría lo mismo. Priscila, edad 22, nacida en San Nicolás, provincia de Buenos Aires, 1,75 de altura y 88-61-90, no es precisamente una chica de cabotaje. Ha volado. Milán, Roma, desfiles para Gucci, Thierry Mugler, etcétera, etcétera. Unas cuantas campañas aquí -las tinturas Garnier, la peluquería Pino Leo Lina, entre tantas- muchas tapas de revista, y una más que apreciable arma de doble filo: el limbo entre la moda estricta y el planeta hot.

-Tenés esa dicotomía al respecto: Gucci en Milán…
-Y sexy en la nieve, lo sé. Me encantan las dos cosas, me divierte hacerlas. Hago el papel, pero no me paso al lado guaso. Hay una diferencia entre sexy y grasa. Y salir así, bien hot, me divierte. Vamos, ¿a qué mujer no le gusta?

-Te veo los ojos cansados, Priscila.
-¡Uff! Hace rato que no tengo un fin de semana libre. Vengo durmiendo muy poco. Pero mi laburo me encanta, como le encanta el suyo a un médico o a un contador. Aunque, creélo o no, es bastante sacrificado. Te perdés muchos cumpleaños. Hasta el tuyo.

-Un metro setenta y cinco de estatura, dice la ficha. Sobresalís de la media, digamos.
-¿Sabés? No le doy mucha bola a eso de la altura. Hay minas bajitas que me parecen increíbles frente a una cámara. Yo me meto en el papel. Si te tengo que vender un look de mamá, una mujer fatal o una nena, lo hago.

-¿Nena?
-¡Ja, ja, ja! Soy una nena muy caprichosa. Hasta que no tengo lo que quiero, no paro. Soy muy celosa, pongo cara de pucherito, como los nenes. Ay, ¡debe ser una tortura para los demás!

-¿Y maternal?
-Veo un bebé y se me cae la baba. Pero no quiero ser mamá ya mismo. No es que por el trabajo no quiera tener hijos. Soy chica todavía, quiero vivir. Todavía salgo a bailar con mis amigas.

-Nos queda mujer fatal...
-Eso en casa… y para mi marido.

-Casada a los 22. Un poquito complicado, a simple vista.
-No me corta las alas para nada. Cero vida aburrida. Además, yo ya viví, me divertí, tuve novios, no es un problema. Hay gente que ve el hecho de casarse joven como un bajón. Yo no. Es más, en casa me cocina Leandro. Nos complementamos muchísimo.

-Hace un rato decías de venderte a vos misma.
-Sí.

-Eso te lleva a ser un objeto de deseo. ¿Te hacés amiga de la idea?
-Claro. Está bueno. Es la fantasía que vive la gente con respecto a mí. Me copa que la gente se la arme. Vos me ves así, con jean y remera, y no es lo mismo. Por otra parte, está esa de viajar, que es genial. Pude conocer lugares que en la vida me imaginé que iba a conocer. Milán, Roma… Nueva York es una cuenta pendiente.

-Bueno, también podrías ir a San Nicolás, provincia de Buenos Aires.
-Antes iba mucho más, pero se me complica. Mi papá hace unos asados bárbaros.

-Me imagino que los pibes en el colegio hacían sus intentos.
-Cuando se enteraron de que iba a ser modelo se me tiraron unos cuantos. A mis viejos esto de que yo fuera modelo les daba miedo. Yo venía a Buenos Aires a estudiar diseño de indumentaria. Y la primera vez que viajé por trabajo tuve que cortar. Digamos que el mundo se perdió una gran diseñadora, je je je.

-Bueno, volviendo al factor levante escolar.
-Siempre fue muy bueno. Los chicos me mandaban cartitas de amor, chocolates….¡en cuarto grado! ¡Me daba vergüenza! Medio que me halagaba, pero era chiquita y me daba vergüenza. Después descubrí que eso está bueno. También estaba mi papá, Daniel, teniente coronel -que ahora tiene una empresa de seguridad- y padre de cuatro mujeres.

-Ah, ¡complicado!
-¡Ja, ja, ja! Es un tipo, a ver, cómo decirlo… muy estructurado. Pero no es que los volvía locos a mis novios. Siempre salí con chicos sanos, buenos. Excepto un desubicado que llamaba a casa a las tres de la mañana. ¡Mi viejo lo odiaba!

-Siempre fieles, supongo.
-Ellos sí, creo que nunca me metieron los cuernos.

-¿Y vos?
-Eh… sí. Pero, si puedo decir algo en mi defensa, era chica y encima nunca tuve noviazgos largos. Salvo con mi marido. Salimos dos años y nos casamos.

-Algunos, a primera vista, te suponen como…
-Una mina medio asquerosa, snob. ¡Lo sé! ¿Pero, sabés? Es por la timidez que tengo. Me cuesta entrar en confianza. Y cuando entro, soy muy inocente al respecto. Si sos mi amigo, te doy todo.

-¿Todo?
-¡No seas mal pensado! Entendés lo que te digo. Yo creo mucho en la gente, pienso que son todos buenos. Y eso me llevó a un par de sinsabores en la vida. En mi trabajo no me sirve esa inocencia. Tenés que estar un poco a la defensiva. Amigas tengo. Enemigas no… por ahora.

Priscila entre pieles y con el viento andino en la cara. Dice que sus ojos son su mejor atributo. Eso está por verse…

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Yo marco una diferencia entre sexy y grasa. Y salir así, bien hot, me divierte. Vamos, ¿a que mujer no le gusta?", desafía la bella morocha.">

"Yo marco una diferencia entre sexy y grasa. Y salir así, bien hot, me divierte. Vamos, ¿a que mujer no le gusta?", desafía la bella morocha.

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