«Soy un animal de teatro, y este Rosas es mi mejor premio» – GENTE Online
 

"Soy un animal de teatro, y este Rosas es mi mejor premio"

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A las cuatro de la tarde, mientras baja y sube y vuelve a bajar por el oscuro
laberinto que lo lleva a su camarín del teatro Payró, Rodolfo Bebán -seudónimo
de Rodolfo Tilli- dice, con esa voz de los actores de escuela, la que se oye
desde la fila 30 sin micrófonos corbateros:

-¡Volver al teatro independiente! ¡Qué maravilla!

Sí. Es el mismo Bebán de los 60. El de los teleteatros (El amor tiene cara de
mujer, Cuatro hombres para Eva). El del célebre trío de galanes que arrasó en
los 70 las taquillas de Mar del Plata: Bebán-Bredeston-García Satur. El que
inauguró -a mediados de los 60- el trasplante de los éxitos de la tevé al teatro
con Las amorosas: Bebán-Beatriz Taibo-Violeta Antier. El de los espectaculares
de Canal 13: Romeo y Julieta, Otelo y Cumbres borrascosas. Pero sobre todo, el
Juan Moreira de Leonardo Favio: más de un millón de almas en los cines. Y hay
mucho más (hasta Las mariposas son libres, con Susana Giménez), pero esto no es
un inventario. Es, primero, de espaldas al iluminado espejo, la memoria:

-Sí. Porque el teatro independiente fue la iniciación. Aquellas clases épicas,
¡épicas!, que nos daban, en un teatro de Morón, Fernando Labat, Ernesto Bianco,
Mario Fortuna, María Elena Sagrera…

-Y un tal Miguel Bebán. No sé si le suena…
-¡Mi padre! ¡Un fenómeno! Bastaba verlos en acción para aprender… Y después,
Alcón, Soriano, Alejandra Boero, ¡Alterio! Eran festivales de teatro
independiente… Por eso te dije que volver aquí es maravilloso. Como renacer…

(En un ángulo del camarín, doblado al descuido, sobre una mesa, hay un pantalón
de terciopelo bordeaux. Habrá que convenir -de eso se trata el teatro- que es el
que usó el brigadier Juan Manuel de Rosas en Swathling, Inglaterra, en el último
día de su vida, apagada el 14 de marzo de 1877. El último día de su vida: la
clave que usó Pacho O´Donnell para escribir la obra teatral El sable, recién
estrenada en el Payró, con Rodolfo Bebán como Rosas, y dirigida por Daniel
Marcove. Y habrá que convenir que Bebán, a punto de empezar un nuevo ensayo, es
Rosas. En realidad, creerlo no obliga a un gran esfuerzo. Porque, a poco de
hablar de Rosas, su tiempo, sus enemigos, sus misérrimos días finales sin una
libra, el hombre, el actor y su papel se funden, y son sólo uno.)

-¿El Rosas de El sable se parece al que hizo en cine, dirigido por Manuel Antín?
-No, para nada. Si El sable fuera un simple repaso histórico, no hubiera
aceptado hacerlo. Pero esto va mucho más allá. Es un Rosas ya moribundo que, en
la hora final, se enfrenta a su conciencia.

-¿Se perdona?
-Se… justifica. Hace un terrible equilibrio entre la razón y el desvarío. Es al
mismo tiempo su fiscal y su defensor. Un Rosas rodeado de un coro de fantasmas:
su madre, su mujer, su hija, Echeverría, Quiroga, Urquiza, ¡Sarmiento!

-¿Ningún personaje tangible, corpóreo?
-Sólo una andaluza, una gitanita que lo acompaña hasta el final por lástima, por
piedad hacia ese viejo que se desmorona.

-¿También justifica sus crímenes?
-Sí. Pero también duda de todo. Se pregunta, a cada paso, si hizo bien o si hizo
mal. Ni siquiera es rosista: tanta es su duda y su locura. Por ejemplo, lo llama
a Echeverría, lo vapulea, pero después tira de las riendas porque sabe que no
tiene razón.

-¿Aparece Marco Avellaneda, al que mandó degollar?
-Sí. Y no sólo le habla a su cabeza -una imagen terrible-. Le dice: "Decidí tu
degüello mientras le miraba el c… a una señora y pensaba si me revolcaría con
ella".

-En lo personal, fuera del escenario, ¿cómo juzga a Rosas?
-Soy un federalista, y…

(De pronto entra una vestuarista. Bebán agarra el pantalón, se lo muestra y le
dice: "Se me rompió. Estoy en las diez de últimas. Pobre, está bien. ¡Pero no
rotoso!".
Y uno imagina que ese último día, acaso Rosas le dijo lo mismo a la
gitanita…)

-Soy un federalista, te decía. ¿Quién no quiere un país federal? Si hasta
tenemos una Constitución federal (se ríe)… pero con funcionamiento unitario.

-Bueno, es una pequeña contradicción. No viene mal en un país tan coherente… (y
nos reímos los dos).
-Rosas no quería la Constitución, y muchos unitarios tampoco. Por eso Pacho le
hace decir: "¿Quién, en su sano juicio, puede aceptar que un pueblo con
semejante vocación anárquica sea gobernado por un manojo de papeles?".

-¿Cómo define su federalismo, Bebán?
-Admiro a Dorrego más que a Rosas, porque fue el verdadero ideólogo de la
Federación. Un hombre de impresionante talento.

-Fusilado por Lavalle, de quien se dice que tenía mucha furia y poco cerebro… ¿A
quién más admira? ¿Sólo a los federales?
-No. Admiro a San Martín, ¡a Sarmiento, porque era un apasionado!, a Moreno…
Porque en aquella época todo estaba más expuesto, era menos cínico, menos
especulativo.

-¿Por qué, después de tanto teatro comercial y de tanta televisión, está tan
entusiasmado por trabajar en una sala chica, casi off, sin una gran marquesina
con luces de neón?

-Porque vuelvo a respirar teatro-teatro. Los que pasamos por el movimiento
independiente tenemos un romaticismo exacerbado y sin concesiones. ¡Somos
animales, animales de teatro! Y este Rosas es mi mejor premio…

-¿Qué Rosas creó? ¿Cómo lo compuso? ¿Cómo se compone a un tipo de esa talla? ¿Se
respetan los datos históricos, o se inventa el personaje y se le dice al público
"Este es mi Rosas. Tomalo o dejalo"?
-Salvo lo que uno inevitablemente conoce, omití toda información histórica y me
remití a lo psicológico, a lo escrito por Pacho, que es fenomenal.

-Bueno, Pacho es psicoanalista y médico psiquiatra… ¿Resultado?
-Un delirio. Un personaje continuamente en la cuerda floja. Por ejemplo, le
habla a Urquiza, pero Urquiza no está. Es como si vos te fueras ahora, y yo
siguiera hablando.

-¿Qué dice Rosas de Sarmiento?
-Cuando le llega la última carta de Sarmiento, le cuenta a Urquiza: "Anda
enconado conmigo, el hombre. ¿No fueron suficiente castigo todos estos años de
soledad? Dice que San Martín me legó su sable porque chocheaba… ¡Qué pedazo de
hijo de p…!
". Y mira el sable, que está en una vitrina y es lo último que le
queda, porque hasta el puñal corto de Quiroga, que alguien le dio después de
Barranca Yaco, se lo regaló a la gitanita. Pobre, pobrísimo… Pensar que fue uno
de los hombres más ricos del país, y que lo despojaron de todo sin ningún
derecho.

-Pero el canciller inglés le ofreció una pensión mensual…
-Nunca quiso aceptarla. Decía que "un argentino jamás debe aceptar plata de un
gringo".
Sólo aceptó las mil libras que le mandó Urquiza, su vencedor. Pero no
odiaba a los ingleses, odiaba "a los argentinos que los quieren tanto". Qué
maravilla, hacer este personaje a esta altura de mi vida. La obra te araña por
dentro. A veces quiero hacer un ensayo liviano, pasar letra, pero el delirio me
agarra del cuello, y termino con toda la furia.

-¿Cómo están tratados los personajes de la madre y la mujer de Rosas?
-La madre tuvo veinte hijos de esa calaña y los educó a lonjazos. Rosas rompió
con la familia, pero siempre lo persiguió una culpa: la de no conformar nunca a
su madre, hiciera lo que hiciera. Y su mujer, Encarnación Ezcurra, fue su paño
de lágrimas y el personaje que lo hizo volver al poder. Porque en 1835, él
quería irse tranquilo a su estancia, pero ella dijo no.

(Final. Hora de ensayo. Algo más tarde hablo con Pacho O´Donnell, le pregunto
qué es El sable, y me dice:
"Rosas fue absolutamente, y siempre, polémico. Tuvo
grandes traiciones, grandes lealtades, grandes victorias, grandes derrotas,
grandes perdones -como el de Estanislao López-, grandes injusticias, como el
fusilamiento de Camila O´Gorman. Pero El sable, más que una biografía, es una
reflexión sobre el poder, y sobre todo sobre el poder absoluto. Rosas lo tuvo,
pero murió lejos, pobre y escarnecido. Eso significa que el verdadero poder es
el económico, que usa a los hombres y, cuando ya no le sirven, los derrumba.
Pero, yendo más a fondo, es una reflexión sobre el Destino que se encarna en la
sentencia que Shakespeare escribió en Hamlet hablando de Alejandro Magno, el
hombre más poderoso de su tiempo: "Se hizo polvo, el polvo fue al agua y se hizo
barro, y acabó siendo el tapón de un barril de cerveza". Tal vez lo mismo le
ocurrirá al sable que San Martín le legó a Rosas: más tarde o más temprano será
el tapón de un barril de cerveza.")

<i>…te hace temblar. A veces trataba de hacer un ensayo liviano, pero no podía, y me posesionaba hasta la locura</i>

…te hace temblar. A veces trataba de hacer un ensayo liviano, pero no podía, y me posesionaba hasta la locura", confiesa Bebán-Rosas.

La gitanita que acompañó a Rosas hasta el final, y que se acostó con él por piedad", dice Bebán.">

La gitanita que acompañó a Rosas hasta el final, "y que se acostó con él por piedad", dice Bebán.

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