“Soy intolerante, verborrágico y frontal, pero nada mujeriego” – GENTE Online
 

“Soy intolerante, verborrágico y frontal, pero nada mujeriego”

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Lo que aparece alrededor es efímero y frívolo –arranca–. Si hoy nosotros dos charlamos, sentados en un balcón, frente al Palacio del Festival, se debe a que firmé un contrato, y yo respeto los contratos. Y el contrato me exige difundir Lalola –mete segunda–. No te ofendas pero, de lo contrario, dejaría que lo que propongo profesionalmente hable por sí mismo –avanza–. Vine acá porque funcionó bárbaro un programa en el que participé, no por mi cara. Tampoco voy a mentirte diciendo que consumé la fantasía de llegar a Cannes, el lugar por donde tantas celebridades han circulado –previene–. La verdad, en el preciso instante en que conversamos yo quisiera estar con mi hijo, a once mil kilómetros de distancia –remata–.

–¿Hacia dónde apuntan los principales sueños del galán de la temporada 2007/8, entonces?
–Pienso que a formar una familia. Aunque a la fecha, resulta complicado… Antes debería ponerme de novio.

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Rompe el molde. Luciano Castro nada –y siempre nadó– contra la corriente. Lo que, al margen de las suposiciones previas del lector, regocija al periodista, malacostumbrado al lugar común y la frase de ocasión; también a las reacciones de ocasión. Tres puntos que no parecen comulgar con el muchachote de ojos castaño-verdosos, 85 kilos y 1,80 m. Salir de recorrida por Cannes servirá de prueba fehaciente: prefiere evitar los taxis de la organización “y caminar y aprender”. Transita las inmediaciones del puerto sin acercarse a descubrir la titularidad de los famosos pies y las famosas manos estampados en el cemento que invaden las veredas. Se divierte posando frente a uno de los dos enormes carteles (de 12 metros por 10) en los que aparece vestido de gala, con su compañera de elenco, Carla Peterson, “pareciéndome –según propia definición– a Tito, de Matices”. Invita a Nadav Palti, el CEO & President de Dori Media Group, a sacarse una foto, “como acodados sobre la barra de un bar”, en el stand de la productora gracias a la cual acaba de aterrizar como invitado especial en la 45th MIPTV Featuring MILIA (The world’s audiovisual and digital content market), la monumental feria mundial del sector digital y audiovisual. Sí, sí. Luciano Castro rompe el molde. En la Argentina y en Francia.

HOY PUEDO ELEGIR, ANTES SE COMPLICABA, comenta, avanzando por el coqueto boulevard La Croisette, luego de cenar una pizza y media y dos Coca Cola, camino al cumpleaños número 40 de Gastón Portal (que en realidad nació un 23 de abril, aunque quiso adelantar la fecha abriendo unos vinos y convidando unos pistachos). Castro, que vio la luz un 16 de marzo de 1975 en la Capital Federal, residió en Mar del Plata y a los diez, once de edad se estableció de manera definitiva en Villa del Parque, admite que de chico ignoraba a qué se iba a dedicar. “Sin embargo, a los 15, mirando la película Nido de ratas y el programa Cha cha cha, hallé mi vocación y comencé teatro de la mano de Raúl Serrano. Lo amo. Me contuvo cuando lo necesité”. Tras debutar en Jugáte conmigo (1991) y actuar en Life college (94), resolvió volar a España. Residió en París, arregló barcos en Barcelona, cursó la Escuela de Arte en Madrid, y retornó. “A partir de ahí incursioné seguido en el teatro y en la tele. No recuerdo demasiado mi currículum. Además de lo conocido (Chiquititas, Campeones, Los Roldán), intervine, no sé, en obras under, en una tragedia griega, leí poemas de Konstantin Kavafis, en el Colón”.

–¿Perdón?
–(Risas). Me tomo en serio mi vocación. Pretendo morir trabajando de intérprete. Me apasiona perseguir proyectos atractivos, cosa que a veces no había logrado en el pasado por cuestiones económicas. También rescato lo positivo de las diversas experiencias. El caso Lalola resulta especial. Terminamos de grabar cero cargados de melancolía. El viernes 4 de abril finalizamos chochos los 150 capítulos. Me levanté a las pocas horas y viajé sin una gota de mala nostalgia.

–¿Quizá huele una segunda parte?
–Difícil. El mérito prefiero dárselo al elenco, a los técnicos, al equipazo que armamos. La verdad, sintonizamos perfecto.

–El tranquilizador rating obtenido, sumado a la venta del formato y las latas a 42 países, servirá de valor agregado a semejante felicidad, ¿no?
–Perdoná: ¿a quién no le gusta abrir un quiosco y vender bárbaro?

–¿Y en qué traduciría la excelente temporada que le tocó?
–En el flamante corte de pelo al que recién me animé, el look que luciré en mi primer largometraje. Me refiero a Toda la gente sola, de Santiago Girald, junto a Erica Rivas, Lola Berthet y Alejandro Urdapilleta. Pisaré Ezeiza el viernes, le acercaré un beso enorme a mi Mateo (6) y continuaré vía Venado Tuerto. Después, dos semanas de rodaje. Ahora puedo elegir. Antes, te repito, se me complicaba.

MI PSICOLOGO DICE QUE NO DEJE EL BOX”. Reconozco que vivo rodeado de gente increíble. Gente que necesito y adoro. Ayer, unos amigos me pedían por chat: ‘Dedicános el premio’. ‘¿Qué premio, salames? Si no vine a recibir ningún premio’. Ellos (unos diez tipos incondicionales) y mis afectos de sangre (doña Marta y Daniel –Pocho–, y Laura, Emilia y Joaquín, los hermanos) no siguen tanto mi carrera, y me encanta. Para ellos, si ando bien y soy una buena persona, listo. El resto no cuenta”, afirma Castro, fanático del fútbol (jugó al arco, en la séptima de Argentinos Juniors), la natación, el rugby y, en particular, el boxeo. “Desde los diez pirulos me interesa el pugilismo. En el Luna Park, donde sea. Solían llevarme mi viejo y Richard, mi padrino. Ubi Sacco me dejaba presenciar las peleas en su rincón. Lo admiraba a él, a Martillo Roldán, a Marvin Hagler. Mi psicólogo me pide que no deje el boxeo. Incluso mi hijo me acompaña al gimnasio. Se pone los guantes, le pega a la bolsa, guarda sus elementos y chau. Le inculco que pelear no sirve de nada, que hay que hablar para entenderse. El enano me lo devuelve al máximo. No sabés lo educado y gran alumno que me salió”, redondea orgulloso ya camino al Intercontinental Carlton, el hotel de las stars durante cada Festival de Cine de mayo.

–Ah, el boxeo. Comprendemos por qué casi nadie le manda guardias periodísticas.
–No tienen huevos (carcajada). Quizá respetan mi bajo perfil. A mí me vas a encontrar en cosas normales, poco mediáticas; comiendo asados en lo de mis gomías de San Martín, o invitándolos a uno en la mía. No tiene sentido mandarme guardias.

–¿Usted sabe que el rebote de su viaje a Cannes puede generar ofertas que determinen un tiempo de alejamiento de la Argentina? Lo consultamos porque un ratito atrás lo encontramos lagrimeando mientras le hablaba a Mateo por teléfono.
–Me quedo en mi país, y no por nacionalista. Yo no separaría a mi hijo de su madre ni soportaría radicarme afuera, lejos de él. Así que...

–Comprendemos. A propósito, en la web sus fanáticos mandan mensajes preguntando el nombre de la dama con la que gestó al piojo. ¿Se anima a revelarlo?
–Su mamá, y punto. Yo no soy de explicar ciertas cuestiones privadas.

–Okey. ¿Qué más es y qué más no es, Luciano?
–Poné que soy intolerante, verborrágico y frontal, pero nada mujeriego.

“<i>Increíble. Ayer, unos amigos me pedían por chat: ‘Dedicános el premio’. ‘¿Qué premio, salames? Si no vine a recibir ningún premio…’. Ellos y mis afectos de sangre no siguen tanto mi carrera, y me encanta</i>”, disfruta Luchiano, tal como lo rebautizaron afuera.

Increíble. Ayer, unos amigos me pedían por chat: ‘Dedicános el premio’. ‘¿Qué premio, salames? Si no vine a recibir ningún premio…’. Ellos y mis afectos de sangre no siguen tanto mi carrera, y me encanta”, disfruta Luchiano, tal como lo rebautizaron afuera.

Recién arribado, con el mismo cabello de la ficción de América, frente a uno de los dos banners gigantes de Lalola expuestos en el Palacio del Festival, del 7 al 11 de abril.

Recién arribado, con el mismo cabello de la ficción de América, frente a uno de los dos banners gigantes de Lalola expuestos en el Palacio del Festival, del 7 al 11 de abril.

A disposición de la prensa internacional y de espaldas al puerto de Cannes.

A disposición de la prensa internacional y de espaldas al puerto de Cannes.

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